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Curar heridas

Estaba despierto sin abrir los ojos. Se estiró y abrió medio para mirar el reloj. Las cuatro de la mañana. Últimamente estaba tan acostumbrado a que TaeMin le despertara porque no paraba de dar vueltas en la cama buscando una mejor postura, que, incluso cuando TaeMin conseguía dormir, él se despertaba. Volvió a cerrar los ojos, feliz de que esa fuera una de las pocas noches en las que su embarazado compañero podía conciliar el sueño de mejor forma. Con cuidado de no despertarle, y sin abrir los ojos, estiró el brazo para pasarlo por encima de él y abrazar a su pareja. Palpó la cama en su búsqueda y tardó unos largos segundos en darse cuenta de que, si no le había despertado era porque no estaba en la cama. Se sentó de golpe. La luz del baño no estaba encendida tampoco.

- ¿Minnie? - Habló con cariño. Su pareja no estaba en el cuarto. ¿Habría ido a la cocina? Quizá le había dado hambre. Salió de la cama y arrastró los pies hasta las escaleras de bajada del palacio dorado. Tampoco estaba en la cocina. Recorrió las zonas donde más solía pasar el tiempo TaeMin. Estaba desierto. JiMin empezó a preocuparse. ¿Cómo no podía encontrar a su pareja por ningún lado? Entonces, de casualidad, miró por una de las ventanas que daban al gran patio interno. Respiró tranquilo. Salió a su encuentro. Un dragón de tamaño medio dormitaba en un lado del enorme lugar. Sus escamas del color de la madera de cerezo podían no parecer tan hermosas o llamativas como el oro del rey Jin o el jade y el zafiro de los príncipes. Tampoco como las tintineantes rubíes del general. Y, sin embargo, para JiMin no había dragón más bello. Respiraba profunda y jadeantemente, como si estuviera cansado a pesar de estar durmiendo. Caminó con cuidado hacia él y TaeMin le oyó venir.

- No encontraba la postura en la cama. Todo me dolía ya. - Se excusó cansado.

- Debiste haberme despertado. - Dijo JiMin. - No debes bajar las escaleras de noche tú solo. Está oscuro, podrías caerte. - TaeMin negó despacio.

- Estoy bien. - Aseguró. JiMin le sentía tan frágil. Estaba tan cansado. El bebé estaba tomando toda su energía. Estaba cerca del límite. Si no se daban prisa...quizá... El príncipe acarició las ásperas escamas de su cuello. Paseó la mano por sus ala hasta apoyarla en su hinchado vientre. Pegó su oreja y escuchó los latidos de su fuerte vástago.

- Tienes que nacer ya, hijo mío. - Le pidió en un lastimero susurro. - Papá está muy cansado. - Permaneció allí, en silencio. El cielo nocturno era claro y estrellado, pero las nubes no tardaron en hacerse presentes y encapotar toda la zona. Las primeras gotas de fina lluvia calleron sobre el hocico del dragón transformado, quien miró al cielo, y luego a su compañero.

- No llores, JiMin. - Le pidió con amor.

- No estoy llorando. - Aseguró.

- Las nubes lo hacen por ti. - No podía ocultarlo, aún menos a TaeMin. - Tu poder siempre hace que empiece a llover cuando te sientes así.

- Lloro de felicidad por ser padre. - No era del todo una mentira, pero TaeMin le sonrió sabiendo que no era la única verdad. - Y de miedo a que te pase algo. Y de tristeza e impotencia.

- Todo se solucionará. - JiMin ya no sabía si se sentía optimista o resignado. Siempre decía lo mismo.

- Si TaeHyung no vuelve con el Grimorio en un par de días, JungKook y yo iremos a buscarlo. - Informó. - JungKook no volverá sin TaeHyung, yo no volveré sin el libro.

- No vais a hacer eso. - Sentenció TaeMin, con una expresión de tal obviedad que no se podía rebatir. - Si vosotros vais al reino de los cazadragones empezareis una guerra. Y entonces se perderán más vidas de las que intentas salvar, mi amor. Lo sabes muy bien.

- Pero tu vida es más importante...

- Sólo prometerme una cosa. - Le interrumpió sabiendo que las palabras que iba a pronunciar eran verdad sólo para él, porque le amaba. - Prométeme que pase lo que pase cuidarás y amarás a este bebé como me cuidas y amas a mí.

- Lo haremos juntos. - Inquirió JiMin.

- Prométemelo, cabezota. - Se quejó. - No discutas con un dragón preñado.

- Te lo prometo. - Cedió dando un largo suspiro. Aún en la oscura y ahora lluviosa noche, no sintió frío al quitarse la camiseta. Cambió espectacularmente rápido incluso sin esfuerzo y pegó su gran cuerpo de hermosas escamas azules al de su compañero para ofrecerle su calor. Finalmente extendió su ala cubriendo el cuerpo de TaeMin para que así la lluvia no le rozase. TaeMin se acurrucó contra JiMin, enredando sus colas y largos cuellos.

~ ~ ~

No le importó realmente que alguien entrara en su habitación, pero tenía una reputación y un puesto que mantener. Nunca había tenido la intención de gustar a todo el mundo. Pero él no había elegido sentirse atraído por los de su mismo género, como si fuera un asqueroso dragón. El odio que recibía por ello era abrumador e injusto. Dios, ¿cuántas veces había soñador con poder desear a una mujer y ser como los demás? Pero sabía que era inútil, demasiado tiempo lo había intentado. De todas formas, ya lo había decidido hacía mucho tiempo. Si su reino al completo le odiaba por lo que era, más bien por lo que sentía, él odiaría a todos. Por eso, cuando alguien abrió su puerta y entró sin decir nada, bramó de forma agresiva.

- ¿Quién va? ¿No sabes llamar a la puerta? - Si hubiera podido girarse en la cama lo habría hecho, pero la espalda le dolía a horrores ya sin moverse, así que permanecería tirado en su cama, boca abajo, por supuesto.

- Disculpe alteza. - Pronunció una voz de mujer. - Su majestad me ordenó que viniera a curar sus heridas. Los guardias me comunicaron que seguramente estaría durmiendo. - Explicó.

- Mi hermano. - Contrapuso YoonGi. - Él siempre es quien cura mis heridas. - Aseguró.

- Son órdenes de su majestad. - Hablaba con firmeza. YoonGi sabía lo que eso significaba.

- Ven aquí. Ponte en un lugar en el que pueda verte. - YoonGi no iba a moverse, así que ella caminó hasta el campo de visión del cazadragones. La observó. Era bella y voluptuosa. - Ya imagino cuales son las órdenes de mi padre con respecto a ti. - Giró la cabeza para no mirarla y recostarse de nuevo en su almohada. - Haz lo que debas. - La mujer empezó a limpiar los cortes que había creado la vara de bambú de su padre. Escocía un poco, pero nada insoportable. Fue vendando las heridas.

- Este lado necesitará puntos. - Le informó. - Se han juntado dos cortes y la piel se ha abierto demasiado como para curar sola. - YoonGi aspiró con desagrado.

- Trae esa botella. - Señaló al estante. La mujer no hizo preguntas ni puso objeciones. Le alcanzó la botella de whisky y esperó a que diera un gran trago. Luego empezó a coser mientras YoonGi no dejaba de beber para apartar el dolor.

- Esto ya está. - Dijo la mujer cuando finalizó.

- Bien. Lárgate. - Ordenó con fiereza, pero YoonGi sabía que ella no se iría fácilmente. Tenía ordenes más superiores que las suyas. - ¡Lárgate he dicho!

- Su majestad, el grandioso rey cazadragones del norte me ha ordenado...

- ¿Cómo pretendes que te folle en el estado en que me encuentro? - Gruñó el cazador blanco. - Fuera. Llama a mi hermano y a su madre. ¡Ahora!

- Sabe que no puedo salir de aquí hasta que consume con usted, alteza. - YoonGi ya había pasado por eso bastantes veces, había tenido mucha suerte hasta ahora pues no había dejado embarazada a ninguna. Esa sería la forma que su padre encontraría para atarle definitivamente. Los cazadragones tenían baja tasa de natalidad y fertilidad, como los dragones, si no fuera así habría superpoblación, al ser tan longevos. - Yo haré todo el esfuerzo, si es lo que necesita.

- ¿Lo que necesito? ¿Qué vas a saber tú lo que yo necesito? - Sonrió despiadado.

- He oído los rumores que circulan por el reino. - Aseguró ella. ¿Rumores? Malditos rumores. - Se cuenta que no buscáis la compañía femenina. Que prefeririais la presencia de un hombre en tus aposentos.

- ¿Te crees todo lo que oyes, preciosa? - Se quedaron mirando. Ella sabía muy bien que YoonGi mentía. Estaban en tablas. Ella no podía salir de esa habitación sin obedecer al rey y él recibiría otro castigo si se negaba. - Me duele la espalda. - Dijo rendido. - Con el dolor y el alcohol que llevo encima...

- Yo haré que se te levante. - Dijo sin pudor. YoonGi se sentó con dificultad en el borde de la cama. Sin vergüenza ni miramientos ella se puso de rodillas entre sus piernas. Le ayudó a bajar un poco el pantalón, sólo lo necesario para dejar al descubierto su miembro. Estaba claro que no era la primera vez que ella lo hacía. Tragó profundamente casi desde el primer momento. YoonGi cerró los ojos. Sólo había una manera de que aquello no le resultara repulsivo, imaginar que estaba con un hombre. Tener que hacer eso para conseguir entrar en calor era aún más humillante, pero de verdad se tirarían allí todo el día si no lo hacía. La chica trabajaba bastante bien, ahora sólo tenía que ponerle un rostro. El primero que vino a su cabeza fue claro, pero le asustó la idea de sentirse así. ¿Un dragón? El príncipe HoSeok se había colado en su mente. Qué mierda. Aquello era aún peor. "Sólo es porque es un rostro atractivo, nada más", se dijo a sí mismo. Él no sentía nada por ese dragón. Sólo era una imagen útil para ese momento como cualquier otra. Después de luchar un poco con sus propios pensamientos, YoonGi cedió a su propia mente. Sólo es un rostro... Inofensivo. Nadie se enteraría.

- Dioses... - Tiró del pelo de la chica y la hizo parar. - Ven aquí. - Se sentó un poco más adentro en la cama, aún sentado y cogió a la chica de un brazo para que subiera. Ella se sentó a horcajadas sobre él. No tardó en montarle con maestría. YoonGi no podía dejar de imaginarse como sería el rostro henchido de lujuria del príncipe dragón. Era algo prohibido. Más prohibido aún que desear a un hombre. Imaginar que era un dragón quien le montaba, es más, un príncipe de dragón, era un pecado horrible. Pero en ese momento se sintió tan bien que se corrió antes de darse cuenta.

*COMENTA Y VOTA!!!!!  Aquí os dejo la primera parte de hoy. Espero que os haya gustado. Hoy habrá otro capítulos más adelante si recibo mucho comentarios chulos!!!! Un besazo!!!!

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