Capítulo 15: Calmando la marea
Luca Fisher.
Este era el final de la aventura.
Pasé por tantas cosas para llegar aquí, descubriendo facetas mías que pensé que nunca llegaría a ver. Me conocí mucho más, y eso era lo que verdaderamente agradecía de haber viajado con mis amigos.
En momentos incluso empecé a odiarme a mi mismo, preguntándome día y noche cuál era el motivo, ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué me empeñaba tanto en mi venganza? Ya lo había comprendido: era una persona terca. Y esa terquedad no era del todo mala.
Esa era la razón; desde que hice la promesa con mi tío me sentía eternamente encadenado a ella. Odiaba ser así, pero sé el remordimiento que cargaría al no cumplir con mi venganza, eso era lo que más me atormentaba.
Ya era la hora de dar su merecido a la persona que mató a mis padres… Si en verdad era mi tío no tendría compasión, yo no haría excepción con nadie.
El príncipe estaba aquí, había vuelto después de tanto tiempo.
¿Cómo se sentía regresar? El reino Hawke del Sur había traído la peor de las desgracias a mi vida, era la fuente de todos mis problemas.
Hace seis años prometí vengar la muerte de mis padres. Se lo prometí a él, mi tío. ¿Y ahora me decían que él era el asesino de mis padres? ¿Cómo debería actuar yo? No importaba lo que hiciera, yo no tenía tiempo para pensar.
Era hoy.
Mi venganza se cumpliría hoy.
El simple hecho de pensar que había vuelto aquí me retorcía del corazón. A pesar de que este fue mi hogar durante parte de mi infancia… Me sentía desorbitado y extrañamente ansioso. El estar en aquel lugar creaba tantas sensaciones inexplicables en mí.
Habíamos viajado durante la noche del lunes. Mats se disculpó solemnemente con el chófer, debido al tiempo prolongado que nos habíamos quedado en Daluk. Greta en cambio, se veía mucho más alegre desde que salimos de allí. Yo en cambio, tenía la mente ocupada. En promedio el viaje duró menos de doce horas, que fueron las más tortuosas de mi vida.
No quería estar en el reino Hawke. Tenía tantas dudas en mi cabeza que era imposible tener paz, ahora mismo me arrepentía de haber hecho esa promesa. Yo era alguien con tan poca experiencia que pensaba que todo sería fácil, que equivocado estaba, ¿Verdad?
En consecuencia de todo esto, los dolores de cabeza y noches difíciles se hacían cada vez más presentes. Hace días que no dormía apropiadamente, todo por el miedo de tener otro de esos recuerdos… Mats hacía todo lo posible para ayudarme, pero no era suficiente, aún no podía dormir.
Un fuerte dolor se impregnó en mi corazón. Yo estaba aquí, en el reino Hawke, hoy era mi venganza, ¿Estaba listo para ello?
¿Por qué era tan difícil? Esperé este momento toda mi vida, y ahora por fin podía vivirlo… Entonces, ¿Por qué sentía esa sensación? ¿Por qué tenía miedo? En este último año habían pasado muchísimas cosas, desde haber conocido a Mats y Greta, hasta llegar a comprenderme más a mi mismo, aprendiendo de mis errores y fortaleciendo mis virtudes.
Mi vida nunca había sido la mejor. A pesar de que nací en la realeza, rodeado de lujos y de cosas que los plebeyos nunca dispondrían… En una parte de mi vida me sentí infeliz, por momentos parecía desfallecer, pero entendí algo:
Puede que en el momento duela, puede que te sientas mal, incapaz de mejorar la situación, pero la vida es tan impredecible que cualquier cosa puede dar un giro brusco.
Incluso Mats lo había dicho; los cambios son simplemente aterradores, sin embargo, podrían traerte una felicidad nunca antes vista. Esa era la verdad, yo tenía miedo de cambiar, miedo de que toda la felicidad que había construido en este poco tiempo se desmoronara.
Pero no era tiempo de pensar en ello.
Esto era agonizante, no quería enfrentarme a más dolores de cabeza o recuerdos de mi infancia. Toda esta sensación era peor que una tortura y, según yo, esto acabaría el día que vengara a mis padres, suponía que era algún tipo de remordimiento.
Hacía todo lo posible para no enfocarme en mi venganza, sino más que nada en evitar los recuerdos tortuosos.
Me levanté de la cama en la que me encontraba, organizando los pensamientos que me invadían. Caminé hasta llegar al pequeño espejo de la habitación. Mi reflejo me hizo suspirar de la decepción, yo era patético, ¿Verdad?
Mi mirada permanecía baja. Tenía mi cabello castaño claro ligeramente peinado hacia atrás. Portaba una chaqueta larga, abotonada hasta la cintura, botones forrados de tela para contrastar con el traje.
Nos habíamos convertido en nómadas, viajábamos de un lugar a otro sin un destino fijo, ya que nuestros planes siempre cambiaban. Mats, como el adulto responsable de los tres, se había encargado de los gastos en una posada baratísima. Gracias a Dios se encontraba lejos del castillo, lo cual tranquilizaba mis nervios.
Sosteniendo mi chaqué volví a suspirar, esta vez escuchando un ruido; la puerta de la posada se estaba abriendo—¿Por qué tan suspirativo? ¿Acaso estás enamorado?— comentó Mats apenas entró, mientras ponía algunas bolsas en la cama.
—De ti —rodé los ojos, dando una respuesta sarcástica. Mats en cambio, soltó una gran carcajada.
—Bueno, tú tampoco estás mal…
—Mats —interrumpió Greta—. Para empezar, la palabra “suspirativo” ni siquiera existe, y segundo, ¿Qué hacen?
—Cosas de amigos, no lo entenderías —habló, intentando sentarse en la cama— Y por cierto, ¿Qué te garantiza que la palabra “suspirativo” no existe?
Greta se quedó sorprendida, analizando las palabras—¡Bueno! Quizá si exista, ¡Pero ese no es el punto! —sacudió su cabeza—. Luca, fuimos de compras. Mats y yo elegimos ropa para el baile de esta noche.
Un escalofrío recorrió mi espalda. No quería recordarlo, pero el baile era en esta noche, en tan solo una cuantas horas. ¿Qué sería de mí en ese evento? Simplemente cambié de tema, no quería seguir hablando. —¿Cómo hizo Mats para que no lo reconocieran?
—Luca, llevo once años siendo criminal, ¿Crees que no tengo mis técnicas? —alzó sus hombros—. Aunque realmente es fácil esconderme en este reino. El reino Hawke del Sur es el menos poblado de todos, no es igual que ir al reino Yosida.
—Tiene razón —confirmó la chica—. Por eso me siento más cómoda en este reino.
—Me alegro de que les guste mi hogar —susurré para mí mismo, haciendo lo posible para que esos recuerdos no vuelvan a almacenarse en mi cabeza —. Yo ya me he vestido.
—Te ves bien —me miró asombrada—. Es raro, casi nunca nos vestimos bien.
—Greta, tú siempre te vistes con trapos, así que deja de criticarnos —dijo el pelinegro.
—¿Qué tiene de malo? Así sale más barata. Claro, a mí también me gustaría verme bonita, pero nadie nunca me enseñó esas cosas básicas como maquillarme. Igualmente debe entender que no todo el mundo es tan millonario como usted, señor Berg.
—Es verdad, no debería juntarme con unos plebeyos como ustedes —le clavé la mirada—. Excepto Luca.
—Gracias por la mención especial.
—De nada —me guiñó un ojo.
Greta le dio una mirada a su ropa, viéndola con tristeza, así que yo respondí—: Greta, no te preocupes, el físico es algo mínimamente importante. Además, no creo que tú seas carente de belleza. De hecho es todo lo contrario.
—Guau, ¿Desde cuándo te volviste tan maduro? De todas formas, muchas gracias, eso fue lindo —sonrió.
—Soy un padre orgulloso —dijo Mats, fingiendo limpiarse unas lágrimas imaginarias.
—Como sea —suspiré—. Chicos, deberían vestirse, el baile será pronto —acordé, tratando de apartar a mis amigos, ahora mismo necesitaba un momento para mí.
—Bien, debería ir al baño —Greta se puso en marcha, caminando hacia afuera, pero me miró de reojo antes de irse, diciendo—: ¿Luca, estás bien? Te noto un poco extraño.
—Greta, estoy bien —afirmé—. Solo algo nervioso —rasqué mi nuca.
—No lo estés, recuerda que estaremos contigo —sonrió ampliamente, luego fijó su vista en el reloj que permanecía en la pared—. ¡Oh no! Se hace tardísimo. Ya deberíamos estar vestidos —empezó a caminar con rapidez hasta el baño, partiendo del lugar.
—Ella tiene razón —me miró—. Estás raro, amigo.
—Despreocúpate, estoy en perfecto estado —musité—. Tú también deberías irte, se hace tarde.
—Si tú lo dices... —desvió la mirada.
—Estaré bien.
—Recuerda, confío en ti —sonrió, apoyando su mano en mi hombro—. Sé que es difícil, pero el plan que tenemos saldrá bien, solo intenta no preocuparte mucho.
—Mats, simplemente estoy confundido, no es la primera vez que me pasa —reí—. Pronto se me pasará, no tienen que estar tan preocupados por mí.
—Uh, amigo, ¿Cómo no podría preocuparme? —suspiró con decepción—, espero que te mejores, ¿Si? Siento que necesitas pensar, así que te dejaré solo por unos momentos —comentó, mientras impulsaba su silla de ruedas, yéndose de aquel lugar. Sus ojos verdes me dieron una última mirada antes de abandonar la habitación.
Yo me sentía mal. No había razones para estar así, simplemente mi corazón no sentía las fuerzas suficientes para enfrentar a mi tío. Sabía que tenía el apoyo de mis amigos, ¿Y entonces? ¿Por qué sentía tanta desconfianza? A decir verdad, no sentía la suficiente confianza como para ir de la nada y acabar con él. ¿Saldría bien? Ya no quería arriesgarme, había perdido a mis padres, a los Bianchi, e incluso me había perdido a mi mismo. Había cambiado tanto que aquel príncipe frágil ahora solo era un recuerdo, aquella ingenuidad había evolucionado un poco.
Lo único que quería en este momento era borrar aquella amarga sensación que iba desde los dolores de cabeza hasta el insomnio que tanto odiaba. Suponía que todo era parte de mi desconfianza, y del dolor que habitaba en lo profundo de mi corazón. Muchas cosas habían cambiado, había conocido a mis amigos y eso me daba la seguridad que necesitaba, pero por alguna razón… Mi corazón no escuchaba a mi mente, y se empeñaba en intensificar aquel dolor que tanto odiaba.
Quería creerme que había crecido, pero no era así. Incluso si ya no era tan ingenuo y frágil como antes, seguía siendo inmaduro, inestable emocionalmente y con una felicidad dependiente de mi venganza, ya que eso se había convertido en mi única razón para vivir.
Desde ahora quería ser menos pesimista. ¿Por qué me sentía mal? Quería llegar a comprenderme a mi mismo. Yo podía mejorar, podía llegar a tener una mejor versión de mí, que mis amigos se sintieran orgullosos de lo que yo estaba logrando como ser humano.
Aquellos pensamientos se acumulaban en mi cabeza; yo iba a mejorar, podía ser mucho mejor que el desastre que estaba demostrando ser.
Durante esa noche el dolor de cabeza seguía impregnado en mí.
Camino al castillo de Hawke.
Aunque aquel reino era pequeño y poco poblado, que en consecuencia trae muchísima menos variedad de gente, era un reino justo y próspero. El reino Hawke tenía de los mejores gobiernos, y la familia Fisher había reinado por generaciones, una tras otra. Se suponía que yo era el siguiente heredero, y Anders me había arrebatado todo eso. Yo había nacido para ser un príncipe, y él me desterró; me había echado de aquel reino que fue mi hogar durante doce años, y lamentablemente, yo caí en su juego.
Parecía que todas las personas que penetraban en su vida eran marionetas para él, y yo solo era una parte esencial de su juego, su juego para obtener la corona. Anders era traicionero, despiadado, un vil hombre que me había mentido toda mi vida. ¿Por qué aquel cambio? Yo no creía en lo que Daira decía sobre él, pero calculando todas las posibilidades y dejando un poco fuera el favoritismo que tenía sobre él, la hipótesis de Daira no sonaba tan descabellada. Así que, entendiendo esto, decidí a qué ahora tendría mis expectativas bajas sobre él.
Obviamente me dolía. ¡Aquel hombre que culpaban era mi tío! Mi corazón se sentía golpeado por una fuerza mayor a la que podía soportar, pero no había tiempo de echarse para atrás. En este momento Anders sería mi presa, lo atraparía.
Si el actual rey de Hawke mató a mis padres… No tendría piedad.
—Pronto llegaremos. ¿Entonces, dónde los dejo? —cuestionó Cris; nuestro chófer privado, con quién estábamos eternamente agradecidos por habernos traído aquí.
—No nos dejes justo en el castillo. Me sería muy útil que nos dejes a unas calles de allí —respondió Mats—. Y reitero, fue sumamente amable habernos traído hasta aquí. El reino Yosida y el reino Hawke están a gran distancia, aunque así, te esforzaste para traernos aquí. De veras, te mereces una gran felicitación por tu desempeño.
—Este es mi trabajo, no agradezcas —sonrió.
Y en pocos minutos ya habíamos llegado. Sí, estábamos al menos media hora tarde, ya que Greta se esmeró bastante en su traje, que constaba en un corset apretado, que resaltaba su cintura. Un largo vestido en colores blanco y rojo, dando mérito a la época del año en que estábamos; la navidad. Su cabello rubio estaba de lo más finamente peinado, con un moño alto que se veía bastante complicado de hacer. En cuanto a Mats, vestía simple, sin dejar la elegancia atrás; tenía ropa muy parecida a la mía, con un alto sombrero y un pantalón justamente cortado a la medida de su discapacidad.
Yo esperaba que esa ropa fuera suficiente para camuflarnos entre la multitud, ya que, ninguno sabía demasiado sobre moda. Greta era la que tenía una visión más clara sobre ello, pero aun así no sabía demasiado, nadie nunca la instruyó en los estándares de belleza que se tenía en esta época. A decir verdad, a mí tampoco se me metió de lleno en este mundo de la moda; cuando era pequeño no era muy interesante para mí.
El chófer ayudó a Mats a colocarse nuevamente en su silla de ruedas. Greta y yo bajamos del carruaje, listos para el baile real del reino Hawke. Sin embargo, esa amarga sensación seguía consumiéndome y no me dejaba ir; estaba nervioso, ¿Eso me hacía débil?, ¿Tener miedo me hacía débil? No quería que mi tío pensara así. Por más que lo odiaba o despreciaba no quería que él tuviera una mala imagen de mí.
Cris terminó de acomodar a Mats, entonces habló—: Fue un lindo viaje —su mirada se volvió hacia aquella chica de cabello rubio—. Usted se llama Greta, ¿Verdad?, ¿Seguirá viajando con nosotros? —un destelló de esperanza cruzó sus ojos.
Greta se rascó la cabeza con algo de pena, para aclarar lo siguiente—: Tengo quince años —admitió.
Nuestro chófer abrió los ojos a más no poder— ¡Lo siento! Confundí todo —se dio un golpe en la cabeza—. No quería ofenderla diciéndole que se veía mayor, una disculpa por mi impertinencia…
—Cris —Mats lo miró—, es suficiente. Muchísimas gracias.
—Como tú digas —hizo una reverencia y subió nuevamente a su carroza, despidiéndose de nosotros. Con el látigo le pegó a los caballos y estos empezaron a andar, dejándonos a nosotros tres aquí.
—Se nota que le gustas —dije.
—Oh, ¿En serio?
—Igualmente —intervino el chico de cabellos negros—, no dejaría a Greta casarse con cualquier hombre. Ella es muy hermosa, y se encontrará con tantos hombres que solo la querrán de amante, pero no dejaré que eso pase.
—¿Por qué no? —cuestionó.
—Vales mucho más que eso. Por eso quiero a alguien que te aprecie de verdad.
—Eso fue inspirador, Mats —reí.
—Bueno, en mi juventud me apasionaba la poesía.
—¿Tu juventud? ¿Qué eres ahora, un anciano?
Aclaró su garganta— Una persona con mucha más experiencia que ustedes —expuso con aires de grandeza.
La muchacha soltó una carcajada— Estás loco.
—Las mejores personas lo están —contestó—. Sí, soy un ávido lector.
Toda esta conversación no era más que una mera distracción para todo lo que pasaba por mi mente. Ya estábamos a nada de entrar al castillo, ¿Qué sería de mí? Sentía todo el miedo cruzar por mi cuerpo, estaría en aquel lugar, el lugar que destruyó mi infancia.
Ya debíamos irnos. Mis amigos lo sabían, por eso trataban de aliviar el ambiente. Ya que, yo no estaba listo para ver lo que estaba por pasar, pero era algo que aunque quisiera o no, tenía que suceder; el reencuentro entre mi tío y yo.
Les indiqué con la mirada que debíamos irnos. El semblante alegre y divertido que tenían cambió al instante. Ellos sabían a todo lo que estaba expuesto, a entender los misterios que guardaba mi propia familia.
Caminamos por las frías calles de aquel veinticuatro de diciembre. En verdad, mi vida nunca fue como la esperé. Al ser un príncipe lo común sería estar rodeado de lujos, sin ninguna preocupación más que atender al reino, sin embargo... Yo nunca fui el príncipe perfecto, mucho menos el que mi reino necesitaba.
Mi vida se había complicado demasiado desde esa noche. ¿Por qué prometí vengarme? Supongo que sí no lo hubiera hecho mi vida sería más fácil. No quería romper mi promesa, pero ahora sentía una terrible sensación que no me dejaba vivir en paz. En ese momento, el dolor de cabeza me invadió al recordar algunas cosas; mis padres, que si bien no tenía casi ningún recuerdo con ellos, los llevaba impregnados en el corazón como a ninguna otra persona.
Ahora mismo, no tenía otra razón más para existir que no fueran ellos, me daban la fuerza para despertarme cada día sin miedo, y con la intención de vengarme.
Aquel agudo dolor seguía tallando mi cabeza, como si se explotaran mis neuronas una tras otra. Era algo insoportable, que solo se activaba cuando trataba de acceder a algún recuerdo.
Frotando mi cabeza choqué con algo. Abrí los ojos, topándome con la atlética y formada espalda de Greta; ella había parado de caminar, y se había detenido en lo que parecía ser…
El castillo.
Todo se veía diferente a la última vez que estuve aquí. El anterior color gris ahora estaba adornado por muchísimas luces, más concretamente bombillas, un artefacto creado hacía ya varios años. No era solo eso, sino también el ambiente, todo parecía tener vida, y esa aura melancólica de la otra vez se había ido por completo. Nunca había visto tantas ventanas abiertas, todo era un ambiente de lo más amigable, que te obligaba a entrar.
El gran portón se abrió para recibir varios condes y duquesas, pero yo y mis amigos permanecimos de pie allí. De pronto, Mats se colocó su máscara en secreto, y yo repetí su acción. Los guardias de seguridad solo podían ver la cara de Greta— Nombre y reino— ordenó uno de ellos.
Mats tembló por un momento, sin saber qué decir. Yo también estaba nervioso, toda la parte de la identidad dependía de Mats— Somos familiares de la condesa que acaba de pasar...
—Dije nombre y reino —decretó, alzando la voz.
Quería morderme mis uñas por el nerviosismo, pero la máscara no me lo permitía. Anders Fisher… Todo esto era tu culpa. Si no hubieras matado a mis padres no estuviera pasando por estos dolores de cabeza y estos nervios. En este momento odiaba todo, odiaba al mundo por haberme hecho así, ¡No quería cumplir esa promesa! Pero si un príncipe rompía su promesa… Su palabra ya no valdría nada, ¿Verdad?
No soporté ni un segundo más. Agarré con fuerza mi cabeza, el dolor era indescriptible. ¿Por qué tenía que pasar por todo eso? Si era verdad eso de las vidas pasadas, ¿Qué tuve que hacer en mi vida pasada para merecer todo esto? Me desplomé en suelo, harto de que me consumiera ese dolor, escuché los gritos de mis amigos.
—¡Luca! —Greta sonaba asustada—. ¿Estás bien? ¡Dime!
—Oh por Dios, ¿Qué ha pasado? —impulsó su silla de ruedas rápidamente, abandonando su conversación con aquel señor.
Todo era confuso, hasta que vi una silueta asomarse hacia nosotros, para hablar con el guardia de seguridad. Una mujer de largo vestido, sombrero extravagante y un perfume que inundaba mis fosas nasales se presentó en la entrada del castillo.
—Amalie Kundsen, resido en el reino Yosida. Ellos vienen conmigo, déjelos entrar.
—A la orden, señorita —respondió.
Quedé estupefacto al escuchar ese nombre que resonó por mis oídos. Mats se quedó viendo aquella mujer, que nos sonreía con tanta dulzura. Ella era Amalie, nuestra amiga, que por alguna extraña razón estaba aquí, y como siempre, estaba cubriéndonos la espalda.
—Amalie… —susurró Mats, yendo hacia ella con rapidez.
Amalie había llegado, ella también estaba aquí, para ayudarme con mi venganza…
Amalie…
Gracias por volver.
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