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Capítulo 6:|Reencuentro|

Eva

Yo lo sabía. Conocía que la única solución que tenía para salvarme era beber sangre humana. Pero ¿qué sucedería si no lo hacía? Moriría, eso estaba más que claro. Quizás podríamos encontrar alguna otra forma en la que no tuviera la necesidad de hacerlo, ni de convertirme, ni mucho menos de morir, aunque eso parecía muy poco probable.

En todo momento, me comportaba de manera inmadura intentando romper las reglas y manejarme a mi antojo. Sin embargo, era algo que intentaba demostrar para que no notaran que en realidad sentía mucho miedo. Miedo a este nuevo estilo de vida. Miedo a no poder controlar la sed de sangre.

Después de los inconvenientes que habían surgido, las preguntas no tardaron en salir disparadas de mi boca de nuevo. Cada vez que lo hacía, me sentía como una carga, o más bien, una molestia. Aunque ellos mismos se lo habían buscado. Así que, cuando todos logramos estar más tranquilos y en una zona más cómoda, comencé a explicarle a Lucas todo lo que sabía.

—Mientras convivía estos dos días con los Miracle, y no de forma armoniosa y afectuosa, me enteré de demasiadas cosas. Una de ellas, que no se si sabías, es que te quieren muerto y me querían usar como cebo para ejecutarte. Algo a lo cual no opondría resistencia, pero las cosas empeoraron. Me encerraron porque no podían confiar en mí debido a que soy importante y tengo demasiado poder si hablo con los clanes. Soy su salvación, pero también su ruina.

—Era sabido que no iban a cerrar su trato conmigo, y más después de lo que sucedió con esa familia. —comentó.

—¿Me has mandado con esos maniáticos que son peores que tú? —cuestioné exaltada y él prefirió no responder—. De todas formas, ninguno de los cuatro hermanos se ve seguro de lo que tienen que hacer. Todos siguen las órdenes de su padre, aunque se nieguen a hacerlo en muchos de los casos. Tuve muy poco contacto con ellos una vez que me desperté, porque, por si no lo sabías, lo único que quería era salir de ahí.

Recordé la disputa de Evolet con sus hermanos.

—Evolet, la hija de Andrew, parece que no quiere verse involucrada en esto. Evita a sus hermanos tras el odio consumido de años. El único que supongo que la entiende es Scott.

Lucas fingió demencia ante la mención del nombre de aquella mujer y un nudo se atoró en mi garganta. Me dolía. Me dolía que me hubiera convertido en esto y que después de todo no le diera importancia.

—¿Y qué hay de su madre? —murmuró, apoyando uno de sus brazos de soporte en el otro para frotar su barbilla.

—¿Quién? ¿Isabela? —pregunté.

—Sí, justo ella.

—Bueno, a ella no parece interesarle lo que hagan sus hijos y su esposo. Directamente, no se mete en eso. —Apoyé mis manos en mis rodillas, a punto de clavar mis uñas en ellas ante el inevitable dolor de cabeza que se hizo presente de forma inesperada—. Lo extraño es que recorre la mansión como si fuese una visitante. Y no tengo la menor idea de lo que se trae entre manos. Es un punto ciego, no hay otra forma de describirlo.

Él siguió dándole vueltas a lo que decía, quería encontrar una solución a sus problemas. Frotando su frente mientras bufaba, expuso:

—Resolveremos esto después. Ahora, ¿cómo te has estado sintiendo?

—Entonces, ¿pretendes pasar esto por alto? —dije con el ceño fruncido.

Él no aportó nada, solo asintió. Alessia, por otro lado, solo escuchaba nuestra disputa. Bueno, al menos le nació la necesidad de preguntar cómo me sentía. Iba a tratar de no guardarme nada.

—Bien, ¿quieres saber cómo me siento? Me siento molesta, enojada, con mucha rabia, tanta que podría explotar en estos momentos y matarte. Tengo tantas ganas de matarte, Lucas. —Agarré el cuello de su camisa de ambos lados—. Y también tengo una desazón en el pecho, un disgusto que hace doler mi corazón como no te lo imaginas. En mi mente se manifiestan millones de maneras las que pasas por el malestar que siento, que me impide seguir en pie. Así que sí, me siento mal y tengo tantas ganas de no volver a verte nunca más.

—Sé que te sientes molesta...

Lo solté, y entre dientes y apuntándolo con el dedo, le dije:

—¿Lo sabes? ¿Estás tan seguro de eso? No, no lo sabes. No sabes cómo realmente se siente, ¿por qué aún me mientes?

—¿Tienes hambre? —inquirió Alessia tratando de calmarnos, o más bien, a mí.

—Últimamente, no he dormido muy bien, ni he comido bien, ni he... —Hice una pausa—. Lo de mis ojos no lo había notado hasta que me dijeron. Aun así, volviendo al tema de los alimentos... He descubierto que mi estómago no está apto para digerir comida humana. A veces suele procesarla y otras, hace que termine vomitándolo todo.

—Eso lo que te está sucediendo, Eva, es el comienzo del vampirismo —comenta Lucas—. Empezarás a tener insomnio y hambre, tus pupilas estarán dilatadas y tus irises, de un color más claro al que llevas. Asimismo, tus sentidos se van a ir desarrollando un poco más con lentitud. Pero una vez que termines todo el proceso y aparezca tu poder principal, casi no notarás que hubo un cambio en ti. Sé que serás capaz de manejarlo.

Lo escuché mientras se sentaba enfrente de mí para continuar hablando.

—También debes tener en cuenta que lo que me dijiste acerca de cómo te sentías son algunas de las formas de las que en que puedes reaccionar a este tipo de situaciones. Por eso, no dejes que tus sentimientos te controlen, porque, si lo haces, estás perdida y te dejarás llevar por lo primero que seas capaz de sentir.

—Todos, incluyéndote, somos cuatro los que tenemos un poder que nos define —declaró Alessia—. En mi caso, mi habilidad es poder tocar cualquier cuerpo de la persona con o sin vida, lo cual puede brindarme mucha información, ya sea de la manera en que falleció, su pasado, etc. Pero eso ya lo sabes, tal vez no será necesario volvértelo a explicar. —Tomó una bocanada de aire—. Esto no quiere decir que es lo único que podemos hacer, porque también vas a poder hipnotizar, tener una mejor audición y hasta un mejor olfato.

—Sí, es correcto. Aunque ser una vampiresa no es fácil. Siempre va a tener sus beneficios y desventajas —aseguró Lucas, y se levantó de su lugar para servirse un trago de whisky.

—¿Por ejemplo? —indagué.

—El sol, la armigreza, las estacas, etc. —Se tomó hasta la última gota del vaso.

—¿Armigreza?

—La hierba que nos debilita —dijo por lo bajo Alessia.

—Sí, bueno... Será mejor que descanses, fue mucho por hoy —finalizó Lucas.

—No quiero descansar. —Le dirigí la palabra a Alessia—. ¿Qué más es lo que tengo que saber?

—Debes hacerlo. No veo cuál sea el problema.

—¿Sabes cuál es el problema? Que no tengo la fuerza para hacerte sufrir por lo que me hiciste, por más que lo deseé con ansias. Y que tu plan siempre fue matarme y convertirme en esto, ¿y ahora pretendes darme unas cuantas instrucciones y mandarme a dormir como si fuera normal lo que me sucede? —expresé, tragando mis propias lágrimas—. ¡No quería ser como soy ahora, Lucas! Me arruinaste. Arruinaste mi vida, ¿lo entiendes? ¡Una simple siesta no resolverá mis problemas!

—¡Tu vida estaba arruinada mucho antes de esto! —exclamó, depositando con fuerza el vaso en la mesita de vidrio.

Lo miré confundida.

—¿De qué estás hablando? Explícate. Todavía soy incapaz de entenderte.

—Otra vez comienzas a perder el control. —Puso los ojos en blanco, reconociendo que había hablado de más, e hizo un alto con su mano—. Debes tranquilizarte. Solo quiero que hagas eso, porque puede afectar a tu estado de transición.

—¡No me pienso calmar! Yo necesito respuestas, no balbuceos sin sentido. —Levanté aún más la voz, desafiándolo. Me puse de pie, con los puños cerrados, a punto de pegarle—. Me mataron, se adueñaron de mí y me trataron como su mercancía. ¡Me trataron como si fueran su maldita mercancía, Lucas, con la cual podían comerciar transportándome de un lugar a otro sin sentido! Y tú, tú también lo hiciste. ¡Eres un...!

Llamó a sus hombres antes de que pudiera seguir maldiciéndolo.

—Llévensela, no quiero verla. No se puede hablar de esta forma si no se calma —ordenó sin dudarlo.

—¡No! —insistí, oponiendo resistencia—. ¡No todo se soluciona arrastrándome contigo a tus malditos problemas!

La puerta de la residencia se abrió con brusquedad. El ruido se extendió por toda la sala, y cuando Austin preguntó qué era lo que estaba sucediendo, lo vi. Vi a Gabriel ingresar molesto, con la mirada más fría que el hielo, con los nudillos de sus manos enrojecidas y lastimadas, y con los colmillos expuestos para poder morderlo.

—¿Qué crees que estás haciendo, inútil?

***

Minutos antes...

Gabriel

Nick había acudido a nosotros por nuestra ayuda debido a que había encontrado su casa en condiciones que no debía y sin su hermana, lo que daba a entender que pudo haber sido producto de un robo o algo en contra de ella. Pero esperamos por algunas horas a que pudiera recibir un mensaje o llamada de Alessia, para descartar cualquier cosa que le pudiera haber sucedido. Y es así que en menos de lo que esperamos su celular había comenzado a vibrar.

—¿Quién es? ¿Es Alessia? —pregunté impaciente.

—No —negó—, es una amiga. Es de la universidad.

El muchacho algo escondía, y sabía que no se trataba de una amiguita de la universidad, solo se trataba de una excusa para no descubrir quién era realmente quien le escribía.

—¿Y cómo se llama? —curioseó Julián.

Nick se tardó en contestar, y antes de que pudiera quitarle el teléfono de las manos, lo colocó enfrente de nuestros rostros agregando:

—¡Miren, Alessia mandó un mensaje!

—¿Y qué dice?

—Dice que está con... ¿Lucas?

—¡Esto es increíble! Dame eso —dije enojado, quitándoselo para volver a leer el mensaje—. ¿Qué es lo que Alessia está haciendo? Será mejor que Gisela comience a hablar.

Obligamos a Gisela a subir al auto con nosotros. Julián manejaba y Nick estaba en el asiento del acompañante, mientras que yo iba discutiendo con ella en la parte trasera.

—Entonces, ¿afirmas que Eva sigue con vida? —pregunté.

—Sí, Gabriel. Lucas intentó encontrar un método más eficaz para que reclame lo que le pertenece, pero al final se dio cuenta de que la única manera era con su muerte. ¿Ves? A veces, los malos no resultamos ser tan malos, después de todo.

Julián me miró por el espejo retrovisor y Gisela continuó:

—La entregó a una de las familias más importantes de los clanes para que la ayudaran a controlar su sed de sangre, su transformación y crear una alianza. Pero supongo que no funcionó, como suele suceder con todos sus planes. Así que ahora, posiblemente, ella esté con él en este momento. Ah, y por supuesto, Alessia también los acompaña, ya que habrán necesitado de su ayuda. ¿Creen que estaba en peligro? Jamás. Confirmo que la ha pasado más que bien durmiendo con Lucas en su residencia. —Le guiñó un ojo a mi hermano para molestarlo. Nick solo se tapó los oídos para dejar de escucharla.

—¿Eva ya completó su transformación? —pregunté, volviendo al tema principal.

—¿Qué parte de «está en transición» no entendiste, Gabriel Gonzales?

—¿A qué clan la llevaron?

—Al de los Impuros, con la familia Miracle. ¿Los conoces?

—No del todo. No estoy muy familiarizado con los clanes, aún es terreno desconocido para mí. El único en el que estuve, y en su momento pertenecí, fue el de los Realistas, cuando aún era líder Esteban.

Ella nunca quiso esto, ambos nunca lo quisimos, y ahora estará más que enojada con Lucas. La idea de él, desde un principio, era crear un clan numeroso y derrocar a Esteban, quien estaba a cargo, y, dentro de sus posibilidades, estar con Silvia. Pero, después de eso, surgieron algunos inconvenientes, y terminó necesitando a Eva, porque no cualquiera puede ser líder. Él seguramente la necesitaba para poder tomar el control absoluto.

Cuando formé parte de la vida de Eva, generando un perfil, una apariencia falsa, me di cuenta de que no era necesario seguir sus órdenes. Cumplir con ello solo haría arrepentirme, porque cometer semejante crimen solo haría revivir los malos recuerdos que tenía de aquella noche y ese pobre niño que tuvo que aprender a sobrevivir en un mundo como este. Esteban había sido un padre para mí, uno grande. Y cuando vio que me había involucrado en el hecho, solo para poder vengarme del hombre, de los responsables de la muerte de mi familia, su rostro se llenó de decepción. Se sintió traicionado, apuñalado por la espalda.

Por otro lado, preguntarle a Gisela valió la pena. El viaje por la carretera no duró mucho, solo algunos minutos por el tránsito. El edificio no estaba muy alejado de la arquitectura de la residencia anterior, solo algunos detalles y guardias de más que vigilaban la zona las veinticuatro horas del día.

Al pedir que nos dejaran ingresar, no lo hicieron. Y era más que obvio, ellos me habían reconocido y tenían estrictas normas para no dejarme hacerlo. Gisela dio a avisar que eran cuestiones de Lucas, que no se metieran. Pero ni aun así pudimos. Hasta que, finalmente, me cansé y comencé a pelear con ellos.

Mis puños eran direccionados a su rostro hasta el punto de que estos ardían y quedaron enrojecidos por los golpes. La sangre me hervía y mi pulso estaba más acelerado que de costumbre. No había llegado hasta aquí por nada, yo quería recuperar a Eva, ver cómo estaba y sacarla de este sitio. Así que abrí la puerta con brusquedad e ingresé a velocidad vampírica para buscarla.

La voz de Lucas resonó en una de las salas, y fue suficiente como para poder encontrarlos.

—¿Qué crees que estás haciendo, inútil?

—¡Gabriel! —Los ojos de Eva se iluminaron. Corrió hasta mí, una vez que se zafó de los guardias que la retenían, y la rodeé con mis brazos— Te extrañé tanto.

—Y yo como no te imaginas —respondí, depositando apasionados besos sobre sus labios. Sin embargo, cuando nuestras bocas se separaron, subí mi mirada a sus ojos; no había tomado en cuenta antes cómo estos lucían—. Eva, ¿qué te hicieron?

—Seré una de ustedes —dijo con la voz quebrada. Luego ese sentimiento de tristeza se disminuyó un poco tras ver a Julián—. ¡Lían!

—Pensé que jamás te volvería a ver —le susurró en su oído a Eva.

Cuando estaba por saludar a Nick, su aspecto cambió.

Su respiración comenzó a acelerarse y sus ojos se volvieron más rojos que nunca. Estaba lista para atacar a su presa y clavarle los colmillos en un abrir y cerrar de ojos. Lucas, a velocidad vampírica, se interpuso entre ella y el muchacho. Estaba hambrienta. Tenía sed de sangre y, si no los ayudaba, gran parte de nosotros saldríamos lastimados solo por conseguir su objetivo. Alessia tomó de la mano a su hermano y se lo llevó fuera del alcance de Eva, junto a Julián.

—Lo siento, lo siento... —Lágrimas volvieron a hacerse presentes en su rostro—. No quiero lastimar a Nick. Lo siento.

—Esta bien, Eva, ya pasó. Tranquila, solucionaremos esto. —La rodeé con mis brazos al mismo tiempo que acariciaba su cabello. Parecía indefensa junto a mí, como una niña pequeña a la que tenía que proteger de todos los males.

—Sabes lo que prosigue, Gabriel. No lo hagamos más largo y terminemos con esto de una vez.

—Lo sé, pero yo me encargaré de ella.

—No pueden llevársela. Sabes que la residencia está rodeada con mis hombres y, si quiero, puedo llamar al clan entero. Así que no intentes desafiarme, porque perderás.

—Lo haré de todas formas, y es mi última palabra.

Eva comenzó a avanzar a la salida mientras la guiaba.

—¡Hoy tiene que convertirse sí o sí, Gabriel! —dijo aún más molesto.

—Tendré que interrumpir su disputa, Lucas, para informar que su hermano nos acaba de revelar algo que necesitas saber —testificó Gisela, y todos giramos a verla—. Él también está en transición.

—¿Qué? ¿Y cuándo sucedió esto?

—En tu lucha. Desde entonces, Julián Rodríguez ha estado aparentando ser alguien quien no es. Si lo deja pasar un día más, estará en estado crítico, al igual que Eva. Bueno, en teoría, muertos.

—Hay que actuar ya. Avísale a Edison que nos vamos y que no tardamos en regresar.

—De acuerdo —respondió, y se fue.

Al rato, mi hermano nos hizo compañía.

—¿Adónde piensas llevarlos?

—A que se alimenten, Gabriel, ¿adónde más? Para sobrevivir, necesitarán cazar y deberán aprender.

—Pero no a los humanos, a las personas de la ciudad. Es mejor ir a un hospital o que le des algunas de tus reservas. ¿Acaso no tienes una reserva?

—No.

—¡Cualquiera de las dos formas pueden alimentarse, Lucas! Quieres que cacen porque quieres hacerlo a tu manera y no vamos a hacerlo así —protesté.

—¡Aquí mando yo y se siguen mis órdenes!

—¡Ya basta! ¿Pueden parar? —alzó la voz Eva—. Debemos irnos. No dejo de sentir a Nick y eso hace que me dé más hambre. Gabriel, muéstranos el camino.

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