Capítulo 2:|Los Miracle|
Alessia
En la madrugada de un nuevo día, llamé al abogado de la familia para que nos ayudara con el problema de Gabriel. Era lo menos que podía hacer después de haberlo visto arruinado y deslucido por la muerte de Eva. En sí, no suelo preocuparme por los demás, pero lo que Lucas hizo no tiene perdón. Aunque esa es la historia que él deberá contarle cuando vuelva a verla.
Pues así, bajo más engaños y mentiras, el abogado aceptó con gusto. Julián se acercó hasta mi casa, para llevar a cabo el procedimiento jurídico, el cual solo consistía en tomar nuestros testimonios. No duró mucho, ocupó muy poco de nuestro tiempo y se marchó. Nos aseguró que si podía tener todo el papeleo que requería antes de que termine el mediodía, podría presentárselo al jefe del departamento de policía. Si pasaba a mayores, quien se haría cargo sería el juez, y ahí estábamos perdidos. Lo ideal era que pudiéramos hacer justicia a nuestra manera.
Por otro lado, había un hecho preocupante que me mantenía ocupada: la Sansagreñe. En otras palabras, había escasez de la planta que nos protegía del sol. Por lo general, manteníamos estas en algún almacén, para no tener que contar con la ayuda de Lucas o los demás vampiros luego del gran lío. Y ahora se había presentado una nueva necesidad, cosa que me llevaría a explicárselo a Nick, quien se lo comunicaría a Gabriel para darle a entender que necesitábamos encontrar una forma más eficiente de protegernos del sol.
***
Eva
Desperté de un sobresalto, sin dificultad, volviendo a obtener el oxígeno como si hubieran utilizado un desfibrilador para traerme de vuelta. La cabeza me dolía, y no sabía por qué; la vista, también, y apenas podía acostumbrarme a la claridad de la habitación en la que me hallaba. En mi abdomen no había cicatriz, ni herida con sangrado, ni mucho menos ese cuchillo que había terminado con mi vida. ¿Había vencido a la muerte? ¿Acaso estaba dentro de una pesadilla y no podía escapar? No, yo lo recordaba bien; el bosque, la residencia, Lucas y sus hombres, el rescate de Nick, el combate y mi aniquilamiento. Todo.
Me sentía tan confundida que no podía procesar qué hacía acostada en la cama de una mansión o cómo había llegado hasta ahí. Y no me fijé demasiado en el aspecto de este, no la recorrí, no hice nada más que solo dirigirme por impulso a la puerta de salida. Sé que me salteé varias cosas importantes, como probar si estaba con llave o si era alguna trampa, pero es que tampoco pude colocar mi mano en el picaporte, ya que esta se giró y se abrió por sí sola.
—Pensé que nunca despertarías, pero he escuchado hasta el más minúsculo movimiento que has hecho para levantarte —hablo sin ingresar en el cuarto un chico de ojos celestes, de cabello incoloro y de tez casi albina, haciendo que me asustara. Traía una muda de ropa con él.
—Disculpa, no entiendo por qué estoy aquí, ¿quién eres? —Traté de tomar las cosas con tranquilidad porque desconocía el terreno, las circunstancias y las personas que pertenecían a la casa.
—Soy Scott Miracle, hijo segundo de Andrew Miracle. Estás aquí porque regresaste de una gran batalla. Te he traído la vestimenta para que te cambies lo que llevas puesto, ya que te ves muy mal. —Su rostro era del más inexpresivo que podría haber visto antes.
—Yo soy Eva Martínez, pero deduzco que ya me conoces. No me abriste la puerta por simple cortesía o has traído la ropa a una total extraña solo por ayudarla, ni mucho menos le ofreces que se quede en tu hogar. —La tomé y retrocedí un paso, temiendo que me hiciera daño por lo que había dicho—. De todas formas, gracias por preocuparte y por tu sinceridad. Apesta el olor a sangre seca impregnada en la prenda de vestir luego de que te hayan apuñalado en el abdomen y termine provocando tu muerte. Aun así, insisto en que me expliques qué hago en este lugar, porque aún no logro comprender lo que está sucediendo.
—Mi padre contestará tus preguntas —informó. Sin quitarse de la puerta, agregó antes de marcharse—: Por el momento, vístete y baja al salón, por favor.
Mi gran duda era cómo iba a encontrarlo sin perderme.
Me quité aquello que tenía desde que Lucas me había apuñalado y lo tiré a la basura. Antes de bajar al salón, esta vez sí inspeccioné todo más a fondo. Vi que tenían un teléfono de línea antiguo en la habitación, su mansión de por sí ya era de las más antiguas. Al parecer, la familia tenía gustos anormales y les cautivaba este tipo de hogares. Asimismo, supuse que estaba alejada por pocos kilómetros de la ciudad, era fácil notarlo por la ventana, estaba cerca de alguna ruta fuera del bosque. El patio delantero contaba con una especie de fuente en el centro, estacionamiento en los costados de las alas del este y el oeste, y una enredadera que cubría gran parte de la morada. Esta se hallaba aún, indudablemente, en un buen estado.
Salí y atravesé un pasillo extenso con cuadros de pinturas que valían mucho dinero, y, al instante, me topé con más escaleras: parecían ser interminables. En ello, aparece una mujer, que dado los rasgos de su piel, no dejaban ver la edad que realmente aparentaba. Aun así, la seguía conservando joven.
—Mi nombre es Evolet Miracle, la tercera hija, y tú debes ser la sucesora de Esteban —comentó, mirándome de arriba abajo—. ¡Sígueme!
—¿En dónde estoy exactamente?
—Estás en mi casa, la cual fue construida en 1720 por mis bisabuelos y demás posteridades. Terreno escondido en tinieblas y sombras, testamentaria para los hijos de mi padre —soltó sin más.
—¿Ustedes quiénes son?
—Somos los guardianes de tu descendencia. Hemos cuidado las reliquias más importantes de nuestra familia por más de doscientos noventa y cuatro años aproximadamente. El desequilibrio de nuestras futuras generaciones están en un grave peligro gracias a tu exnovio y otro intruso que todavía no hemos identificado.
Supuse que ellos eran los buenos, aunque por la charlatanería que me estaba dando sobre su familia y sobre cosas que aún desconocía, dudaba de si se trataba de un discurso bien estudiado para la ocasión y para que me creyera el cuento.
—¿Por qué no acaban con ambos de una vez? ¿Qué están esperando?
—Porque es complicado y no sabemos adónde se esconden. Créeme que con el pasar de los años, hemos tratado con muchos de estos tipos de personas, incluso seguimos aprendiendo sus estrategias —se detuvo para responderme, y siguió guiándome.
—Son vampiros todos los de su familia, ¿cierto?
—Claro, ¿cómo seríamos capaces de estar de pie junto a ti con tantos años de edad encima? —preguntó de forma retórica con una sonrisa forzada. Su actitud no me gustaba para nada, parecía que con solo verme me despreciaba o tal vez le daba repugnancia. Vio a otro de los chicos que vivía allí y venía hasta nosotras—. Él es Ryan Miracle, el menor de los hermanos, y el último, por suerte.
—¿Qué haces dándole información de nuestra familia? La extraña, incluso la comida, no debería saber sobre nosotros —examina aquel.
—Tranquilo, hermanito, apenas he comenzado con lo bueno —le contestó Evolet, y con una risa diabólica agregó—: Y eso que aún no llegó a la parte mala de los Miracle.
Los hermanos comenzaron a chocar y estar en desacuerdo, lo que me daba a entender que no se llevaban bien. Evolet y Scott eran muy parecidos en cuanto a su color de piel y su cabello: Ryan lo llevaba negro azabache y sus ojos verdes eran similares a los de su hermana.
—¿Y por qué se me hace que solo hablas de nosotros y no te incluyes?
—Dejé de considerarme parte de este linaje el día que tomaron la decisión de meterse en mi vida. Caleb y tú no tuvieron por qué hacerlo. Estoy cansada de ustedes —espetó ella apretando con fuerza sus puños.
Evolet estaba muy enojada con su hermano y, al parecer, no era con el único. Las palabras que le dijo hicieron enfurecer aún más a Ryan. Pero antes de que terminara en tragedia, ella solo se retiró del lugar, dejándonos solos.
—Ojalá y alguna vez convivamos en armonía. —Disertó Caleb, apareciendo de la nada en donde nos hallábamos, con las manos en los bolsillos de sus pantalones. Aquel me llevó al salón junto con su hermano, sin comentar más nada.
***
Julián
No lo negaré, he tratado con todo lo que ha estado a mi alcance para poder parar con el sufrimiento. Los antibióticos no servían de mucho, solo me seguían dañando, y lo que me ocurría estaba siendo imparable. Las vibraciones de mi cuerpo provocaban un cierto descompuesto cuando intentaba retrasarlo. Era algo con lo me estaba acostumbrando a forjar, pero aún no estaba preparado para convertirme en lo que odiaba.
Por momentos, la jaqueca era terriblemente fuerte, y mi estómago parecía pedir con ansias que lo alimentara. Era como si no hubiera comido en décadas. Por suerte, aún podía controlarme y dejar que los rayos solares descansaran sobre mi piel. Pero, con el tiempo, eso acabaría y, si no hacía algo al respecto, eso podría provocarme la muerte.
Hasta ahora, todos caían con la idea de que me encontraba bien y que mi vida seguía siendo normal, cazando a los vampiros, pero lo que no sabían era que ese día yo también había resultado herido y, desde entonces, todo había cambiado. La casa se había vuelto más sombría, más fría, más irreconocible, cargada de un pesar tan nauseabundo que me hacía no querer estar más allí. Mi sitio seguro ahora estaba en la única habitación escondida de las demás, en donde guardaba mis armas y pasaba la mayor parte del tiempo creando estrategias, reflexionando o incluso durmiendo. Además, sabía que al estar en un lugar en donde sobrevives o mueres, me garantizaba tomar la decisión de si algún día hacía algo que no debía, utilizar la herramienta perfecta para quitarme del medio. No quisiera llevar este tipo de vida sabiendo el mal que podría provocar a las personas que quería.
En cuanto a actualizaciones, las estacas de madera no me servirían de mucho para matar a los vampiros, y todo tenía un porqué. Las armas no resultaron ser las mismas; según el tipo de vampiro, pueden o no afectarle. La daga aún no había sido implementada, pero en definitiva era la que producía daños mayores. Si quisiéramos enumerar o colocar dentro de una lista los elementos que podían dañar a un vampiro desde menor a mayor, sería la Armigreza, el sol, la estaca y la daga.
De igual modo, pronto tendría que dejar de pensar en ello: en mi crisis, en cómo poder afrontar las cosas, en lo que todavía quería mantener en secreto y lo que no, en la criatura más repugnante que puede haber, y otras. Nick vendría, y lo importante ahora era sacar a Gabriel de la cárcel.
***
Gabriel
Aún estaba prisionero, y creo que con lo que me había comentado mi camarada de celda, el día anterior, tenía ganas de quedarme encerrado para saber con quién trabajaba. No me había dicho más nada después de aquello, solo permaneció callado, y no me quedó otra que suponer quién era Víctor toda la noche. Por la madrugada de hoy, traté de insistirle, pero no quería decirme; es más, por momentos solía negar que hubiese dicho alguna vez eso.
Mientras seguía reposado en la fina cama de la celda, escuché desde lejos las voces y pasos de Julián y Nick.
—Tenemos poco tiempo, Gabriel. No dejarán que salgas de aquí, hasta ver que es cierto lo que decimos. El abogado está dispuesto a escuchar tu versión de la historia. Pagaremos tu fianza y el resto se encargará él con el oficial. —Estábamos en el lugar de visitas, en una mesa pequeña, en buen estado, intercambiando ideas, quizás un peligroso plan, con Julián. En cambio, Nick, estaba recostado en una de las esquinas de la pared mirando a su alrededor, deseando utilizar la máquina expendedora de comida.
—No hay problema, he cambiado de decisión, pueden tomarse el tiempo que necesiten para sacarme de aquí. Es mejor que me quede para averiguar sobre ese supuesto Víctor que me mencionó mi compañero de celda. Necesito saber quién es, Julián.
—Sabes que si no aprovechas la oportunidad de salir ahora, te quedarás más tiempo encerrado, y no sé si lograremos sacarte. A lo mejor, hipnotizando al jefe de la comisaría, te dejarán libre en menos tiempo de lo que nos llevaría y eliminarán tus antecedentes. Podemos intentar llegar a un acuerdo. Los policías, los humanos, no tienen que meterse en los asuntos de... —disminuyó el volumen de su voz— los vampiros. Por eso, sugiero buscar otra forma de arreglar las cosas.
—Entonces, esperemos al abogado mientras hablamos con el jefe de la comisaría —dije—. ¿Y luego qué?
—Las cosas serían más sencillas si tuviéramos el cuchillo en nuestras manos para demostrarles a ellos que no mataste a Eva y que ni siquiera aparecen tus huellas. Si buscas quedarte para hacerte más daño del que ya sientes, no sería adecuado, Gabriel. Si sales ahora con nosotros y testificas, te ayudaremos a encontrar a ese tal Víctor, del que estoy seguro de que no tiene nada que ver con esto y solo te está jugando una mala broma el hombre. ¿Y qué haremos luego? Eso se verá sobre la marcha. Tú sabrás mejor que nadie cómo seguir adelante.
—Sabes que no tengo hambre, no tengo sueño, y lo que menos me importa en este momento es mi libertad. En lo único que pienso es en Eva, en la posibilidad de haberla salvado y que ahora está muerta; en el hombre que menciona a alguien que puede estar conectado a Lucas, luego de haber vuelto a mi celda; en que, a lo mejor, es un espía o ayuda a alguien a escondidas. Sobre todo, en las casualidades, porque no creo que sea una mera casualidad que me haya hablado de aquella manera —manifiesté.
—Gabriel, no lo hagas más difícil... —protestó Julián, mirando el reloj en la pared, como si lo que nos faltara fuera tiempo.
Mi decisión se vio interrumpida: uno de los oficiales se acercó hasta nosotros y nos dio la noticia de que alguien había testificado a mi favor, cosa que permitía de inmediato mi libertad. Me entregaron mis cosas, y salimos afuera. Extrañados por tal acción, preguntándonos uno al otro solo con miradas quien se había hecho pasar por héroe esta vez, nos subimos a un taxi hacia la casa de Alessia.
—¿Crees que pudo haber sido Lucas?
—¡Shh! Aquí no, Gabriel; estamos en el auto, y esta conversación es delicada.
—Pero, si lo hizo, ¿por qué? —empecé a hablar en susurros.
—No estamos seguros de quién fue, tal vez ni siquiera fue él. Además, no tendría sentido.
Julián dejó de hablar. Bajó la ventanilla y se dispuso a centrar su mirada en el paisaje.
—No entiendo cómo estás tan tranquilo.
—No entiendo cómo no cierras la boca. Ya te dije que este no es el lugar.
El chofer comenzó a mirar repetidas veces por el espejo retrovisor y trató más de una vez de escuchar lo que decíamos. Mi hermano me señaló a lo que se refería dándome un codazo. Disgustado y aguantando las ganas de clavarle los colmillos en el cuello, expresé:
—Fíjese el camino; no debe mirar otra cosa que no sea el camino, porque no querrá ocasionar un accidente.
Cuando llegamos, Nick y Julián se adelantaron a entrar en casa de Alessia, mientras le pagaba al conductor. Pensé en dejarlo marchar, permitir que continuara recogiendo a otros clientes, pero hice lo que no había llevado a cabo en mucho tiempo: alimentarme. No me importó en absoluto que nos encontráramos en la calle ni que él me suplicara piedad al mismo tiempo que se ahogaba en sus propias lágrimas causadas por el dolor. Me había hecho enojar, y ahora, por su culpa, me estaba desquitando con él.
—Gabriel, para —me pidió Alessia, tomándome del hombro para apartarme del taxista. Ni siquiera la había visto llegar—. ¡Gabriel, debes parar! Siento los gritos y su olor desde la cocina. Los vecinos te verán.
Yo no podía parar. Todo lo contrario, ansiaba terminar con lo que había empezado y luego deshacerme del tipo.
—Si Eva pudiera verte, diría que este no eres tú...
Al parecer había dicho las palabras adecuadas para que reaccionara.
—Pero no está, se ha ido. —Mis ojos se llenaron de lágrimas y solté al conductor, quien se desplomó en el suelo—. Mejor si no puede verme, así no tendrá que ver lo miserable que seré a partir de ahora y el monstruo en el que me puedo convertir.
Subí las escaleras hacia una de las habitaciones que Alessia me permitió usar. Al intentar cerrar los ojos en la cama, resultó imposible; las imágenes del cuerpo ensangrentado de Eva sobre mis brazos atormentaban mi mente, mientras fijaba la mirada en una pequeña grieta en el techo. Si tan solo hubiera podido intervenir en su lucha con Lucas, sacar la estaca de mi pecho rápidamente y clavársela en el corazón, todo habría sido diferente.
La nostalgia me envolvió al recordar cómo Eva se sentía al perder todo lo que amaba. A pesar del daño que le infligían, ella seguía adelante. Intenté ser fuerte y no dejarme afectar, pero ¿cómo no sentir cuando sabía perfectamente que, aun con su ausencia, la seguía amando y seguiría haciéndolo?
Persistía en mí el pensamiento equivocado de que mostrar debilidad haría que los demás me vieran de la misma manera. No quería que me hicieran pensar lo contrario ni que me dijeran mentiras. Se suponía que las cosas mejorarían, que no debía ocultarme, porque eso no era propio de un vampiro. Los vampiros son seres sin escrúpulos, egoístas, soberbios, sin sentimientos, peligrosos, que solo buscan satisfacer sus deseos. Pero tal vez el problema no estaba en el vampiro o en la persona en sí, sino en el acto de sentir y la razón por la cual lo hacíamos.
En resumen, sentía que me estaba perdiendo a mí mismo y no quiero repetir la experiencia, como había ocurrido cuando murió mi familia. Solo me quedaba decir a quienes intentaran alentarme que solo lograban recordarme lo doloroso que era no tener a Eva a mi lado en estos momentos. Cuando uno pierde a alguien, se encierra en sí mismo, evita estar para los demás y solo piensa en la persona que ya no está. Es difícil continuar con normalidad después del gran vacío que dejan quienes fueron parte de tu vida. Pero no pretendía olvidar; no me quedaría de brazos cruzados y no permitiría que la angustia me consumiera. Lo que sí pretendía era que me enseñaran a vivir, porque quería estar verdaderamente vivo cuando volviera a ver a Eva.
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Las siguientes palabras son totalmente ficticias. En caso de existir, son pura coincidencia:
*Armigreza: hierba que debilita a los vampiros a través del contacto físico, de cualquier manera. En caso de ingerirla, ocasiona quemazón, ardor y enrojecimiento. Es muy poco probable que genere picazón. También sirve para que los humanos puedan protegerse de estos, ya sea de la hipnosis del vampiro o de ser mordido.
*Sansagreñe: planta que protege a los vampiros del sol. Puede ser consumida en infusiones, disueltas en agua o utilizada en los hogares, en especial donde se asoma la luz solar. El efecto solo dura entre doce y veinticuatro horas.
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