Ojo por ojo, alma por alma
El oficial tomó uno de los gusanos con cuidado, temeroso a pesar de que tal vez este clave sus tres hileras de dientes sobre sus dedos enfundados en los pesados guantes de cuero.
A su costado, el extraordinario cliente esperaba impaciente. Ignoraba por completo el dolor que estaba por sufrir.
—Antes de iniciar el procedimiento —indicó el guía—, debe saber claramente como se realizará y las consecuencias que podría traer en su organismo.
—Ya las conozco. Comienza cuanto antes. —vociferó.
—Su majestad, con todo respeto, debo hacerlo. De lo contrario, podría ser tener problemas con la justicia.
—Yo soy la justicia. —Increpó. —Esta bien, que sea rápido.
Volvió de dejar la sanguijuela en la pequeña cámara en la que se transportaban.
—La intervención consiste en aplicar una o varios agentes de succión en una parte de su cuerpo, determinada por el objetivo que desee obtener. Esta operación durará hasta que el gusano se llene y caiga. Después, el producto obtenido se arrojará al fuego de Secra todopoderosa en busca de su piedad y su favor.
»Es importante también que comprenda que estos agentes de succión no son los mismos que aquellos utilizados en tratamientos médicos cotidianos. Si bien es cierto, el término «sangrar» no es incorrecto en este contexto, debe comprender que no solo se le retirará sangre, sino también su propia esencia vital. En este sentido, el cliente podría experimental efectos en el corto o largo plazo, dependiendo la zona corporal en la cual ha sido aplicada.
«Entregaré mi vida», pensó el príncipe. «No importa cuando cueste o lo que deba sacrificar. Lo vale». Estudió mucho el procedimiento antes de llegar hasta allí, y concluyó que bien valía el precio. Incluso sabía lo que le dirían después.
—La zona elegida es el pecho, en el centro del corazón. —Continuó el oficial—. Para los fines que el cliente desea, serán necesarios hasta tres agentes de succión. Basados en estas variables se puede estimar una pérdida en la función del órgano del 18%. Los posibles efectos secundarios son arritmia, miocarditis en distintas etapas, insuficiencia cardiaca y posteriores infartos.
—Sí sí, ya me sé todo eso. —interrumpió el joven, acaba pronto.
—Señor, quiero que entienda. Si se somete a la sesión, su esperanza de vida podría reducirse drásticamente.
—¿Crees que no soy lo bastante listo como para tomar mis propias decisiones? —vociferó— Yo voy a dirigir este país.
«Eso bastará para intimidarlo», pensó el chiquillo. Pero el oficial era viejo y famoso, y por su santuario ya habían pasado celebridades de todo tipo y bajo ninguna se amedrentó. No importaba, si algo salía mal, siempre podía levantar sus cosas e iniciar en otro lado; contaba con la bendición de la diosa.
—Comencemos pues. —Señaló.
Tomó nuevamente el animal entre sus dedos y se dispuso a colocarlo sobre el torso desnudo del príncipe.
El muchacho sintió como los dientes del extraño ser se clavaron sobre su piel, y pudo sentir la lengua, o tal vez el intestino de la bestia diminuta se abría paso entre las costillas y demás obstáculos, hasta llegar a su objetivo. De haber tenido receptores del dolor en este órgano, el insensato habría sentido un dolor comparable con recibir una punta de lanza sobre el cráneo; lo que sí sentía como poco a poco su cuerpo perdía fuerza, un velo blanco y opaco cubrió su vista y por un momento creyó que no saldría vivo de aquella estancia.
Hasta que acabó.
Las sanguijuelas poco o nada podían moverse por la carga de su alimentación. Adquirieron un olor a podredumbre. «El olor que despide el alma del príncipe», pensó en oficial.
Unos minutos después, cuando el joven sintió recuperarse por completo, continuaron con el ritual.
En el centro del salón había una llama inextinguible por medios naturales, un conjunto de lenguas ardientes de colores tornasol danzando al son del viento. Cuando el muchacho se detuvo un par de segundos a contemplarla, escucho en su mente una voz, o mejor dicho un lamento, que repetía una y otra vez: «ven a mí».
—Es la voz de Secra, nuestra madre. —Interrumpió su acompañante. —Procure no fijar su mirada por mucho tiempo en el fogón, ni dejarse envolver por su maravillosa voz. En su omnipotencia, la diosa tiene múltiples formas de arrebatarnos la vida.
El príncipe cerró los ojos de improvisto. «Es un cobarde», pensó el otro.
Continuaron con la ceremonia. El oficial-sacerdote se puso frente al fuego, dejo el cajón de madera en la que puso a los gusanos y empezó a murmurar, y después de hablar, y después a gritar, para culminar entre sollozos. Aquellas palabras que pronunciara eran ininteligibles para el hijo del rey del mundo.
Cuando dejó de hablar, de la hoguera se separaron dos largos y finos látigos de calor. Las puntas de estos envolvieron el regalo madera, sangre y esencia vital y la llevaron hacia las fauces de la pira. A continuación, el joven puro ver como las alimañas se retorcían ante el calor y explotaban, dejando tras de sí un hilo de humo que se fusionaba con las llamas hasta forma un sólo espectáculo macabro.
—La diosa ha tomado con gratitud el regalo —pronunció el sacerdote. —Aquello que su ser anhela y cuyo deseo se encontraba contenido en la sangre del gusano se ha materializado. Aquel corazón ajeno ahora le pertenece.
Al fin. Después de tantos intentos vacuos, después de haber tramado tantos perjuicios, tantos planes que fracasaron. Al fin había pasado.
—Es mía —dijo él.
En los ojos de aquel príncipe, el oficial pudo ver la mirada de un demonio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro