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El cazador blanco

- Vas a venir conmigo, dragón de jade. - Aseguró el cazadragones. - Te beneficiaría colaborar. - Tiró de él y le levantó a trompicones de la cama.

- Príncipe, HoSeok. - Alguien empezó a llamar precipitadamente a su puerta. - Abra la puerta, alteza. Debemos llevarle a lugar seguro. - Dijo el hombre al otro lado de la puerta. - Hay intrusos en el reino. - "No me digas", pensó HoSeok.

- Sé que hay un pasadizo desde el palacio hasta las montañas. - Le susurró el cazadragones sin quitar el cuchillo de su garganta y sosteniéndole por la espalda. - Desazte de él.

- ¿Cómo? - Murmuró. - Se dará cuenta. Echarán la puerta abajo. - El agresor tiró de sus muñecas amarradas. HoSeok aspiró para evitar un quejido de dolor.

- ¡Largo! - Gritó el príncipe. - Protejan al rey y al príncipe TaeMin. - Ordenó para no levantar sospechas. - Yo puedo cuidar de mí mismo.

- Pero alteza, su hermano ha ordenado que...

- Le he dado una orden sencilla. - Bramó. - ¿Acaso no soy yo el heredero? ¡Obedezca!

- E...esto... Sí, señor. - Dijo el hombre desde el otro lado de la puerta de la habitación. Escucharon los pasos del hombre alejarse.

- Lo has hecho bien, principito. - Le susurró. - Ahora saldremos de aquí por el paso de las montañas y te llevaré conmigo.

- Creí que matabais dragones, no los secuestrabais. - Pronunció HoSeok.

- Si quisiera eso, te habría matado mientras dormías.

- Has olvidado algo importante. - Aseguró. Tiró de sus brazos y se liberó del agarre del cazadragones, se dio la vuelta y puso mirarle a la cara por primera vez. Era más bajo y delgado que HoSeok, casi demasiado para ser tan fuerte como había demostrado. Tenía el pelo blanquecino y la piel tan clara y perfecta que parecía de porcelana. Ahora entendía porque le llamaban el cazadragones blanco y no era sólo por su magia de hielo.

- ¿Qué he olvidado? - Quiso saber. El cazadragones no parecía impresionado por la actuación del dragón de jade.

- Que unas cadenas como estas no pueden detener a un dragón. - Afirmó. Sus ojos se volvieron verdes y con la pupila vertical y afilada como la de una serpiente. Era lo primero que siempre cambiaba en él. El cazador blanco abrió un poco los ojos al verlos, como si estuviera ligeramente sorprendido. Eso hizo confiarse a HoSeok, que hizo que las primeras escamas de color esmeralda aparecieran en su piel. Pero pronto se dio cuenta de que algo no iba bien. No podía transformarse. Sólo unas pocas escamas habían surgido para desaparecer de nuevo. Entonces se dio cuenta, las esposas que le había puesto tenían alguna clase de hechizo sobre ellas. El cazadragones seguía observándole. ¿Por qué estaba sorprendido si estaba seguro de que no podría usar su poder?

- Tienes unos bonitos ojos... - Comentó. - ...para ser un dragón asqueroso. - Acabó la frase. Se acercó a él. - Andando, alteza. - Habló con desagrado. - No tenemos todo el día.

A HoSeok no le quedó otra opción que conducirle fuera de la habitación e indicarle el camino secreto que llevaba del palacio hasta fuera del reino a través de un paso subterráneo por las montañas. Reconocía que tenía miedo a morir a manos de ese cazadragones, pero también le atraía la idea de alejarlo del palacio. TaeMin y su padre estarían en peligro si el conocido cazador blanco rondaba por el palacio. La mejor opción era hacer lo que él quería, de momento. Confiaba en que los soldados de su reino le encontraran a tiempo.

~  ~  ~

Caminaron casi todo el día. HoSeok sentía que sus muñecas ardían. Cuando se hizo de noche, ya habían salido del camino subterráneo y bajado casi toda la montaña.

- Podrías decirme al menos a dónde vamos. - Propuso el dragón.

- Calla. - Gruñó. Le observó otear el horizonte. - Acamparemos aquí esta noche. - HoSeok miró alrededor. A esa altura, hacía varios kilómetros que había pasto y árboles. Ahora estaban en un bosque cerrado. A pesar de que no había lujo alguno, HoSeok se sentía bien allí. En las alturas no había bosques, y él casi nunca salía de su palacio de oro y su reino de cielo nublado. HoSeok era un dragón cuyo poder estaba directamente relacionado con la vida, pero en el las altas montañas nubladas la única vida que había era la que el pueblo creaban. Sus campos, su ganado, su progenie. - Ven aquí. - Tiró de su brazo con brutalidad, haciéndole gemir de dolor por sus muñecas laceradas por las esposas. El cazadragones cogió una cuerda de su bolsa y le hizo sentarse junto a un árbol. Luego le ató al tronco para que no pudiera moverse. - Abre la boca. - Dijo sacando un pañuelo y poniéndolo dentro de la boca del dragón para que no pudiera gritar. - Si te portas bien, quizá te permita cenar. - Comentó antes de separarse y mirar a su alrededor en busca de una presa. Se fue alejando tan sigilosamente que HoSeok pronto perdió su posición.

~  ~  ~

Pasados unos minutos, el cazador blanco regresó con un conejo muerto atado en su cintura.

- Buen chico. - Le premió dándole a HoSeok unas palmaditas en la cabeza, como si se tratase de una mascota. Le quitó el pañuelo de la boca, pero no le liberó del tronco. Se sentó entonces frente a él y empezó a despellejar al conejo. HoSeok nunca había visto a nadie hacer eso, se le revolvió el estómago. Torció la cabeza para no verlo. - ¿Su alteza real es demasiado delicado? - Se burló.

- ¿Vas a decirme ya que es lo que quieres de mí? - Intentó cambiar de tema. - Nunca he oído ningún caso en el que los cazadragones tuvieran intención de secuestrar a un dragón.

- Tu poder es lo que te hace valioso. - Pronunció finalmente el cazador. - Algunos de los míos opinan que era una buena idea traerte con vida. - Dijo como si él no tuviera nada que ver en esa decisión.

- ¿Y tú que piensas? - Quiso saber.

- Yo no pienso. Obedezco las ordenes de mi rey. - Afirmó con seguridad.

- Eres un soldado. - Observó HoSeok, aunque no recibió contestación. Quería saber más. - ¿De qué utilidad podría ser mi poder para vosotros? - Preguntó mientras le veía encender un fuego. Eso podía ser una buena oportunidad para HoSeok, si le estaban buscando, podrían ver la hoguera.

- Dragones y cazadores somos razas en extinción comparados con los humanos. - Explicó. No tenía porque hacerlo, pero igualmente pensaba que el dragón no tardaría en descubrirlo. - Tu poder podría desequilibrar la balanza.

- No comprendo. - El cazador levantó la mirada mientras ponía el conejo despellejado al fuego, que en realidad no eran más que unas pequeñas brasas y aún había suficiente luz del día y el bosque era lo suficiente tupido como para que los dragones no pudieran verlo desde el cielo.

- Tienes el poder de hacer que la vida se abra camino y se desborde a tu alrededor y además, eres el heredero al trono de uno de los reinos de dragones más importantes. - Señaló. - Un dragón, al igual que un cazadragones, tiene uno o dos vástagos a los largo de su extensa vida. ¿Cuántas crías serías capaz de tener tú? - Le preguntó. - ¿Cuántas tienes ya? ¿Ese tal príncie TaeMin, que mencionaste antes, es hijo tuyo? ¿O es tu pareja?

- ¿Qué? No. No sé de que hablas. Yo... - Decidió no seguir hablando. Podía poner en riesgo a su familia.

- Sé que el rey Jin, el dragón de oro, tiene dos hijos. HoSeok, el dragón de jade, ese eres tú. Y su hijo menor, JiMin, dragón de zafiro, con el don de controlar las tormentas eléctricas. - ¿Acaso ese cazadragones se sabía su vida? No, casi cualquier persona en su mundo podía obtener esa información. - Pero no he oído hablar de ningún príncipe TaeMin en ningún reino. Así que sólo se me ocurren dos opciones. O es tu esposo, un dragón plebeyo y sin magia de tu mismo reino. O es el fruto de un huevo que tú le hayas dado a un dragón que ahora esté muerto. Porque de seguir vivo, habrías mencionado a alguien más y no sólo a él y al rey. - Razonó. - En cualquiera de las situaciones, eres un ser despreciable para mí.

- ¿Soy despreciable sólo porque soy un dragón? - Dijo sabiendo que eso no tenía ningún argumento inteligente. Sabía que los cazadragones les odiaban por lo que eran, no por lo que habían hecho.

- No, eres despreciable por emparejarte con alguien sin magia. - Pronunció. - Matar a la persona que dices amar. Eso es... Eso no es amor. - HoSeok abrió mucho los ojos muy sorprendido. Era la situación en la que estaba JiMin. Su pareja podía morir por haberse quedado embarazado de él. Igual que le había ocurrido al padre de JungKook.

- Él conocía los riesgos. - Aseguró HoSeok. - Preferir tener un hijo de la persona a la que amas, a pesar del peligro que eso supone, eso sí es amor. - El cazador blanco levantó la mirada sorprendido y la apartó justo después. Aquellas palabras parecían haber hecho mella en él. ¿Acaso él conocía de primera mano ese sentimiento? - Eres un soldado. - Dijo entendiéndolo. - Pero tienes magia.

- Cállate. No sabes lo que dices. - Pero HoSeok no calló.

- Dicen que gracias a los conjuros del Grimorio Sagrado, los cazadragones no son tan distintos a nosotros. Adquiristeis fuerza, longevidad y, algunos, incluso magia. - Recordó HoSeok de las historias que había oído y leído. - Tú tienes magia. ¿Acaso tu padre falleció de ese modo?

- Para empezar, los cazadragones no tenemos dos padres varones, idiota. - HoSeok se sorprendió. Sólo su hermano le había insultado alguna vez en su vida.

- ¡Oh! Claro... Tu madre...

- Cállate. - Su voz sonó más gutural que nunca. - Te lo advierto.

- Lo siento mucho - Bajó la cabeza. Sabía lo que era perder a un progenitor, entendía su dolor. - Mi padre también murió.

- Lo sé. - Por supuesto que lo sabía, parecía que conocía toda su vida. - Tu padre y mi madre fueron asesinados por la misma persona. - HoSeok torció la cabeza confundido.

- Eso no puede ser. Mi padre murió a manos del gran rey cazadragones del norte. - Habló Jin.

- Sí, mi padre no deja de alardear de como acabó con el gran dragon celestial, rey de las montañas nubladas. - Comentó el cazador blanco. HoSeok abrió la boca. No podía creer lo que oía. El hombre frente a él era el hijo del asesino de su padre.

- Desgraciado. - Siseó. - Jamás le hizo daño a nadie. - El cazador se encogió de hombros.

- Yo no decido quien vive y quien muere. - No era una disculpa. Tampoco una excusa. Era la simple y llana realidad.

- Nombre. - La voz del dragón parecía vacía de sentimientos ahora.

- ¿Qué? - Se extrañó el cazador.

- Quiero tu nombre. - Exigió. Se miraron y el cazador blanco no pareció encontrar razón alguna para no decírselo.

- YoonGi. Su alteza el príncipe YoonGi, según a quien preguntes. Claro que mi reino es muy distinto al tuyo.



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Como veis, en esta historia he decidido que todas las fotos sean dibujos y fanarts. Espero que os guste de esta forma!!!!

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