CAPÍTULO 7: EL ENCUENTRO INEVITABLE
Las semanas transcurrieron con un ritmo constante y metódico en el santuario de la muerte. Calipso dedicaba cada día a enseñarle a Kicker su nueva responsabilidad, guiándolo con paciencia en cada alma que llegaba. Aunque Kicker había sido un cazador formidable, adaptarse a su nuevo papel como parca suponía un desafío distinto, pero lo abordó con la misma firmeza que había mostrado en vida. La conexión entre ambos era más fuerte que nunca, una alianza forjada en la vida y ahora en la muerte.
Una tarde, mientras Calipso repasaba los registros en su despacho, con Kicker a su lado, levantó la mirada y, interrumpiendo el silencio, planteó una cuestión que le había estado rondando su mente:
— Hablando en términos hipotéticos, ¿crees que podrías mostrarle a Sam y Dean el trabajo que hacemos?
Kicker se detuvo un momento, meditando la pregunta. Comprendía las implicaciones. Mostrarle a los hermanos Winchester su nueva existencia no era solo un tema de confianza; era una revelación que alteraría la dinámica de todo cuanto conocían. Finalmente, dejó los registros sobre la mesa y, con los brazos cruzados, miró a Calipso con la intensidad que siempre lo caracterizó.
—No sería fácil, y no solo por la naturaleza de lo que hacemos —respondió con seriedad— Sam y Dean han atravesado mucho, han presenciado más de lo que nadie debería. Vernos a nosotros, especialmente a ti, Calipso... No sé cómo lo tomarían. Pero si el momento lo requiere, si es esencial para lo que se avecina, sí. Estoy dispuesto a hacerlo.
Calipso asintió, sabiendo que Kicker tenía razón. Los Winchester no eran ajenos al dolor ni a la pérdida, pero esta revelación sería distinta. Transformaría su percepción del equilibrio entre la vida y la muerte, de lo que significaba realmente su lucha.
—El momento se acerca, Kicker. Ellos están buscando al jinete restante —dijo, su voz tranquila pero cargada de anticipación—. No podemos seguir ocultándonos para siempre. En algún momento, tendrán que enterarse, tendrán que entender por qué todo ha sucedido de la manera que lo ha hecho.
Kicker inhaló profundamente, volviendo a asentir. Era un cazador hasta la médula, y ahora, como parca, continuaba siendo un guardián, alguien destinado a tomar decisiones difíciles por el bien mayor.
—Cuando llegue el momento adecuado, estaremos preparados —dijo, con una determinación en su voz reflejando en su tono la resignación ante el nuevo rumbo que les aguardaba—. Y cuando ellos sepan la verdad, entenderán que esto es más grande que cualquiera de nosotros.
El día del esperado encuentro se precipitó de forma inesperadamente rápida. Los hermanos Winchester, en compañía de Crowley, habían rastreado cada indicio, perseguido cada pista, hasta hallarse en un antiguo cementerio, un lugar cargado de energía sobrenatural y un aura de quietud inquietante. La luna, alta y pálida en el cielo, iluminaba las lápidas con una luz plateada, proyectando sombras largas y siniestras que parecían cobrar vida propia.
Sam y Dean caminaban al frente, sus rostros duros y decididos, mientras Crowley, con su habitual porte de confianza, los seguía unos pasos detrás. Habían llegado al corazón de la cacería, el lugar donde esperaban encontrar al último jinete, el que hasta ahora había eludido su captura.
Pero lo que encontraron fue algo mucho más impactante.
En medio de la densa bruma del cementerio, surgió una figura envuelta en una vibrante capa roja, adornada con detalles oscuros que creaban un elegante contraste. Aunque la capucha le ocultaba parcialmente el rostro, su imponente presencia era innegable. Era la Muerte, pero no como ellos la recordaban. Esta nueva encarnación de la Muerte tenía la estatura y la elegancia de una joven adulta, pero su poder era innegable, palpable en el aire que los rodeaba.
Sam y Dean se detuvieron en seco, sus manos moviéndose instintivamente hacia sus armas, aunque sabían que poco servirían contra un ser de tal magnitud. Crowley, por su parte, alzó una ceja, con una mezcla de sorpresa y reconocimiento.
La figura, Calipso, la nueva Muerte, bajó lentamente la capucha, revelando su rostro.
Los hermanos Winchester quedaron petrificados, incapaces de asimilar lo que contemplaban.
— ¿Esperaban encontrarse con otra persona durante la caza? —dijo Calipso, sonriendo mientras mantenía una distancia prudente—. Os sugiero no utilizar las armas; saben que no me agrada ser blanco de disparos.
Dean bajó lentamente la pistola, todavía sin poder apartar la vista de Calipso. El asombro y la confusión se reflejaban claramente en su rostro. A su lado, Sam mostraba igual estupefacción, aunque procuraba conservar la compostura, entablando una breve mirada con su hermano.
Crowley, que había estado observando la escena con una expresión cuidadosamente neutral, dejó escapar un suave suspiro, más de resignación que de sorpresa. Sabía que este momento llegaría, aunque incluso él no esperaba que fuera así.
— Bueno, parece que tenemos mucho que discutir, ¿no es así, caballeros? —dijo Crowley, su tono ligero, pero con una nota subyacente de seriedad—. No es común toparse con la Muerte y descubrir que tiene... bueno, una cara conocida.
Sam finalmente dio un paso adelante, sus ojos fijos en Calipso mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
— ¿Calipso? ¿Cómo...?
La pregunta quedó flotando en el aire, incompleta, pero llena de todo el desconcierto que sentía. Dean, por su parte, seguía sosteniendo su arma, aunque apuntando hacia el suelo.
— Así que eres tú... ¿todo este tiempo? —dijo, su voz entrecortada por la incredulidad.
Crowley se cruzó de brazos, observando cómo la realidad iba cayendo sobre los Winchester. Había una gran cantidad de información por compartir y explicar, aunque una cosa era clara: las reglas del juego acababan de experimentar un cambio drástico.
Dean guardó finalmente su arma, aunque su mirada seguía fija en Calipso, intentando asimilar la impactante revelación. Sam mostró un mayor interés en comprender, con su mente trabajando rápidamente para darle sentido a la situación.
— ¿Todo este tiempo estuviste entre nosotros, sabiendo que esto iba a suceder? —preguntó Sam, su tono mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que Calipso había sido diferente, pero esto iba más allá de cualquier suposición que alguna vez tuvo.
Dean, sin embargo, era más directo, sus palabras llenas de esa frustración característica.
— ¿Y por qué no dijiste nada? ¿Por qué ocultarlo? Creímos que estabas muerta, y ahora... eres la Muerte. —Su voz resonaba con dolor, la sensación de traición al descubrir que alguien tan cercano había mantenido un secreto tan profundo.
Crowley permanecía en silencio, observando con interés cómo los Winchester lidiaban con esta nueva realidad. Sabía que las cosas no volverían a ser las mismas, pero también entendía que Calipso, en su nueva forma, tenía sus propias razones para haberlo mantenido en secreto.
Sam cruzó los brazos, su expresión se suavizó ligeramente.
— ¿Qué implicaciones tiene esto para nosotros? ¿Seguirás siendo nuestra aliada, Calipso, o... la Muerte tiene otros planes?
Dean asintió, esperando la respuesta, mientras Crowley se limitaba a observar, curioso por ver cómo Calipso manejaría esta situación.
— No podía deciros nada, al menos no anteriormente. Aunque haya sido yo quien desencadenó el despertar de los jinetes, no podía estar en el epicentro del caos; por eso mi muerte —suspiró, consciente de que todo era complicado de comprender—. Tengo mis planes, Sam. La Muerte es un ser que debería ser neutral, pero eso no impide que os brinde cierta ayuda de vez en cuando.
Sam asintió lentamente, reflexionando sobre las palabras de Calipso. A pesar de todas sus experiencias, esta revelación era única, incluso para ellos. Reconocía que la Muerte, en cualquiera de sus manifestaciones, debía mantener su neutralidad, pero le inquietaba cómo afectaría eso a su relación.
En cambio, Dean no parecía estar tan convencido.
— Entonces, a pesar de tu disposición para colaborar, tienes tus propios planes... y esos planes podrían no alinearse con los nuestros, ¿no es así? —preguntó, su tono impregnado de desconfianza. Resultaba difícil para él aceptar que alguien que consideraba parte de su familia ahora ocupara un lugar tan peligroso e impredecible.
Crowley, siempre dispuesto a suavizar las tensiones cuando le convenía, intervino con su tono característico.
— Vamos, Dean, sabes cómo funcionan estas cosas. Nada es totalmente blanco o negro en nuestro universo. Lo importante es que Calipso está aquí ahora y puede... guiarnos cuando sea necesario.
Calipso podía ver la lucha interna en los rostros de los Winchester. Sabían que no podían enfrentarse directamente a la Muerte, pero al mismo tiempo, estaban perdiendo a la persona que conocían.
Sam finalmente rompió el silencio.
— Si optas por apoyarnos, si decides estar de nuestro lado, entonces eso es todo lo que cuenta en este momento. Pero... necesitamos saber que podemos confiar en ti, Calipso, como lo hacíamos antes.
Dean asintió, aunque con cierta vacilación.
— Solo espero que, cuando llegue el momento, sigas recordando quiénes somos para ti.
La tensión era palpable, pero al menos por ahora, las líneas de comunicación estaban abiertas. El futuro, aunque incierto, dependía de cómo manejaran esta nueva realidad juntos.
— Sabía que este momento llegaría. Estuve hablando con alguien que está dispuesto a mostraros una pequeña parte de lo que sería ser la muerte —dijo Calipso, suspirando mientras ofrecía una oportunidad única, consciente de que, por su curiosidad, no serían capaces de rechazarla—. ¿Qué les parece experimentar ser la muerte por un día? Pueden ser horas o lo que puedan soportar. Creo que podría ser una forma interesante para que comprendan mi punto de vista. No se preocupen, será totalmente seguro; una de mis parcas estará cerca para guiaros en cada paso.
Dean y Sam intercambiaron miradas, cada uno procesando la oferta de Calipso de maneras distintas. La propuesta de experimentar ser la Muerte, aunque tentadora, no era algo que tomaran a la ligera. La atmósfera del antiguo cementerio, cargada de energía sobrenatural, parecía intensificar su incertidumbre.
— Bueno, Sammy, ¿qué dices? —preguntó Dean con una sonrisa nerviosa—. Siempre hemos tenido curiosidad por comprender mejor el funcionamiento de estas cosas, pero esto es... bastante literal.
— Sería interesante —respondió Sam, pensativo—. Podría ayudarnos a comprender cómo mantener el equilibrio sin interferir de manera negativa. Pero necesitamos asegurarnos de que no haya sorpresas desagradables.
Crowley, observaba con interés la interacción. A pesar de que Calipso había dejado claro que él no formaría parte de esta experiencia, comprendía la importancia de lo que se ofrecía.
— Vamos, muchachos, un poco de perspectiva nunca viene mal. Además, la posibilidad de ser algo más que simples mortales por unas horas... Tentador, ¿verdad?
Calipso esperaba pacientemente su decisión, sabiendo que la curiosidad a menudo era un motor poderoso para los Winchester.
— Si decidimos hacerlo, necesitamos garantías —dijo Sam, volviendo la vista a Calipso—. Queremos asegurarnos de que realmente sea seguro, tal como mencionaste. Y, sobre todo, que podamos regresar a la normalidad sin complicaciones.
— Está bien, tengo algunas preguntas —dijo Dean, cruzando los brazos en un gesto defensivo—. Primero, ¿qué implicaría exactamente "ser la Muerte"? ¿Habría que llevar a cabo algún... deber específico?
Sam, siempre más cauteloso, añadió:
— ¿Y qué pasa si algo sale mal mientras estamos en esa posición? ¿Hay alguna situación en la que no sea posible arreglar los errores que cometamos?
Su tono era de cautela, claramente interesado pero también preocupado por las implicaciones de lo que estaban considerando. La idea de manipular el destino de las almas no era algo que tomaran a la ligera.
Por otro lado, Dean, continuaba desconfiado, intentaba mantener su habitual actitud desafiante.
— ¿Y qué pasa si no lo llevamos bien? ¿Qué pasa si no nos gusta? —dijo, aunque a pesar de su escepticismo, había una chispa de curiosidad en sus ojos.
Crowley observó la interacción con una sonrisa enigmática. Sabía que este tipo de experiencia podría ser tanto un regalo como una revelación.
— Oh, vamos, muchachos. No sean tan temerosos. Esto no es más arriesgado que algunas de las otras locuras en las que se han metido —comentó Crowley, mirando a los Winchester con una mezcla de diversión y expectación—. Solo asegúrense de no hacer nada que pueda alterar el equilibrio más de lo necesario.
— Eso es justamente lo que nos preocupa —respondió Dean, su tono cargado de ironía.
Los Winchester, siempre prácticos, querían asegurarse de que cualquier riesgo valiera la pena y de que la información o experiencia obtenida pudiera ser utilizada para un bien mayor.
Calipso, consciente de sus inquietudes, decidió aclarar las cosas.
— Primero, el rol de la Muerte es obvio: es tan simple como mantener el equilibrio. Una muerte por una vida y viceversa. La persona que debe morir debe hacerlo, u otra persona ocupará su lugar. Segundo, lo peor que puede suceder es que no se atrevan a matar a la persona indicada. Además, tenéis que ser empáticos; no matar a la persona y me voy. Tercero, no conozco algo lo suficientemente grave para que no se pueda solucionar adecuadamente. Lo que queráis hacer con la experiencia va a vuestro criterio. Podéis turnaros cada 12 horas si deseáis.
Calipso sacó su móvil, sonriendo al ver el mensaje que había recibido, y continuó hablando.
— Mi mano derecha, la cual conocéis bastante bien, siempre estará con ustedes. No soy tan estúpida como para dejarlos a su libre albedrío —añadió, con un tono de confianza.
Los hermanos Winchester intercambiaron miradas nuevamente, sopesando la oferta de Calipso. Era una oportunidad única de experimentar algo que nadie más había hecho, pero también representaba una responsabilidad enorme. La idea de ser la Muerte, aunque fascinante, estaba llena de riesgos y decisiones morales complicadas.
— Bueno, Sammy, ¿prefieres ir el primero, o mejor me lanzo yo? —preguntó Dean, mirando a su hermano con una sonrisa nerviosa.
— Creo que puedo hacerlo. Siempre he querido entender mejor cómo funcionan estas cosas, y podría ayudarnos en el futuro —respondió Sam, pensativo.
— Entonces está decidido. Sam irá primero. Pero, Calipso, cualquier cosa rara que ocurra, me aseguraré de estar cerca para intervenir si es necesario —añadió Dean, con una mirada protectora.
Calipso sonrió al ver cómo los hermanos se preparaban para la experiencia, sabiendo que su decisión no era impulsiva, sino el resultado de su deseo de proteger y entender el mundo en el que vivían.
— Oh, esto va a ser interesante. Espero que estés preparado, Sam —dijo Crowley, con un tono burlón mientras observaba con interés la interacción.
Sam se dirigió a Calipso, listo para recibir cualquier instrucción adicional antes de comenzar su experiencia como Muerte por unas horas.
— Estoy listo. ¿Qué necesito hacer para comenzar? —preguntó.
— No puedes intervenir, Dean. Digamos que el plano de la muerte está oculto a los ojos de los mortales —explicó Calipso, quitándose el anillo de jinete y lanzándoselo a Sam— El anillo te ayudará a entrar a ese plano de limbo entre la vida y la muerte. El anillo te facilitará ingresar a ese estado de limbo entre la vida y la muerte. Además de volverte invisible para los mortales, te permitirá comunicarte con las almas.
Sam atrapó el anillo con una expresión de concentración. Lo examinó brevemente antes de ponérselo. Experimentó un sutil cambio en su percepción, como si el mundo a su alrededor se desvaneciera ligeramente.
Kicker, ya listo con su atuendo de parca, se acercó a Sam con una expresión profesional y acogedora.
— Estoy aquí para guiarte. Primero, te mostraré cómo interactuar con las almas y manejar el equilibrio —dijo Kicker, listo para iniciar la experiencia.
Dean observaba con una mezcla de preocupación y admiración mientras Sam se preparaba para sumergirse en el papel de la Muerte.
Con un último vistazo a Calipso, Sam asintió a Kicker.
— Estoy listo. Comencemos.
Kicker asintió y condujoa Sam hacia el portal que conectaba con el limbo, guiándolo mientras sepreparaba para descubrir su nueva perspectiva.
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