Capítulo 14: Un corazón distinto
Amalie Kundsen.
Una hermosa chica dotada de una inteligencia sin igual. ¿Creían que mi vida sería fácil? Para nada. Por más cosas que tenga a mi favor, a veces tengo momentos de desesperación.
Ayudé lo más que pude a todas las personas que conocí. Ahora yo quería que me ayudaran a mí también, ya que a veces me sentía a punto de explotar.
Apreciaba con todo mi corazón mi amistad con Mats. No obstante, ¡Quería ser más que su sombra!
Quería que las personas me reconocieran por quien era en verdad.
No quería seguir dependiendo de él.
Con cuidado me acomodé en el viejo sillón. La oficina de Mats aquí en Yosida necesitaba una remodelación urgente. Mats era alguien bastante desordenado.
Sumergiéndome en mis pensamientos me dispuse a releer la carta que había enviado hacía ya más de una semana. Aún guardaba una copia. A pesar de que quería confiarme de mi misma, solía dudar con frecuencia de que pensaría Luca acerca del contenido de la carta.
Yo solía aconsejar a los demás. Pero ciertamente eso no me protegía de tener mis propias dificultades. Día a día me esforzaba para ser una mejor persona. Lamentablemente, nada era así. Toda esa amabilidad y bondad no las apreciaba por aquellos sentimientos negativos que se venían a mi cabeza.
Quería ser independiente.
Mats era el que con constancia repetía lo mucho que yo significaba para él, eso me hizo creer que él tenía cierta dependencia emocional sobre mí.
Pero no era así.
Con el tiempo me di cuenta de esto; yo era la que, desgraciadamente, se había aferrado demasiado a él.
Me apasionaba mucho el explorar, conocer más de la vida y de los comportamientos humanos, pero cuando algo me gustaba... Simplemente me obsesionaba con ello.
Me aferro fácilmente a las cosas, por eso siempre termino lastimada.
Limpié mis lentes, los cuales se empañaron por las lágrimas que caían de mis ojos. Yo nací dotada de cualidades, pero... ¡Tenía que sufrir de igual manera!
Aunque para ser sincera ningún tipo de sufrimiento que yo haya experimentado se compara con el de ser discriminado, el de ser aislado de tus amigos. Lo que sufrió mi amigo no tenía comparación.
Sé que no debía desmeritar mis propias dificultades, porque a final de cuentas, problemas son problemas, ¿No? Pero aun así... Me sentía egoísta al pensar que yo sufría, habiendo tantas personas que pasaban por cosas peores.
Yo quería protegerlo por siempre... Pero también quería dejar de ser tan dependiente. ¿Qué haría yo en este momento? Incluso dotada de aquella inteligencia que me hacía destacar, yo tenía mis propias dudas.
Bajando mi cabeza me dediqué de lleno a leer por enésima vez aquella carta. Viendo mi vocabulario y la forma en la que me expresé.
La hermosa tinta en color negro se deslizaba por toda la hoja. Una caligrafía hecha a mano que me tomó años perfeccionar se veía en aquellas líneas.
"Reino Yosida del norte"
Mis estimados amigos, ¿Cómo se encuentran? Con todo mi corazón, espero que permanezcan en máxima salud y harmonía en ustedes. Mi mayor deseo es que se estén cuidando lo suficiente. Les ruego, que, por favor, recuerden comer sanamente y tomar la suficiente agua. Me encantaría estar allí con ustedes, ayudándolos lo más que pueda. No obstante, me veo imposibilitada a hacerlo.
Hasta una semana de su viaje no había podido escribirles. Como saben, el reino Yosida y Daluk están a gran distancia, por lo cual, la correspondencia no llegará el mismo día. Igualmente, espero de todo corazón saber la respuesta de esta carta cuanto antes.
He estado hablando constantemente con su chófer. Él me ha hablado del progreso del viaje, me ha dicho su dirección y demás. Como van al reino Hawke a partir del cuatro de diciembre, he decidido enviar esta carta cuánto antes;
Tengo un plan para la venganza de Luca. Me gustaría muchísimo más ayudar de cerca, pero si solo lo puedo hacer por este medio trataré de explicarme de la mejor manera posible. Bien, según investigué cada veinticuatro de diciembre hacen un gran baile en el reino Hawke, celebrando la Navidad y el fin de año. Esta fecha es la única en la cual el castillo está abierto a los plebeyos, esto podría ser un punto a favor porque nadie se enterará de su llegada. Así que, llegando a estas conclusiones, mi sugerencia es que se queden unos días más en Daluk; estoy consiente de que el alojamiento allá no es barato, pero considero que el dinero que llevan es suficiente.
Espero que esto les sirva de algo. En cualquier caso de una modificación o un rechazo total, por favor, no olviden comunicarme.
Respondan mi carta cuando puedan, ¡Gracias!
—¡Señorita Kundsen! Es hora de abrir el negocio —llegó agitado, como si hubiera hecho un maratón— se quedó dormida, ¿Cierto? —soltó una risilla.
—Ayer me dediqué exclusivamente a ordenar mis pensamientos.
—Lo sé, desde que el señor Berg se fue todo es mucho más difícil, ¿No? —expuso, con una cara de tristeza —Tranquila, señorita Amalie. Yo le ayudaré lo más que pueda.
—Eso es muy noble de tu parte, Sebastián —esbocé una sonrisa —. Por ahora solo abre las puertas. Iré a vender los boletos.
Entonces, Sebastián tomó su camino y se fue. Extendió su mano en despedida.
—Supongo que hoy hay muchas cosas que debo hacer —suspiré pesadamente, mientras me encaminaba hacia el pequeño puesto donde vendía los boletos para el show.
El negocio de Mats podía confundir a algunas personas, pero lo fundamental de el era ganar dinero; varios luchadores famosos venían aquí. Todo constaba de unas cinco rondas eliminatorias, donde el último en quedar en pie ganaba dinero. ¿Ganar dinero por hacer lo que amas? Para algunas personas sonaba de lujo. La mayoría de gente decidían traer a su familia para ver las peleas.
Até mi corto cabello marrón. La luz del sol se deslizó rápidamente por mis ojos, haciendo que se cierren por naturaleza. Pronto, la puerta abrió. Un montón de participantes entraron, con grandes armas, empezando a hacer una fila muy desordenada —No venderé boletos si no se ordenan —hablé.
—Vamos linda, no seas tan aguafiestas —comentó uno de los participantes, acercándose demasiado a mí.
—Con todo respeto, por favor, aléjese. Me hace sentir incómoda —retrocedí unos pasos de mi puesto. A lo lejos pude ver cómo Sebastián venía hacia mí.
—Uh... Eres tan aburrida, solo te lo perdono porque eres linda —respondió, agarrando mis muñecas. ¿Acaso no tenía vergüenza? O sea, ¡Estábamos delante de todo el mundo!
Traté de hacer algo, pero no tenía la suficiente fuerza física como para alejarlo. ¿Acaso se creía que yo era de su propiedad? ¡No! Era algo que realmente odiaba. Yo era Amalie, mi propia persona, no necesitaba nada más.
—Señor, le ruego que por favor se ordene en la fila —estaba harta, sonriéndole amablemente le indiqué la salida —Si sigue incomodando al personal, le sugirió que vaya por donde vino.
A los pocos segundos, el hombre solo frunció el ceño, parecía enojado. Pero yo no estaba de humor para nada de esto. Con la mirada le indiqué a Sebastián que se acercara, él lo hizo, sacándolo del lugar. Indignada, seguí cobrando los boletos, agradeciéndole a Sebastián y disculpándome solemnemente por las molestias.
Si había algo que verdaderamente me cansaba es que los hombres que no me respetaban. Yo trataba de la mejor manera posible a cada cliente, ¿Y así me pagan? Cuando Mats estaba aquí esos inconvenientes pasaban con menor frecuencia. ¡Yo no quería nada de eso! Estaba harta de ser la damisela en apuros. Tal vez fui dotada de inteligencia, pero nunca tuve demasiada fuerza física.
Ya no quería depender de Mats.
Él me había ayudado demasiado, y ya me consideraba una adulta lo suficiente consiente para saber lo que me convenía o no. Lamentablemente, no podía hacer nada contra los tratos que los hombres tenían hacia mí, más que mostrar una sonrisa, ¿No? Esa fue la promesa que le hice a Mats. Yo cuidaré este negocio con todo lo que tengo. No me arriesgaré a que gane una mala reputación por mis actitudes.
Yo era alguien que ocultaba sus sentimientos y opiniones solamente por agradar a los demás. Quería ser cercana a ese estereotipo de la mujer perfecta, pero no podía. Primeramente; yo era la asistente y amiga de la infancia de un criminal, ¿Qué me daba eso? No era para nada tonta ni callada, algo que los hombres apreciaban.
Quería encontrarme a mi misma, soltar las apariencias que debía guardar.
Porque en realidad, por menos probable que parezca, no era tan buena como aparentaba. No creo que exista una persona completamente pura en el mundo. Sin embargo, esto era lo que yo debía aparentar para poder ser aceptada. Si tendría que permanecer como la sombra de Mats Berg, lo haría.
Mats y yo éramos parecidos. Por eso estoy segura, de que fuimos amigos por tantos años; ambos ocultábamos quienes éramos en verdad, todo por agradar a un grupo de personas.
Orfanato central - Reino Yosida.
—¿Por qué tengo que ir, madre Cecilia? —cuestioné, cruzándome de brazos — Ya di mi respuesta. No podrá hacerme cambiar de opinión.
—Ya sabes, la hermana Erme te lo ha ordenado. Así que dime... Todo esto es por tu amiguito, Mats Berg, ¿No?
—Y si así lo fuera, ¿Qué?
—Ten un poco más de respeto, niña. ¡Recuerda que nosotros te alimentamos! —uniendo su entrecejo, me gritó enojada.
—Madre, le pido que por favor que me permita quedarme con Mats —traté de ser amable.
Ella rodó sus ojos, y yendo a agarrar unos papeles de su escritorio volvió hacia mí— Si no te vas... Echaremos a Mats a la calle.
—¿Cómo? ¡Eso es superinjusto! —exclamé indignada — ¡Aún no es mayor de edad!
—Pero lo será en unos meses, ¿Verdad? Es el tiempo perfecto para echarlo. Además, nadie le quiere aquí, realmente.
—No puede hacer eso.
—Claro que sí. Bueno, supongo que haré los papeleos para que Mats se vaya cuanto antes —dando unos leves pasos, tomó asiento en su escritorio y con la tinta empezó a escribir algo que no era visible para mí.
Rápidamente, caminé hacia su escritorio, apartando los papeles en los que estaba escribiendo—¡Yo iré! Me mudaré con el señor Matthew.
Ella me miró, diciendo —: Excelente, verdaderamente excelente —sonriendo ampliamente —Entonces, ¡Te irás mañana!
—¡No! La hermana Erme me dijo que era la otra semana. Déjeme más tiempo con Mats, se lo imploro.
—No, luego te arrepentirás de esto. No tengo tiempo para planear otra cosa para que vayas. ¡Las adopciones disminuyen cada vez! ¡No podemos perder ni una oportunidad! —comentó yéndose por fin del lugar, dejándome aquí, sola y desorbitada.
No quería ver nuevamente a Mats durante el resto del día.
¿Qué pensaría él al ver que lo abandoné?
Mats no tenía otro amigo. Se quedaría completamente solo.
Esa fue la excusa que tomé en aquel momento. No era real. Yo estaba demasiado aferrada a Mats, el miedo de ser separada de él me invadía.
Ese fue el momento en el que tuve que decir adiós a todo lo que amo.
[...]
Ahora en mi mente todo era tristeza. Yo no quería dejar el orfanato, pero debía hacerlo por el bien de mi amigo.
Aunque pareciera que yo le brindaba toda la ayuda que necesitaba, no era así. Él también era un excelente amigo, cuando yo lo necesitaba él no lo pensaba dos veces, y estaba para mí en cualquier momento.
Por eso lo extrañaba.
Por eso no quería irme.
Mats Berg me enseñó a sentirme querida en verdad, y no solo por los dones que poseía, sino por quien era yo como persona.
Yo tenía que enseñarle lo mismo, lo que en realidad valía. Pero en cierta parte, me costaría mucho. Mats había sufrido tanto que, supongo, nada volvería a la normalidad. Solo quedaba mostrarle mi apoyo en los momentos malos.
Pero todos mis planes habían sido descartados, todo por la arrogancia de otra persona.
Ya no podría ayudar a Mats.
Debía despedirme de todas mis esperanzas.
—Bienvenida —habló el señor Matthew. Él rondaba entre sus cuarenta, según escuché, era divorciado. Su aspecto era bastante común; tenía cabello negro, algunos lados se veían repletos de canas. Sus ojos eran oscuros, su piel trigueña, dorada como el trigo.
Tenía mis sospechas. Un señor, adulto, soltero, ¿Adoptando a una adolescente de quince años? No era por ser prejuiciosa, pero no tenía mucho sentido que digamos.
Sostuve con nervios mi maleta, mientras apretaba con todas mis fuerzas la agarradera —Hola —musité, tímida.
—Por favor, deja tus cosas por ahí —comentó, mientras bebía algún tipo de trago alcohólico — Y... ¿Cómo te llamabas?
Me adoptó y no se acuerda de mi nombre. Esto sería más difícil de lo que creí. Me había tocado vivir con alguien que para nada entraba en mis estereotipos de familia perfecta —Amalie —respondí con desconfianza.
—Amalie, por favor, toma asiento por algún lado —contestó con amabilidad.
Dios mío... Odiaba ser así de desconfianza con una persona que no me había hecho ningún mal, pero... ¡Mi cerebro dudaba demasiado!
—Así estoy bien —me limité a responder, aún parada en medio de la puerta.
—Oh, no seas así se fría. Ahora seré tu papá, ¿Verdad?
Usted nunca podrá ser un padre para mí.
No quería estar aquí.
Tantos escenarios había imaginado en mi cabeza, volviendo con Mats, abrazándolo y diciéndole cuánto le extraño. Pero incluso si no venía a vivir aquí, tendría que enfrentar la consecuencia de jamás poder ver a mi amigo.
—Amalie —llamó, acercándose mientras dejaba su trago en una mesa —¿Sabes hacer quehaceres?
—Solo lo básico —respondí —cocinar, barrer, lavar los platos —sonreí— eso domino.
Él arrugó sus cejas —¿Solo eso? Eres una mujer. Deberías aprender a hacer las demás cosas. Además, te adopté para que me ayudaras con los quehaceres. Desde que mi esposa me pidió el divorcio, tengo muchas dificultades con esas cosas.
—Lo siento señor, pero yo sola no me podría ocupar de todo eso. Deberíamos ayudarnos mutuamente.
—Soy el hombre de la casa. ¿De qué me serviría aprender?
—Usted mismo lo dijo; tiene dificultades haciendo esto. Si hubiera sabido hacer las tareas del hogar desde el principio no tendría ningún inconveniente, ¿Verdad?
—Eres muy sabionda para tu edad —dio pasos hacia mí —¿Sabes? Las mujeres son mejores calladas.
—Ya veo porque su esposa le pidió divorcio —respondí. Vi como Matthew se alteró notablemente más. Sus ojos cafés se abrieron de par en par.
—No tienes ningún derecho a hablar sobre ese tema —parecía que, en realidad, estaba sumergido bajo los efectos del alcohol, pero no dudaba que su personalidad en sí, fuera parecida a lo que estaba demostrando ahora.
—Usted tampoco tiene derecho a ordenarme que hacer.
—¡Claro que sí! —rugió —¿Acaso eres igual que ella? ¡Todas quieren demasiada libertad!
—No es libertad. Solo que nadie mostraría la sumisión completa que usted exige —dije. Sin embargo, pasó algo que me dejó perpleja. Aquel hombre dio algunos pasos rápidos para acercarse completamente a mí, y llegando hasta mi cara...
Impactó su mano contra mi cara, dándome un fuerte golpe que me llevó hasta el suelo. Toqué mi cachete, el cual se mantenía sangrando abundantemente, por el fuerte golpe que me había dado.
—Se ve que serás un caso perdido —y diciendo esto, me empujó de mi lugar, abriendo la puerta con todas sus fuerzas, para luego salir de la casa.
Yo no iba a permitir que me tratarán así.
Se necesitaba más de un empujón para que yo desistiera.
Levantándome del suelo, corrí hacia la pequeña mesa que se encontraba junto a los sillones. Había tres objetos muy específicos; un tarro con agua, traía flores algo marchitas. El vaso que contenía aquel líquido alcohólico, y un teléfono. Un artefacto que se había inventado hace un par de años, que solo las personas con mejores recursos tenían. El gobierno había regalado uno a nuestro orfanato. ¡Eso es! Podía llamar al orfanato y contarles la situación, seguro que me entenderían, ¿No? Fijé mi vista en el reloj que estaba colgado de una pared. Oh no... ¿Y si estaban dormidos? Usualmente, todos dormían por eso de las ocho en punto. Ahora mismo, eran alrededor de la una de la mañana, todo porque el viaje hasta el hogar del señor Matthew era un camino muy largo.
Marqué el número del orfanato. pegué el artefacto a mi oído. Esperé y esperé, pero nadie parecía contestar.
Debí suponerlo... No había esperanza de que ellos realmente estuvieran despiertos. El sonido del teléfono resonaba, pero nadie contestaba. ¿Tendría que vivir con un señor así? ¡Ni en mis peores pesadillas!
Los adultos eran horribles...
Y de un momento a otro, el ruido del teléfono no se escuchaba más— ¿Hola? —dije.
"Amalie, ¿Eres tú?" Se escuchó a través del teléfono...
No.
No puede ser.
¡Esa era la voz de... Mats!
Con rapidez, noté el tono triste con el que él hablaba. ¿Acaso me extrañaba? ¡Yo también lo hacía! Pero de pronto, empecé a sentir ese punzante dolor en mi mejilla. Oh no, aquella sangre que caía, ahora se volvió un charco de sangre que se arrastraba por todo el camino. Hice algunas muecas y sonidos de dolor, cosa que notó Mats.
"¿Estás bien?" Preguntó.
—Ayúdame, Mats.
De pronto, sentí como todo daba vueltas. ¿Había perdido tanta sangre? Lamentablemente, no tenía ni el mínimo conocimiento de medicina, no sabía qué hacer en casos como este.
"¿Qué pasó?" Cuestionó nuevamente "¿Cómo te fue con... Tu nueva familia?" Hablo con cierto tono de tristeza impregnada en su voz.
—Mats —dije con todas mis fuerzas — Ese señor es malo... Yo... ¡Te necesito!
"¿Te hizo algo malo?"
—Si.
"Gracias por decirme. Pásame tu dirección"
Y diciéndole, caí en cuenta de algo; no tenía más fuerzas. Me derrumbé completamente en el suelo, escuché como Mats me llamaba a través del teléfono, pero no tenía más fuerzas para contestarle. Cerré mis ojos. Me hundí en una intensa oscuridad, llena de la ira y reproches de aquel señor.
Yo realmente no quería ser la damisela en apuros, no quería depender de él, pero ese día... ¡Lo necesitaba! A veces no estaba mal pedir ayuda a otros, ¿Verdad?
Mats me ayudaba porque era mi amigo y se preocupaba por mí. Era egoísta que yo pensara así de sus acciones amables, ¡Pero estaba harta de siempre ser rescatada!
Sin tan solo... Hubiera nacido dotada de fuerza para poder defenderme. Lamentablemente, ser mujer en este mundo hacía que muchas personas perdieran el respeto a mí.
No cumplía ninguno de los requisitos de ser una dama perfecta, pero no creo que exista nadie así. Todos somos perfectos a nuestra manera, ¿Verdad?
Algún día, solamente ese día... Podría llegar a tener una mejor versión de mi misma.
[...]
¿Dónde estoy? Me desperté con dificultad de esa horrible pesadilla que había sido pasar esos diez minutos con el señor Matthew.
Tratando de adaptarme a la situación, levanté la cabeza. Alguien me cargaba como costal de papas, pero... ¿Quién?
—Amalie, que bueno que despertaste. Ese señor casi me mata cuando llegué. Tenías razón sobre él.
Esa voz era la de...
Mats.
Una sonrisa involuntaria se formó en mi rostro. Estaba con él... Me había salvado de un trágico destino con el señor Matthew. Podía ver la cara de Mats, mantenía sudor por como corría. Además, yo no era nada liviana —Ya puedes bajarme —le dije entres risas.
—¿Estás segura de que puedes caminar?
—Claro. No soy tan inútil.
—Nadie dijo que era inútil, simplemente estás herida. No quiero que te sobre esfuerces.
—Te digo que no lo hago —contesté, bajándome —¿Me podrías decir dónde estamos?
Rascó su nuca con algo de vergüenza —¿Prometes que no te enojarás?
—Ya veremos.
—Escapé del orfanato. Ahora mismo, vamos camino al norte de Yosida. No tenía ningún medio de transporte, así que tuvimos que venir a pie —desvió su mirada —Lo siento —murmuro.
—Gracias por salvarme —acaricié su cabello negro, que normalmente estaba despeinado. Mats no era muy cuidadoso con su higiene.
Él se sonrojó por completo, y era bastante notorio porque tenía una piel sumamente pálida, casi como si estuviera enfermo. Por sus genes, él tenía toda la apariencia de un criminal, aunque su personalidad era otro asunto — No es nada. No podía dejar que ese idiota te golpeara.
Solté una risilla —Aunque espero que no le hayas hecho nada malo a él, o la Madre Cecilia empezará a sospechar por tu desaparición y la mía.
—Bueno... Solo le di su merecido.
—¿Y cuál era su merecido? —alcé unas cejas.
—Mejor no saberlo —susurró —. Amalie, tú... —sostuvo mis manos —¿Estarías dispuesta a formar una nueva vida conmigo? —cuestionó, mirándome con ternura.
—Oh, vamos. ¿Podría negarme después de que me salvaste?
—Guau, piensas igual que yo —soltó una risilla—. Ahora dime, ¿Eso es un sí?
—Por supuesto, Mats. Será nuestra promesa.
Alzando mi meñique, lo crucé con el de Mats. Así, cerrando la promesa de dos jóvenes inexpertos, que pasarían por muchas cosas para poder adaptarse, pero que juntos lograrían lo que sea.
Era nuestra promesa.
Mats cambió mi vida, me tocaba a mí hacer algo por la suya, ¿No?
Así que, mientras no me aferre tanto a él como lo hacía antes, podríamos... ¿Volver a estar juntos? Él era tan buena persona que merecía a alguien mucho mejor que yo, pero mientras pueda brindarle apoyo a su vida, lo haría.
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