Capítulo 1: Un príncipe desterrado
Reino Hawke del Sur.
A los ojos de todos esto era una noche realmente hermosa.
En las grandes ventanas del castillo las cortinas se movían a la velocidad del viento. Podía ver cosas que nunca había visto y parecían un sueño hecho realidad. La luna radiante iluminaba todo el cielo, el cielo estaba tan oscuro que si no fuese por el recurso de la luna y las estrellas todo pareciera una eterna oscuridad. Las estrellas: esos pequeños puntos en el cielo que acompañaban a la luna como una gran manada que nunca se separaría.
Así podía describir la primera cena familiar que tenía en esta semana. Era un ambiente de lo más acogedor que engancharía a cualquier persona.
Pero ahí está el detalle: Yo no era cualquier persona ni aparentaba serlo. Normalmente, cuando quería algo lo decía sin más, pero en este momento quería que ellos lo percibieron por sí mismos.
Mis padres simplemente cenaban en silencio. Solo hablaron en un par de ocasiones, y siempre era para dar un mandato. Las grandes tareas de los reyes no eran nada sencillas, y muchas veces impedían tiempo libre. No obstante, los sirvientes se desconcertaron al ver que cuando mis padres tenían tiempo libre, no lo empleaban para comunicarse con nadie.
Dios… esto estaba siendo estresante.
Masajeé mis sienes con cierta molestia, pues nada estaba saliendo como yo quería. Dejé de comer por días y aún en plena cena estaba jugueteando con mi comida, pero no lograba llamar la atención como quería.
Miré a mi madre. En ese momento, un rayo de esperanza apareció: ella me devolvió la mirada, esta vez con algo de preocupación impregnada en sus ojos.
—Luca, ¿qué sucede? —preguntó, sin apartar la mirada de mí.
—Nada —fingí una voz mucho más fría de lo que normalmente era, todo para avivar la preocupación en ella.
—No has tocado tu comida en toda la noche. Además, parece que no has comido incluso por días. Tu piel está pálida y tus labios deshidratados —arrugó su nariz.
¡Se había dado cuenta! Sonreí internamente, la posibilidad de que mi plan funcionara estaba cada vez más cerca.
En mi cabeza estaba chillando de alegría, pero mi cara restregaba indiferencia. Así tenía que ser para que nada de lo planeado se vaya a la basura
—Estoy bien —me limité a decir.
—¿No te gusta la comida? —se levantó de su asiento, tratando de retirar mi plato. Yo lo sostuve con fuerza, haciendo que el entrecejo de mi mamá se frunciera por la incomodidad.
—No es eso —desvié la mirada.
Sí, después de varios días por fin alguien se dio cuenta de porque estaba inquieto. No había justificación a lo poco que se preocupaban por mí. Trataba de llamar la atención de mis padres, pero no funcionaba.
Odiaba la poca importancia que me daban…
—Te ves mal —dijo ella, mirándome con lástima.
—Uh, gracias —contesté sarcástico, rodando mis ojos.
Se rascó el cuello tímidamente— ¡No me refería a eso! —habló rápido, tratando de aliviar el ambiente.
—Da igual —aparté mi comida. Intenté levantarme de mi silla, pero mi mamá me retuvo agarrando mi brazo.
—¿Por qué no estás comiendo? —cuestionó sin soltarme.
—Deberías saberlo.
Ella abrió sus ojos, como si una idea loca hubiera venido a su cabeza en esos segundos —Cariño, el viaje al reino Hawke del norte es primordial. Lamento haberte dejado con esperanzas, pero no podemos posponerlo, puesto que podemos hacer amistades muy benefactoras para el reino.
—¿Es más importante que el cumpleaños de su hijo? —cuestioné—. Mañana es mi cumpleaños, ¿Me dejarán solo por ir a un tonto viaje?
Después de una larga espera, era mi duodécimo cumpleaños. Sin embargo, eso no era lo que me hacía sentir tan miserable. Al ser príncipe yo no era un niño igual que los demás, no tenía las oportunidades de hacer amigos. Realmente, nunca había conocido a una persona que se preocupara de verdad por mí, a excepción de mis padres, por supuesto…
Ellos eran las únicas personas en las que podía confiar. Planeaban dejarme en un día tan importante, ¿Pasaría un cumpleaños lleno de personas falsas?
Esto se estaba convirtiendo en algo agotador.
—¡Claro que no! —exclamó frustrada—, pero debes entender, mañana será un día muy ajetreado. Además, regresaremos el día posterior. Estaba pensando en organizar un gran baile por motivo de tu cumpleaños, invitaremos a todos los nobles de la región. ¿Qué dices? —esbozó una sonrisa. Ella debía pensar que aquella propuesta sería suficiente para mí, pero no era así.
—¿Todavía no entiendes? —gruñí furioso. Aquella ira que estaba ocultando en mi indiferencia ya estaba saliendo a la luz—¡No quiero estar con personas que no conozco, quiero estar con las personas más importantes para mí, ustedes!
Me había dejado cegar por mi capricho, estaba demasiado hundido en el como para darme cuenta de que estaba exagerando.
Le arrebaté mi brazo a mi madre. Ella abrió sus ojos por la sorpresa. No solía comportarme así. Lo único que esperaba es que mis padres ya me comprendieran. No podían dejarme solo en un día tan importante, ¿Verdad?
Pero mis planes fallaron. Escuché un estrépito proveniente de la mesa donde estaba “cenando” hace unos minutos. Este hecho hizo que todo mi cuerpo se sobresaltara.
Mi corazón se detuvo cuando lo vi. Los ojos de mi padre estaban pegados a los míos. Él no había aportado nada a la conversación hasta ahora… Y realmente tenía miedo de que lo hiciera, pues, si algo compartíamos él y yo era el hecho de que no sabíamos como tratar a la gente.
Analicé su rostro. Traía enojo sobre él y no era poco. Mi padre estaba a punto de explotar. Su cara era demasiado expresiva. Su semblante parecía tener grabada la frase «No me gusta esta situación».
Él estaba ahí, sus ojos color miel parecían penetrar hacia mi alma. Me estaba mirando de una manera desafiante. Él había golpeado la mesa con tanto furor que me paralicé en seguida.
—¡Cómo futuro rey y nuestro hijo deberías entender más que nadie como nos sentimos! —rugió alterado, yo retrocedí por el miedo— ¡Claro que queremos quedarnos! —Había una pizca de lástima en esos ojos llenos de amargura y desdén.
Pero yo no me iba a echar para atrás. Debía expresar todo lo que sentía en este momento o nunca podría hacerlo. Después de todo, no quería quedarme estancado para siempre.
Sentí la mirada de mi madre en mi cuello, me miraba con tristeza… pues ella era la única que sabía cómo se ponía mi padre en ocasiones, la única que podía controlar su mal genio. Le dio una mirada asesina y él pareció entender que no tenía más caso discutir. Si me seguía enfrentado algo iba a terminar muy mal. Yo no era el tipo de persona que se quedaba simplemente con la cabeza baja.
—Respeta a tu madre, por favor —musitó vagamente.
Pero si algo destacaba en mi era el orgullo que había heredado de familia. No dejaría que nadie me ofendiera por más grande que sea su posición. En ese momento… fue cuando exploté, todos esos sentimientos acumulados salieron a la luz.
—¿Crees que es justo que yo espere una semana para tener una miserable cena con ustedes? —pasé una mano por mi cabello castaño—. Ni siquiera me dirigen la palabra, sean sinceros, ¡No les importo nada!
—Luca… —susurró mi madre, casi inaudible.
Yo no era alguien bueno tratando a la gente y menos en este estado —¡Cállate! —la fulminé con la mirada—. No me hablen, no me hablen hasta que arreglen todos sus problemas conmigo. No solo soy una marioneta que heredará su reino y podrán manipularlo a su antojo. Soy una persona que tiene sentimientos.
Esas emociones se habían encargado de torturar mi alma durante bastante tiempo. No sabía si este era el momento correcto para sacarlas a la luz, pero de algo estaba seguro; Si no lo hacía ahora nunca podría expresar verdaderamente lo que sentía.
Podía sentir un líquido caer de mis ojos. Yo estaba llorando. No tenía idea de porque lo hacía. Supongo que siempre fui una persona genuinamente sensible por las situaciones más estúpidas.
Si tenías un reino por delante… era normal sentirte solo.
—Mañana será mi duodécimo cumpleaños, pero será el peor de todos. De todas formas, gracias por la comida —hablé, de mis ojos brotaban lágrimas, pero trataba de verme neutral, no quería soltar todo aquí.
Salí del comedor. Sabía que había dejado a mis padres con un montón de dudas, sin embargo, no era el momento para pensar en ello. Ya que, la noche más hermosa… No podía ser del todo perfecta.
Abrí las cortinas.
Me encontré con un cielo lluvioso, era extraño. Ayer todo estaba en su máximo esplendor sin una sola nube, pero ahora… Todo parecía marchito.
Las nubes soltaban unas delicadas y finas gotas que con el tiempo fueron volviéndose más empinadas.
Yo no estaba feliz. Aunque tratase de estarlo... simplemente no podía. No había nada que me sirviera de consuelo para el momento tan triste que estaba pasando.
Suspirando con decepción, traté de organizar mis ideas y pensamientos. Era necesario bajar, no resolvería nada quedándome solo el día de mi cumpleaños.
Con melancolía me apoyé en el barandal de las escaleras. “Feliz cumpleaños a mí” me dije mentalmente antes de tocar el último escalón y encontrarme con un escenario completamente extraño. No había nadie en aquella sala.
¿Qué pasaba aquí?
Todo era extraño.
Nadie había causado revuelvo ante mi llegada. Era demasiado raro… Para todos los que habitaban en el castillo era bien sabido que el día de hoy era el cumpleaños del príncipe. Entonces, ¿Por qué ningún guardia vino a saludarme?
No era por ser arrogante, pero en mis cumpleaños anteriores el ambiente lleno de aplausos y felicitaciones era común.
Todo estaba en silencio, solo escuchaba las pequeñas gotas de agua chocar contra el suelo. Dejé caer mis brazos a ambos lados. ¿En serio tan malo sería este día? ¿Ni mi propia servidumbre lo recordaban?
Traté de ver por los grandes pasillos del castillo. En las puertas se ubicaban algunos guardias. Parecían estar abatidos, ninguno de ellos era lo suficiente valiente para mirarme a los ojos o decirme algo. Simplemente estaba ahí, cumpliendo su trabajo.
Un nombre se cruzó por mi cabeza: la vizcondesa Eva. Ella era la dama de compañía de mi madre. Una mujer no solo de confianza para mí, sino para todos los que trabajaban en el castillo.
Al principio, me limité a buscarla con la mirada. Sin embargo, no pude ubicarla. Rápidamente, me encaminé hasta la sala principal, pero me decepcioné al no verla en ningún sitio.
Llegando hacia la cocina, por fin la vi sentada en un rincón. Escondía su rostro entre sus piernas.
Ella parecía estar perdida en sus pensamientos, pero al mismo tiempo… Al borde de las lágrimas. Me destruía por dentro ver a alguien que quería en ese estado. Aparte de mis padres, era la única persona con quién podía contar.
—Vizcondesa Eva —llamé, tratando de ganarme su atención.
Su cuerpo dio un respingo cuando se percató de mi presencia. Me veía con mirada asustada. Yo esperé con paciencia.
Se alteró notablemente más. Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, pero aun así… Mantenía una gran sonrisa, la cual se veía bastante fingida. ¿Qué sucedía con ella?
—Príncipe —titubeó—¿Qué hace aquí? —su dulce voz se escuchaba entrecortada.
Sus ojos tenían manchas rojas, como si hubiera llorado por horas. Este hecho avivó mi preocupación.
—¿Qué pasa? —inquirí, ignorando lo demás, Eva no parecía querer hablar. No obstante, necesitaba información para poder entender todo esto.
—No es nada —se levantó del suelo, mascullando disculpas. Sacudió su ropa manchada de tierra.
Eva y yo apenas habíamos compartido un par de palabras, pero esto ya se había convertido en algo sumamente estresante para mí. Poniendo una mano en mi frente, suspiré cansado— ¡Eva! ¿Qué ocultas? —le grité, pero ella ni siquiera se inmutó.
Apretó sus labios formando una línea plana, estaba pensando sus palabras.
Justo cuando las palabras iban a salir de su boca se vio interrumpida por una visita extraña. Un hombre vino corriendo con una carta entre sus manos. Se apoyó en sus rodillas a recuperar aire. Después habló con un semblante indescifrable—¡Eva! ¡Llegó una carta del hospital! —exclamó, entregándole la carta a la vizcondesa.
—¿Hay noticias? —Ella se seguía viendo nerviosa.
Todo el mundo sabía lo que estaba pasando, menos yo.
Y eso me sacaba de quicio.
—Yo… —apretó la carta entre sus manos, arrugando el papel— ¡Lo siento mucho! —se arrodilló, apretando sus ojos con tanta fuerza que se le iban a salir—. No quise que esto pasara…
Ese fue el momento en el que todo se derrumbó. De pronto, la mujer lanzó un grito realmente desgarrador, uno que le rompería el corazón a cualquier persona…
—¡Ellos no pueden estar muertos! —sollozó. Los murmullos de los guardias no se hicieron esperar.
Estaba cansado de esto. Quería saber lo que pasaba en mi castillo y no quedarme ahí, sin aportar nada.
—¿Alguien me puede decir que está pasando aquí? —bufé enfurecido. Apreté mis puños a los lados de mi cuerpo. Podía sentir varias miradas sobre mí. La vizcondesa Eva aún permanecía llorando, en estado de shock. Después de unos minutos, el mensajero volvió hacia mí, como si recientemente se hubiera percatado de mi presencia.
—Su majestad —abrió los ojos como platos—. Son sus padres… me acaban de informar que lamentablemente fallecieron.
Un momento… ¿Qué?
Si esto era una broma, no era para nada graciosa.
Los guardias callaron. A excepción de los gritos de Eva la habitación estaba completamente en silencio. Yo miraba al suelo sin expresión alguna. No lo creía, no podía ser verdad lo que me estaban diciendo.
No iba a permitir que bromearan con algo así.
—¿Crees que me voy a tragar ese cuento? —pregunté con tono hostil— No soy tan crédulo —respondí.
Esperaba que me elogiaran por no caer en su broma, pero solo recibí una mirada de preocupación por parte del hombre. Sentía como mi corazón se encogía y como mis pulmones se hacían cada vez más lentos, incluso mi estómago dio un vuelco completamente extraño.
Esto no podía ser real.
No podía ser real.
No podía.
No podía.
Me repetía a mi mismo… mi mente lo quería creer, pero yo no, ¡Nunca me atragantaría con esta mentira malpensada! ¡Esto era falso!
No podía verme, pero sabía que mi rostro estaba horrorizado por la reciente noticia. Pero no lo iba a creer, no era cierto lo que acababan de decirme.
—¿Por qué no dicen nada? —articulé apenas pude, con una gran y deformada sonrisa.
—Es la verdad, príncipe. ¿Cómo podríamos bromear con algo así? —dijo con simpleza.
—No es verdad —sujeté mi cabeza—¡Dejen de mentir! ¡Dejen de bromear conmigo!
—¡Su majestad! ¡No sea ignorante, solo mire a su alrededor! —comentó de nuevo aquel hombre. En cualquier caso hubiera sido una falta de respeto para la realeza, pero estaba tan metido en mis pensamientos que simplemente no presté atención.
Era cierto.
Justamente, mirar a mi alrededor era la respuesta a todas mis dudas. Eva estaba llorando con todas sus fuerzas, como si le hubieran arrancado un pedazo del alma. Sus gritos eran como un cuchillo al corazón. Los guardias estaban cabizbajos y algunos habían empezado a soltar lágrimas. Y sobre todo… el pueblo no tenía ese bullicio por el que se caracterizaba.
No.
No podía ser cierto.
Pero todo apuntaba a que lo era.
No quería creerlo.
No podía.
Si de algo estaba seguro era de que no todos podían congeniar al mismo tiempo y hacer que una broma se viera tan creíble.
Si todo esto era verdad…
No sé que haría.
Las lágrimas amenazaban con salir. No quería que me vieran llorando, pensarían que soy débil, ¿No? No pueden tener esa visión del futuro rey, ¿Verdad, papá?
Corrí con todas mis fuerzas. Yo no hacía nada, mis pies se movían por si solos. Mi cerebro no funcionaba. Mi cuerpo no respondía a mis órdenes. Nada salía como yo quería y eso era frustrante.
Pensar que mis padres habían muerto de la noche a la mañana… era absurdo.
Lloré.
Lo había perdido.
Había perdido lo único que por mi título no podía tener…
La felicidad.
La felicidad que tuve por ellos.
Esas personas que me apoyaron sin condición, no por mi título, sino porque realmente me amaban por quien era.
Aún no lo podía creer, esto parecía ser una mala pesadilla.
Entrando a mi habitación, me encerré allí. No quería salir nunca de ahí, simplemente quería estar solo en este momento. Me encerraría a mi mismo si era posible, no quería salir al mundo.
Lágrimas de amargura recorrieron cada rincón de mi rostro, mi corazón bombeaba sangre a una velocidad inimaginable. Probablemente solo estaba asustado por lo que pasaría en un futuro
Escuché un golpe en mi puerta. Yo no quería abrir. No quería salir. Pero debía hacerlo. Sequé mis lágrimas como pude y me levanté con intención de girar la perilla de mi puerta.
Esa silueta… Mis ojos estaban nublados por todo el llanto, sin embargo, pude tener una idea de quien era: Anders Fisher, príncipe del reino Hawke, hermano menor del rey.
Simplemente por su presencia, el ambiente se volvió más triste. No quería recordar a nadie de mi familia en este momento.
—¿Estás bien? —preguntó, sus ojos estaban llorosos.
—¿Quién rayos pregunta eso en una situación como esta? —contesté, escondiendo mi cabeza.
Esbozó una pequeña sonrisa ladina ante mi reacción. Algo debía estar muy mal en él para reír ahora… bueno, nunca fue demasiado cuerdo —Me alegro de que al menos tú estés a salvo —bajó su cabeza, formando un arco hacia bajo con sus labios.
—¿A qué te refieres? —me levanté del suelo y fui hacia él. Me parecía que sabía algo más sobre esta repentina noticia.
—Cuando tus padres fueron al reino Hawke del norte, se encontraron con un viejo amigo, esta persona tenía malas intenciones. Los invito a tomar algo —su respiración se aceleró—. Cuando ellos entraron a su casa, los apuñaló. Los doctores hicieron todo lo que estaba en sus manos… Ya era muy tarde.
No puede ser.
¿Así que era cierto?
Sentí como mi corazón se movía de un lado a otro como si estuviera echando un maratón. Todo por escuchar esas cuatro palabras.
Ya era muy tarde.
Mi tío empezó a llorar en silencio. Yo quería consolarlo, no obstante, ni siquiera entendía mis propios sentimientos.
Unos minutos después, él levantó su cabeza. Sus ojos dorados permanecían colmados de lágrimas, pero se clavaron en mí, mirándome con determinación.
¿Recuerdan eso de que los ojos son la ventana del alma? En este momento podía decir que era verdad con toda seguridad. Podía ver todas las emociones que él tenía a través de una sola mirada.
—Tienes que irte —tomó mis hombros y los agitó, la desesperación se veía por toda su esencia.
—¿Por qué?
—Si mataron a tus padres… viene por ti. ¡No puedo permitir que te pase nada! —exclamó, más desesperado que nunca.
—El reino estaría devastado sin un rey —afirmé.
—¡Yo me quedaré gobernando! ¡No puedo perder lo único que me queda! Luca, necesito que te vayas de aquí. Si te pasa algo malo yo… —apretó sus puños y tensó su mandíbula.
Debería pensar en él. Al igual que yo, estaba sufriendo por la muerte de su hermano, entendía ese sentimiento, pero… ¿Irme de aquí? Yo tampoco quería perder a mi tío, y si lo hiciera… En vez de mí, él sería la nueva víctima.
Dejar el reino sonaba como una locura.
—No escaparé de mis obligaciones. Entiendo que quieras protegerme pero… Yo nací para ser rey, sé que mis padres estarían orgullos si cuido el reino por ellos.
—¿Quieres escucharme un momento? —reprochó— ¡Te van a matar si te quedas aquí! —gritaba, pero la tristeza era presente en su voz.
—¡Yo tampoco quiero exponerte a tanto peligro! —expuse, su mirada penetrante se desvió. Yo quería que él también me entendiera. Ambos habíamos perdido personas importantes y batallábamos para protegernos entre sí.
Yo no quería volver a ser egoísta.
—No puedo dejarte aquí… no podría —su voz se quebró—. Si tú no estás a salvo, no sé si pudiera continuar con mi vida. Los sentimientos se apoderaría de mí. Sería insoportable.
—Tío… —murmuré para mí mismo.
No quería dejar mi reino porque con ello tendría que abandonar su seguridad. Sin embargo… no quería ver sufrir a mi único familiar.
Ya que, quien los mató no
tendría compasión ni conmigo ni con mi tío. Era algo de lo que los dos estábamos consientes.
—Esta es la única manera. Sé que tú serías un gran rey, pero ahora no es el momento para ponerlo en práctica. Sobre todo, lo importante es que nuestro monarca esté a salvo.
Tenía razón.
Aunque no quería aceptarlo.
Pero a veces en la vida hay que hacer sacrificios, ¿No?
Esto era algo con lo que no debía arriesgarme.
Mi juicio no estaba del todo formado, y tenía miedo de equivocarme con cualquier movimiento que hiciera.
Pero debía hacerlo.
No quería volver a ser egoísta.
—Lo haré —dije determinado. Mis ojos se clavaron en los de mi tío —¡Lo haré! —volví a decir.
Él me miró con orgullo, aquel líquido empezó a caer de mis ojos. Aún no me acostumbraba a llorar en presencia otras personas, pero en este momento todas mis emociones se exponían por si solas;
Yo estaba devastado.
Miré a mi tío. Mis ojos derrochaban preocupación, un sentimiento que no sentía hace tiempo por estar sumergido en mi capricho.
Él incentivó estos sentimientos nuevamente.
—¡Está bien! —grité—¡Me iré, pero volveré, seré tan fuerte que te protegeré de cualquier asesino! —lloré con todas mis fuerzas. Yo me había prometido esto a mi mismo; protegería a mi tío de cualquier adversidad.
—Si, Luca. Recuerda, yo creo en ti —acarició mi cabeza, limpiando mis lágrimas dijo— Solo recuérdalo; también cree en ti.
Él era mi única esperanza.
Pero nada es como te lo esperas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro