control total (narrador)
La batalla había terminado, pero la paz era efímera. Negrus, agotado y herido, avanzaba lentamente entre los escombros del campo de batalla. El sudor caía por su rostro, y la pesadez en su cuerpo era incontrolable. Cada paso era un esfuerzo, pero algo dentro de él lo mantenía en pie. El agotamiento físico estaba llevándolo al borde del colapso, pero sabía que había una cosa que debía hacer antes de rendirse por completo: ponerse su capucha, la única manera de mantener el control sobre el monstruo que residía dentro de él.
Con las manos temblorosas, Negrus alcanzó la capucha que descansaba a su lado, pero al intentar colocarla sobre su cabeza, algo lo detuvo. Su cuerpo no respondía. Los músculos se negaban a moverse, y por un momento, Negrus se quedó allí, inmóvil, como una estatua, luchando por recuperar el control de su propia voluntad. Un dolor insoportable recorría su cuerpo, como si estuviera siendo desgarrado desde el interior. No era solo el cansancio físico; era Sombra, la sombra que había despertado dentro de él, la que ahora estaba tomando el control.
Las imágenes de su vida pasaron por su mente como una tormenta de recuerdos dolorosos. Las voces de aquellos que lo habían rechazado, las traiciones, el dolor de su muerte, y el tormento de su resurrección lo envolvían. Y, lo peor de todo, la sensación de estar solo, siempre solo, mientras Sombra se apoderaba de su ser.
Sombra se reía en su mente, disfrutando del sufrimiento de Negrus.
—Es inútil, Negrus... —susurró la voz oscura dentro de él—. Eres mío. Siempre lo has sido. No puedes escapar de mí.
Negrus intentó luchar, pero el dolor era tan grande que sus fuerzas se desvanecían. El poder de Sombra crecía dentro de él, tomando más y más control. Su respiración era agitada, y su corazón latía con fuerza mientras su cuerpo se retorcía por la lucha interna. Las sombras de su alrededor comenzaron a tomar forma, como si Sombra estuviera tomando el control de su entorno, la oscuridad extendiéndose a su alrededor.
Fue en ese momento cuando escuchó un rugido en la distancia. La figura que apareció ante él era una que nunca había querido ver, pero ahora, no podía evitarlo. Spike. Su hermano. Y allí estaba, delante de él, con una mirada feroz, llena de odio, y empuñando su katana con una determinación inquebrantable.
—Negrus... —dijo Spike con voz fría, mientras avanzaba hacia él—. ¡Es hora de que pagues por todo lo que has hecho!
Negrus sintió una oleada de emociones encontradas. Spike estaba allí para vengarse, para matarlo, pero había algo más que no podía ignorar. Algo en su hermano había cambiado, y aunque el odio lo envolvía, Negrus no podía evitar sentirse culpable.
Sin embargo, la culpabilidad no era suficiente para frenar lo que estaba ocurriendo dentro de él. Sombra estaba tomando el control por completo, y ya no había vuelta atrás. Negrus, con un grito de agonía, intentó resistirse, pero Sombra era más fuerte. El poder de la oscuridad explotó desde su interior, generando una onda de energía tan poderosa que la tierra tembló a su alrededor.
Spike, viéndolo, no dudó. Lanzó un ataque directo a Negrus, con la katana en alto, dispuesto a acabar con él. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, una figura apareció entre ellos.
Darius. Su rostro estaba lleno de determinación, y con una rapidez impresionante, bloqueó el golpe de Spike, empujando su espada hacia un lado. Los dos espadachines se enfrentaron con una intensidad feroz, cada uno sabiendo que esta era una lucha a vida o muerte.
—¡Spike, basta! —gritó Darius mientras se enfrentaba a él. La espada de Darius brilló con intensidad, chocando contra la katana de Spike con una fuerza brutal—. ¡No puedes matarlo! ¡Él no lo desea! ¡Esto no es su voluntad!
Spike no escuchaba. La furia lo cegaba, y sus ataques se volvieron más y más salvajes. Darius, con una habilidad impresionante, logró desviar los golpes de Spike, pero no era suficiente. Cada uno de sus movimientos requería un esfuerzo titánico, y el desgaste físico lo estaba alcanzando.
Mientras tanto, Negrus luchaba con todo lo que tenía para contener a Sombra. Sus piernas temblaban, y su respiración era errática. El poder de Sombra lo devoraba por dentro, y Negrus sentía cómo cada vez más perdía el control. Las sombras de su alrededor se alzaban, como si quisieran envolver todo a su paso.
—¡No puedo...! —murmuró Negrus, cayendo de rodillas. El dolor era insoportable, y la lucha interna se hacía cada vez más feroz. Sombra, satisfecha, no le permitió más resistencias. Con un rugido, Negrus perdió la batalla, y el poder oscuro se desató por completo.
Una enorme explosión de energía oscura se liberó desde el cuerpo de Negrus, arrasando todo a su alrededor. Spike y Darius fueron lanzados hacia atrás por la fuerza del impacto, pero el poder no terminó allí. Negrus, ahora completamente controlado por Sombra, se levantó, su cuerpo rodeado de oscuridad, y se enfrentó a Spike y Darius sin una pizca de humanidad en su mirada.
—¡Muere, Spike! —gritó Sombra, utilizando el cuerpo de Negrus para su propio beneficio. Las sombras tomaron forma a su alrededor, y una feroz batalla comenzó entre los tres.
Darius, aunque herido y agotado, luchó con todo lo que tenía, intentando detener a Negrus, pero el poder oscuro era demasiado. Cada golpe de Negrus estaba imbuido con la fuerza de Sombra, y Darius se encontraba a la defensiva. La lucha era brutal, y la muerte de Darius parecía inevitable. Finalmente, con un último esfuerzo, Negrus le asestó un golpe fatal, atravesando su pecho con la espada.
Darius cayó al suelo, su vida desvaneciéndose, pero su último suspiro fue una sonrisa triste, como si hubiera encontrado la paz al saber que, al menos, había intentado salvar a su amigo.
Spike, lleno de furia y dolor, continuó luchando contra Negrus, pero poco a poco, el agotamiento lo alcanzó. A pesar de su odio, Spike no pudo soportar más el dolor de luchar contra su hermano. Con una última mirada a Negrus, Spike se retiró, sabiendo que no podía ganar. El combate no había terminado, pero su alma no podía seguir luchando.
Fue en ese momento cuando apareció Mara. Con una mirada decidida, se acercó a Negrus, quien estaba al borde de la total destrucción. Sin decir una palabra, colocó la capucha sobre su cabeza, y en ese instante, una nueva explosión de energía oscura se desató. La capucha, finalmente, selló el poder de Sombra, contenía su furia y energía destructiva en un solo lugar.
Negrus cayó al suelo, su cuerpo nuevamente liberado del control de Sombra. Pero el precio había sido alto. El campo de batalla estaba devastado, y las vidas que se habían perdido nunca podrían ser devueltas.
Mara, mirando a Negrus, suspiró. El destino de todos ellos seguía siendo incierto, pero había algo en sus ojos que reflejaba esperanza. La batalla podía haberse ganado, pero la guerra estaba lejos de terminar.
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