Capítulo 9: Una grieta en un gran corazón
Greta Bobrova.
El dolor es nuestro mayor signo de humanidad. Un problema ineludible que habita en nuestro ser.
A veces sufrimos en consecuencia de nuestras acciones, pero en muchas ocasiones nos vemos inmersos en aquel dolor que no merecemos, dolor injusto.
La vida es amplia como cielo, hay muchísimos caminos para elegir, tantas rutas por tomar y tantas cosas por descubrir.
Pero todo eso se desvanece una vez que nos encontrábamos con el triste destino: no importa lo que hagamos, por naturaleza sufriremos porque una vida sin problemas nunca existiría.
En mis ojos se puede ver aflicción claramente, la aprensión que había adquirido mi corazón.
No obstante, el tiempo me hizo entender algo importante: la tortura nos hace más fuerte para afrontar cualquier situación. Del sufrimiento nace la satisfacción.
Yo quería a alguien que fuera mi satisfacción, alguien que escuchara todo el dolor que me atormentó durante estos años.
Porque cuando alguien te escucha… te sientes comprendido.
Aldea Uyon.
Un hermoso y angosto camino te llevaba a esta aldea oculta. Era el sueño de todo el mundo, un lugar lleno de vegetación y con una fauna increíble.
O al menos eso creíamos el pequeño número de habitantes...
Para los extranjeros era simplemente una mina llena de riquezas, donde podrían encontrar oro, plata y todo lo que pudiera caber en sus retorcidas cabezas.
En ese entonces era muy pequeña para entender las cosas que pasaban a mi alrededor, el mundo funcionaba de una manera muy diferente a la que yo creía…
La inocencia me protegió.
—Mamá, ¿Por qué debo quedarme en casa?
—Hija, es muy peligroso salir. Alguien… Está teniendo una disputa muy cerca de aquí. Podrían encontrarnos, no hay que bajar la guardia.
—Pero quiero salir a jugar con mis amigos —mis ojos se cristalizaron, mi mamá en ese momento no supo qué hacer para calmarme. No entendía lo desesperada que ella también estaba…
—Todo está bien —empezó a decir— Mañana podrás ver a tus amigos nuevamente. Así que tranquila, este día será de madre e hija.
Me limpié las lágrimas con las mangas de mi vestido— ¿De verdad?
—Si, ¿quieres unas galletas? —preguntó con una sonrisa— Podemos cocinar algunas.
—¡Me encantaría! —las lágrimas fueron opacadas por una sonrisa desbordante.
Y nos pusimos en marcha yendo a nuestra diminuta cocina. Mi mamá empezó a cocinar y yo la ayudaba con las cosas que podía. Después de unas horas, las galletas estaban completamente listas. Yo me preparé para darle un mordisco a una de ellas.
—¡Ginevra! —entró mi padre, casi volcando la puerta de troncos. Era extraño… Él era alguien bastante calmado. Pero en este momento su cara no mostraba calma, mostraba desesperación.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó mi mamá con preocupación, quitándose el delantal.
—Nos han invadido... —sus labios color melón se abrieron. Mi mamá guardó silencio por un minuto que se hacía eterno. El pelo dorado de mi mamá fue movido por la suave pero terrorífica brisa.
—¿Qué quieres decir con eso? —interrogué con inocencia, mi padre se quedó sin palabras.
No contestó.
—Carl, Greta, quédense aquí —comentó mi mamá, mientras tomaba un arma y se preparaba atando su cabello. Cosa que a mí yo de diez años aterró un montón.
—¡No deberías ir! ¡Es responsabilidad mía!—exclamó mi padre —¡Se supone que debo ser yo quien luche!
—No, tú ya has hecho demasiado. Esto me corresponde a mí.
Y sin nada más que decir ella salió de la casa repentinamente. Mi padre miró con arrepentimiento como ella se iba, luego, volvió la mirada hacia mí y se dio cuenta de que yo estaba asustada.
—Greta, todo está bien —vino hacia mí.
—Papá, ¿A dónde fue mamá? —apenas pude articular.
—Fue a… ¿Comprar comida? —murmuro nervioso, claramente me estaba mintiendo. Papá no era bueno en ello.
—¿Por qué fue con esa arma?
Suspiró, tratando de aliviar sus emociones. Sujetó mi mano y me llevó hacia el sillón, sentándose a mi lado—¿Puedo contarte una historia? —preguntó, con la mente vuelta un caos.
—¿Qué historia? —aunque en el momento lo veía como al increíble, ya que amaba las historia que me contaba papá, aquel relato tenía un profundo y oscuro secreto; todo lo que me estaba diciendo no era solo una simple historia. Era la realidad.
—Dos reinos eran muy enemigos. Solían luchar con frecuencia para ver quién invadía la tierra del otro. Un día, uno de esos reinos cayó ante el otro. Que aunque muchos hombres había muerto en aquella guerra, habían logrado escapar los pocos soldados vivos. Sin embargo, ellos eran demasiado orgullosos para volver hacia su reino sin nada en las manos y perdiendo tantos hombres. Así que explorando con más tierras, se encontraron con una pequeña y acogedora aldea.
—¡Papá! ¡Nuestra aldea es así! —sonreí con orgullo.
Soltó una risita al escuchar tan emocionada —Lo es hija… —paró, para después continuar— Un humilde aldeano observaba todo sin poder hacer mucho al respecto. Pues en esa aldea no había muchos hombres para pelear, la mayoría de aldeanos eran mayores.
—¿Y qué pasó? —pregunté expectante.
—Ellos acabaron con sus tierras —decía mientras se escuchaba un ruido, gritos y gemidos de dolor afuera. Abrí mis ojos lo más que pude, mi papá imitó mi acción.
—¿Papá que es eso?
—Greta, no salgas de la casa. No tardaré —comentó preparándose, tomando un gran cuchillo de cocina y saliendo afuera de la casa lo más rápido que pudo, como lo había hecho mi madre hace un rato.
—¿Papá…?
Me sentía indignada. Mis padres me habían dejado sin explicación alguna, sin poder hacer mucho para entretenerme. Después de más o menos treinta minutos, me asomé en la ventana y coloqué mis manos en el cristal, viendo una escena que hasta el día de hoy me dejaría perturbada.
Un hombre clavaba una espada en el abdomen de mi padre, mis ojos se abrieron por la sorpresa. El cadáver de mi madre yacía en el suelo junto con el de mi padre. Pero lo que más hizo que mi corazón se detuviera fue ver el estado de los cuerpos; la cara de mi mamá estaba ensangrentada de principio a fin, la sustancia de color carmesí cubría sus labios y frente. Ya no estaban sus hermosos ojos azules, solo quedaban unas cuencas vacías en su lugar. Su cuerpo entero estaba demacrado, contenía quemaduras, cortadas, y cosas que nunca hubiera querido ver.
Sentí como mi corazón se encogía cada vez más. ¿Qué estaba pasando allá afuera? Mi expresión se distorsionó. ¿Esos eran mis padres?
Preferiría estar ciega para no haber visto todo eso…
Sin poder controlar mi cuerpo salí rápidamente, se oyó el estrépito que causó el golpe que le había dado a la puerta para abrirla. La desesperación me carcomía por dentro y me hacía tener muchos impulsos…
Al llegar pude ver los cuerpos de mis padres tendidos en el suelo junto a un charco de sangre. La aldea estaba hecha un caos; más de una casa se estaba incendiado, los pocos hombres que había en nuestra aldea habían sido sacrificados y ahora permanecían en el suelo. Se escucha el llanto de varios niños y ancianos, mientras que unas personas con extraño traje militar se adentraban a la “Mina central Uyon”, nuestra fuente de ingresos.
Dios…
Tenía ganas de vomitar.
—¡Papá! ¿Estás bien? —corrí lo más rápido que pude a su cuerpo que yacía sobre el suelo. Lo miré directamente a sus ojos que permanecían en una fina línea.
—Greta —articuló, su tono de voz era bajo. Con lentitud colocó su mano sobre mi mejilla, mis ojos inundaron toda mi cara con lágrimas. Su mano temblaba, la piel de algunas zonas ni siquiera estaba en su lugar —Esto algún día tenía que pasar… Eres mi hija, mi hermosa hija… Solo quiero que seas feliz. Por favor, escapa de aquí, no dejes que esos hombres te atrapen—dijo su ya quebrada voz —Sé fuerte… Lucha por las personas que amas, como tu madre lo hizo —y el latente corazón de mi padre paró en ese instante, toda su vida fue arrebata por querer proteger a su familia. La muerte de mis padres fue dolor y sufrimiento inmerecido, injusto e inaceptable.
Me encontraba llorando en rodillas… No podría hacer otra cosa. Estas personas habían acabado con la vida de mis padres, ellos eran inocentes, nunca le desearon ningún mal a nadie… ¿Por qué la vida tenía que ser tan injusta? La impotencia que sentía en ese momento no tenía justicia.
—¿Qué hace está niña? ¡Evans, ven aquí!
Miré de reojo a un militar que estaba detrás de mí. Pronto llegó otro hombre. No sabía por qué… Pero de nada más ver a esas personas sentía un asco... Simplemente, su presencia me lo provocaba.
—Guau, ella es muy hermosa —dijo uno de los hombres, aún mirándome de espaldas— ¿Por qué tuvieron que matarla? ¡Estúpidos ineficientes!
—El único estúpido aquí eres tú —corrigió— Está completamente viva, Evans.
—¿Por qué no se mueve?
—Seguramente está traumatizada o algo así, lo que hicimos no fue poco —escuché su risa ronca.
—Llevémosla con el rey. Ahora esta pequeña, pero supongo que de grande será una buena amante para él.
—¿No crees que ya ha sido suficiente?
—Vamos, tal vez nos den una recompensa… O quizá también puedan darnos un título mayor. Esta chica es una auténtica joya de esta aldea, solo mírala… Parece una muñequita, ¿No?
—Como sea —se cruzó de brazos— Puedes hacer lo que quieras, pero no me metas en esto—comentó, yéndose de aquel lugar.
—Ya verás cuando me den la recompensa, ahí si querrás que te meta —bufó.
Mi mente… Mis pensamientos ¿Dónde estaban? Solo podía ver aquella escena, mi cerebro mi indicaba no hacer un escándalo, pero mi corazón me decía otra cosa.
—¿Cómo te llamas, pequeña? —colocó su sucia mano en mi hombro, lo que me hizo despertar de mi trance y seguir mis impulsos.
Golpeé a ese hombre en la cara con toda la fuerza que podría tener una niña de diez años, pero ni siquiera se inmutó. Me miró con enojo diciendo—: ¿Qué estás haciendo? ¡Estúpida rata, no vuelvas a ponerme un dedo encima o terminarás como esos cadáveres!
—¿Eres una princesita? ¿No te puedes defender? —respondí. Algo estaba mal en mí, yo era una niña tierna y obediente… No entendía por qué comencé a dar este tipo de respuestas.
El hombre se limitó a responder con unos cuantos murmullos que delataban su rabia. De un momento a otro, hizo algo que no esperé. Tiró mi largo y rizado cabello dorado, grité por el dolor mientras algunas lágrimas se derramaban en mi cara. El hombre me arrastró por todo el suelo halando mi cabello.
—¡Qué inmaduro eres! ¿Peleando con una niña? —incluso cuando estaba adolorida, hablé de forma arrogante, dejando al hombre perplejo por mi valentía.
—¡Cállate! ¡Tú harás lo que yo diga!
—¡No! ¡Yo nunca jamás obedeceré a unos idiotas como ustedes! —mis gritos seguía siendo presentes… Solo que ahora, había un sentimiento más profundo en ellos, pues recordaba lo que papá me había dicho tan solo hace unos minutos.
—Tú… Niña estúpida —mi corazón paró al ver cómo el hombre sacaba una navaja afilada y me apunta con ella directamente al cuello—. Vas a terminar igual que tus padres. Todas las personas de esta comunidad son una basura. No merecen tan siquiera respirar un aire puro y tener todo esto.
Apreté mis dientes. Sentí como el cuchillo rasgaba la piel de mi cuello y su punta rozaba sutilmente con este. El hombre planeaba adentrar aquella navaja entre los músculos de mi cuello.
—¿No me creías capaz…?
—Evans, ya basta, es solo una niña —reprendió el hombre de antes, llegando con un cofre… Probablemente lleno de nuestras minas.
—Que aburrido eres, Collins. Yo no hacía nada malo —quitó sus manos de mi cuello, suspiré aliviada al sentirme libre.
—Niña —me llamó aquel hombre llamado Collins, de porte intimidante— Ven aquí un segundo.
Sin dejar que yo contestara tomó mi brazo y me llevó a una esquina apartada de todos. Guau, ¿Así me iba a matar? No le veía mucho sentido que me llevara a un lugar escondido para asesinarme. Habían asesinado gente delante de muchos niños de la aldea. ¿Cuál era la diferencia?
Dios… ¿Desde cuándo me había vuelto alguien tan pesimista? Y otra cosa… ¿Qué hacía caminando con uno de los genocidas que atacó mi aldea?
Al llegar a un rincón oscuro el hombre movió la cabeza de un lado al otro, asegurándose de que no hubiera nadie. Volvió su mirada hacia mí para decir—: Te ayudaré a escapar ilesa.
¿Cómo? ¿Ayudarme en qué? Sonaba una oferta muy tentadora…
—¿Cómo? —musité, sin muchas ganas de nada. Había visto los cadáveres de mis padres, obviamente mi sonrisa no iba a estar presente...
—Te camuflaré en el Reino Daluk. Diré al rey que eres mi hija, y que no pasa nada. Puedes vivir allí cómodamente.
¿Vivir con los asesinos de mis padres? ¡Nunca! ¡Jamás de los jamases!
—No iré al reino Daluk.
—Te podría llevar a otro reino, pero tendrías que vivir por un tiempo en Daluk.
—¿Qué tendría que hacer? —dije sin mucho interés. No me confía nada de este señor.
Una sonrisa ladina apareció en su rostro, me miró con lujuria y se acercó a mí más de lo que debería en aquel oscuro lugar.
—Solo… Necesito algo de ti. Te ayudaré en todo lo que quieras —comenzó. Abrí mis ojos al percatarme de que una de sus manos se encontraba sospechosamente en mi abdomen… No. ¡No!
Con toda la fuerza que tenía agarré su mano, la quite de mi abdomen y la torcí. Pateé su entrepierna como mi padre me había enseñado alguna vez, el hombre se retorció de dolor apretando sus dientes. Aproveché para escapar. Al salir del sitio oscuro pude ver cómo el fuego de algunas casas todavía estaba, muchas personas de la aldea ya había evacuado. Corrí con todas mis fuerzas, escuché los insultos del hombre atrás de mí.
—¡Yo puedo! —me motivé— seré feliz… Haré que mi papá desde cualquier lugar que esté… Se sienta orgulloso.
Y así abandoné la aldea en la que viví durante diez años. Abandoné a mis padres y a todos mis amigos… Por culpa del capricho de una persona, los aldeanos pacíficos tuvimos que sufrir las consecuencias.
Había cambiado mi forma de ser. Esa inocencia que se sentía en mi interior fue cambiada por pensamientos oscuros.
. . .
—Mi mundo ya no es color rosa. Me cuesta confiar en que las personas no me harán daño —terminé, esperando la reacción de los chicos que había encontrado hace un par de horas.
—Te comprendo —comentó el castaño — Yo también perdí a mis padres, pero, ¿Verlos morir? —se cuestionó a sí mismo— No puedo imaginar cuan difícil debe haber sido.
—Lo fue, yo... —mis ojos se cristalizaron, nada de esto era liviano para mi corazón. Cada vez que lo recordaba sentía el peso de las emociones que tenía en aquel tiempo— Desde entonces tuve que sobrevivir por mi misma, una pobre niña de diez años tuvo que meterse a peleas callejeras y negocios cuestionables solo para poder salir a flote con su vida.
—Greta —me llamó el mayor— Solo necesitas aclarar una cosa, ¿Qué es lo que tú quieres? ¿Cuál es el propósito de tu existencia?
Mis lágrimas estallaron. Con esa simple pregunta lloré como nunca lo había hecho en mi vida. ¿Qué era lo que yo realmente quería? Mi corazón sabía la respuesta; yo quería volver… Volver a encontrar con las personas que sufrieron tanto como yo.
—¡Quiero volver! —el líquido salía de mis ojos sin detenerse— ¡Quiero volver a ver la sonrisa de mamá! ¡Volver a sentir los cálidos abrazos de papá! —sollocé, con toda sinceridad.
El pelinegro suspiró— Si quieres a alguien que te cubra la espalda, aquí estamos nosotros. Puedes quedarte con nosotros —me dedicó una sonrisa.
—¿Quedarme con ustedes?
—Confiar en la gente no es fácil, pero por algo se comienza, ¿No?
Yo quería… Quería comenzar a confiar en las personas, despojarme de todos los sentimientos y pensamientos negativos que me atormentaban. ¿Podría una persona ayudarme?
—Necesito comenzar una nueva vida —me levanté de la cama, me quedé estática justo delante de aquellos dos chicos— Soy Greta Bobrova y sería un placer viajar con ustedes.
Ambos se miraron entre sí, para luego soltar una gran carcajada que duraría minutos. Yo había quedado como la tonta aquí, ¿Había dicho algo gracioso?
—¡No seas tan seria, Greta! —exclamó el pelinegro— Además, ya te presentaste.
Ladeé la cabeza, un tanto confundida.
—Acércate —me dijo el más pequeño, para remover las lágrimas de mis mejillas, cosa que me puso muy nerviosa— Soy Luca, príncipe de Hawke.
—Y yo soy Mats Berg, criminal —me dedicó una sonrisa coqueta, Luca le dio un golpe.
—¿Quién rayos dice que es criminal acabando de conocer a una persona? —rodó sus ojos.
—Yo —levantó sus hombros.
—Oh, también lo hiciste conmigo —puso cara de decepción e intentó irse de la habitación, pero Mats lo detuvo.
—Un momento, Luca.
—¿Qué? —gruñó.
—Mira, justo ahí —señaló mi rostro con su dedo índice, la sorpresa estaba plasmada en él.
—¿Tengo algo en la cara?
—Greta tú… Estás sonriendo. Que sonrisa tan hermosa.
¿Yo estaba sonriendo? ¿Desde cuándo no sonreía?
Después de todo lo que había pasado, ¿Se podía volver a sonreír?
Esta vez quería que mi sonrisa se quedara para siempre.
✦✧✧ ✧✧✦
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro