Mats Berg
Ver como todo se rompió en un segundo fue algo totalmente inesperado.
Me confié demasiado de mi posición. Thomas había evolucionado, pues hace bastante tiempo que no sabía de él... vendría con todo hacia mí, era obvio.
Lo había subestimado demasiado. Sus capacidades no eran tan mediocres como creí, después de todo, la gente cambia, ¿no?
Él también me subestimó.
Y ese había sido su peor error.
Escuchaba las pequeñas gotas de lluvia pasar por las goteras.
Yo me encontraba sentado en un suelo de madera, con los brazos atados. Sentía un agudo dolor en una de mis piernas. Aunque mi vista no ayudaba, podía divisar un poco de sangre en el suelo.
Luca estaba a mi lado, el pánico se cernía sobre él. Sus gritos desesperados invadían toda la habitación, parecía como si lo estuvieran torturando. Bueno, no sabía con exactitud lo que estaba pasando, mi cuerpo no cedía a mis órdenes.
—¿Por qué estás cuerdas tienen que ser tan fuertes? —escuché como crujían sus dientes.
—No puede ser, ¿aún estás batallando? ¡ríndete! —comentó uno de los hombres de Thomas. Luca llevaba un rato intentando romper las cuerdas, pero a pesar de todo lo que hacía, simplemente la fuerza no le daba.
—¿Y dejar que nos maten aquí? ¡jamás!
—Eres terco, niño —se levantó de su asiento. Me asusté al ver un látigo en su mano. Sentí la frustración de Luca al escuchar un grito de miedo provenir de él.
—¡Aléjate! —articulé. Sin embargo, fue tonto de mi parte, Luca no podía hacer nada por sí mismo, estaba completamente atado y con la espalda descubierta. Esto era malo.
—Deberías ser más educado. Sabes que si fuera por nosotros tú ya estarías del otro lado.
El hombre era la definición de perversión, Era como si lo tuviera tatuado en su cara. Sin pensarlo, empezó a estrujar el objeto contra la espalda de aquel príncipe. Él gritaba sin consuelo, yo quería hacer algo por él, pero estaba muy malherido como para intentar algo.
Una y otra vez se escuchaba el estruendo, en armonía con las gotas de agua todo era tan terrorífico. El llanto de Luca suplicando no se hizo esperar más.
—¡Eres solo un niño estúpido! ¡nunca sobrevivirás en este mundo!
—¡Escaparé de aquí! ¡lo haré! —decía entre llanto.
—Pues todo está en tu contra para hacerlo. Ambos morirán.
—¡Déjalo! —rugí—. No lo lastimes, por favor —mi voz se quebró— Luca no tiene nada que ver con esto. Él únicamente es una víctima.
—Cállate. Perdiste contra Thomas. No eras tan poderoso como creíamos. Es hora de afrontar las consecuencias de todo lo que hiciste en estos años.
Dios mío…
Luca se veía tan vulnerable. Ver una nueva faceta suya me llenaba de ansiedad. Él siempre había sido una persona brillante, nunca imaginé verlo sufrir de esta manera. Por alguna razón, esto me hacía recordar esa noche, la noche en que mi alma sentía pesadez, en dónde yo mismo no sabía lo que hacía.
Realmente no quería verlo sufrir, pues, para ser honesto, él ya de por sí me parecía una persona fuerte (aunque el mismo no opinase así). Admiraba como afrontaba cualquier pérdida. Él era todo lo que yo quería ser. Su inocencia me recordaba a mi juventud, pero no creo haber sido lo suficiente parecido a él, si fuera de esta forma, creo que mi vida hubiera sido mucho mejor.
Probablemente, por eso lo elegí a él. Desde el comienzo me pareció diferente a los demás.
No quería admitirlo…
Envidiaba a Luca Fisher, y justamente por eso lo estaba convirtieron en un ser igual de repugnante que yo.
[...]
En ese momento, yo no estaba seguro de lo que hacía. Llevaba tanto tiempo sumergido en esto que no podía controlar mis acciones. Me metía en líos sin siquiera tener cuenta de ello.
Recuerdo muchas cosas de esa noche… Tenía presente mis sentimientos de ese entonces, el descontrol que pasaba por mis venas rápidamente.
No obstante, lo que más recuerdo es su mirada, esa mirada. Todos los sentimientos que reflejaban sus ojos bajo la luz de la noche, la impotencia de no poder hacer nada para cambiar las cosas.
De verdad entendía eso.
Había venido a la aldea Gremur hace algunas semanas. Varias personas de este reino me habían contactado para trabajar para ellos. En este caso, me había tocado alguien muy peculiar: Gion.
Era un cazador de la aldea. Por lo que había escuchado, era muy querido aquí. Lo veían como una figura bastante fuerte y respetada.
Pero no era para nada así, este hombre estaba a punto de cometer un crimen terrible. Me había pagado una buena cantidad de dinero para que lo ayudara. No podía negarme. Después de todo, había hecho cosas incluso peores que esta. Solo era una mancha más en mi vida, así que no me costaba nada hacerlo.
Me ubiqué detrás de un árbol mirando a mi próxima víctima: Roah Bianchi. Una chica pelinegra de estatura alta. Me infiltré entre la aldea para buscar información sobre ella, parecía tener una vida normal.
Gion se encargaría de llevarla hasta su casa. Entonces, yo lo ayudaría a venderla en el reino Daluk. Uno que no se había ganado muy buena fama, pues de ahí habían surgido los más grandes traficantes de la historia, y de por sí, el reino era bastante corrupto.
Apreté entre mis manos la pequeña nota que Gion me había dado antes de venir aquí. “DÉJAMELO A MÍ” decía una letra agresiva. Mis labios formaron una curva hacía bajo. ¿Qué rayos estaba haciendo…?
—Roah… Sabes, ser un cazador no es nada fácil. Me gustaría tener compañía… Por ejemplo, tener una novia tan linda como tú.
Sus cachetes se coloraron y musitó—: Tú también eres lindo… Gion.
—La aldea se ve muy bien a estas horas. ¿No? Bueno, estamos hablando de Gremur, obviamente se va a ver hermoso.
—Claro que sí, ¿qué hora es? —preguntó la muchacha.
—Es casi media noche.
—Debo ir a casa, mamá debe estar preocupada.
—Quédate unos minutos más, ¿Si?
—No —lo paró— podremos encontrarnos mañana si así lo deseas.
Todo su conversación desapareció de mis oídos al ver a un chico. ¿Qué hacía aquí? Esta parte de la aldea era poco frecuentada a estas horas. Todo por el miedo de las personas al encontrarse con criaturas salvajes.
Inmediatamente algo en él me impactó. No sabía que era. ¿Su ropa? ¿Su mirada? O… ¿Su presencia?
Tenía los puños cerrados y miraba con odio hacia el par que estaban posados justo adelante. ¿Acaso era el novio de Roah?
Volví a mi realidad al ver cómo Gion chocó contra la pared a Roah. Esto no estaba en nuestros planes. Me asusté al darme cuenta que Gion había perdido el control. Tal vez no me fue sincero desde un principio y sus intenciones con esa muchacha eran otra.
—¿Sabes? estoy cansado de tus ridiculeces ¡ya eres grande, actúa como una mujer!
Ella usaba sus manos para apartar el agarre de Gion en su cuello. Sin embargo, no le hacía frente a su gran fuerza. Él era un cazador, por lo cual, había entrenado muchísimo y adquirido tantas habilidades. Unas habilidades que Roah no podría tener en estos momentos.
Fijé mi vista nuevamente en el chico. Tenía una rama entre sus manos y la miraba con inexpresividad. Aunque su rostro no reflejara nada, parecía que su mente estaba colmada de pensamientos.
Se acercó a paso lento. Algo estaba por pasar, algo ya pasaba por su mente. Esto daba miedo.
Roah y Gion de pronto se percataron de él. La primera reacción del hombre fue mirar hacia mí como si estuviera pidiendo ayuda. No podía hacer nada en este caso, no podía intervenir.
—Luca, ¿qué haces aquí?
Así que se llamaba Luca…
—Imbécil... —su mirada fría se concentró en Gion.
Lo siguiente que pasó me hizo estremecer. Me sorprendió de una manera que jamás pensé que sucedería. Había visto cosas inusuales al estar en este negocio, pero nunca algo como esto.
Clavó esa rama entre su garganta.
Tapé mis ojos ante la escena tan desgarradora, era demasiado para mi mente.
Unos cuantos minutos después volví la mirada: me dejó estupefacto el ver el cuerpo de mi antiguo cliente tendido en el suelo con un charco de sangre. Roah se había ido, no había rastros de ella por todo el bosque.
Luca estaba entrando en los arbustos del bosque. ¿Qué iba a hacer?
¡Un momento!
Luca, un nombre nada común en Gremur.
Luca Fisher.
Hawke del sur.
Así que eras tú… Esto será interesante.
[...]
Recordar mis motivaciones.
No podía quedarme aquí, no iba a morir.
No podía dejar que Thomas gane, no quería.
Y no iba a permitir que Luca perdiera la esperanza en mí.
Utilicé toda la fuerza que me quedaba para ponerme de pie. La cuerda que sujetaba mis manos de rompió con esfuerzo. Miré hacia mi amigo: él estaba inexpresivo como aquella noche.
El hombre que nos vigilaba clavó sus ojos en mí. Por desgracia, no supe qué hacer en ese momento. Había quedado expuesto.
—Estás herido Berg, no podrás hacer nada —comentó el hombre con perversión plasmada en su rostro. Se acercó a mí a paso lento. Traía algo en su mano, sin embargo, no podía ver qué era. Pues nada más unos cuantos rayos de luz iluminaban aquella habitación oscura.
Él tomó nuevamente mis brazos y los sujetó atrás de mi cuerpo. Sí, era difícil moverse por todas las cosas que estaban en mi contra, pero no era imposible.
—Te vas a arrepentir de haberme subestimado, tú y Thomas lo harán —repliqué con fastidio, para luego hacer algo que lo dejaría completamente perplejo, no solo a él, sino a todos los presentes.
Hice un puño con mi mano y con toda la fuerza que me quedaba lo estrellé contra su estómago. El líquido colorado salió de su boca sin previo aviso.
Todo esto llamó la atención de mi amigo. Él tenía la mirada perdida, pero una vez escuchó los estruendos, se levantó del suelo para verificar lo que estaba sucediendo.
El hombre que ataqué se encontraba en el suelo temblando, a punto de desmayarse. Soltó lo que tenía en la mano: Era una jeringa con una aguja y un líquido verde brillante en el medio. Quise acercarme para ver con más claridad, pero esa persona tomó nuevamente entre sus manos la jeringa y me amenazó con ella.
—Si te acercas... tendré que usarlo.
—No tengo ningún tipo de fobia hacia las inyecciones. Puedes hacer lo que quieras —alcé una ceja.
—Eres un idiota, Mats Berg —impactó sus puños contra el suelo.
—Bueno, al menos no soy tan idiota como para secuestrar a uno de los criminales más buscados y dejarlo al cuidado de tan mediocres luchadores.
No aguantó más. Se levantó fuertemente, y apretó sus dientes a tal punto que pude escucharlos crujir. Retrocedí, él se acercó aún más apuntándome con la aguja.
Lo que me molestaba era que no sabía el líquido que contenía, puede ser cualquier tipo de sustancia extraña. No me arriesgaría.
—¡Vas a pagar por eso! —retó. Parecía querer atacar mi pierna herida
Yo retrocedí sin poder hacer mucho, pues él era más rápido. De pronto, estaba aún más cerca, más de lo que quería. Tropecé con una botella de alcohol, y ahí supe que mi perdición era ahora. Era demasiado tarde para hacer algo, pues con eso, sentí que toda mi fuerza de voluntad se había bajado de un golpe.
Sonrió con descaro —Supongo que los medios exageran bastante. Después de todo, no eres tan bueno —susurró.
—Y tú eres solo un juguete de Thomas, ya que, no puedes hacer nada por ti mismo debido a lo débil que eres.
Explotó. Corrió hacia mí y clavó con ira la aguja entre mi pierna. El líquido extraño fluía por mis venas, dolía tanto que era una sensación indescriptible.
Lo inesperado se posó frente a mis ojos. Luca, sí, ese mismo Luca, el que hace unos minutos estaba deprimido por no hacer nada, había apartado la aguja de mi pierna y golpeado aquel hombre como le había enseñado yo en los entrenamientos. Mi cuerpo no funcionaba por el dolor que sentía, solamente tenía una visión borrosa del príncipe frente mío con una mirada determinante, como la de aquel día.
—Ninguno de ustedes. No los quiero ver aquí. Váyanse o les daré la misma paliza — La voz de Luca sonaba imponente.
—¡Llamen a los otros, hablen con Thomas, lo que sea! —gritó débil aquel hombre.
Pero nadie hizo nada, sino que se quedaron viendo Luca les apuntaba con un arma de fuego que le había sacado al hombre herido. Sus manos temblaban, así que yo le quité el arma para verme más amenazante.
—Si llaman a Thomas o se acercan... no me quedará más remedio que disparar—dije, sonando temible, aunque yo mismo estaba adolorido.
—¡No se metan con nosotros! ¡Mats es mi amigo!
¿Así que amigo?
Nunca había tenido un amigo. Apuesto a que si Luca supiera todo lo que había hecho en el pasado no pensaría así de mí, pero por alguna razón, no me sentía culpable. Me sentía bien, muy bien. Tener a alguien que te cubra la espalda era una sensación que nunca había experimentado.
—¡Vámonos de aquí, Mats! —musitó temeroso. Sabía que en el fondo él tenía miedo, todo lo que había dicho fue solo por impulso. Después de todo, él era humano y tenía el mismo derecho a tener miedo que cualquier otro.
Su posición pasó a ser en cuclillas. Esperó a que yo me subiera a su espalda, no tenía idea de cómo podía hacer para cargar el doble de su peso, pero estaba muy herido como para pensar en una solución.
Casi se desplomó cuando me enganché a su espalda, pero al final se mantuvo firme.
—¡Esperen! no saldrán de aquí —habló uno de los dos criminales que quedaban, pero parecía haber fallado su suposición, pues comenzaron a sonar las sirenas de la policía.
—¡Corre, Dios mío, corre! —lo apresuré,
antes de que mi cuerpo cediera a mis instintos debido al desfallecimiento.
—Veamos. Han pasado varias horas y Mats no da ninguna señal. Tal vez entró en coma —dijo con sorpresa una voz aguda.
—No puede ser...
—Puede ser qué simplemente su cuerpo no resistió. De hecho, me apena mucho lo que pasó, a él no le gustará nada esto. Aunque francamente, me alivia, puesto que dejará de hacer lo que tanto odia.
—¿Él odia su trabajo?
Carraspeó— Esa es una historia para otro día.
—Amalie, ¿Crees que él estará bien? Quiero ser positivo. Él me salvó, yo solo le cubrí la espalda, él hizo toda la acción. Espero que no le haya pasado nada por mi culpa.
—No creo que sea nada grave, exepto esa herida.
Abrí mis ojos con lentitud. Mis párpados se sentía pesados. Mi vista al principio fue borrosa, pero mientras más tiempo mantenía, todo se veía más claro. Percibí el cabello marrón de Amalie, además creí ver los ojos miel de Luca.
¿Eran ellos?
Si era así, ¿Qué había pasado conmigo?
Bajé la mirada encontrándome con unas telas blancas que cubrían todo mi cuerpo, mi abdomen tenía unas vendas impregnadas en él.
Dios mío…
No.
Oh no.
¿Qué le había pasado a mi pierna?
Solamente había una de ellas.
¿Qué rayos ocurría?
—¡Amalie! —grité.
—¡Mats, despertaste! Gracias al cielo —la interrumpí.
—¿Qué le ha pasado a mi pierna? ¿A
acaso esto es un sueño? ¿un castigo?
—Sobre eso —se sentó al borde de la cama y Luca la siguió. Ambos me miraron con preocupación genuina en sus ojos— La perdiste.
—¿Cómo que la perdí?
—Sé que debes tener muchas preguntas, pero cálmate, por favor —pidió y acarició mi rostro. Su mano era suave.
—Oye —habló Luca —Lo siento… Nunca debí permitir que te inyectaran eso. Era veneno, uno que se esparciría por tu cuerpo de manera engañosa —explicó. Mi rostro estaba en shock—. Podría haberte dejado heridas muchísimo más graves, e incluso conducirte a la muerte. Gracias a Dios, el doctor conocía bien estos productos. Pudo amputar tu pierna antes de que pasara algo peor.
—Todo está bien —afirmó Amalie— Aunque te faltase una pierna, un brazo, el rostro, o incluso si no tuvieras todo tu cuerpo… Sigues siendo nuestro amigo, y eso no va a cambiar nunca.
No hablé. Estaba demasiado conmocionado para hacerlo, tenía miedo de soltar alguna palabra que pudiera herir a mis amigos —¿Con qué me moveré ahora? —me limité a decir.
—Toma —el chico sonrió entregándome una silla de ruedas. Tome el mango dorado con detalles rojos y lo único que pude hacer fue soltar un par de lágrimas antes de sentarme en ella.
Lloré. Había cometido errores en el pasado, pero nada nunca como esto. No solo había puesto en riesgo mi vida, sino también la de Luca.
Las lágrimas salían sin consuelo de mis ojos. Mis amigos rápidamente me envolvieron en sus brazos y tratando de calmar mi alma confundida.
—Supongo que ya no seré el Mats Berg que todos conocen —sollocé. Amalie vino hacia mí y frotó su cara contra la mía, nuestras lágrimas se juntaron.
Gracias a ellos por primera vez sentí que alguien comprendía todo el dolor al que estaba expuesto.
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