Capítulo 5: El alumno inexperto
No podía describir con exactitud todo lo que estaba pasando.
¿Desde cuándo mi vida se había convertido en este sinfín de emociones? Parecía que ya no tenía control sobre mí mismo, las cosas iban y venían, dejándome claramente desprevenido.
¿Acaso esta sería mi nueva vida?
Después de todo, era mi culpa. Yo decidí esto. Debería empezar a acostumbrarme a todo lo que estaba por venir, ya que este era solo el comienzo de una gran aventura.
Mi pobre corazón debía aprender a sobrellevar aún más sufrimiento.
Mi sorpresa seguía presente, pero fue interrumpida por una repentina carcajada, proveniente de mí.
—¿Qué cosas? —comenté entre dientes, pues aún estaba riendo.
—No es una broma —me miró con cara de desaprobación.
Dios mío... ¿Qué acababa de pasar? ¿Era acaso la persona que me había ayudado un asesino? Nunca había sido una persona moralista, pero tampoco quería terminar siendo un criminal como aquel hombre.
—Señor Berg, no creo que sea mi estilo tener este trabajo —retrocedí.
Se encogió de hombros. —Es que si no me dejas explicarte bien... Así la oferta no suena tan tentadora. Soy un buen negociante, ¿Sabías? —sonrió con orgullo.
—Por favor, dígame.
Sí... Tal vez lo estaba tratando con excepcional respeto, pero no quería terminar siendo uno de los cadáveres en su armario. Ya había tenido mala experiencia enfrentándome con alguien de aquí.
—No necesito que asesines personas, solo quiero que hagas algunas cosas como ayudarme con las armas y cadáveres. Yo puedo asesinar con facilidad —comentó.
¿A qué se refería con todo esto? Y lo más importante, ¿Por qué me lo pedía a mí? No tenía nada de experiencia con este mundo, por lo cual me parecía de lo más extraño.
—¿Qué gano yo si lo hago? —me crucé de brazos— Advierto, no es que vaya a decir que sí.
Todo esto era demasiado impredecible. Incluso ahora, Mats Berg no dejaba de sorprenderme. Nunca pensé que los criminales fueran así. Por lo poco que le conocía, Mats tenía una personalidad extraña, y, a la vez, única.
—Pues, ganarás un hogar. Todo este negocio es mío. Lo hice para esconder los cuerpos, pero terminé aburriéndome y se convirtió en un lugar de peleas callejeras.
Dios mío, ¿Se aburría por esconder cadáveres? Todo esto parecía de lo más raro cada vez. Mats Berg en sí, era raro.
—¿Cómo es que nadie se da cuenta de quién es usted? —me estaba resultando demasiado sospechoso. No podía quedarme así sin preguntar nada, así que entre más información lograra recolectar, mejor— Todo esto está yendo muy rápido.
—Todos lo saben —dijo como si no fuese nada—. Le pago al rey para que no lo diga explícitamente.
¿De verdad un monarca se había ofrecido para esto? Según yo, el reino Yosida era el más pacífico. Al parecer, cada reino tenía su corrupción en mayor y menor medida.
—Eso no me convence del todo —recalqué, con desconfianza que se expresaba en mi tono de voz.
—¿Y si te entreno? —soltó, me quedé helado por un segundo. Era lo que más quería en este momento. No había muchas personas fuertes que yo conociera. Pero, si alguien se ofrecía a entrenarme y darme sustento gratis... No era una mala idea.
—¿Cómo que entrenarme?—pregunté con cierta duda— Habla de... Ya sabe, golpes, patadas, etc.
—Sí, ¿No quieres ser fuerte? —sonrió con malicia.
—¡Claro que sí! —exclamé con ojos brillosos. La emoción recorría cada lugar de mi cuerpo.
Hace algunos años le había hecho aquella promesa a mi tío, y la recordaba con mucha pena. ¿Cómo podría yo vengar a mis padres en este estado? Ni siquiera buena salud tenía, pues en la aldea Gremur no había cuidado mucho de mi cuerpo.
—Niño, solo deberías aceptar. Esto te conviene, y lo sabes. Deja de hacerte el duro, pues no encontrarás otra oferta como esta —alzó sus hombros. Ahora sí, no sabía qué elegir.
—¿Debería...?
Obviamente, la oferta sonaba tentadora. Aun así, había un debate moral en mi interior, aunque no matara a nadie directamente... Eso me haría cómplice de él, ¿No?
—Amigo, si estás solo es casi imposible que sobrevivas aquí. Además, muchos quisieran que yo los entrenará —habló con aires de grandeza—. Te estoy dando la oportunidad de tu vida.
—Explícame mejor. ¿Debo ir contigo a matar gente? ¿Debo aprender a usar armas? ¿Debo... Tocar cadáveres? —el pánico se cernía sobre mí, las preguntas salían de mi boca por si solas.
—Una pregunta a la vez, no soy una máquina —su cara se iluminó, como si se le hubiera encendido una luz en la cabeza— ¡Tengo una idea genial! Te encantará.
—No me confío de usted. ¿Qué está pensando?
—Entrenemos una sola vez. También tendremos una práctica de verdad, todo para comprobar cuánto has aprendido. Luego me dirás tu experiencia, y así decides quedarte más tiempo o no.
Su idea era buena. Al menos, nada más sería una vez. No tendría que estar encadenado a aquel trato, pues si no le gustaba el trabajo, simplemente podía dejarlo después de un intento. Aún tenía que reflexionarlo mejor, sin embargo, las palabras salieron antes de que pensara en algo.
—Puedo hacerlo. Puedo intentarlo, o eso creo —suspiré, ya le había dado una confirmación y ni siquiera estaba seguro de lo que quería.
Su sonrisa deslumbrante se desplegó aún más— Me alegro de que lo consideres. Entonces, empezaremos mañana. Por hoy puedes descansar, te golpeaste fuerte —señaló la venda que tenía en la cabeza.
—Está bien —me limité a decir. Aún tenía mucho que reflexionar sobre todo este asunto.
Yo no estaba seguro si había tomado una buena decisión, una decisión que no me haría sufrir. Todo lo había hecho por impulso, y la última vez que actué de esa manera terminé dañando las cosas.
Solo había algo de lo que estaba seguro; no me rendiría. Mi valentía y determinación nunca se irían de mi camino, era lo único que podía mantenerme de pie. La promesa que le había hecho a mi tío me mantenía de pie, dándole sentido a mi vida.
Por mucho que doliera, debía admitirlo. Aquel joven príncipe tenía miedo, miedo de cometer un error que echara todo a la basura otra vez. Ya había sufrido lo suficiente con mis padres y Roah. No merecía más tortura.
Pero a veces las cosas simplemente pasan... Tan rápido que no podemos detenerlas.
Estábamos en un campo de entrenamiento. Eran alrededor de las cuatro de la mañana. Ni yo mismo sé por qué Mats decidió entrenar a esta hora, pero no tenía más opción que seguir sus órdenes.
Debo decir que estaba medio dormido. Mis ojos se sentían pesados y mis pies se tambaleaban como si se fueran a caer en cualquier momento.
—¡Bienvenido al entrenamiento, Eider! —desplegó sus brazos hacia arriba, con emoción.
—¿Eider?—me extrañé— ¿Y eso a que se debe?
—Como todo criminal, necesitas un nombre falso para que las personas no te identifiquen. Es algo de suma importancia, recuérdalo —me sonrió—. Yo utilizo mi nombre real, en esos tiempos me hubiera gustado alguien que me instruyera y me diera aquella información.
Pude divisar muchas casas alrededor de nosotros, pero no había nadie en la calle por las horas que eran, me sentía cómodo sin la presencia de tantas personas. Me vestía con ropa extraña, no me gustaba para nada, si la usaba es porque Mats me había obligado.
Una gran vegetación se veía a mi alrededor, distinguí plantas de todo tipo. No pensé que a uno de los criminales más grandes del mundo le podrían gustar las plantas. Sinceramente, creo que las personas suelen estereotipar mucho lo que está a su alrededor.
—Es que no le veo mucho sentido a ese nombre —bufé. Sentía que ese nombre no quedaba conmigo.
—No necesitas hacerlo —rodó sus ojos—. Es el nombre de tu bisabuelo, él era Eider Fisher —me dijo.
—Sabes mucho de mi reino —solté un suspiro—. Me siento tonto cuando hablo contigo.
—No, realmente solo es cultura general — rodó los ojos—. Es raro que tú no lo sepas —me clavó la mirada.
—Pues no tengo muchos recuerdos —susurré mirando al suelo— De niño me la pasaba estudiando leyes e historia de mi reino, pero todo eso se ha ido de mi mente.
El hombre analizó mi rostro con una mano en el mentón, pensando. Luego, volvió su mirada hacia el lugar y dijo: —Rápido. No debemos quedarnos aquí hasta muy tarde. Luego vendrá la gente.
Asentí con la cabeza. Él se posó al lado mío, hizo un ademán para indicar que le siguiera al hacer los ejercicios. Se sentó en zancada y movió la cabeza.
—Inténtalo —indicó.
Posé una de mis piernas delante y la otra atrás, subí y bajé, intentando hacer aquel ejercicio. Mats levantó un pulgar orgulloso y se preparó para hacer otro movimiento.
—¡Bien! No estás tan mal como pareces —exclamó con asombro. Auch, eso dolió.
Fruncí el ceño ante su declaración pues sabía que mi estado no era el mejor, ya que se podría decir que estaba un poco, ¿Fuera de forma?
En cuanto a mi apariencia, me parecía bastante a mi familia, tenía cabello castaño largo, y casi siempre lo peinaba con una cola de caballo. Unos ojos avellana que combinaban perfectamente. Mi piel se distinguía como una bastante frágil y delicada por la vista, aunque no era tan pálida como la de Mats, las heridas se desplegaban fácilmente por cualquier lugar de mi rostro.
La gente solía pensar que era débil por mi cuerpo, desde niño había sido alguien muy delgado, y lo peor es que se notaba aún más creciendo al lado de guerreros y personas fuertes, así que con el tiempo se volvió un gran complejo para mí.
—No tienes que felicitarme, es algo que podría hacer incluso un bebé —rodé los ojos, intentando esquivar su hiriente comentario.
—El entrenamiento no ha comenzado ni siquiera —soltó una risilla burlona— No cantes victoria aún, Eider.
Suspiré frustrado. Él cerró sus ojos, mostrándome su típica sonrisa descarada. Cruzó sus piernas entre sí y elevó sus manos dejándolas plasmadas en el aire. ¿Qué hacía? Lo miré con enojo— No pierdas tiempo.
—Guarda silencio, trato de concentrarme —regañó—. Deberías hacer lo mismo.
¿Se estaba burlando de mí? Parecía que sí, pues él sabía que yo estaba haciendo un gran sacrificio para abandonar mis horas de sueño y aun así no lo apreciaba— ¡Por Dios! ¿Cuándo comienza el entrenamiento? ¡Quiero aprender a pelear!
Me miró con cara de fastidio— ¡Qué ruidoso eres! Te dije que guardarás silencio. Aquí se hace lo que yo digo, ¿Vale?
—¡Ve al grano! —reclamé— Me trajiste súper temprano aquí supuestamente a entrenar, no obstante, solo estás jugando.
—¿Jugando? —tensó su mandíbula—. Por el amor de Dios, Luca. Deberías prestar más atención a lo que estoy haciendo antes de ponerte a criticar mis métodos.
—¿No estás jugando? —levanté una ceja.
—¡No! —exclamó—. Quiero decir, entrenar no solo lleva golpes y patadas, también necesitas tener tu mente controlada. Cuando estás peleando lo último que quieres es que tus pensamientos se turben, eso puede afectar tus acciones.
—Supongo que tienes razón —suspiré— pero mejor evitemos todas esas cosas mentales, ¿Si? No creo que sean para mí.
—Yo tampoco lo creo —rio— Por lo que he visto, eres alguien bastante impulsivo, terco y no sueles analizar la situación. Por eso te estoy entrenando en lo mental, eres propenso a cometer errores.
—¡Oye! ¡Tengo mis momentos!
Escuché su risa ronca otra vez. ¿Acaso se divertía al burlarse de mí? Gruñí desconcertado.
—El papel de príncipe te queda muy bien ¿Eh? —negué con la cabeza—. Yo pienso que sí, eres frágil como una copa de cristal.
—¡Soy fuerte! —demandé, apretando mis puños.
—Demuéstralo —me retó— Haz cincuenta flexiones —ordenó, con una mirada desafiante.
Apoyé la punta de mis dedos en el suelo junto con mis manos, formando una pose que me serviría para hacer esto. Comencé a subir y bajar. Lo hice varias veces y resultó ser un éxito, así que sonreí contento. De un momento, ya había hecho cinco flexiones, Mats se veía sorprendido.
—¡Guau! Nada mal, nada mal. Creo que te he subestimado.
—Eso te pasa por burlarte de mí —dije con mucho orgullo, pero entonces pasó lo inesperado. Perdí el equilibrio a la sexta flexión y caí al suelo derrotado. Mi cara se estampó contra la hierba, haciéndome soltar un quejido de dolor. Mis pies no lo soportaron.
Uh...
—Hablé demasiado pronto —soltó una carcajada— Deberíamos empezar desde el comienzo, al parecer no tienes nada de práctica —hizo énfasis en "nada". Sacudí mi cabeza para concentrarme. —Luego de esto podemos continuar con la meditación.
Asentí con aprobación. Mats entró a una casa. Sí, aunque sonara extraño, este campo de entrenamiento pertenecía a uno de los muchos terrenos de él, ya que este tipo era asquerosamente rico. En las casas que estaban alrededor vivían personas “necesitadas” que él había ayudado. Lo más probable es que esas personas no tengan ni idea de quién es realmente el propietario de todo este lugar.
Después de unos minutos salió. Traía consigo una pila de libros, lo cual era de por sí extraño. Lo miré y pareció entender que yo tenía dudas.
—Esto es para el entrenamiento —aclaró.
—¿Qué hará, señor Berg? —levanté una ceja.
No pude hablar. Mats colocó unos libros en mi cabeza, sostuvo mis hombros y me dijo— Recorre todo el campo. No puedes dejar caer los libros.
—¿En serio? ¿No tiene algo más creativo? —lo miré.
—¡Dios mío! ¡Dije que hagas lo que yo digo! ¿Quién te ha dado derecho a opinar? —me soltó de los hombros y me dio un empujón para empezar a caminar.
Me limité a hablar. ¿Quién se creía este hombre? Bueno, a decir verdad, poder no le faltaba.
La única razón por la que no me quejé es porque este ejercicio me parecía fácil. Lo hacía de vez en cuando en el castillo, era algo que nos enseñaban los tutores para tener una buena postura al caminar o algo así. El punto es que no era algo completamente ajeno a mí, así que al menos en la primera vuelta me fue bien. Recorrí cada rincón del campo (que no era nada pequeño) en unos pocos minutos y sin fallar.
—Quiero ver tu mejor cara de sorpresa —reté, orgulloso de lo que había hecho.
—Lo hiciste bien —fingió un bostezo.
Suspiré aliviado. Pensé que se sacaría algo de la manga para decir que lo había hecho mal.
—Pero yo soy mejor —completó.
Tomó otra pila de libros aún más grande y caminó a un paso muchísimo más rápido que el mío, dio varias vueltas en círculos e incluso algunos saltos. Yo solo podía mirar estupefacto como él hacía todas esas acrobacias con tanta naturalidad. ¿Qué pretendía? ¿Jugar con mi autoestima?
—Así debes hacerlo —tenía una sonrisa asquerosa, como demostrándome que soy inferior a él.
—No pretendas que haga algo como eso en el primer instante —razoné— Tú llevas años de práctica seguramente.
—Nunca lo pretendí —rio—. Veo que dominas este ejercicio. Deberíamos de probar la meditación. No quería hacerlo hoy, pero tendremos un encuentro en la noche. Siento que no podrás hacer nada si no puedes controlar tus pensamientos.
—¿Cómo? —pregunté estupefacto— ¿A qué tipo de encuentro te refieres?
—Deja de preocuparte, Luca. Hablaremos de eso luego, tú únicamente sígueme la corriente.
Volvió a hacer una pose extraña. Extendió sus dos manos que permanecían pegadas la una con la otra, las subió hasta arriba y aún con sus ojos cerrados, silbó llamando mi atención.
—¿Ya lo ves? Mi mente controla perfectamente a mi cuerpo. Este es el objetivo de la meditación.
Repliqué su acción, formando mis brazos hacia arriba. Las palmas de mis manos permanecían juntas, cerré mis ojos en conjunto.
Ahí fue cuando pude ver que Mats tenía razón; era tranquilizador estar aquí. Sentí una gran paz interior al escuchar los sonidos de la naturaleza.
La suave brisa golpeaba mi rostro, mi cabello castaño volaba hacia el lado contrario. El viento era muy refrescante. De los árboles caían grandes hojas y se escuchaban el crujir de ellas, una detrás de otra, como si de una carrera se tratase.
Todo este ambiente me hacía ver qué en todos los lugares había vida, todo recobraba vida.
[...]
—Hoy cumples diecisiete —sonrió confundida— ¿En serio esto es lo único que pides de cumpleaños? —habló Roah, su voz se escuchaba más dulce de lo usual. Nos encontramos sentados frente al bosque Gremur. Teníamos una gran vista desde el sitio que estábamos.
—Para mí este momento es más que perfecto.
—Pues sí, el bosque Gremur se torna cada vez más hermoso… No puedo creer que está aldea exista desde siglos atrás y aún siga conservando tanta belleza.
—Sí. Es un punto muy antiguo, su belleza sigue viva, es sorpréndete —suspiré, enamorado de la vista— Este lugar parece tan mágico.
Miré el paisaje. Podía ver los colores más hermosos: Naranja, amarillo y rojo. Se formaron en el cielo de una manera fantástica que acompañaba a las nubes. El sol estaba a punto de caer, dándole la bienvenida a la luna. Desde pequeño me pareció algo tan interesante ver cómo se complementaban la luna y el sol, y el ocaso era el punto de encuentro, el punto perfecto para ellos dos.
—Créeme, desde que vivo aquí todo es así—rio— Si pudiera vivir en cualquier otra parte, vendría a mi lugar de origen, Gremur.
De repente, una duda se formuló en mi cabeza. Era algo que quería saber desde hace tiempo, peor no me atrevía a preguntar— Roah, ¿Por qué vives con los Bianchi?
Ella desvió la mirada, yo traté de buscar sus ojos, pero ella no cedió. Tuve que sostener su mentón para que al fin me mirara— Es algo de lo que no me gusta hablar —dijo con simpleza.
—Vamos, Roah. Somos hermanos, no debes temer contarme nada, pues hemos vivido juntos desde hace ya cinco años.
—Tú no lo entenderías… Siempre lo tuviste todo.
Un balde de agua cayó sobre mi cabeza al escucharla decir eso. Mi corazón se estremeció, ¿Era verdad que ella pensaba eso de mí? ¿Qué yo no había tenido que luchar por nada? Bueno, era cierto. Aun así, no quería que me lo dijeran en la cara.
—No es así —negué— Yo puedo entender el dolor de otros. Y si no lo comprendo, intentaré hacerlo por ti, Roah.
—Me encontraron en la calle, Luca —habló sin detenerse a pensar. Me paralicé. ¿En serio había tenido que pasar por eso? —Alguien me había abandonado. Los señores Bianchi me adoptaron desde muy pequeña. Prácticamente, desde que era una bebé.
—Eso es terrible —dije con verdadero dolor, pues, sabía que eso era duro, no cualquier persona podía cargar con el peso de saber eso. ¿Abandonarme? Si alguien hubiera hecho eso me sentiría muy deprimido, ¿Por qué lo habían hecho?— ¿Sabes quiénes son tus verdaderos padres?
—Sí, viven en la aldea —apoyó su cara entre sus manos. Habló con tanta naturalidad que me dio miedo.
—¿Los conozco? —temí por la respuesta.
—No, no lo creo. Hablé con ellos después de unos años, dicen que yo no era lo que ellos querían… Así que se despojaron de mí.
Auch. Sabía que le dolía, su semblante siempre había sido muy expresivo, aunque por alguna razón no podía descifrar ninguna de las emociones que ella estaba sintiendo en estos momentos.
—¡Roah! —exclamé levantándome del suelo— ¡Esas personas no sabían lo que hacían, tú vales muchísimo!
—Gracias, Luca, pero solo lo dices porque me quieres —una sonrisa triste se formó en su rostro.
—No —dije con total seguridad—, lo digo porque en este tiempo que te he conocido has sido una excelente persona conmigo. Te preocupas por mis problemas, me ayudas con lo que necesito, me das consejos cuando hago algo mal. Si eso no es ser buena persona, no sé qué es lo que quieres llegar a ser.
Arrugó sus cejas, a punto de llorar— Respóndeme, ¿De qué me sirve ser buena persona? Al final, todos terminamos igual.
—Estás equivocada, no todos terminamos igual. Sé que pretendes ser dura, pero solo te estás haciendo daño. Te quiero porque eres una buena persona, y tus amigos aquí en la aldea no querrían a una mala persona, ¿O si?
—Luca, conecta tus neuronas. ¿De qué me sirve tener amistades? Si no me generan ningún beneficio, simplemente debería desecharlas.
—¡Dios mío! No pienses así nunca más. Tener amigos es bueno, ¿O quieres vivir una vida completamente solitaria?
—La vida es así de dura. Deberías dejar de tener esa visión tan inocente de las cosas. Si eres así, las personas se aprovecharán sé ti, y yo no quiero eso.
—La inocencia no es nada malo. E incluso una persona inocente puede haber sufrido, ¿Por qué asumes que no he pasado por nada? Mis padres están muertos, y si no hago algo por mi tío pronto, seguramente él también.
—Soy detestable ¿Verdad? —su sonrisa triste se desplegó más. Sentí como mi corazón se rompía.
—No lo eres —sujeté su hombro— Nadie es perfecto. Todos en algún momento metemos la pata. Aceptar tus errores es lo que te hará mejor, aprender de ellos te ayudará día a día. Yo era una persona muy amargada, pero me has ayudado Roah, y hoy puedo decir con certeza que soy feliz.
—Tienes un gran corazón, Luca —me sonrió levemente, pero esa sonrisa volvió a desaparecer— No me harás cambiar de opinión. Soy una horrible persona, me conozco mejor que nadie.
—Pues yo tampoco cambiaré mi opinión sobre ti —afirmé—. Siempre serás mi hermanita, no me importa como sea tu personalidad, te quiero aún con tus errores, porque tú has aceptado los míos.
—¿Ah, sí? —preguntó. Vi como sus ojos brillaron por un momento, mis palabras le habían llegado al corazón. Supongo que fue por la sinceridad con la que hablaba.
Tomé su brazo y la atraje hacia mí formando un abrazo. Di palmadas en su espalda y sentí como ella temblaba. Luego, se reincorporó y se unió de verdad al abrazo, pasando sus brazos por mi cintura.
—Tú eres tú. Nadie tiene que decirte cómo debes ser, Roah —susurré en su oído con aliento cálido— Sé feliz y disfruta como eres.
—Tienes razón. Lo haré.
—Eso espero.
[...]
Un balde de agua fría cayó sobre mí. No era un decir, literalmente, un balde de agua helada cayó sobre mi cara mientras estaba desprevenido. Desperté de mi meditación inmediatamente.
—Luca, te quedaste dormido —alzó una ceja— Ya se ha acabado el entrenamiento.
—¿Qué te sucede? —grité, levantándome del suelo—. Mírame, estoy empapado.
—Tienes el sueño profundo, es casi imposible despertarte —ignoró mis quejas.
Estaba en el mismo campo de antes, pero, había abandonado la pose de meditación. Ahora, me encontraba acostado de espaldas en el suelo... ¿Me había quedado dormido? No lo dudo, después de todo, Mats me despertó anormalmente temprano.
—¿Qué hora es? —me estrujé los ojos.
—Ya son las tres de la tarde. Ese sueño debió ser muy bueno —soltó una risilla.
—¿Y tú dónde estabas?
Dudó, pero al fin dijo: —Resolviendo unos pendientes.
—Bien —me encaminé hacia una de las casas, específicamente, una casa de ladrillos que tenía dos pisos. Se podían ver varios balcones en ella, parecía ser muy linda y lujosa. Por la arquitectura, me recordaba un poco al castillo. Tragué amargo. ¿Ya había mencionado lo rico que es Mats para tener tantos terrenos a su nombre?
—Prepárate para esta noche —caminó hacia mí— Amalie cuidará de ti. Yo iré a buscarte en la noche.
—¿Quién es Amalie? —arrugué mis cejas.
—Oh... Ella es solo una vieja amiga, me ayuda con las labores del hogar y a administrar el negocio. Le pedí que te atendiera por unos días, así que ella estará viviendo contigo.
—¿Y tú? ¿Dónde vives? Tienes tantas casas que dudo que tengas un lugar fijo.
—Estas en lo correcto. No podría decirse que vivo en una parte, yo soy de todo el mundo y todo el mundo es mío —sonrió esperando que yo me riera, pero únicamente fruncí el ceño con disgusto. Aclaró su garganta—. Me quedaré contigo por unos días también, debo estar para entrenarte.
—En la noche, ¿Nos vemos allá?
—Por supuesto.
—Gracias Amalie —sonreí metiendo la cuchara a mi boca—. Cocinas delicioso.
Por fin estaba en casa, por dentro era incluso más linda. Estaba sentado en una gran mesa familiar comiendo un postre. Ya mi ropa estaba seca, pues había tenido un mal momento por culpa de Mats, pero no lo culpo, mi sueño era realmente pesado.
Ya habían pasado un par de horas. La noche estaba cerca y eso aumentaba mis nervios. Aun así, había algo que no podía salir de mi mente y esto no dejaba que me concentrara en ayudar a Mats.
Ese sueño.
¿Por qué últimamente estaba recordando lo feliz que era antes? ¿Acaso mi cerebro quería recalcarme lo solo que me sentía en el presente?
Pensar en mi hermana me hacía sentir mal. Por ella me había metido en este problema, ella me terminó odiando y eso estaba torturando mi alma. No quería pensar más en lo que había pasado en la aldea Gremur. Sabía que sería difícil, pero yo quería olvidar todo lo que me paso. Me proponía a ello.
Miré a Amalie. Ella parecía querer decir algo, así que ladeé la cabeza en forma de duda. Abrió sus labios para hablar: —Luca, ¿Por qué estás tan distraído? —apartó una silla y se sentó en la mesa junto a mí.
—Solo pensaba en como eran todas las cosas antes de esto. ¿Me entiendes? Antes de conocer a Mats.
—No —dijo de la nada, atrayendo mi sorpresa.
—¿Qué? —pregunté confundido.
—¡No lo hagas! Conozco personas que suelen hacer eso muy a menudo —suspiró — Te hará mal.
—¿Por qué?
—Pensar en todo eso solamente hará que te disgustes de tu presente, comprándolo con el pasado. ¿Acaso sirve de algo lamentarse? Deberías disfrutar tu presente, ya que no sabes que pasará en el futuro —me sonrió de oreja a oreja. Era la primera persona que me daba un consejo como ese.
Ella tenía razón.
Mi rostro debía estar estupefacto, ella parecía ser alguien bastante madura. Me sorprendió con la naturalidad que hablaba. Inspiraba una gran confianza.
—No lo había supuesto así... Gracias —hablé tímidamente, ella sonrió.
Negó con la cabeza— No agradezcas. Me quedaré aquí unos días, así que estoy para ayudarte en lo que necesites.
Era muy amable, de las pocas personas que me había tratado bien desinteresadamente. Eso de verdad me hacía sentir especial. Me hacía tener esperanza en que no todas las personas eran malas.
Le devolví la sonrisa. Amalie se quedó en la mesa y empezó a comer su cena. Yo paré en seco al escuchar un golpe en la puerta. ¿Ya había venido Mats? Para ser franco, no me sentía listo. Sabía que por encuentro se refería a que íbamos a hacer algo malo. Me sentía nervioso. ¿Y si fallaba? ¿Y si algo malo pasaba por mi culpa? Mi estómago dio un vuelco, mi garganta se sentía seca.
Amalie se levantó y abrió la puerta. Justo allí se encontraba de pie Mats con una ropa completamente negra, una máscara que cubría todo su rostro y contrastaba con la palidez de su piel. Su cabello permanecía desordenado. Aquella figura alta entró a la sala.
—¿Qué es lo que tengo que hacer? —sonaba nervioso.
—Ayudarme con la competencia —apartó la máscara y vi otra vez esa sonrisa sádica... Bailaba en su rostro de una manera que daba miedo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro