El anuncio real
Las trompetas sonaban, y desde lo alto del balcón del castillo dorado el rey tenía algo importante que anunciar. Muchos ciudadanos se arremolinaron en la calle frente al balcón.
- Querido reino de las montañas nubladas, llevo mucho tiempo esperando este momento y sé que vosotros también. Desde que murió nuestro querido rey, mi amado esposo, el gran dragón celestial, el trono ha quedado desocupado y yo, como sabéis, asumí las labores de regente. Sin embargo, siempre he sido muy consciente de que este deber no me correspondía a mí. Han pasado los años y finalmente, el trono recaerá sobre su verdadero dueño. El primogénito del rey Ken y mío, el príncipe HoSeok. Pero no os he convocado aquí para deciros edo. Como bien sabréis, todo rey ha de tener un compañero. Tras años de búsqueda, me hace muy feliz anunciaros que mi hijo ha encontrado a su compañero. Él ha decidido compartir su vida alguien a quien yo confío también. Sé que el reino estará en buenas manos con ellos. Serán grandes defensores del reino, de nuestra forma de vida y de nuestras tradiciones. Es para mí un honor muy especial anunciar el compromiso de mi hijo con nada más y nada menos que el general de nuestro ejercito. El gran dragón de fuego, JungKook. El peublo estalló en vitores tras un breve instante de confusión. Todos esperaban que fuera el dragón extrajero, llegado de tierras lejanas, el dragón de negro, el príncipe NamJoon quien fuera finalmente la pareja del príncipe heredero. Pero, si había resultado así, ¿qué hacía NamJoon en el reino? ¿Pudiera ser que, a pesar de los intentos del rey Jin por buscarle una pareja al príncipe, hubiera triunfado el amor y el dragón de jade hubiera elegido enlazarse finalmente con su amigo de la infancia, confidente y general?
La verdad, esa no había sido la historia real. Estaba muy lejos de serlo. Sin embargo, nadie revelaría la verdad. Su compromiso no tenía nada que ver con el amor, sino con el deber, la amistad, la lealtad y el dolor que ambos compartían.
El rey regente les presentó ante el reino, invitándoles a salir al balcón. HoSeok estaba más acostumbrado a dar la cara en esas situaciones, así que cogió la mano de JungKook, que parecía más inseguro.
- ¿El valiente general tiene miedo de las multitudes? - Comentó divertido.
- No es miedo... ¿Tú no estás nervioso? - Le preguntó, a lo que HoSeok negó.
- En realidad no. - Aseguró. - Ya no. Creo que, el hecho de que seas tú, lo hace todo más fácil. - Opinó. - No siento que tenga nada que demostrar. - Con esas palabras, JungKook encontró el valor necesario para traspasar el umbral y presentarse ante el pueblo. ¿Sería ese el destino que la vida tenía para él? ¿Estaba hecho para ser el rey de esa gente? Estaba dispuesto a afrontarlo si así lo deseaba HoSeok. El príncipe permanecía a su lado, con su sonrisa radiante. Saludaba al pueblo con una mano y sostenía la de JungKook con la otra. - Vamos. Saluda. - Le instó.
Dos noches antes...
HoSeok arrastraba a JungKook por los pasillos del palacio corriendo.
- ¿Es necesario ir corriendo?
- ¿No se supone que mi padre estaba preocupado? - Le recordó HoSeok. - Debemos apresurarnos para que de de buscarme y para contarle nuestra decisión. - El general se dejó arrastrar hasta llegar a la puerta de los aposentos del rey. Allí, HoSeok cogió sin previo aviso el pomo de la puerta. Entonces fue cuando JungKook uso su fuerza para detenerle y el dragón de jade quedó clavado en el sitio. - ¿Qué haces?
- Esa es la alcoba del rey, HoSeok. No se puede entrar ahí atropelladamente.
- ¿Has olvidado que yo soy el príncipe? Para mí esa es solamente la habitación de mi padre. - Le recordó. - Yo he saltado en esa cama.
- Sí, JiMin y tú rompisteis una de las lamas de ese carísimo somier y el rey Ken se enfadó bastante esa vez. - Añadió.
- Te acuerdas.
- Claro que sí. Pero ahora tú ya no eres un niño y yo no soy un príncipe que pueda irrumpir así como así. - HoSeok suspiró. - Hagámoslo a mi manera. Especialmente si vamos a anunciarle a tú padre algo como esto.
- No sé cómo se lo tomará. - Formuló. - Se ofuscó tanto en que me casara con NamJoon. Quizá siga pensando que él es el único candidato.
- No lo sabremos hasta que se lo digamos.
- Está bien. - Mucho más serenamente que antes, JungKook y HoSeok se acercaron a la puerta. El general iba a llamar a la puerta cuando HoSeok le detuvo al oír voces en el interior.
- Majestad. No os preocupéis. El príncipe HoSeok seguro que sólo quería su tiempo para reflexionar. - ¿Esa era la voz de NamJoon?
Travieso, como si volviera a ser un niño, pegó la oreja a la puerta. JungKook dudó un poco, pero lo hizo también.
- No puede ser así de imprudente. - Opinó el regente desde sus aposentos.
- Sólo se está tomando un momento para pensar. Tiene que estar confundido con todo lo que ser le viene encima. - Intentó calmarle NamJoon. - El general ha hablado con el dragón blanco. Está bien.
- No me menciones al dragón blanco. - Le pidió. - No puede estar enamorado de él. No puede. - Al oír eso, HoSeok bajó la mirada compungido y JungKook puso la mano en su hombro para consolarle.
- No sea tan duro con él. Pobre muchacho. Todos estamos a merced de nuestros sentimientos descontrolados. - Le recordó.
- Pero HoSeok tiene deberes que cumplir. Los sentimientos deben ser secundarios. - Habló muy dignamente.
- Sea más comprensivo. Es la primera vez que se enamora. Además, usted también es víctima de sus propios sentimientos. - Si HoSeok y JungKook hubieran estado dentro de la habitación habrían visto como el dragón negro abrazaba a Jin por la espalda.
- Pero él se muestra ante todos con ese dragón blanco y yo lo mantengo oculto. No lo voy pregonando. - Aseguró. JungKook y HoSeok se miraban sin comprender del todo las palabras del regente. ¿Qué estaba ocultando? ¿De qué sentimientos hablaban?
- Ojalá pudiéramos pregonarlo nosotros también. - Confesó NamJoon.
- No puede ser. Déjalo. - Le pidió. - Ha sido un error. Tú debes estar con mi hijo. Por eso te he hecho venir hasta aquí.
- Ese era el plan original. - Comentó NamJoon. - Pero cómo íbamos a pensar que encajaríamos tan bien usted y yo majestad. - HoSeok abrió mucho los ojos y llevó sus manos a su boca con expresión sorprendida. JungKook tampoco podía creer lo que acaban de escuchar.
- Cállate. Suéltame. - Se dehizo de su cálido y reconfortante abrazo. - ¿Qué clase de padre soy? - De lamentó el rey. - Es de la felicidad de mi hijo de la que estamos hablando. Si no detengo todo esto ahora...
- Está bien. Os di mi palabra. - Concluyó NamJoon. - Me casaré con él y me apartaré de vos. - Pronunció. - Lo contrario sería cruel para usted también, majestad.
- Es lo mejor para el reino. - HoSeok no aguantó más. ¿Cuánta más gente debía sacrificarse por el reino? Ahora que él había perdido a YoonGi no podía permitir que su padre perdiera también a la persona que podía hacerle feliz. Ya había hecho suficientes sacrificios por ese reino. Era su turno de ser feliz y era el momento en el que HoSeok debía tomar las riendas y llevar el paso que le correspondía a él y no a su padre. El peso del trono. Por eso abrió la puerta sin llamar. Jin le observó con expresión aterranda. ¿Cuánto había escuchado? Pero pronto pensó que quizá no había oído nada y disimuló regañándole.
- A... ¿A dónde habías ido? ¿No entiendes lo peligroso que es que un príncipe como tú...
- Con JungKook. - Pronunció HoSeok interrumpiéndole. El general cruzó también la puerta y el rey le miró sin comprender.
- ¿Con JungKook qué? - Preguntó. Entonces, el dragón de fuego dio unos cuantos pasos más hasta colocarse frente a al dragón dorado y luego se inclinó hincando la rodilla en el suelo.
- Permitidme ser yo quien tome la mano de su primogénito, majestad. - Formuló mirando al suelo con su postura perfecta.
- ¿Qué? - El rey miraba a su hijo y al general consecutivamente. HoSeok asintió.
- JungKook y yo nos entendemos bien. No nos amamos pero somos buenos amigos. - Aseguró. - Y es el defensor más fiel y valiente que un reino puede tener.
- Pero, NamJoon...
- Padre, no pretendo ofenderos, ni al príncipe NamJoon tampoco. Pero él es un desconocido para mí. Y lo hemos escuchado todo. - Jin se quedó paralizado.
- Lo siento tanto. Qué vergüenza. - Escondió su rostro con sus manos. - Soy un padre horrible.
- No. - Se apresuró a decirle. - Quizá este sea tu momento para ser feliz finalmente, padre.
- Hijo mío. - Se acercó a su vástago y cogió sus manos. - Yo soy feliz desde el día en que supe que te llevaba en mi interior. - Aseguró.
- Reconozco que esto resulta extraño. - Opinó HoSeok. - Se suponía que las cosas no tenían que resultar así. Pero no siempre suceden como planeamos. - Miró al dragón de piedra y a su padre. - Me alegro por vosotros. - Aseguró aunque estaba muy sorprendido por todo aquello su padre también tenía derecho a amar. - Si esto te hace feliz, adelante. - Luego fue hasta JungKook y le cogió la mano invitándole a que se levantara. - JungKook y yo estaremos bien juntos. ¿No crees? - Le preguntó al dragón de fuego.
- Haré lo imposible para que así sea. - Prometió.
- Siempre tan tremendista. - Le dijo. - Yo confío en él, padre.
- Estoy muy orgulloso de ti, HoSeok. Siempre buscas la forma de que los perjudicados sean los menos posibles. Sólo lamento que tengáis que ser vosotros dos.
- No será tan terrible. - Opinó JungKook. - El príncipe y yo nos conocemos desde hace tanto que las cosas no serán muy diferentes entre nosotros. - Comentó para tranquilizar al rey de que aquello no sería tan tremendo para ellos.
- Aunque quizá debieras empezar a llamarme sólo HoSeok en cualquier circunstancia. - Observó el dragón de jade colgándose de su brazo riendo.
- Lo intentaré, Hobi.
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Los prometido es deuda. Ahí va el capítulo!!!
Espero que os haya gustado, dejadme muchos comentarios bonitos!!!!!
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