Capítulo 13: El valor de la amistad
Mats Berg.
El valor de la amistad consiste en tener a alguien que te apoye en los momentos difíciles, que permanezca contigo en las buenas y en las malas.
Más que solo mantener un vínculo la amistad que haya por medio supere todas las dificultades. Ese es el verdadero significado: Lealtad.
Al conocer a Luca parecía que ya había encontrado todas esas cosas. Creí que descubrí a una persona que no me juzgaría por mis raíces…
Pero el mismo Luca lo había dicho. Yo era un loco, un psicópata. No merecía tan siquiera vivir…
Y aunque sabía que ese no era el mejor momento para él... No podía evitar que esos comentarios me dolieran.
Tosí varias veces, intentando sacar el agua de mi cuerpo.
Inhalé y exhalé. Sin embargo, un rápido pensamiento cruzó mi cabeza…
¿Qué hacía aquí? ¿Cómo había llegado a este lugar?
Me percaté del lugar en donde estaba: La playa del reino Daluk, aquel lugar tan hermoso, donde las pequeñas luciérnagas viajaban dando luz en aquella oscuridad.
Mi cuerpo se mantenía tendido en el suelo, escuchando el ruido de la marea atentamente. Los pensamientos trataban de organizarse en mi cabeza, uno tras otro. Un montón de preguntas se formulaban allí.
Apoyé mis manos en la arena amarilla, tratando de levantarme. No obstante, en ese momento lo recordé… Oh Dios mío, ser discapacitado se estaba convirtiendo en una pesadilla para mí.
Yo estaba solo en aquel lugar y, por lo que veía, no había manera de salir de aquí. Prontamente volteé mi rostro, viendo directamente al mar. Mi silla de ruedas no se encontraba por ninguna parte. ¿Por qué no estaba muerto ahora mismo? y la pregunta que más me aterraba, ¿Por qué no me lamentaba porque mi intento de suicidio no había funcionado?
Quizás en mi mente no quería que funcionara… Yo era joven, tenía tanto que vivir. Los veintiocho años que había estado en la tierra habían sido desaprovechados en algo que realmente odiaba.
¿Por qué tuve que ser criminal? Aquel ingenuo chico tenía la falsa esperanza de que lo aceptarían. En ese momento lo comprendía; nunca le caería bien a todas las personas, porque donde hay gente buena también hay personas superficiales.
Aun así, no lo necesitaba.
¿De qué servía tratar de complacer a un mundo que nunca me amó, un mundo que nunca estuvo de acuerdo con la persona que yo era? Ya no se trataba de seguir mejorando, se trataba de encontrar a las personas correctas y, aunque mi cerebro no lo creyera, ya lo había hecho. Había encontrado personas maravillosas, personas que se perdieron frente a mis ojos.
Orfanato Central - Reino Yosida.
A pesar de que me quedaban tan solo unos meses para ser un adulto, ya tenía mi propia vida formada. Había elegido que quería ser: Mats Berg, el criminal más grande del reino Yosida, superando a todos sus familiares.
Esa era la vida que yo mismo escogí. Un camino irreversible, que cuando entrabas a este mundo… Era imposible de salir. Pero yo estaba conforme con ser un criminal.
Había perdido toda esperanza. ¿Alguna persona adoptaría a un “casi” adulto? ¡No! Pronto me echarían como perro a la calle.
Como ya me había convertido en lo que las personas me inculcaron, ¿Estarían felices conmigo? Trataba de creer eso, pero una limitada parte de mi interior estaba consiente de que nada sería así.
Nuevamente en la cafetería, me encontraba sentado con mi única y mejor amiga; Amalie. Era extraño, ella era un ser demasiado sociable como para sentarse con un bicho raro como yo. Incluso llegué a cuestionarme si Amalie tenía sentimientos por mí, porque no era normal que a pesar de todas las burlas ella siguiera siendo buena conmigo. Obviamente era algo imposible, pues ella era de lo más preciosa, tanto fuera como por dentro, ¿Se fijaría en mí? ¡Estaba loco al pensar eso!
—Mats —habló llamando mi atención.
—¡Lo siento, Amalie! Me distraje un minuto. ¿Qué decías?
—Uh, tu comida se enfrió —me miró fijamente —. ¿En qué estás tan concentrado?
—Solo pensando en algunas cosas —sonreí falsamente.
Ella soltó una risilla— ¡No sabes fingir para nada! Ahora dímelo, ¿Saldrás hoy?
—Tal vez simplemente me conoces demasiado —murmuré —. Sí, saldré. Una señora me contactó. Me dará cien monedas de oro para que mate a la amante de su esposo.
—Sabes lo que pienso sobre ello.
—Si, ya lo sé, Amalie. Es la única manera de conseguir aceptación.
—No lo es. ¡Ese es tu encanto propio! Solemos ser superficiales contigo, pero cuando te conocen… ¡Eres tan dulce! —sonrió ampliamente —. No tienes que buscar aceptación, tienes a las personas que quieres, ¿No? Eso debe ser más que suficiente para ti.
—¡No lo entiendes! Todo el mundo te ama, eres increíble, inteligente, hermosa. Ninguna de esas cualidades está en mí. Algunas personas necesitamos esforzarnos más que otras.
—Claro que lo entiendo —posó una mano sobre mi hombro —. Tú ya has hecho suficiente, las personas son las que tienen que cambiar, no tú.
—Pero las personas no cambiarán —hablé, lo más seco que pude —. Entonces, yo tendré que dar un empujón para que si lo hagan.
—Tú no necesitas de las demás personas para salir a flote, solo necesi…
Tocando con sutileza una copa, interrumpió nuestra animada conversación. La hermana Erme, quien era la encargada principal de la cafetería, llamaba nuestra atención golpeando el cristal con una cuchara —Niños y jóvenes, tenemos una maravillosa noticia —los típicos murmullos se empezaron a escuchar. El bullicio ya era presente en el lugar —. Después de una larga espera, ¡Adoptarán a alguien! —comentó con la máxima de las euforias— ¿Están listos para saber quién es?
Amalie y yo éramos adolescentes. Es bien sabido que a la hora de adoptar optaban por bebés recién nacidos o niños pequeños. Nadie quería criar a una persona que prácticamente ya había sido criado, ¿Verdad? Eso sumado a que por mi familia no tenía una buena reputación. No me iban a adoptar nunca. Amalie permaneció tranquila, escuchando atentamente el anuncio de la hermana Erme. En cambio, muchos de los niños de siete o menos parecían muy nerviosos.
—¿A quién crees que adopten, Amalie? —cuestioné mirando a mi amiga.
—Calculando las posibilidades, Leticia es la opción más certera. Es una bebé recién nacida, además de ser muy hermosa y tranquila en sí. Pongo los esperanzas en ella —manifestó.
—¿Leticia? —comenté —Ya veremos.
—Atención —volvió a chocar su cuchara contra la copa —. Lo entienden, ¿No? Las adopciones han disminuido un montón los últimos diecisiete años. Últimamente solo hemos recibido dos o tres adopciones por año… Todo por una causa —me miró de reojo.
No me gustaba la mucha importancia que me daban. Todos me trataba como si fuera la fuente de sus problemas, cosa que para nada era cierta. De hecho, yo era alguien bastante tranquilo, raramente hacía desorden.
—Oh no, ¿Va a hacerlo de nuevo?
—¿Qué cosa? —pregunté cabizbajo, aunque fue una pregunta tonta, yo sabía a lo que Amalie se refería.
—Te va a culpar—suspiró pesadamente —. Solamente desearía no estar aquí… Mats, haría lo que fuera para que ese sufrimiento tuyo fuera aplacado. No obstante, no soy capaz de hacer nada. Mi único sueño es poder ser feliz, junto a ti, claro.
En ese momento, esas palabras parecían tan lejanas para mí. No entendí lo que mi querida amiga me quiso decir, no sabía cómo interpretarlo, pero algo era cierto en toda esta situación… Ella no tenía razones para juntarse conmigo o considerarme de sus mejores amigos. Amalie era tan alucinante, como una madre adoptiva para todos los niños del orfanato. Ella era mi ángel guardián.
Aunque la hermana Erme seguía hablando, yo no prestaba mucha atención a la noticia. En ese momento, me encontraba inmerso en mis pensamientos, tratando de buscarle un sentido a aquellas palabras, pero realmente, ni el que yo fuera amigo de Amalie tenía mucho sentido…
—El señor Matthew me dijo que le llamó la atención Amalie por su inteligencia —esbozó una sonrisa. ¿A qué estaba llevando eso?— Así que decidió adoptarla. ¡Felicidades, Amalie! Empaca tus cosas. Te vas en una semana —toda la atención se dirigía a nuestra mesa. Los niños que mantenían esperanza, fruncieron el ceño en nuestra dirección.
La cara de decepción de Amalie se vio al instante. ¿Cómo que adoptarla a ella? Aunque si lo pensaba bien, no era una idea tan descabellada. Ella era una persona tan brillante y dulce, además de ser tres años menor que yo, pero… ¿Amalie se tendría que separar de mí? ¡No! Si ella lo hacía… Creo que moriría de la soledad.
Todo el mundo me juzgó.
Menos ella.
Todo el mundo se dedicó a formar más mitos sobre mí.
Pero ella los rompió.
La única persona que llegó a penetrar en lo más profundo de mi corazón, ganándose el lugar de lo más preciado en mi vida.
¿Se iría para siempre... ?
Amalie era mi sol. Creo que sin ella mi corazón hubiera quedado totalmente a oscuras. Las rosas tienen espinas y por eso las personas se niegan a acercarse a ellas. Sin embargo, el sol… Las sigue apoyando, alentándolas a crecer más y más.
Eso significaba Amalie para mí.
Aunque todo el mundo estuviera en mi contra, la situación era soportable si ella estaba a mi lado. ¿Ahora...? ¿Qué haría? ¿Qué rayos tendría que hacer con mi vida en este momento? El terrible hecho de pensar que volvería a estar solo nuevamente… Me daba ganas abandonarlo todo.
Rápidamente, con la confusión plasmada en su rostro, Amalie se puso de pie, sin desviar la mirada a ningún lado— Mi queridísima hermana Erme, no sabe lo mucho que me halaga el saber que alguien se ofrece a darme un hogar. Inconvenientemente, no veo esto razonable. Yo ya he vivido todos mis años en el orfanato, ¿Cómo podría abandonar a todos estos niños? ¡Si son como mis hermanitos! —por primera vez, abandonó la mirada fija que mantenía sobre Erme, y desvió levemente la mirada hacia mí —Y… Hay algunas cosas que aún quiero hacer y no he podido por contratiempos. Así que, si me permite, disculpándome por el atrevimiento, me gustaría declinar esta propuesta que, estoy segura de que a cualquier otro niño podría hacer mucho más feliz que a mí —habló con la máxima profesionalidad posible. Usualmente, cuando Amalie sabía que una respuesta no sería positiva solía hablar con demasiado respeto.
Y así mismo fue. Arrugando su nariz la mujer mostró tal cara de desaprobación que me obligó a tragar en seco. Amalie volvió a su asiento, con sus delgadas manos temblando —¿Lo hice bien?
—¿Por qué lo hiciste? —arrugué mi entrecejo —Pudiste tener la oportunidad de vivir cómodamente.
—Porque no te abandonaré hasta verte feliz. Mientras esté en mis posibilidades, estaré contigo.
Ni lo dudó.
En cuanto mencionaron su nombre, se paró de frente a declinar una propuesta, por el simple bienestar de otra persona. Amalie puso mi bien antes que el de ella misma, ¿Cómo podía ser eso posible? ¿En serio ella estaba haciéndolo? Tiró su futuro a la basura, su oportunidad de ir a una buena escuela, de vivir con el amor de los padres que nunca tuvo, ¿Por todos nosotros?
¿Quién era Amalie? Para mí, la persona que todos necesitaban en su vida, y quien con todas sus fuerzas me impulsó a seguir adelante.
Ella ponía todas sus necesidades de último, siendo una persona tan buena que merecía estar de primera en todos los lugares.
Amalie, yo realmente…
Te amo.
—Con todo respeto, señorita Kundsen, no veo satisfactoria su respuesta. Es una gran oportunidad que no puede desperdiciar. Verá que con el tiempo irá formando su nuevo entorno. Le ordenaré a la mucama que se encargue de hacer su maleta.
¿Qué…? ¡Ya le había dicho que no! Era una completa injusticia obligarla, ¿No?
—Ella ya se negó —por primera vez, hablé frente a todos. La gente permaneció callada por el miedo… ¡Qué vergüenza! ¿En qué estaba pensando? Mirando hacia mi alrededor, decidí sentarme nuevamente, pero la mujer habló antes de que pudiera hacerlo.
—¿Qué dices? ¿Tú eres amigo de ella? —soltó una risilla burlona.
—Lo es —comentó ella. Mi cara se coloró por la vergüenza —. Me parece una falta de respeto, que luego de haberle dicho mi opinión, hermana Erme, usted siga insistiendo. Además, insultó a un amigo. ¿Esas actitudes son profesionales?
Pareció no estar de ánimos para discutir, o simplemente estaba a tope y no quería explotar frente a nosotros, pero dijo la frase más dolorosa que había escuchado en mi vida—. Ella no tiene razones para ser tú amiga. Tú, niña, ven a la oficina.
¿No tenía razones? No merecía la amistad de ningún ser en la tierra, ¿Verdad? Ya que yo le haría daño a cualquier persona que se me acercara con el más mínimo contacto. El único y mayor error que había cometido en mi vida era este; nacer. Si simplemente hubiera nacido en una familia con buena reputación, nada en mi vida sería como lo es ahora.
Yo no merecía a Amalie. ¿Ser amigo de una chica como ella? ¿En qué estaba pensando? Claramente, esa amistad nunca se podría dar, dadas nuestras diferencias sería imposible.
Yo siempre traté de buscar la aceptación del mundo, pero la única cosa que quería me fue arrebatada. Yo no merecía nada por ser un criminal, incluso sé que si hubiera trabajado honestamente seguirían juzgándome.
Lamentablemente, no volví a saber más de Amalie por ese día. Hermana Erme y madre Cecilia decían con constancia que ella se fue para no estar con un monstruo como yo. Ella había escapado del terrible destino que le esperaba con Mats Berg.
La habían adoptado y ella había cedido.
Sin embargo, todas experiencias me sirvieron para ser quien soy el día de hoy. Un criminal que después de pasar por la perdida de su mejor amigo, quiere dejar la batalla.
Ya no quiero matar.
Porque aunque lo haga, no me beneficia en nada.
No quiero arrebatarle la vida a otra persona más.
Me niego a hacerlo.
El solo escuchar los murmullos de la gente dejó todo claro para mí; yo nunca disfruté matar, pero lo hacía porque era mi única razón de vivir. Siempre viví para las demás personas. Aunque hice lo que ellos querían, con el tiempo no les importó, y me abandonaron.
Ya no tenía nada más que buscar, ya que la aceptación que siempre anhelé… Era un tonto sueño de un estúpido niño que no conocía para nada las crueldades que había en el mundo.
Y aunque ya nada tenía sentido, seguiré viviendo. No tengo el valor para tomar ninguna decisión… Y si lo hiciera ahora, sé que no sería más que un impulso.
Aquellas lágrimas impregnadas en mi rostro se derramaban una por una, cayendo en la arena. Unos limitados gritos de dolor salían de mi boca…, Pero era tan solo mi corazón, el que se había acomodado mucho con la situación actual, no recordaba todo el dolor que le tocaba vivir…
—¿Por qué la gallina cruzó la calle? —intenté bromear conmigo mismo, todo para aplacar el dolor. Seguía llorando— Para llegar al otro lado —me sequé los ojos.
—Oh… Ese fue un chiste muy malo —escuché provenir de una voz profunda. Todo mi cuerpo que permanecía tendido en el suelo se sobresaltó.
Al girar mi cabeza me encontré con un policía del reino Daluk. ¿Qué hacía merodeando a estas horas? No es que supiera la hora exacta, pero podía ver como el sol empezaba a empujar poco a poco la luna. Estaba amaneciendo —¿Disculpe? —lo miré fijamente. El hombre portaba un uniforme típico de policía. Por así decirlo, el diseño estándar. Era un enterizo, completamente azul, con un par de bolsillos para cargar armas.
—Lamento haberte asustado —se disculpó, acercándose a mi silueta que se veía cada vez más por la luz del sol—. Tu descripción encaja perfectamente con la de Klaus Mon. Tus hermanos, Eider y Greta te han buscado durante dos días.
—¿Qué rayos...? —me interrumpí a mi mismo —¡Oh, mis hermanos! Claro que sí. Como puede ver, soy discapacitado. No puedo ir a verlos y he perdido mi silla de ruedas.
Suspiré, tranquilo. Al parecer la gente del reino Daluk no estaba bien informada sobre mí.
¿Eider y Greta?
¿De verdad Luca había usado ese nombre para camuflarse en el reino Daluk? A decir verdad, no esperaba que ninguno de ellos estuviese buscándome… Pensé que Luca me odiaba. Quizás, ¿Esté arrepentido?
Sacudí mi cabeza de un lado a otro. ¡No! No lo haré. No me crearé falsas esperanzas. Obviamente Luca me odia, todo esto debió ser plan de Greta y Luca debió haber contribuido a la fuerza. Él dejó muy en claro los sentimientos que sentía hacia mí, que no eran más que asco y repulsión.
—Aunque viéndolo de cerca… No veo que ninguno de los tres tenga gran parentesco —posó su mano de tez morena en su mentón. Él analizaba la situación, lo que no era bueno. Podría llegar a sospechar de la trampa que habían armado Luca y Greta.
—Uh… No me gusta mucho hablar sobre eso —bajé mi cabeza, fingiendo pena. Yo era alguien bastante bueno para improvisar —. Soy el mayor de los tres. Papá nunca le fue muy fiel a mamá...
—¡Vale, vale! Creo que ya lo he entendido. Solo son hermanos de padre, ¿No? Te comprendo, colega; mi hermana menor fue producto de una infidelidad por parte de mi madre. Sin embargo, eso no ha afectado nuestra relación, nos llevamos muy bien.
—Me alegra ver que a pesar de que no sea perfecto pueda existir el amor entre hermanos —sonreí de oreja a oreja —. Yo también quiero mucho a mis hermanos.
—Ya lo veo, estaban muy preocupados por ti. Sobre todo aquel castaño. Tenía grandes ojeras como si no hubiera dormido desde que desapareciste. Tuve que conseguirles alojamiento hasta encontrarte, al menos eso lo dejaría más tranquilo.
—Las personas del reino Daluk son muy amables.
—Suelen tener una mala visión de nosotros por las guerras que se suelen desatar. De hecho, la población de este reino es una bastante tranquila —ladeó su cabeza —. Todo es por culpa del rey, ¡Ese fanfarrón!
—No deberíamos juzgar al rey tan rápido. Tal vez él tenga algún problema.
—¿No? Pero ha hecho cosas terribles. Es todo un corrupto.
Lamentablemente siempre habrá personas superficiales. El mundo está lleno de crueldad, y no todo el mundo puede presumir de no tener consecuencias graves a la hora de vivir experiencias aterradoras.
Buscando el sendero justo, me metí en este camino… Pero nada es para siempre. Buscaré la forma de salir de aquí, abandonar todo lo que me ata a ese cruel mundo. Mi único deseo es este; de ahora en adelante, quiero vivir la vida de manera plena, disfrutándola al máximo en cosas que me gusten, no en cosas que puedan hacer feliz a otros.
Quiero pensar en mí. Quiero ser egoísta.
—Ya llegamos. Tus hermanos se alojan en esta cabaña —comentó el policía —¿Puedes caminar bien?
—Aún no me acostumbro… ¡Quiero volver a mi silla de ruedas cuanto antes!
—Posiblemente se hundió en la playa. Lo siento —curvó sus labios hacía bajo —. Pero basta de lamentaciones, tus hermanos deben estar esperándote. Entonces, me iré.
—Gracias por traerme aquí —me limité a decir, tragando en seco.
Di unos cortos pasos con mi nueva prótesis; una pata de palo. Fue la más barata que conseguimos en la tienda. Aún no me convencía del todo, pero por ahora no podía comprar una nueva silla de ruedas. El alegre semblante que fingí durante todo el camino se borró rápidamente al ver la cabaña. Madera de la más fina calidad, con ventanas de cristal que daban vista a toda la cabaña.
De esto podía destacar tan solo dos cosas. La primera: esto saldría carísimo… ¡Y yo siempre pago! Y la segunda: ¡Tendría que ver a Luca y Greta después de una pelea! Me erizaba la piel de solo pensarlo.
La pata de palo me dificultaba el paso, pero no era la verdadera razón por la que caminaba tan lento hacia la entrada. ¡Yo no quería verlos! Dios mío… Que vergüenza. No podría resistir tal incomodidad.
Llegando hacia el lugar mi cuerpo no podía más. Literalmente, estaba temblando como una abuelita, no podía hacer nada para calmar mis escalofríos. Aplastando mis nudillos sobre la puerta cerré mis ojos con miedo. El nerviosismo que pasaba como rayo por todo mi cuerpo no parecía tener el plan de detenerse.
Greta abrió la puerta. Al ver su cara sentía como se un pedazo de mi mismo se iba… Todos esos sentimientos de amargura regresaban a mí.
Volver a verla dolía.
Ella me analizó de arriba a abajo. Sus hermosos ojos azules se llenaron a más no poder con lágrimas y empujándome dentro de la casa no pudo resistirse más. Me dio un abrazo y me susurró algo al oído —¿Por qué lo hiciste? No sabes lo preocupados que estábamos por ti —sus lágrimas se derrochaban en mi hombro, pero ya no importaba, solo quería que ella esté más tranquila. Mi corazón dolía… ¿Yo preocupé tanto a Greta? No era mi intención. Solo quería escapar de todo esto. Claramente esa no fue la mejor manera de hacerlo —¡Perdóname! Te dije todo eso. Te lastimó, ¿No? ¡Perdón!
—¿Pensaste que de verdad los iba a abandonar? —correspondí a su abrazo, acariciando su espalda con cariño. De verdad le guardaba gran aprecio a Greta, me parecía una chica de lo más dulce —. Nunca los dejaría.
—No sabes lo mucho que te extrañé.
—¿Greta? —susurró esa voz tan conocida para mí.
No.
No estaba listo aún.
Separándome de Greta, quien aún se mantenía con los ojos llenos de lágrimas, pude ver a Luca. Efectivamente tenía unas grandes ojeras. Desvié la mirada. No estaba listo para lidiar con esta situación.
—Supongo que ustedes dos deben tener mucho de lo que hablar —esbozó una sonrisa. En mis adentros sabía que Luca y yo necesitábamos hablar, pero no quería hacerlo —. Mats, debes estar muy hambriento. Iré a ver si hay algo de comer.
Saliendo de la habitación, nos dejó solos a mí y a Luca. No hay ni que mencionar que el ambiente era de lo más incómodo. Yo mismo tenía tantas cosas que decir que ni siquiera sabía por donde empezar.
Luca tenía una apariencia desaliñada, como si hubiera estado bajo una gran carga de estrés. Aún tenía esa herida en el brazo, solo que ahora estaba cubierta por una venda. Traté de fijar mi vista en el suelo de losas, o las paredes de madera. Aun así, la incomodidad seguía presente. No lograríamos nada así, uno de los dos tendría que dar el primer paso, y en esta ocasión ¡Sería yo!
—¿Ya sanó tu herida, Luca? —fijé mi vista en la venda, la cual estaba cubierto por un pequeño rastro se sangre.
—No lo ha hecho —respondió cortante.
—Oye, ¿De verdad quieres hacer esto? —me crucé de brazos.
—No —empezó a tirar de su cabello, entrando en pánico —. ¡No debería ni siquiera hablarte! Mats, tú hiciste tanto por mí ¡Te traté como una basura! No lo merecías ¡Me odio! ¡Me odio! —empezó a caminar de un lado hacia otro, repitiendo la acción de tirar su cabello.
—¡Tranquilízate! ¿Por qué estás así? ¡Yo pensaba que tú me odiabas!
—¿Odiarte? ¡No puedo creer lo que hice! Me equivoqué. Hice algo muy malo ¡Tú eres mi amigo! ¿Por qué te traté así?
—Quizás me debas una disculpa. No puedo negar que yo también me equivoqué. Maté a una persona inocente. Ninguna disculpa podría hacerle justicia a lo que hice. Sin embargo, he decidido que no mataré más. Luca, no tengo el derecho de arrebatarle la vida a personas que aún no quieren terminar su tiempo en la tierra ¡Me niego a hacerlo! Sé que ya he cometido tantos crímenes que esto no me redimirá en lo absoluto, pero mientras pueda, dejaré de quitarle la vida a personas.
—Yo lo he hecho muy mal, ¿No? Te he lastimado de la peor manera posible. Mats, tú qué me has ayudado tanto. Te embarcaste para ayudarme en mi venganza, sin siquiera detenerte a pensarlo dos veces. Simplemente ya no encuentro palabra alguna con la cual definir lo arrepentido que estoy, ¡Perdón! ¡Lo siento mucho! ¡Lamento todo lo que te hice! —sin cesar, de sus ojos brotaba aquel líquido —. Cuando me dijeron que estabas desaparecido me desesperé tanto que no supe qué hacer en ese momento. Greta y yo te buscamos sin descanso. Y entonces, pensamos lo peor.
Él realmente estaba arrepentido. Luca era mi amigo, y no me quería separar de él, pero si se arrepentía, ¿Podría darle una oportunidad? Era lo que más quería. Sin embargo, desde hoy debía comenzar a depender de mí. Ya no me importaba tener amigos o no. No obstante, Luca quería volver, ¿Debería hacer una excepción?
Luca era la única persona en la que confiaba totalmente (Obviando a Amalie). Ya que, solo siendo criminal pude ganarme un poco de respeto, pero no era respeto real. Las personas me tenían miedo. Yo no quería dejar de ser amigo de Luca. Él había abierto nuevas esperanzas en mi vida. Solía decir que yo lo ayudé bastante, pero él también me ayudó a mí.
De mis ojos empezaron a brotar las lágrimas. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, pero no podía retener todos los sentimientos que me daba ver a Luca. Lo abracé con mucho cariño—: Eres mi mejor amigo. Por favor, cuando tengas algún problema, comunícamelo antes de que se cree otro malentendido —él se quedó estático, pero podía sentir como las lágrimas seguía saliendo sin parar de sus ojos —No llores, todo está bien, ¿Si? Ya te he perdonado, solo necesitaba esa disculpa.
—No merezco que me perdones…, Pero quiero tener tu amistad —comentó, por fin correspondiendo a mi abrazo.
Nos separamos del abrazo. La cara de Luca estaba llena de lágrimas. No dudaba que la mía también lo estaba. Ahora todo se sentía mucho mejor, aquel peso que cargaba mi espalda se había ido, Luca y yo volvimos a ser amigos— ¿Amigos?
—Amigos —aseguró, regalándome una linda sonrisa.
Todo estaba bien, porque mientras Luca estuviera junto a mí, sabía que no tenía nada que temer. Aunque al estar solo, y en un momento de desesperación pensé muchas cosas. No quería quedarme solo, simplemente debería dejar de ser tan dependiente de las personas. No sería un camino fácil, pero me desligaría de todo lo que me ataba a este mundo de maldad.
Porque ya no es como antes. No hay nada que me pueda separar de mis amigos, y ese es el verdadero valor de la amistad; aunque nos equivoquemos y fallemos, poder encontrar el arrepentimiento y poder perdonar. En eso costaba mi amistad con Luca, teníamos altos, bajos, momentos felices y desesperanza… Pero ahora lo entendía: la amistad va mucho más allá que un simple vínculo.
—¿Puedo pasar? —comentó Greta, haciéndonos sobresaltarnos.
—¿Desde cuándo estás ahí? —pregunté.
—No mucho tiempo. Ha llegado una carta.
—¿Una carta? No debe ser para nosotros, ¡Nadie sabe que estamos en esta cabaña!
—Mats, dice que es para ti —arrugó sus cejas — No lo entiendo…
—Revisa de quien es la carta —sugirió Luca, hablando por primera vez. Desvió la mirada, ¿Aún le daba vergüenza hablar conmigo?
Greta pareció sorprendida al leer el nombre del remitente. ¿Quién podía ser? —Una tal Amalie… Kundsen.
Mis ojos se abrieron a más no poder. ¿Amalie... ? ¿Cómo rayos ella sabía…? ¡Era Amalie! La que no me había enviado correspondencia desde que me fui. Me apresuré a arrebatar la carta de las manos de Greta, para así después de algunos días… Poder hablar con Amalie aunque sea por este medio.
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