No puedo vivir sin ti
N/A: Este OS fue escrito para celebrar el cumpleaños de Kazutora (16/09/2022) y para los #fuyutoradays. Está inspirado en la canción "No puedo vivir sin ti" de Coque Malla.
⚠️ Advertencias: Fluff que sale hasta por las orejas. Canonverse. Futuro Pet shop. Slice of life.
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Chifuyu llega a casa cansado, agotado más bien. Después de la jornada laboral, los pedidos, atender a los animales y dejar todo listo antes de cerrar la tienda, ha pasado dos horas en la consulta del veterinario, pues el pequeño cachorro que recogieron en la calle hace apenas una semana había empezado a estar raro la noche anterior. Y, viendo que nada de lo que Kazutora y él habían intentado funcionaba, no le quedó más remedio que llevarlo al médico.
Se quita los zapatos y suspira, planteándose si cenar algo o meterse directamente a la cama.
Camina unos pasos hacia el interior y ve la televisión encendida —con el volumen tan bajo que es inapreciable— y a Kazutora dormido en el sofá tapado con una fina manta. Se sonríe y piensa en despertarlo. Pero decide que primero irá a lavarse un poco y después lo llamará para que se vayan juntos a dormir.
Cuando llega a su dormitorio la cama está ya abierta de ambos lados, las sábanas bien estiradas y las almohadas perfectamente cuadradas en su lugar. Kazutora es metódico en esa labor, es uno de los remanentes que le ha dejado su paso por el correccional, uno de los pocos que ha decidido conservar en su vida, ya que está luchando por deshacerse de la mayoría de los otros.
«Ojalá no hubiera nada que olvidar».
Sacude su cabeza, toma algo de ropa limpia y va a darse una ducha rápida.
Regresa a la sala con un par de prendas que ha encontrado tiradas en el baño y que evidentemente no son suyas —porque el estampado animal es más bien del gusto de Hanemiya— y ve a Kazutora en la misma posición que lo dejó. Está hecho un ovillo bajo la manta y el pelo le cae sobre un lado del rostro. Con la luz de la televisión sus largas pestañas parecen brillar y sus labios, ligeramente entreabiertos, se ven jugosos.
Lo contempla durante más tiempo del necesario, pero no puede evitarlo. Le gusta verlo así, en calma, con la respiración tranquila y el gesto relajado. Desearía que siempre estuviese de esa manera, y no con el ceño fruncido o la mirada perdida más allá de los cristales de su hogar, recordando viejas heridas y días tristes del pasado.
Está tentado de acercarse y acariciarle el rostro, colocar ese mechón rebelde tras su oreja y darle un suave beso para sacarle de su sueño, porque el Kazutora recién despierto es tierno y mimoso y, hasta que toma conciencia de la realidad, suele acurrucarse y buscar su calor. Y eso le resulta irresistible.
Pero no. No va a despertarlo aún. Quiere alargar ese momento de paz para Hanemiya, así que primero se preparará un vaso de leche caliente y tal vez lo contemple un rato más desde la protección que le da el estado inconsciente del chico.
«¿Cuándo me volví tan acosador?»
Se da la vuelta y se dirige a la cocina. En su camino tropieza con un juguete de Excalibur Segundo y se da cuenta de que no le ha visto. Ese gato, como su predecesor, tiene tendencia a salir solo algunos ratos, pero a esas horas suele estar en casa. Entonces se fija bien y ve asomar su cola bajo la manta con estampado de leopardo que cubre a Tora.
Está claro que el felino tiene un favorito. Aunque no le extraña, él también lo tiene.
Se acerca a la nevera con la intención de sacar el brick de leche, pero al abrirla se encuentra un par de onigiris algo deformes y no puede evitar que se le escape una pequeña risa. Casi puede visualizar a Kazutora un rato antes intentando darles la forma correcta, sacando la punta de la lengua por un lateral de su boca y con arroz manchando su mejilla.
En realidad no le hace falta imaginarlo, solo recordarlo, porque le ha visto varias veces en esa situación. La cocina no se le da bien, pero se esfuerza. Y él está feliz de verle intentarlo y mejorar.
Claro que hay otras cosas que sí se le dan bien. Los animales, por ejemplo. Es cuidadoso y los trata con mucha delicadeza; y ellos le adoran. Su ayuda en la tienda es inestimable. Desde que está allí con él todo va mejor, y eso que al principio tuvo sus dudas, pero Kazutora siempre consigue sorprenderle para bien.
Bueno, siempre siempre no, a veces le sorprende con esas mezclas raras de alimentos que, según Tora combinan fenomenal, pero que a él le es imposible digerir. Aunque se las acaba comiendo. Incluso diría que algunas no están tan mal después de la tercera o cuarta vez.
Saca el plato del refrigerador y se sienta en una de las banquetas altas de la cocina a comer los onigiris. El sabor en este caso es muy bueno, mucho mejor que su aspecto y piensa en la cara que pondrá Kazutora cuando se lo diga. Aún le cuesta aceptar los cumplidos y suele sonrojarse un poco cuando los recibe. Han sido muchos años de escuchar todo lo que hace mal y le es difícil creer en las buenas palabras, mucho más cuando van dirigidas directamente hacia él.
Se levanta a coger un vaso del armario y, al abrirlo, la última adquisición de su compañero le saluda desde el estante. Son unas tazas con diseños de vaca que ha empezado a coleccionar y que se unen al resto de cosas extravagantes que adornan su cocina.
Vuelve a su asiento y recorre con la vista el resto de la casa, al menos lo que alcanza desde su posición. Hay dos cámaras de fotos en la estantería de la sala, un cuaderno de dibujo sobre la mesa, un bote con carboncillos y lapiceros de diferente grosor, fotos de atardeceres adornando la pared y un sinfín de figuritas en miniatura de elefantes con la trompa levantada. Y donde no le alcanza la vista sabe que es igual: los esmaltes de uñas y los productos para el pelo en el cuarto de baño, el ambientador con aroma a vainilla de esos que se enchufan a la luz en el dormitorio, las gomas y cintas para el pelo repartidas por cualquier lugar del apartamento...
Se da cuenta de que Kazutora ha ido ocupando su territorio poco a poco pero con constancia. En cada lugar donde pone sus ojos puede encontrar pequeños rastros de su presencia. ¿Cómo se ha hecho dueño y señor de ese lugar? Tal vez igual que lo ha hecho de su corazón; con calma, despacio, bajito. Porque puede ser un huracán cuando se cabrea, o una fiera —una hermosa y única— en la cama, pero normalmente cuida sus límites y sus formas para no descontrolarse, porque, pese a que Chifuyu intenta que sea tan libre como merece, aún tiene miedo de perderse en la oscuridad que ya conoce.
Traga el último bocado del onigiri que ni siquiera ha sido consciente de estar comiendo por haberse perdido en pensamientos demasiado complejos y apura el agua en el vaso.
Se levanta y deja todo en el fregadero. Abre el grifo y lo lava. De pronto siente un peso sobre su espalda.
—Bienvenido a casa. —La voz de Kazutora suena algo pastosa por el sueño—. ¿Por qué no me has despertado?
Se seca las manos en el trapo de la cocina y lo deja estirado en la encimera.
Se da la vuelta y los brazos de Kazutora se enredan en su cintura mientras frota la mejilla contra el hueco de su cuello. Ese es el efecto del sueño en su chico, y él se aprovecha, porque cuando está completamente consciente tiende a contenerse un poco más.
Como había imaginado —y deseado— minutos antes, coloca con cuidado ese mechón tras la oreja de Kazutora y desliza la mano hasta su nuca. Con el pulgar acaricia la base del cuello por debajo de la camiseta. Adora sentir el tacto de su piel.
—Iba a despertarte ahora mismo. —Besa su coronilla—. Gracias por los onigiris, estaban deliciosos.
Aunque tiene la cabeza agachada ve asomar el rubor a las mejillas de Hanemiya y se sonríe interiormente.
—¿Cómo está el cachorro? —El cambio de tema hace aún más evidente su incapacidad para aceptar cumplidos—. ¿Qué ha dicho el veterinario?
—Tiene que quedarse un par de días en el hospital para hacerle unas pruebas, pero no cree que sea nada grave. Mañana sabremos algo más.
—Espero que de verdad no sea nada serio.
—Seguro que no. Y ahora, vamos a dormir, que estoy muerto.
Juntos se dirigen a la habitación. Chifuyu pasa de nuevo por el baño a lavarse los dientes y cuando llega al dormitorio Kazutora ya está acostado y con los ojos cerrados. En la mesita de noche descansa el despertador con forma de tigre que compró en un mercadillo un par de semanas atrás y el libro de arte que ojea algunas noches antes de dormir.
Lo mira un momento y la idea vuelve a su mente con fuerza: ¿en qué momento su espacio se vio invadido y conquistado por ese hombre de belleza salvaje, dedos largos y sonrisa encantadora? ¿Cómo pasó de ser un simple invitado temporal al monarca absoluto de ese reino?
No tiene respuestas a esas preguntas. Aunque, bien pensado, le da igual. Tiene claro que ahora sus vidas están ligadas sin remedio y sin remisión. Pero no le importa, porque tener a Kazutora a su lado le hace inmensamente feliz.
Se sube a la cama, a su vera, y lo contempla desde arriba un momento más, dedicándole una enorme sonrisa a ese rostro vencido por el sueño. Ve a Kazutora sonreír también y se da cuenta de que sus ojos no están completamente cerrados.
—¿No estabas dormido? —pregunta al verse atrapado.
Los ojos de Hanemiya se abren del todo y deja escapar una pequeña risa.
—Me sentía observado.
—Lo siento —se disculpa.
—Eres un mirón pervertido. —El brillo en los ojos de Tora y su gesto juguetón no dejan lugar a dudas sobre el tono en el que ha hecho ese reclamo.
—¿Pervertido? —Le sigue el juego.
—Eso es. Pero tranquilo —Kazutora se incorpora levemente y le atrapa por el cuello, sorprendiéndole. Después, con un movimiento rápido y aplicando un poco de fuerza, lo tumba sobre el colchón y se coloca encima, a horcajadas—, yo también lo soy —dice riendo e inclinándose para darle un beso.
Él lo acompaña, pero la broma dura poco. Pronto otras emociones toman el control. Hay deseo y pasión entrando en escena. Los labios de Kazutora se hacen más demandantes, los besos adquieren un carácter más primitivo. La lengua se abre paso y se enreda con la suya y la temperatura de la habitación aumenta por momentos.
Las pequeñas risas iniciales son sustituidas rápidamente por otros sonidos más húmedos, más guturales, más broncos.
Hanemiya se detiene y se echa hacia atrás. Chifuyu intenta contrarrestar su huida y prueba a erguirse, pero una mano en el pecho lo detiene. La sonrisa en los labios de Kazutora es traviesa y el más joven se relame.
Tora se quita la camiseta despacio y comienza un sutil movimiento de cadera que provoca una leve fricción con una zona sensible de su cuerpo. Lo justo para desencadenar la reacción que seguro estaba buscando.
El cansancio desaparece por completo ante la hermosa visión del cuerpo de Tora frente a sus ojos y se deja arrastrar por el enorme deseo que eso le genera.
En todo caso, el día siguiente es domingo y no tienen que trabajar, así que no pasa nada por dormirse un poco más tarde, sobre todo si el motivo es hacer el amor con Kazutora, el soberano absoluto de ese reino, el dueño de su corazón.
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N/A: Y hasta aquí este subidón de azúcar por el cumple se Kazu.
En realidad este OS viene de una idea mucho más extensa, con una trama más compleja, y giros diversos. Pero como no sé si algún día verá la luz, pues celebremos al cumpleañero con mucho amor empalagoso y ñoño.
Espero que no hayáis muerto de diabetes y que os haya gustado. Si no es así, ya sabéis, quejas y reclamaciones a mi otro yo.
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