Ha pasado una semana, una semana donde Solar ha seguido con la rutina, con la tediosa rutina que lo tiene cansado. Está harto de sonreír, harto de no tener amigos, y harto de no poder pasear a la luz de la luna, ver las estrellas, conocer la noche. Sus padres tratan de animarlo, pero nada logra distraerlo, cada vez que el atardecer se acerca una horrible sensación lo invade. Ya no quiere dormir más por las noches y despertar por el día, perderse de momentos con su familia, de festivales nocturnos que se suelen realizar en el pueblo; más no ha encontrado la forma de romper el conjuro. Ha buscado en todos lados, sus padres han investigado sin cesar y nada. Es un conjuro tan extraño que ni los mejores magos conocen la forma de deshacerlo. Ya se ha dado por vencido, se rindió, ya no puede más.

Cansado se tira sobre el colchón de su habitación y deja que las lágrimas corran por su rostro. Jamás se ha permitido llorar, jamás ha querido lamentar su situación para no preocupar a sus padres, pero dentro de poco tiempo cumple los dieciocho años y desea ser libre. Libre para recorrer las calles de noche, para gritar al aire que por fin es completamente feliz.

— No llores cariño — le dice Sofía entrando en la habitación. Le duele el corazón de ver a su pequeño retoño de esta forma. Siempre ha sido fuerte y jamás ha decaído. Se acerca a la cama y se sienta en el borde acariciándole el pelo — Ya sé que no es fácil esta situación, pero no pierdas la esperanza.

— Ya no puedo más mamá, quiero una vida normal, encontrar la felicidad. Cada día veo más imposible eso.

— Lo siento tanto Solar, esto es culpa mía — dice Sofía dejando que unas lágrimas se deslicen por su rostro.

— Eso no es cierto mamá, tú lo sabes. No podías predecir que esto pasaría.

— ¿De qué sirve tener magia cuando no puedes evitar que tu propio hijo sufra? — pregunta Sofía abrazándose a él. Solar la envuelve entre sus brazos con cariño, ella siempre se ha culpado por lo sucedido.

— Mamá — le dice Solar hablando en voz baja — El culpable de esto fue el abuelo, es cierto que tenías el deber de acabar con su vida, pero era tu padre. Yo habría hecho lo mismo estando en tu lugar — Sofía dirige sus ojos anegados en lágrimas hacia su hijo y muestra una pequeña sonrisa.

Su padre era el mago del rey, siempre estaba a su lado y para los suyos era un honor servir a la familia real. Durante siglos sus antepasados lo hicieron con honor, todos los apreciaban y admiraban por estar junto a los soberanos y tener su plena confianza. Era así, hasta que un día su padre, Ragnar, intentó hacerse con el poder del reino y destituir al rey. La madre de Sofía murió protegiendo a los reyes, dejándole a su hija el deber de acabar con la vida de su progenitor. Ella no pudo, le era difícil destruir a quien siempre había amado, el hombre que era su ejemplo a seguir.

Por eso lo encerró, lanzó un conjuro poderoso a una habitación de su hogar para que no pudiera usar su magia, pero al parecer no fue suficiente. A pesar de todo, logró cumplir su venganza contra la familia real y su propia familia que lo había traicionado. Por suerte para Sofía, su hijo no había heredado su magia y por eso no quiso tener más hijos, quería que el poder que había deshonrado a los suyos muriera con ella.

— Tienes razón cariño, no podía haber pedido un hijo mejor.

Más tarde...

Cuando el atardecer se acercaba, Solar paseaba por el bosque sumido en sus pensamientos. Sabía que debía volver a casa luego del trabajo, no obstante, sus pies no parecían querer contribuir. El momento emotivo con su madre le había ayudado a sentirse mucho mejor. Un peso dejó su corazón, aunque la añoranza por un futuro mejor seguía latente. Tan sumergido en sus pensamientos se encontraba que no se dio cuenta de cuánto se alejaba hasta llegar a un pequeño lago. Desde la cima, una cascada descendía hasta este impidiéndole secarse. A su alrededor empinadas rocas cubiertas por enredaderas formaban un peligroso camino hacia la cima. Ni el más intrépido sería capaz de intentar escalarlo, era una invitación directa a la muerte, pues el agua de la cascada caía rápidamente en demasía.

Era un espectáculo hermoso, más aún con la estela rojiza que mostraba el cielo. Solar empezó a sentirse cansado, los párpados le pesaban y sabía lo que significaba: su momento de dormir se acercaba. Sintió desesperación al verse tan lejos de su casa, sus padres se preocuparían y a pesar de luchar con todas sus fuerzas no pudo combatir el hechizo. Al cielo tornarse oscuro con la desaparición del Sol, cayó en un sueño profundo.

En su corazón latía el terror de que pudieran acabar con su vida mientras dormía o llenar de angustia a sus padres, pero le era imposible luchar contra algo que iba más allá de su control. Se dejó llevar entregándose a los brazos de Morfeo y en su interior rezó para que no le pasara nada y el día llegara pronto.