Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11: Detrás de la calidez


“No disfrutas los buenos momentos hasta que se convierten en recuerdos”.

Para mí esa se había convertido en la única verdad irrebatible que había conocido en mi vida.

Una verdad que había vivido yo mismo.

Aunque solo podía recordar ese día, disfrutaba con anhelo los últimos momentos de mis padres.

Sin embargo, lo que acababa de escuchar hoy era lo más loco que me habían dicho jamás. ¿Mi tío? ¿Qué él había matado a mis padres?

Él siempre había sido una persona tan dulce y cariñosa, nunca había imaginado esa extraña posibilidad.

No… Mi tío era una persona de bien. Nunca le haría daño a otra persona, mucho menos a su propia familia.

Pero incluso si lo ponía así… Las palabras de Daira seguían resonando en mi cabeza.

Estaba vuelto un lío.

—¡Muchas gracias por todo, Daira! —se despidió Greta con una gran sonrisa. Ella se encontraba en la entrada hablando con Daira, mientras que Mats y yo íbamos un poco más adelantados caminando.

—Luca, ¿Estás bien? —preguntó mi amigo, poniendo su mano en mi hombro.

No sabía que decir, ni siquiera sabía que pensar. Toda mi mente permanecía colmada de pensamientos que sé que no debería tener. ¿Por qué yo dudaba de mi tío? Quería creerme que era falso, pero por alguna razón todo eso seguía en mi cabeza y me atormentaba por más que lo evitaba.

Yo debía confiar en él.

Debía hacerlo.

Debía hacerlo.

Debía hacerlo.

¡Me obligaba a ello con todas mis fuerzas!

El que tanto se preocupó por mí todos estos años, incluso me enviaba constantes cartas a la aldea Gremur para saber cómo me encontraba. ¿Y yo que hacía? Dudar de él sin razón aparente.

No. Yo no era ese tipo de persona. Apenas había conocido a Daira, ¿Cómo podría saber si sus intenciones no eran malas? ¿Cómo podía saber si estaba mintiendo?

Las preguntas se acumulaban en mi mente de manera abrumante.

Me sentía tan inservible por dudar de él. Desde niño lo veía apoyándome cada cosa que hacía, él no era una mala persona. Tal vez el problema era yo, quien buscaba un asesino a como de lugar.

Mi corazón estaba consiente de esto; si tan solo yo supiera controlar mis emociones… No tendría duda de que él no fue el culpable. Si tan solo eso sucediera, yo no sería tan crédulo. Odiaba con intensidad mi ingenuidad, aunque estaba presente desde mi infancia, ahora la veía lucir más que nunca.

Hasta el día en que mis padres murieron era alguien bastante egocéntrico, luego me di cuenta de que yo no podía hacer nada por mi mismo y dependía de los demás para tener algo de felicidad. Siempre lo dije, mi felicidad dependía de mis padres, pero justo ahora, ¿Cuál era mi felicidad? ¿Qué era lo que le daba ese sentido a mi vida?

—Chicos —llegó Greta, con una gran bolsa que cargaba en uno de sus brazos. La puerta de la residencia ya estaba cerrada. Había perdido de vista los ojos marrones de Daira—. Daira es una persona muy amable —sonrió agitando la bolsa que tenía entre sus brazos—.  Me prestó unas almohadas y mantas para que podamos dormir. Dice que nos dejaría quedarnos en la residencia, pero desde que murió Eva ella es solo una empleada de allí, no tiene autorización para hacerlo. Hay una cueva cerca del campo que se ubica en la calle tres, podremos quedarnos allí.

—¿Qué somos? ¿Cavernícolas? —rió Mats mientras apartaba su mano de mi hombro. Yo aún seguía estático, pensando.

—¡Mats! —exclamó la chica de cabellos rubios—. Deberías ser agradecido con todo. Yo no tenía donde dormir ni comer, todo tuve que ganarlo a través de las peleas callejeras —suspiró con pesadez—. Supongo que no todo el mundo ha sufrido lo suficiente. Luca me ha dicho que eres asquerosamente rico, ¿Nunca has tenido que pedir nada?

—¿Qué yo nunca he sufrido? —por primera vez, vi como la sonrisa burlona de Mats desaparecía—. Creo que quizás ustedes han sufrido más que yo, ¿No? —sonrió falsamente, cosa que desconcertó bastante a Greta.

—Mats, lo siento. Lamento si te ofendí. No ha sido intencional.

—Tranquila, Greta —le dio unas cuantas palmadas en su cabeza y sonrió con algo de nostalgia—. Vámonos, se hará tarde —Emprendió su camino, moviéndose rápidamente en su silla de ruedas, dejándonos atrás a mí y a Greta. Yo aún permanecía sin mover ni un solo pelo.

—¿Luca, sucede algo? —susurró en mi oído la muchacha ojiazul, sacándome por primera vez de mi estado en shock. Me di cuenta de que ya no estaba dentro de la residencia, sino fuera—. ¿Estás bien?

Sacudí mi cabeza de un lado a otro— ¿Y Daira? ¡Aún hay cosas que quiero preguntarle!

—Luca —me miró con cara de tristeza, tirando de mi antebrazo— Es hora de irnos.

Miré hacia atrás mientras Greta caminaba sujetándome. Esa residencia era la que había sido fuente de dudas para mí, la que se había encargado de dejarme con un mal sabor a boca desde el primer momento.

La curiosidad me carcomía por dentro… Esa curiosidad que se volvía desesperación poco a poco.

[…]

—Esta es la Cueva Linao —sonrió Greta, soltando por fin mi mano. Yo estuve quejándome todo el camino, pero ella no hizo caso a mis plegarias.

Esta cueva era genuinamente extraña. Era como una piedra gigante, con una entrada en medio. El color era grisáceo, sumamente oscuro, casi negro. No había mucho para destacar de ello, pero el musgo crecía a los laterales de la cueva.

—Vamos, tenemos que entrar —sonrió ella, volviendo a tomar mi brazo. Mats venía detrás de nosotros. Por alguna razón, no había dicho nada en el viaje, cosa que de por sí era bastante extraña en él; era una persona extrovertida.

—¿Mats, Estás bien?

Ni yo mismo podía organizar mis pensamientos, sin embargo, eso no evitaba que me preocupara por Mats.

—Lo estoy —curvó sus labios ligeramente, en señal de una pequeña sonrisa.

—Es cierto, estás bastante raro —arqueó su rubia ceja, mirándolo—. Y esa respuesta no me convence.

—No me pasa nada —contestó a secas—. Por favor, continuemos. Tengo algo de sueño y quisiera dormir.

Greta simplemente asintió no muy convencida. Mats estaba muy extraño, por más excusas que quisiera darnos… Nada justificaba esa actitud indiferente y cortante hacia nosotros. ¿Qué había pasado con él?

Tomé el mango de su silla de ruedas para acercarlo más a la cueva, mi amigo soltó un gruñido al percatarse. Caminé con él hasta la entrada de la cueva, en la que dos hombres estaban de pie, con una arma en las manos. Tenían trajes de piel. Se defendían con una lanza muy antigua.

—Eh, ¿Con permiso? — Greta ladeó su cabeza, pero no consiguió nada. Los dos hombres siguieron mirando al frente como si nada.

—¿Qué sucede? —llegué con el ceño fruncido, acompañado por Mats, quien llevaba la misma cara de antes; una cara llena de rencor.

—No podemos permitirles paso —habló uno de los hombres, seguía con su mirada al frente—. La cueva Linao es un monumento histórico, ¿Por qué los dejaríamos quedarse?

En ese momento mi compañera y yo nos quedamos atónitos. Ambos permanecíamos escuchando atentamente la historia que nos narraba aquel hombre. Sin embargo, a los pocos minutos fue imposible escuchar nuevamente su voz, al levantar la cabeza me di cuenta de algo aterrador: Mats se había acercado sigilosamente. Usando su agilidad había clavado una filosa navaja en la parte baja del abdomen de esa persona. Su mirada seguía siendo la misma, llena de oscuridad… este lado de Mats realmente daba miedo, nunca lo había visto matar a alguien frente a mis ojos.

El hombre de cabellos negros clavó dos, tres, cuatro y más veces la navaja en el lugar lastimado, haciéndole más daño a aquel hombre. La cara de mi amigo poco a poco se iba tiñendo de manchas de color carmesí, las cuales contrastaban terroríficamente con su tez pálida.

Ahora ya era un hecho que algo malo le pasaba a Mats. ¿Qué rayos le pasaba por la cabeza? Literalmente estaba matando a una persona inocente —¿Qué cosas estás haciendo? —agarré su silla de ruedas y lo impulsé con fuerza hacia atrás. Él chocó con uno de los árboles.

Rápidamente vi como el arrepentimiento cruzaba un pequeño porcentaje de su mirada, pero prontamente su orgullo desvaneció esto y volvió a sentirse esa fría confusión en todo su rostro.

—¡Estoy cansado, Luca! ¿Crees que me voy a quedar a escuchar la historia de esa persona? ¡Soy un hombre ocupado!

—No por eso tienes que matarlo, imbécil —respondió Greta desafiante— ¿Eres idiota o qué? Ese hombre no había creado razones para que tuvieras que matarlo.

—¡Déjame en paz! ¡Ninguno de ustedes tiene nada que ver con lo que yo haga o decida! —golpeó fuertemente su silla de ruedas—. Soy un individuo, un adulto independiente.

—¿Te consideras adulto? Deberías reconsiderar tu madurez, no creo que alguien del todo cuerdo mataría a una persona porque sí —desafió a Mats, mirándolo seriamente—. Oh, recordé que eres un asqueroso criminal.

Nunca había visto a Greta actuar de esta manera. Por lo poco que la conocía, ella se había comportado bastante dulce con nosotros, pero supongo que esto tenía que ver con su trauma de la infancia. La impotencia de ver cómo los bravucones amenazaban a las personas inocentes. ¿Qué les pasaba a Greta y Mats el día de hoy?

Volteé mi vista encontrándome con el cuerpo del hombre. Tirado en el suelo, ligándose poco a poco con el polvo de la tierra. La navaja de Mats aún se encontraba en el abdomen. El charco de sangre se extendía por todo el suelo.

¡Un momento! Mis ojos se abrieron al percatarme de algo. Oh no, esto estaba muy mal.

Eran dos hombres.

Sin más espera el otro hombre apareció detrás de mí, clavando su afilada lanza en un costado de mi hombro, moviéndose como una fina hoja en el viento. Lastimó a mis amigos de diversas maneras.

Pude ver cómo rasgaba con violencia la cara de Greta, dejando una notable marca impregnada en ella. La sangre salía de mi brazo, el cual me ardía muchísimo por la reciente herida que había en él.

Cuando llegó hacia Mats se detuvo por un instante. Miraba fijamente a mi amigo, quien no podía ni siquiera moverse por el miedo que sentía. Estábamos desarmados.

Retrocedí agarrando mi brazo.

Greta se acercó a donde estaba Mats y el hombre. Ella pateó la lanza rompiendo la cuchilla, solamente quedó el ahora banal palo que no le serviría para nada. El hombre con el ceño fruncido posó sus puños delante de su cuerpo, retando a Greta; ella sonrió con orgullo y pateó hacia él, pero rápidamente lo esquivó. Ambas personas eran fuertes, así que esto se estaba convirtiendo en algo muy reñido…

Mats movió su silla de ruedas con rapidez, apartándose del lugar. Llegó hasta mí para decir—: Tenemos que hacer algo. Ese tipo es fuerte, podría incluso matar a Greta.

—¿Ahora te importa mucho Greta? —reí burlonamente—. Por tu culpa estamos metidos en este problema.

—No es momento para culpar a nadie. Ahora lo mejor es buscar algo con que defendernos —se cruzó de brazos.

Miré a mi alrededor tratando de encontrar algo que pudiera servirme como sustento. Por más que intentaba, nada que estuviera a mi alcance me ayudaba por completo.

Un momento… ¡Eso es!

En un instante recordé aquel suceso.

. . .

La pequeña rama que tenía en mis manos fue mi único sustento en ese momento. La clavé en el cuello de Gion, retorciéndola de un lado a otro. La sangre empezó a salir en charcos, el cazador gritaba de dolor y las lágrimas empezaron a salir por sus ojos de un momento a otro.

Usé todas mis fuerzas para traspasar su garganta, haciendo que la sangre salpicará en mi cara como respuesta. No me había fijado en el ambiente ni en las personas que nos rodeaban, en ese momento solamente éramos él y yo. Quería hacerlo pagar por lastimar a una persona tan importante para mí.

Era tétrico. Yo parecía un asesino atrapando a su presa, ¿Por qué hacía esto? Porque la quería proteger.

Él debería de sufrir el doble de lo que hizo sufrir a mi hermana. Aunque yo no fuera fuerte la iba a proteger con todo lo que tenía, no me importaba sacrificar todo por su bienestar.

Sonreí mientras enterraba la rama en él todavía más, observé como sus ojos iban perdiendo su brillo. Parecía que pronto iba a morir.

. . .

Los árboles.

No eran tan deslumbrantes como los de la aldea Gremur, pero tenían un encanto propio.

Me agaché sin prestar mucha atención a lo que Mats decía, pues ahora mismo estaba inmerso en mis pensamientos. Tomé una pequeña piedra que estaba entre los arbustos.

El hombre todavía se mantenía luchando con Greta. De verdad la admiraba, no solo por su fuerza bruta, sino porque ella era como yo en ese sentido: daba todo por las personas que apreciaba y se esforzaba en ello. Ahora mismo estaba herida y sin aliento, pero seguía luchando sin quejarse.

Quizás para ella aún no éramos personas importantes, no obstante, seguía luchando para mantenernos vivos a todos. Eso era algo que apreciaba de ella.

Tiré la piedra, llamando la atención de él. Volteó su rostro y me miró extrañado, mientras sujetaba los brazos de Greta para que no lo golpeara. Ella por su parte, hacía todo lo posible para librarse de su agarre.

Cuando me vio ese pensamiento invadió mi mente nuevamente. Arranqué una brillante rama del árbol, su punta era pequeña y filosa, justo como un arma. Corrí hacia ellos. El hombre, al ver que yo no hacía nada más que tirarle esa piedra, volvió a su batalla con Greta.

Sin medir las consecuencias de mis actos clavé la rama por la parte de atrás de su cuello. La enterré con la fuerza que me quedaba, mientras apretaba mis dientes.

—Tal vez seas solo una víctima… Pero estás haciendo sufrir a Greta. Ya eso significará una perdida para ti.

Cayó de espaldas. Su cuerpo se debilitó. De su cuello salía mucha sangre, tanta que logró empapar todo el pasto verde y teñirlo de un color carmesí.

—¿Qué estás haciendo? —Greta habló.

Al decir esas palabras, Roah volvió a mi mente. Sentí como el dolor de cabeza me invadía, justo como me pasaba siempre. 

“¡De lo único que estoy consiente es de que estás loco!”

Mi cara ardía. Al paso de unos minutos, el hombre no resistió y se vio obligado a cerrar los ojos y morir en silencio. Por más que gritara, no sería escuchado. La cueva Linao estaba bastante lejos de todo.

Cuando los dos cuerpos se encontraban tendidos en el suelo, Mats arrastró su silla de ruedas hasta estar frente a mí. Lo mismo con Greta, quien se acercó lentamente.

—Mats, creí que dirías algo como “Oh, eres tan ruda, Greta” —sonrió.

—Sí, es algo que diría Mats —contesté.

—Oh, eres tan ruda, Greta —habló él con sarcasmo, rondando sus ojos.

—Por cierto —interrumpí en un susurro— Pensé que estarías enojada conmigo. Acabo de matar a una persona inocente.

—No me gusta esto. Si la policía aquí fuera más eficiente nos atraparían y encarcelarían de inmediato. No está bien decidir sobre la vida o muerte del otro. Acabamos de arrebatarle la vida a dos personas que solo cumplían con su trabajo —puso una cara de pena. Me impresionaba los pensamientos que tenía Greta para su edad—. Sé que te esforzaste para salvarme, Luca... pero, ¿Podemos no volver a repetir esta locura, por favor?

Mats arrugó bastante su cara— ¡Yo no le debo nada a nadie! —exclamó con gran ira y se dispuso a entrar a la cueva. Greta y yo lo seguimos.

¿Qué había pasado?

Eran dos horas de pura tensión y estrés. Nadie, absolutamente nadie había dicho nada. Era demasiado incómodo como para vivirlo. El silencio reinaba entre nosotros tres.

Sobé mis manos tratando de calentarme con el débil fuego rojo que resplandecía en la luz de la noche. Hacía frío.

Era suficiente. Ninguno de los tres estábamos en buenos términos, aún así, ¿Era necesario tal silencio? Debía romper esta tensión ya.

—Sigo pensando en lo que me dijo Daira —hablé, llamando la atención de mis dos amigos.

Greta miró al suelo— Sobre eso... Antes de irme, logré sacarle un poco más de información a Daira para nuestra investigación.

—¿Qué clase de información? —abrí mis ojos.

—Luca, tú no hablaste mucho con ella. ¿Al menos le preguntaste por qué sospecha de Anders Fisher? —frunció el ceño— No es simplemente porque sí. Pasaron varias cosas para que ella llegara a esa conclusión.

A pesar de que Greta y yo conversábamos, Mats seguía cabizbajo y contemplando el fuego.

—¿Qué cosas pasaron?

—Ella me contó que vio varias actitudes raras en su madre, la vizcondesa Eva. El papá de Daira no era pertenenciente a la nobleza. El murió mucho antes de que ella naciera. Por lo cual, al morir su mamá Daira se quedó sin nada, con un mero trabajo de limpiadora del palacio y de la residencia donde vivía. Así que llegó a descubrir muchas cosas curiosas.  

—Eso no tiene nada que ver —suspiré— ¿Cómo puede incriminar a mi tío?

—Eva se obsesionó mucho con el rey Anders. Veía los periódicos del reino Hawke diariamente. Además, no pasaba mucho tiempo en su hogar en el reino Daluk. Daira vio como el sueldo de su mamá aumentó drásticamente. Su hipótesis es que Anders mató a los reyes y Eva fue testigo. Entonces, para ocultar su terrible crimen empezó a pagarle más y a mantenerla más ocupada en palacio.

Sentía como mi presión se bajaba. Greta me lo había dicho todo, esas cosas que ni Daira se atrevía a decirme. Todo era demasiado fuerte. ¿De verdad tendría que sospechar de mi tío? No había pruebas que lo incriminaran, solo las palabras de Daira.

Todos los sentimientos a los que estaba expuesto ahora eran incontables. La decepción, incredulidad, tristeza, eran algunos de los que más podía destacar. Y de nuevo comenzó eso, comenzó mi mente a maquinar el tipo de pensamientos que realmente odiaba y me desconectaban del mundo.

Todo era tan agobiante. Nunca había sentido una presión así, era como si estuviera a punto de morir. No sabía cómo sentirme, ¿Debería sentirme bien por descubrir el misterio? ¿O mal por dudar de mi tío?

Nunca había sentido tantas cosas a la vez.

—Luca, Greta —llamó Mats al ver el silencio sepulcral que se había armado— Lo siento, lo siento mucho —suspiró frustrado— Perdón si he tenido esta actitud, es que la pregunta que me hizo Greta me hizo plantearme muchas cosas. Sí, soy un exagerado y quizás no sufrí tanto como ustedes lo han hecho. Sin embargo, yo soy débil. No soy fuerte para afrontar situaciones difíciles, pero si me dieran la oportunidad me gustaría contarles las cosas por las que pasé para llegar a ser quien soy ahora. Soy una mala persona.

—Disculpas aceptadas —sonrió ella. Se notaba que quería hablar con Mats desde hace rato— Pero si vuelves a hacer eso, te ganarás una gran paliza de mi parte.

—Sé que lo merezco. He hecho cosas tan..

—¡Cállate Mats! ¡Silencio! ¡Cállate de una vez! —grité con todas mis fuerzas—. Eres una basura de lo peor, ¿Cómo te atreves a pedir perdón? ¿No te das cuenta de lo que has hecho? ¡Eres un psicópata! ¡Un loco! —rugí, llegando hacia él—. Nadie en este mundo quiere a las personas como tú. Deberías estar muerto.

Y esa fue la primera vez que lo ví: Las lágrimas de aquel criminal que parecía ser tan cercano a mí. Ese llanto era como el de un niño pequeño asustado, con miedo de no haber obedecido a sus padres.

Ese llanto lo provoqué yo.

El pelinegro salió rápidamente de la cueva, movía su silla de ruedas mientras secaba el rastro de lágrimas que dejaba por dondequiera. Yo en mi caso, suspiré enojado, dándome golpes en la cabeza.

—¿Estás loco? ¡Acabas de decir muchas cosas horribles! —ella se veía muy enojada, pero eso no era lo que más me importaba ahora, estaba tan centrado en mí, en mis pensamientos…

Porque esas cosas no eran para Mats…

Eran para mí mismo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro