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Capítulo 4: Un extraño inesperado

Así que hay que dejar todo de nuevo, ¿Eh?

Eso tuve que hacer para que mi familia no sufriera. Escapar es lo que siempre hago.

Ya nada de esto tenía importancia, ningún resentimiento se quedaría en mi corazón, puesto que evadiré mis emociones, porque no puedo ponerme sentimental en un momento tan crítico como este.

Confié en las personas, para que al final incluso mi propia hermana terminara abandonándome. ¿Por qué todos eran así conmigo? ¿Acaso era yo el problema?

Sin embargo, estaba seguro de algo: no dejaría más interrupciones entrar en mi viaje. Ahora me ocuparía de lo que tanto añoraba, de lo que siempre había querido:

Mi venganza.

Por el color del cielo se podría decir que era de madrugada. Las nubes estaban plasmadas sobre las estrellas, dando un aspecto más oscuro al bosque Gremur.

No tenía suministros. Tampoco sabía que criaturas habitaban en este bosque. En este momento me sentía completamente perdido, no solo físicamente, sino que mentalmente estaba hecho un caos. No podía evitar mis pensamientos para siempre.

—¿Este árbol ya lo había cruzado? —señalé con mi dedo índice, pues lo más probable es que solamente estuviera dando vueltas por todo el bosque.

Entrecerré mis ojos tratando de ver algo en la total oscuridad. Mi cabeza dolía de una manera indescriptible, sentía que en algún momento me desmayaría.

<<No quiero dejar a mi familia>> Eso era lo único que susurraba mi corazón.

«Si no lo haces, vas a tener que dar cuentas por lo que hiciste».

Aunque no quisiera admitirlo, mi cerebro tenía toda la razón. Era consciente de que mi familia nunca me abandonaría, pero ellos no merecían tener una mala reputación con los aldeanos.

—Debería pasar la noche aquí, no veo nada. Esperaré hasta que amanezca para poder ir al otro lado del bosque —balbuceé vagamente, tratando de ordenar mis pensamientos.

Me acomodé en una esquina del árbol, me abracé con mis propias manos. Hacía frío y no llevaba nada que me ayudara en esto. El helado viento soplaba sobre todo mi cuerpo, haciendo que me estremeciera. Ni siquiera guardaba un arma para defenderme, venir aquí había sido una decisión impulsiva y estúpida. Este bosque estaba repleto de criaturas, de suerte todavía no había encontrado ninguna.

«¿Qué estará haciendo mi familia?»

Disfrutando de su tranquila cena familiar, seguramente. Roah estaba tan enojada que dudo que haya mencionado algo sobre mí. Muchas veces desaparecía de casa en las madrugadas e iba a interactuar con los aldeanos. Lo que no sabían los Bianchi es que esta no era una de esas veces.

Aún no lo entiendo, ¿Fue realmente malo lo que hice?

Suspiré con pesadez. Debería intentar dormir. No ganaría nada ensuciando mi mente con este tipo de cosas. Seguiría mi viaje en la mañana, cuando tenga más vista de lo que pasa a mi alrededor.

Conforme pasaba el tiempo me di cuenta de que no podía dormir. No aunque lo intentara. Ese sentimiento seguía presente en mí, y aunque yo tratase de evitarlo seguía siendo humano, vulnerable.

La soledad.

La cosa que más odiaba en el mundo era la soledad. No quería admitir que estaba solo, muy solo.

No tenía a nadie. Todas las personas que quería se fueron de mi lado de una u otra manera. ¡Todo esto era tan frustrante!

Dirigí mi mirada hacia la apenas visible luna que se divisaba en el cielo. Las nubes la tapaban casi enteramente, pero su luz era inquebrantable.

Mis pensamientos estaban cruzados, mi cerebro no podía dejarme descansar en paz, ya que cada segundo maquinaba un pensamiento o recuerdo que únicamente hacía que mi desesperación aumentara.

No sabía porqué estaba aquí.

Seguía de pie por la promesa que le había hecho a mi tío hace años. Era lo único que podía mantenerme aquí, vivo. De no ser por eso, ya hubiera caído al intentar levantarme de nuevo.

No soy una persona fuerte.

Unos minutos después, me estremecí al escuchar un sonido proveniente de algún árbol. Sabía que tarde o temprano algo pasaría, era cuestión de tiempo. Un escalofrío recorrió mi espalda.

¿Y si era algún animal salvaje en busca de comida?

Me las arreglé para levantarme del suelo, entrelacé mis dedos con miedo. En ese momento recordé algo que solo me puso los pelos de punta:  Estaba solo y desarmado. Sería una presa fácil para cualquiera que viniera a atacarme.

Tal como lo predije, una criatura se acercó a mí, caminando entre los arbustos, resonando en mí los ligeros pasos que daba para acercarse cada vez más.

De un momento a otro ya estábamos frente a frente, la criatura era un gran y tenebroso lobo: su pelo era largo y prominente, causando que se viera aún más salvaje. Además, era enorme…

De algo podía estar seguro. Yo, Luca Fisher príncipe de Hawke, estaba completamente perdido y ya no había escapatoria para mí.

¿Debería aceptar mi destino o simplemente correr por mi vida?

Ni en los miles de escenarios que imaginé en este momento yo saldría vencedor. Si corriera, lo más probable es que encuentre criaturas aún peores que este lobo. ¿Aquí terminaría todo? ¿Moriría de esta manera tan cruel?

Mis sentidos se dispararon. El lobo se acercaba más y más hasta solo dejar un estrecho espacio entre nosotros. Traté de ponerme en pose de defensa o tomar una roca, pero parecía muy utópico que alguna de estas ideas llegará a funcionar.

—Se asustará y te atacará si haces eso —escuché provenir de una voz grave.

—Pero… no tengo otra opción —contesté.

De repente me di cuenta, yo debería ser la única persona en este bosque ¿O no?

Con miedo, miré de reojo. Vi una figura entrar al pequeño lugar desde las sombras. Mi mandíbula cayó al ver una silueta masculina, alta y delgada llegar hacia mí. Tenía las manos metidas en los bolsillos

Esa sonrisa…

Traía una sonrisa plasmada en su rostro en su piel pálida que destacaba entre la oscuridad de la noche.

—¿Asustado? —sonrió de manera sardónica—. Tranquilo, es un lobo inofensivo.

Me quedé sin palabras, quería decir algo, pero las palabras no salían de mi boca, aún tenía la mandíbula abierta.

El animal gruñó y se acercó hacia el hombre con intención de atacarlo, iba a saltar encima de él, pero el hombre misterioso tomó cartas en el asunto.

Ese hombre... soltó un disparo.

El animal se estremeció en el suelo, podía escuchar los quejidos que salían de él debido al dolor que había experimentado gracias a la bala. Observé que un largo charco de sangre se expandía desde su herida.

—¿Te comió la lengua el lobo? —bromeó el hombre que acababa de disparar—Vamos, habla de una vez.

Fijé mi mirada en ese rostro, daba miedo de solo verlo. No sabía quién era esa persona, pero parecía bastante peligroso. Era como si de verdad no cuidara de su apariencia, pero aun así había algo bastante llamativo en él.

—Dijiste que era inofensivo —susurré. Aún me consideraba una persona tímida y conocerse en estas circunstancias no ayudaba.

—Niño, ¿Qué haces en un bosque tan peligroso como este? —ignoró completamente lo que acababa de decir, así que decidí creer que simplemente no había escuchado.

—Me perdí —me interrumpí a mí mismo—. Espera… ¿Por qué tendría yo que decírtelo a ti?

—Idiota, ¿quieres ayuda o no?

—Sí, la necesito.

—Sígueme, entonces— Al darse la vuelta pude ver su espalda, caminaba completamente encorvado. Rápidamente, moví mis pies para llegar a la par de él. El bosque era oscuro, no tenía idea de si este completo extraño me llevaba al lugar correcto. Junté mis manos y noté que temblaban por el miedo.

—No tengas miedo, no te haré nada —me miró de reojo.

Solté un largo suspiró— Esto es un desastre—tapé mi cara con las manos. Yo me frustraba con rapidez.

—¿A qué te refieres? —se limitó a preguntar.

—Estoy perdido, no tengo sitio a donde ir.

Pasó una mano por cabello azabache. Su semblante era completamente neutral —¿De dónde vienes?

—Soy de la aldea Gremur —él asintió sin prestarme mucha atención.

Un gran silencio reinó entre nosotros. Ciertamente, era incómodo, ya que no tenía suficiente confianza para decirle algo más. Esa persona era demasiado insensible para entender la situación.

¿Podría sobrevivir así?

Caminamos por unas horas y mis pies ya no funcionaban más. No estaba caminando, estaba arrastrándome sobre mis talones literalmente, el bosque parecía ser un laberinto gigante en el que estábamos atrapados. Nos encontrábamos en un extraño sendero estrecho, no tenía idea de cómo llegamos aquí. Los árboles se alineaban uno al lado de otro dejando un espacio en frente y era tan largo que no podía ver una salida.

El hombre volvió la mirada hacia mí— Aquí es —por fin rompió el silencio, eso me hizo sonreír aliviado.

—No veo nada —repuse.

—Ten paciencia —habló sin apartar la mirada del camino.

Mis dudas se esfumaron. Pronto vi una salida del bosque. Ya era la mañana y logré ver una apertura entre los árboles que daba paso a lo que parecía ser un pueblo.

Vacilé cansado. No había dormido nada, por lo cual mis energías ya no existían.

—¡Bienvenido a Yosida del norte! —dijo como si recién hubiera salido de un sueño reparador, abrió sus brazos y los desplegó hacia arriba con una sonrisa despampanante.

Mis ojos se cerraron automáticamente por tanta luz. Los rayos de sol chocaron con mi cara.  Solo podía ver una pequeña parte de lo que parecía ser un reino vecino de mi antigua aldea.

—¿Yosida? —balbuceé con la mano en la cara.

—Sí, en este reino vivo —comentó, mientras se colocaba una máscara negra en el rostro.

—¿Eso para qué es?

—No tiene caso explicarlo ahora, sígueme —volvió a decir.

Atravesó la salida y se dirigió entre los puestos de comida. Todo estaba vacío y solitario, no había ni un rastro de vida por toda la calle.

—Todo está así porque aún es temprano —musitó, como si leyera mis pensamientos.

No respondí. Me dediqué a tratar de seguirle el paso, ya que el hombre era demasiado rápido y me costaba caminar junto a él teniendo en cuenta el estado exhausto en que me encontraba

—No eres de la aldea Gremur —afirmó.

Un nudo se creó en mi garganta, él lo sabía. Tragué en seco antes de responder cualquier cosa, posé la mano en mi mentón tratando de pensar la respuesta correcta— ¿Por qué lo dices?

—Yo… he hecho algunos trabajos allá —casi se podía ver una sonrisa triste a través de esa máscara—. Por tu actitud supongo que no lo eres. De hecho, te pareces bastante a mí en varios sentidos —Apenas llevamos horas de conocernos sin hablar. ¿Cómo podía estar tan seguro de que me parecía a él?

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté ignorando su afirmación.

—Siento que no te gustaría saber quién soy.

No quería ser entrometido, pero me URGÍA saber quién era, no solo para alimentar a mi curiosidad, sino también para saber si no andaba con una persona realmente peligrosa o algo así.

Abrí ligeramente mis labios para decir algo, pero el hombre me interrumpió al ver que llegamos a un extraño negocio. Constaba de un gran edificio de cuatro pisos con un gran letrero colgante que ponía: “PELEAS CALLEJERAS” en Gremur había un lugar así, dónde se pagaba a los luchadores.

Lo miré curioso. ¿Un negocio de pelear para ganar dinero? ¿Qué rayos le pasaba por la cabeza para traerme a un lugar así? ¿Es que no ve lo débil que soy?

«Esas preguntas nunca serán contestadas». Respondió mi cerebro y sentía que mi consciente hoy estaba más parlanchina que nunca.

—Adelántate, yo iré en unos minutos.

Seguí sus órdenes y entré al punto. Las paredes estaban pintadas de un amarillo fluorescente. En el fondo, se podía ver un escritorio donde sentaba una mujer y varios hombres hacían fila para ser asistidos por ella.

Había varias mesas y en medio del lugar, unas escaleras ostentosas que llevaban a un segundo piso.

Inmediatamente, me sentí tímido al estar en un sitio tan grande y con tantas personas. No conocía a nadie aquí y tampoco parecían ser muy amistosos.

Las personas que hacían fila en el escritorio pasaban una tras otra. Pero, el paraje no se quedaba vacío, pues entre más personas se iban más entraban.

Fijé la vista en un señor. Llamó mi atención por su apariencia diferente; tenía puesto un traje y traía un bastón. Aun así, algunos tatuajes se llegaban a ver entre los espacios no cubiertos que tenía de su cuerpo y se podía ver lo bien definidos que estaban sus músculos.

Nuestras miradas se cruzaron, por un momento sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo al ver esa mirada tan intimidante, pero lo que pasó después no tiene comparación.

Ese hombre caminó a paso lento con dirección hacia mí, yo me quedé paralizado sin saber qué hacer. ¿Y si quería hacerme daño?

El hombre llegó hasta mí y pude ver más de cerca algunos tatuajes pequeños que se ubicaban en la zona de su cuello y sus brazos.

Él se posó frente a mí. Aparté la mirada porque ya de por sí me daba bastante vergüenza tenerlo frente a mí, así que tener que mirarlo a los ojos era bastante peor. Mis nervios estaban a flor de piel.

—Hola —saludó con simpleza.

¿En serio eso era todo? ¿No me iba a comer vivo ni nada?

—Hola.

—No eres de por aquí, ¿Verdad?

El hombre sonrió. Dios, ¡qué vergüenza!

—No —articulé como pude—. ¿Por qué lo dice?

—Es que… simplemente no pareces alguien que vendría a este tipo de lugares.

—¿Es por mi apariencia física?

—Sí. No te ofendas, pero…—rascó su nuca— Pareces un poco débil para estar en este lugar.

Un momento, ¿Como que débil? ¿Quién se cree? —Deje el prejuicio —me crucé de brazos—, puedo parecerlo, pero en realidad soy muy fuerte.

Soltó una carcajada—¿Fuerte tú? ¿Cuántos años tienes, catorce?

Tensé mi mandíbula. Sentí como la ira se había apoderado de mi cara— Eso es muy descortés de su parte.

—Supongo, pero solo soy sincero.

—¿Sincero? Estoy seguro de que yo le gano peleando.

—No me llegas ni a los talones. Llevo siete años en esto de las peleas callejeras.

¿Siete años? ¿Cuántos años tenía este negocio?

No me gusta perder, sabía que si me metía con él nada más terminaría lastimado. Últimamente, me estaba volviendo alguien muy impulsivo y eso no era nada bueno. En un intento de salir de este lío me acerqué a su oído y susurré lo más bajo que pude:

—Maté a una persona.

—Bueno —se encogió de hombros—, es fácil mentir para un crío.

Estaba seguro de que mi cara ya estaba roja. Odiaba que me subestimaran, pues no tenía ningún derecho a hablar de mí sin conocerme. Claro que yo sabía que era débil, pero no me gustaba que me lo dijeran en la cara.

—Gion. Cazador de la aldea Gremur— musité, pues no quería que nadie más lo escuchara.

—¿Sabes que te puedo reportar con el rey?

—Y también sé que no lo hará—lo fulminé con la mirada.

Por una fracción de segundo pude ver la sorpresa en su rostro, lo que me hizo sonreír mentalmente. Tal vez él era más fuerte que yo, pero al menos ahora sabía que me tenía miedo, por lo cual era menos probable que me atacara.

—Eres audaz, niño. Pero tendrás que demostrar que también lo eres luchando —dijo quitándose la parte superior de la ropa, quedándose en una simple camiseta sin mangas—¡Yo, Rasmus Bang, te reto a una pelea!

Sentí miradas hacia mí por todos lados. Dios, lo que dije no había funcionado. Ahora me enfrentaría a la paliza de mi vida. Realmente, no estaba preparado para lo que estaba por venir. En estos momentos, odiaba lo que había hecho por un simple impulso.

El hombre colocó sus puños por delante de su cuerpo, estaba siendo muy intimidante y estaba consciente de ello. Sus músculos salieron a la luz, brillando junto con el sol matutino.

—¿Listo?

—Sí —fruncí el ceño, no había ninguna oportunidad de ganar. Simplemente, tendría que enfrentar esta paliza, ya que yo mismo me metí en ella.

Y simplemente pasó. En unos segundos, el hombre se abalanzó contra mí, quedando sentado encima de mi abdomen. No pude hacer nada en ese momento. Me veía tan flacucho en comparación a él. Su puño que estaba cerrado impactó fuertemente con mi cabeza, dejando inconsciente mi cuerpo que yacía sobre el suelo. Mi vista se nubló en un simple segundo.

—¡Oh por Dios! ¡Creo que me he pasado! —eso fue lo último que escuché provenir de la voz de aquel robusto hombre.

[...]

—¡Despierta!

Apoyé mis codos en la cama, estaba agitado, mi pecho subía y bajaba. Mi cabello castaño estaba completamente desordenado.

¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?

Lo primero con lo que me encontré fue con la cara del hombre que me había traído aquí. Me miraba fijamente como si hubiera esperado a que me despertara.

¿Qué pasa aquí?

Miré a mi alrededor para orientarme. Estaba en lo que parecía oficina. El hombre de tez pálida estaba sentado a un lado de la cama en donde me encontraba.

Aquella cama estaba desarreglada, la manta se encontraba en el suelo, la almohada estaba en mis pies. «¿Qué rayos?» Pude ver otro escritorio que en su superficie acumulaba montones de papeles. Al otro lado, unas pinturas de personas desconocidas y pude deducir que probablemente de trataban de monarcas importantes de este reino.

Fijé mi vista en un armario, solo tenía trajes con muchos botones y sombreros tan altos que resultaban abrumadores.

—¿Tan pequeño y ya estás peleando? Muy mal, niño —soltó un largo suspiro.

Me levanté de la cama y me posé frente a un espejo que estaba pegado a una pared. Una venda estaba puesta en el lado del golpe. Me la intenté quitar con fuerza, pero el hombre me detuvo.

—No, vas a terminar infectando la herida —me miró con frialdad.

—¿Quién eres? —pregunté. Esta persona era demasiado extraña… no me había revelado ningún tipo de información sobre él.

—¿Qué quién soy? Eso me ofende —colocó una mano en su pecho y fingió dolor—. Soy yo, Mats Berg.

No puede ser.

Esto era una broma ¿Cierto? Abrí los ojos como platos. Si de verdad era así, ¿Cómo podía decirlo tan a ligera?

—No me crees ¿Verdad? —suspiró con tristeza—. Probaré que no estoy mintiendo.

Abrió un poco más la puerta del armario que tenía su oficina. Me asqueé de inmediato. Me quedé horrorizado viendo varios cadáveres de personas. El olor rápidamente entró a mis fosas nasales.

Mats Berg era uno de los criminales más buscados de la historia. No hay persona que no lo conozca por más inculta que sea. Este hombre había cometido tantos crímenes horribles que las personas ya no querían mencionar su nombre, había cometido homicidios en grandes reinos. Por desgracia, cambiaba de ubicación constantemente y por más de once años había sido casi imposible ubicar a este asesino.

¿Por qué mi instinto no me avisó? ¡Me sentía completamente estúpido!

—¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me ayudas? —retrocedí, chocando con la puerta de la oficina. El hombre permaneció en su posición.

—Hoy estás haciendo muchas preguntas —rió—. Por ser un criminal no significa que no pueda hacer una buena acción. Te veías perdido. Además, rápidamente me di cuenta, no traías ningún arma y era imposible que salieras de ese bosque tú solo. Luca, necesitabas mi ayuda así que te la di.

—¡Sabes mi nombre!

—Príncipe Luca Fisher, reino Hawke del Sur. Creo que hice un par de estafas en ese reino…

—Dios... Era algo que no quería saber —estaba frustrado.

Soltó una pequeña risa entre dientes— Luca, te tengo una propuesta que creo que te interesará, después de todo, no tienes a nadie.

Bajé mi cabeza. Era cierto, pero no quería que me lo recordarán cada cinco minutos. Asentí.

—Trabaja conmigo, príncipe.

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