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Capítulo 16:|Quiero matar a mi padre|

Alessia

Con la aparición de Esteban, a Julián se le ocurrió que sería buena idea ir a un bar, para desconectar un poco y pasar un rato agradable. Acepté, pero no porque me apeteciera precisamente, sino porque sabía que quedarme en casa sola, reproduciendo una y otra vez lo sucedido con Nick, no iba a hacerme ningún bien. Así que nos fuimos, bebimos un poco y nos reímos, hasta que Julián insistió en que hiciéramos karaoke. Mala idea, muy mala idea. No quería cantar, ni siquiera sabía si sabía hacerlo o podría. Pero al final gané. Me negué en redondo y él terminó subiendo solo al diminuto escenario para cantar una canción. Lo más curioso fue que me la dedicó y todo. Fue gracioso.

Sí, todo muy bonito y divertido. Pero llegó la hora de volver a casa, y las cosas se complicaron un poco. Antes de subirme al coche, Julián se acercó a mí. Por un segundo temí que fuera a clavar sus colmillos en mi cuello y acabar conmigo. Pero no, lo que sucedió fue justo lo contrario. Con su rostro cerca del mío, sosteniendo mi cara entre sus manos, a punto de que nuestros labios se rozaran, susurró:

—Creo que estoy enamorado.

—¿Crees? —pregunté, sintiendo un impulso repentino de besarlo.

—No, no creo, estoy seguro de que estoy enamorado.

Y con esas palabras, sus labios se posaron sobre los míos. Tras un breve instante, se separó y afirmó con seguridad:

—Te amo, doctora Less.

Su mirada se fijó en la mía, buscando una respuesta, esperando que dijera algo. Y me sentí terriblemente mal, paralizada, no sabía qué hacer ni qué decir. Lo único que conseguí hacer fue apartarlo con mi mano sobre su pecho, resistiéndome a la tentación de quedarme un poco más. Pero necesitaba irme, huir. ¿Por qué? Porque Julián era un Cazador y no sería correcto. Porque tal vez solo sentía empatía por lo que le había contado sobre mi madre. Por el tiempo que habíamos pasado juntos investigando. Porque era su apoyo cuando se caía, y esto no podía seguir así. Además, no se puede amar a alguien a quien se le tiene miedo.

—Lo siento, Julián, esto no puede pasar.

Arranqué y me alejé de allí a toda velocidad. ¿Cuánto tiempo me tomaría admitir que también sentía una extraña sensación en el estómago cuando estábamos juntos y quizás no era precisamente amor? ¿O cuánto tiempo le llevaría a él aclarar su mente y llegar a la conclusión de que me quería, pero no precisamente como su novia, sino como su presa? No lo sabía. Parecía que había algo allí, aunque me costara admitirlo, pero no estaba segura. No sabía si tener a un Cazador como novio podría estar acechándome cuando no lo estuviera vigilando. Se suponía que debería protegerme, que las cosas deberían ser diferentes, y ahora no podía depositar mi confianza en él. No podía confiar en que todo saldría bien.

A la mañana siguiente, aún sumergida en mis pensamientos sobre lo que había ocurrido la noche anterior, recibí un mensaje de Richard. Tenía que ir a la casa de Lucy de nuevo. Dijo que Nick había metido la pata otra vez y que después de todo debía pasar a saludarlos por Navidad. Al llegar, me encontré con una sorpresa inesperada. Nadie respondió a mi llamado para entrar. La puerta estaba entreabierta, sin llave y las ventanas cerradas. Todo en completa oscuridad, ni un solo rayo de la luz matutina iluminaba mi camino.

Cuando quise dirigirme a uno de los cuartos, comencé a escuchar ruidos detrás de mí y a ver sombras. Giré y no había nadie. Iba a seguir con lo mío, pero nuevamente sentí la presencia de alguien, tal vez de dos personas. Cuando me di vuelta, una figura indistinguible me clavó una daga, no una estaca, sino una daga, y me tapó la boca con un pañuelo que, casualmente, olía a armigreza. El pañuelo sobre mi boca comenzó a quemarme, al igual que el filo de la daga, y el dolor y olor eran insoportables. No aguantaba, no tenía fuerzas para luchar y caí desmayada al suelo.

***

Eva

Papá no era papá. Mamá no era mamá. Nadie parecía ser nadie. Ellos estaban muy felices, muy bien, pero yo no lo sentía de ese modo. ¿Por qué no me sentía de ese modo ahora que él regresó? ¿Por qué no podía creerme esta escena? ¿Por qué? Bueno, papá estaba fingiendo. Él quería demostrarme que lo pasaba bien con su esposa, cuando sabíamos que hacía mucho que no convivían ni en la misma casa. Es decir, ya no existía una Marta y un Esteban cuando Silvia se fue de la casa, cuando Lucas tuvo el accidente o cuando yo decidí independizarme. Además, había intentado durante toda la mañana evitarme y sí que lo había hecho bien.

Cuando llegó después de las doce en navidad, se sintió como si fuera un espectáculo que debía dar: debía mostrarse ante todos, mostrar un poco de cariño hacia su hija y con su esposa, e instalarse innecesariamente en la casa después de mucho tiempo. El tema es que el espectáculo se acabó después de que se marcharon los invitados y lo hizo ver como si fuera una ilusión, como si fuera el regreso de la familia perfecta.

Perfecta, menos con Silvia, que estaba muerta.

—¿Podemos hablar? —Le tiré del saco para que supiera que estaba a su lado. Me sentí como una Eva de unos cinco años suplicando a su padre que la levantara entre sus brazos y la cargara, pero eso no era lo que buscaba—. Hay muchas cosas que tienes que aclarar.

En serio que tenía muchas ganas de poder aclarar esos asuntos que aún rondaban en mi cabeza, como la carta, como la maldición, como los vampiros de sangre pura, como el por qué me dejó en manos de un idiota llamado Egan Van Amster.

—Eva, mi niña, no es el momento —respondió con desinterés, a lo que yo fruncí el ceño.

—¿No es el momento? ¿Cuándo lo será entonces? —protesté—. ¿Cuando te vayas? ¿Cuando desaparezcas? Si te fuiste una vez, no dudo que volverás a hacerlo.

—¡Eva, no le levantes la voz a tu padre! —me regañó mamá, quien nos estaba escuchando.

Esteban, porque ya no quería llamarlo padre a quien fuera que se escondiera debajo de su piel, hizo una seña a mamá indicando que estaba bien, que me dejara hacer lo que quisiera.

—¿Mi padre? —continué, sollozando—. No eres mi padre y lo sé. Mi padre nunca me permitiría levantarle la voz. Si fueras mi padre, sabrías que nunca discutíamos, ni una sola vez. Si realmente lo fueras... no hubieras dudado tanto en acercarte a mí, te sentarías a mi lado y te tomarías el tiempo para responder todas mis dudas y tranquilizar todas mis preocupaciones.

—Lo siento, mi niña, las personas cambian. Yo he cambiado, y debe ser muy difícil aceptarlo ahora que me ves diferente. La verdad es que no puedo hacer nada para que me aceptes como soy ahora.

—¡No me llames «tu niña»! No lo soy. Tengo veinte años y estoy bastante grande, así que no uses esos diminutivos cariñosos conmigo. —Mi madre se tapó la boca, conmocionada por lo que veía—. Y aunque las personas cambien, ningún cambio que hayas hecho iguala a tu verdadera versión.

Papá, como si estuviera enojado, harto de la situación y un poco frustrado por no hacerme entender las cosas, se fue, no sin antes decir:

—Tengo asuntos que debo atender. Querida, regreso tarde, no me esperes.

—¿Asuntos? ¿Cuáles asuntos vas a atender? —grité.

—¡Basta! Vete, no quiero escucharte más —soltó mamá.

—Pero yo... —Intenté seguir protestando, pero solo me empujó hacia afuera y me cerró la puerta en la cara.

Cuando me dirigí hacia la residencia de Lucas, la persona con la que menos tenía que hablar o planificar, a mi mente solo se le venía un pensamiento: acabar con mi padre.

Como siempre, había guardias en la entrada, pero al verme no opusieron resistencia. Empujé las puertas de par en par y me esforcé por localizarlo, hasta que finalmente lo encontré deambulando de una sala a otra, desordenando cosas o, más bien, arrojándolas al suelo. Cuando me vio, parada con los brazos cruzados sobre mi pecho, mientras él hurgaba en los cajones de un mueble antiguo, soltó un bufido y continuó con su tarea.

—Quiero matar a mi padre —expresé con una certeza inquebrantable. Aunque pareciera que había tomado esa decisión antes de llegar, no era así. Es decir, tenía mis razones, y si quería que sucediera, así sería—. Ha sido un grave error que haya regresado aquí, y aunque la sola idea de pedirte ayuda me provoque náuseas, lo haré. Necesito que me ayudes a matar a mi padre.

—Perdona, ¿qué? —Lucas arrojó los libros al suelo y clavó su mirada en mí—. Vienes aquí, después de dejar que los Miracle me hirieran en mi propia morada, luego de que tú intentaras atacarme, y ¿ahora me dices que quieres matar a tu padre y necesitas mi ayuda?

—¿Y qué? ¿No fuiste tú quien me mató para convertirme en vampira, me vendió a los Miracle y ahora me obligas a enfrentarlos? Si vamos a desenterrar viejos altercados, entonces yo también tengo unos cuantos que sacar a la luz.

Se frotó la sien con una mano, la otra la apoyó en su cintura.

—¿Y qué quieres que haga?

—Bueno, ya sea que Esteban sea él o no, la única forma en la que podrá darme su sangre será acabando con él. Necesito su sangre, como lo indicaron los hermanos, pero no me la dará cuando me evita todo el tiempo. Apenas hoy recién he podido hablar, aunque fue más una discusión. Y yo extraño a papá. Lo extrañaba, Y los ojos se me llenarían de lágrimas de tan solo sentirlo en mis brazos diciéndome lo mucho que me quiere, y sabría si fuera el verdadero y...

—Ve al punto —ordenó Lucas, pasándose la mano por el rostro—. No es tu padre, eso quedó claro. Está muerto y sigue tres metros bajo tierra, lo sé. ¿Cuál es el plan?

—Esta noche, rodearás la casa de mi madre con tus hombres o con quienes te apetezca llevar para luchar. Yo intentaré hablar, con tranquilidad, otra vez para ver si llegamos a un acuerdo y, si no, atacamos. De todas formas, después de su muerte, tendré su sangre.

—No necesitas su sangre —comentó Lucas—. Si no es tu padre y tú misma lo niegas, no la necesitas. Y aunque lo fuera, eso no funcionará.

—¿Y entonces qué hago con Esteban y con los Miracle, sabelotodo?

—Qué sé yo. Es que ya no tiene sentido, no entiendo qué gana con esto, mandándolo a la casa de Marta —dijo Lucas frustrado.

—¿A qué te refieres? —pregunté, tratando de entender.

—A nada.

Estaba a punto de recoger las cosas del suelo y guardarlas, pero insistí:

—¿A qué te refieres? ¿Quién envió a ese vampiro a la casa de mi madre?

Lucas se detuvo de repente y, a velocidad vampírica, me tomó del cuello y me acorraló contra la pared.

—Escúchame bien, porque lo diré una sola vez —escupió enojado sobre mi rostro, mientras sus ojos se encendían, rojos, y exponía sus colmillos—. Haremos lo que tanto quieres, sacaremos la máscara que lleva tu papi. Le devolveré a esa estúpida familia lo que quieren y tú te metes en tus propios asuntos. ¿De acuerdo? No quiero escuchar una palabra más salir de tu boca o te entregaré a la mujer de negro, que no tiene nada de misteriosa y está poniendo a prueba mi paciencia.

—La conoces... —susurré apenas, pero decidí no decir nada más y simplemente asentir—. Está bien.

Me soltó y desapareció.

***

Alessia

Desperté después de tantas veces que me inyectaron con armigreza para debilitarme.

Y quién lo diría, lo habían logrado.

Entre el fuego que sentía en mi interior y la visión nublada, pude distinguir en la oscuridad a mi padre y a mi hermano. Nick sostenía una ballesta cargada con una estaca, que no dudaba en mantener apuntando a mi nuca, preparado para cualquier movimiento, cualquier intento de escape. Estaba atada a una silla con cuerdas empapadas en veneno. Richard estaba frente a mí, indicándole a su hijo qué hacer. Supuse que ambos estaban bajo algún tipo de hipnosis. De lo contrario, ¿por qué mi propio padre y él intentarían matarme?

—¿Qué están haciendo? ¡Esto es una locura! —exclamé.

—Ustedes son la razón por la que aún hay muertes en la ciudad. Ustedes y su raza son la respuesta a lo que le sucedió a tu madre. Tú eres la razón por la que debo cazarte. Tú eres la razón por la que deberías estar muerta, para poder regresar a tu madre —respondió Richard con determinación.

—Pero ¿qué estás diciendo?

Nick permaneció firme con su arma y Richard también sostenía una en sus manos.

—Matarla no la traerá de vuelta. Matarla será un grave error en tu vida. —Comenzaron a caer lágrimas por mis mejillas, al igual que por las de mi hermano.

—Eso no lo sabes.

Sin resistencia, sin engañarme a mí misma diciendo que alguien vendría a rescatarme o que esto era solo otro de los ataques de Richard cuando bebía, dije:

—He escapado de esta sociedad durante casi ciento sesenta años, de personas como tú. En este mundo, después de mi muerte, he logrado conseguir todo lo que quería: un trabajo, un amigo, un hermano, un padre y una madre, una vida. He tenido de todo. Así que mátenme, porque ya no quiero seguir escapando. Mátenme para que puedan ver en sus rostros lo que realmente se siente perder a tu única hija.

—¡Ya cállate, ya me harté! —exclamó con furia.

Antes de que pudiera dispararme a mí, mi padre, en lugar de a mi hermano, Nick se lanzó sobre él para tratar de detenerlo. Sin embargo, mi padre lo tiró al suelo con un fuerte codazo que lo desestabilizó por un momento. Con esfuerzo, Nick se levantó, a pesar de que su cabeza sangraba. Mi padre apretó el gatillo de la ballesta y la estaca de madera se dirigió a gran velocidad hacia mi cabeza. Desafortunadamente, Nick se interpuso y recibió el impacto en lugar de mí, perforándole el cuello y la cabeza.

El desgraciado maniático escapó mientras yo gritaba pidiendo ayuda y veía a mi hermano morir sin poder hacer nada. Me arrojé hacia atrás con la silla para romperla. La madera finalmente se quebró, pero aún estaba atada. Sin embargo, me acerqué a él para tenerlo entre mis brazos atados, sin poder hacer nada, más que rezar y rogar que todo hubiera sido una pesadilla.

—No, por favor, no —supliqué—. Nick, no. Nick, no... ¿Por qué?

Era demasiado tarde para hacer algo. Mi hermano no dejaba de sangrar.

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