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En tus brazos

Para HoSeok había pasado más de un día desde que escuchó la voz llamarle en la lejanía. Terminó pensando que se lo había imaginado. Que sólo era su anhelo por escuchar una voz que le acompañase. En conclusión, que se estaba volviendo loco. Igualmente, ya nada importaba. La oscuridad le consumía, sobretodo a él con su poder tan singular. Entonces se estremeció. Una caricia. Estaba tan lejos de sí mismo que ni siquiera supo dónde la había recibido. Fue como ir volviendo a su cuerpo. Volver a sentir sus piernas y brazos, y a su bebé latiendo dentro de él. Otra caricia. Esta vez supo identificar mejor donde: en el rostro. Otra su brazo. Otra en su mejilla. Su nariz. Finalmente una en el vientre. Distinguiría el tacto de esas manos, tan frías y calientes al mismo tiempo, en cualquier lugar del mundo y de su cuerpo. "YoonGi." Quiso pronunciarlo en voz alta, pero si ni siquiera tenía fuerzas para abrir los ojos, mucho menos para hablar. Al menos empezaba a oír un murmullo lejano. No distinguía las palabras que YoonGi le decía, pero no importaba ahora que estaba entre sus brazos todo iría bien. No podía creerlo. YoonGi había venido a por él.

- ...casa. - Fue la única palabra que pudo oír con claridad. "Sí, llévame a casa", le pidió en silencio. "Quiero ir a casa con nuestro bebé y contigo". Una lágrima escapó de su mejilla, y sintió como YoonGi la limpiaba con absoluta delicadeza. Luego sintió el dulce tacto de unos labios sobre los suyos. El sabor de YoonGi… Lo había echado tanto de menos. Justo después de eso sintió como su cuerpo era elevado. Sentía el latido de su amado dragón blanco junto a él. Recostado en su pecho, avanzaron. No mucho después a través de sus parpados percibió luz. Una luz intensa pero cálida. Calor. Allí hacía calor. Al fin podía sentir algo. Y había voces entremezcladas a su alrededor. Las caricias se hicieron más constantes, sobre todo en su vientre. Debían estar conmocionados de los mucho que había crecido en ese último mes allí dentro. Recibió un fuerte abrazo y reconoció el olor de su padre en él. El cosquilleo electrico que producía el tacto de su hermano menor. El calor agradable y hogareño de JungKook. Oía la voz alegre de TaeHyung y la gruesa del dragón de piedra. Su familia estaba allí. Estaba feliz, pero estaba agotado y, por fin, el sueño llegó hasta él. Y se quedó profundamente dormido en los brazos de su amante, sin siquiera haberle podido ver la cara. 

Durante su letargo tuvo una pesadilla. La pesadilla de volver a la oscuridad. La pesadilla de que todo lo que había sentido hubiera sido tan solo un sueño. Era muy difícil distinguir que era real de lo que no cuando se permanecía en ese estado de letargo constante y con los ojos siempre cerrados en la oscuridad. ¿Y si las caricias y las voces se las había imaginado? 

- ¿No quieres despertar aún, dormilón? - Oyó la voz de YoonGi claramente. No se lo había imaginado. - Está bien. Sigue durmiendo. No me separaré de ti. - Se esforzó por abrir los ojos aun si le pesaban mucho los párpados. Pero no era comparable a lo que había sentido en el mundo de las sombras. Las caricias constantes en su vientre también le ayudaron a despejarse un poco. - ¿Tú también duermes, pequeño? Se está cómodo dentro de papá, ¿verdad? Has crecido mucho… No tengas prisa por nacer. Tus papás te esperarán pacientemente. - HoSeok consiguió abrir los ojos un poco para ver la escena más tierna jamás vista. YoonGi estaba junto a él, acariciándo su vientre, diciéndole cosas a su bebé.

- YoonGi. - Consiguió pronunciar. Su voz salió pastosa. La expresión del dragón blanco se iluminó y HoSeok vio los nervios en él.

- ¿Estás bien? - Le preguntó. - Venid. Está despierto. - Anunció YoonGi a los demás. Le abrazó con fuerza estrechándole entre sus brazos. - Estás bien. Estás bien. 

- Estamos bien. - Aseguró HoSeok. YoonGi sonrió radiante. Nunca había visto a alguien tan aliviado. Escondió la cabeza en su hombro y un torrente de lágrimas brotó.

- Creí que te perdería. - Pronunció llorando. - Perdóname. Perdóname, HoSeok. No debí irme de tu lado. Fui tan estúpido pensando que necesitaba encontrar algo ahí fuera sin darme cuenta de que ya había encontrado todo lo que necesitaba.

- Tranquilo. - HoSeok acarició su pelo blanco con cariño. - Ya ha pasado todo, mi amor. - Le consoló. 

Su familia y sus amigos le arroparon y acompañaron mientras se mantenía débil allí tumbado. Con gestos de amor y palabras de alivio se sintió de nuevo en casa aun si sabía que seguía en la cueva a la que le había llevado el rey cazadragones. Consiguió sentarse apoyándose en YoonGi. Fue entonces cuando le vio. De pie, con NamJoon a su espalda empuñando una espada de piedra vigilándole. Tembló de miedo y cubrió su vientre con sus manos.

- Tranquilo. Calma. Ya no puede hacerte daño. - Aseguró YoonGi sosteniéndole. - En cuanto termine de cerrar la grieta acabaré con él. - HoSeok se encogió. ¿Por qué todo acababa en muerte? - No puedo dejarle suelto. Comprendes eso, ¿verdad? Nunca dejará en paz a los nuestros. 

- Quiero irme a casa. - Sollozó el dragón de jade. 

- Pronto, majestad. - Dijo JungKook inclinándose junto a él. - Pronto estará en casa. 

Caían goterones de sudor por la frente del rey cazadragones por el esfuerzo de cerrar el portal al mundo de las sombras lo antes posible. Había intentado retrasar lo inevitable, pero había probado lo doloroso que podía ser que la electricidad atravesara tu cuerpo y ahora que ya no podía hacer nada más, prefería acabar rápido con su sufrimiento. Esas bestias habían ganado la batalla, pero otro cazadragones ocuparía su lugar en un futuro y la guerra más antigua del mundo sería ganada eventualmente. Su hora había llegado.

Ahora que el príncipe heredero había despertado, los dragones parecían más relajados. Eran demasiados como para enfrentarse a ellos él solo. Aunque acabaría muriendo de todas formas, así que ya no tenía nada que perder. El dragón de piedra le custodiaba con una espada para que no hicera nada extraño o lejanamente sospechoso, pero, tecnicamente, estaba libre. Ya no tenía puestas las esposas de oro que había fabricado el rey, con símbolos que anulaban la magia, ya que la necesitaba para sellar el portal. Así que, si había una oportunidad era esa.

Huyendo de la luz, una pequeña sombra se encondió en la penumbra por orden de su señor. Se escabulló avanzando muy lentamente hasta su objetivo. Sólo tendría una oportunidad antes de ser descubierto, así que iría a por el enemigo más peligroso de todos. El más fuerte. Apenas tenía fuerzas, pues aquel que la invocaba tampoco las tenía. El rey cazadragones del norte estaba agotando casi toda su magia para cerrar el portal, pero aún le quedaba un poco para luchar una última vez y hacer que su sombra se moviera sigilosa. Un descuidado jinete había dejado una peligrosa arma flamígera en el suelo al arrodillarse junto al príncipe, confiando en que ya todo había acabado. Ahora charlaba de forma descuidada con el dragón de zafiro. Él mismo fue el primero en reconocer el sonido del filo de la espada acariciar el suelo de piedra. Se giró temiendo lo que estaba a punto de ocurrir. La espada, empuñada por la sombra, se alzó en el aire y se dirigía a un claro objetivo. No tuvo que pensarlo, fue por instinto. No permitiría que le dañaran. A su general… a su amor… Por eso la espada de fuego no se clavó en ningún poderoso dragón como era su objetivo, sino en un joven humano que no había vivido lo suficiente. Atravesó el pecho del jinete de lado a lado. El dolor fue insoportable y su visión se nublo de inmediato. El alarido del dragón escarlata retumbaría en las paredes de esa cueva hasta el fin de los tiempos. Cogió a su jinete en brazos antes de que cayera al suelo y le miró aterrado, le temblaba todo el cuerpo. Aún tenía la espada clavada. ¿Debía retirarla? Parecía estar ahogándose y le salían hilos de sangre de la boca. 

- ¿Tae…? - ¿Iba a ser de ese modo? ¿Así iba a acabar su historia? - No… - Estaba rodeado de gente en la que confiaba y aun así, fue incapaz de pedir auxilio. Estaba bloqueado. Y mientras tanto, la sangre empezó a cubrilo todo a su alrededor. Todos se abalanzaron hacia ellos intentando socorrerle conscientes de que era inútil.

- ¡Desgraciado! - JiMin rugió y su cuerpo se electrificó preparado para atacar. Pero Jin fue más observador y más rápido. La grieta casi estaba cerrada. No quedaban más que unos centímetros. Una lanza de oro macizo se materializó en su mano. La arrojó antes de que JiMin pudiera llegar hasta el cazadragones clavándola en el pecho del rey de las sombras. Justo en el corazón. Murió al instante y la sombra murió con él. Fue una muerte rápida, sin últimas palabras o ceremonias. Una muerte indigna de un rey. Digna de un ser que fue cruel toda su vida, no sólo con sus enemigos, sino también con aquellos a los que se suponía que debería haber amado.

- Jung...Kook… - La voz agónica del jinete estremeció al dragón de fuego. - Du...ele.

- No te preocupes. Todo saldrá bien. - Eran la clase de palabras que se decían cuando todo iba mal. TaeHyung era muy consciente de que iba a morir allí, pero no quería. Diablos, no quería morir. JungKook era incapaz de asimilarlo. - Tú aguanta. No te duermas, ¿vale?

- Jung...Kook...

- No hables, Tae. No te esfuerces. Resiste. - El resto de los dragones observaba esperando lo inevitable. Todos menos uno. HoSeok alargó la mano hasta TaeHyung.

- No, HoSeok. - Le dijo YoonGi sosteniéndole para que no se echara encima del jinete moribundo. - Déjalo. - Susurró.

- Yo puedo salvarle. - Aseguró.

- Hobi, amor. - Siguió hablándole YoonGi en voz baja. - No puedes curar esa herida. Es imposible.

- No voy a curarle. - Nadie podía entender a lo que se refería si ni siquiera HoSeok lo comprendía bien. Alargó la mano de nuevo y, esta vez, YoonGi se lo permitió, pero con cuidado. Sin embargo, HoSeok no tocó a TaeHyung inicialmente. Cogió a un aturdido general por la muñeca y se miraron intensamente a los ojos. - ¿Qué estarías dispuesto a dar? - Le preguntó de pronto. Fue en ese instante cuando se dio cuenta de que no había forma de que TaeHyung sobreviviera a esa herida.

- Lo que sea. - Afirmó JungKook llorando pero sin un atisbo de duda.

- ¿Incluso tu vida? - Se aseguró HoSeok.

- Lo que sea. - Repitió el dragón de fuego completamente convencido.

¿Qué? ¿Creistéis que iba a ser tan fácil? ¿Todo rosas y alegría? ¿En una obra mía? ¡JAMÁS! Jajajajaj  Soy la maldad en persona. Y me amais. Y yo os amo. ¡Qué bonito es el amor! Xdxd

Ahora en serio, espero que os haya gustado mucho. Como ya llevo avisando un tiempo, estamos en la recta final. Espero que me acompañéis hasta el final.

Un besazo!!! 😘😘😘💜💜💜

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