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Capitulo 57: Desteñido.

Estar en casa se sentía un alivio. Estaba de vuelta en casa, con sus padres, aprovechándolos al máximo. Ashley se la pasaba todas las noches con ella por esas semanas en la que Hugo estuvo afuera.

Es que ella ya estaba segura que lo iba a dejar. Que esta vez rompería cualquier lazo con él.

Y esa decisión le molestaba, habían sido los días más ansiosos de su vida.

Ni siquiera le contó a Ashley. Y no se lo contaría a nadie, tan solo esperaba que Eva no lo hubiese contado a ninguna persona. Pensar en eso último también le traía frustración.

Le traía pensamientos de Hugo y eso la entristecía, y la ansiedad volvía, como un nudo en la garganta.

No lo quería dejar así, pero no podía seguir con él si ya no se sentía segura a su alrededor.

—Marina, que bonita te ves —decía Steve. Estaban en el patio de la casa. Su mamá estaba adentro preparando un jugo. Siempre mantenía la nevera con un jugo natural. Padre e hija estaban sentados bajo la sombra de un árbol de cerezos. Él estaba en una silla más alta y Marina en una más baja, por lo que sus rodillas estaban flexionadas.

El silencio de la tarde, la tranquilidad. Estaba tratando de purificarse de todos y de todo. Una especie de llamado, una voz que le diga que hacer ahora, a dónde ir.

—¿Sí, papá?

—Aunque siempre lo estás, hoy más.

Marina se rio bajando la mirada, miró sus pies descalzos, y se puso el cabello detrás de la oreja, que, después de un año y algo más de regresar había crecido bastante, sonreía aun cuando vio la silueta de Pablo casi frente a ellos. A él lo alumbraba el sol. Usaba blue jeans y una camiseta. ¿Qué le pasó a su barba? Se la había quitado, por unos segundos, se sintió de catorce, y que él tenía dieciséis, que era un sueño, que todos los colores eran tan vivos que dolía mirarlos.

—Pablo.

—Vecinito... —Steve saludó cariñosamente—. ¿Y Ana Leila?

Hizo esa pregunta tan lucida, que Marina le miró alzando una ceja. Parecía no recordar que había muerto, vio la expresión de Pablo.

—Ella está muy bien, y le mandó saludos la última vez que la vi. Que lo estima mucho, su amistad.

Steve sonrió.

—Yo estimo mucho nuestra amistad, también. Díselo, por favor.

Pablo asintió, sonriendo. —¿Me permite un segundo con Marina?

—Pablo, papá está cómodo...

Steve levantándose de la silla la detuvo, hizo un ademan con las manos. —Tranquila, hija, que puedo darles los minutos que quiera al vecinito. No olvides mi recado. —Le topó el hombro cuando le pasó por al lado. A paso lento se dirigía a entrar por la puerta de la cocina. Pablo miró hacia atrás y después se volvió a juntar con la mirada de Marina. Pantalones que terminaban debajo de las rodillas. Estaba descalza, y una blusa de tiros muy ligera. Nada de maquillaje, y el cabello se lo movía el viento.

—Gracias por eso. No sabe que ella ya no está.

—Me hace sentir bien que la recuerda. No es nada, es más, creo que así podríamos conversar sobre ella más abiertos. Creo que estaba un poco cerrado antes.

—No creo que sería buena idea, ¿y si demanda verla? No lo quiero ver confundido, ojalá hubieras visto lo sorprendido que estaba al darse cuenta que había regresado de nuevo y que no vivía con mi tía. Él pensaba que estaba con mi tía. —Marina suspiró—. ¿A qué has venido?

—Vine a hablar contigo.

—Aquí estoy.

Pablo caminó hacia donde Marina. Se bajó, sentándose en la grama del patio.

—Te vas a ensuciar.

—No importa. —Negó, mirándole con una sonrisa.

—Bueno, dime.

—Quiero que me ayudes a entender algo.

—¿Qué quieres entender?

—En primer lugar, estoy claro de que ya no sientes nada por mi Marina...

Marina no respondió a eso, se rascó detrás de la oreja.

—Lo que quiero entender es por qué sigues con él.

Marina exhaló, entonces él sabía algo de lo que ocurrió. Se sintió con vergüenza en frente de él. No quería que supieran que ella había sido vulnerable.

—Yo...

—¿Sí sabes que no necesitas a nadie? pero si necesitas apoyo, yo lo haré, ¿dime, cuantas veces te he dicho que estaré para ti? Siempre lo voy a estar cuando me necesites. Sin buscar nada a cambio. Tengo mucho cariño hacia ti. No te lo imaginas. —La miraba a los ojos todavía—. Quiero dejarte claro que si necesitas ayuda para dejarlo, yo puedo hacerme cargo. No me quiero entrometer en tu vida personal, solo quiero que estés segura de que no estás sola.

—No sé qué quieres que te responda.

—Yo tampoco sé que quiero que me respondas. —Tomó la mano de Marina—. Bueno sí, quiero que me respondas, mirándome a los ojos, si aún me quieres, aunque sea un poco, ¿me quieres?

Marina se quedó en silencio solo unos segundos.

—Pues siempre voy a querer a mi primer amor.

Pablo sonrió ante esa respuesta, se levantó para besarla en la mejilla, de rodillas, pudo abrazarla, quería tenerla cerca. No había nadie más. Todo era más claro.

—Está bien. No fue una declaración de amor. —Marina se alejó—. No dije más.

Pablo aun sonreía. —Es que es más fácil trabajar de poco a nada.

—Bueno... —Marina se alzó de hombros.

Pero realmente estaba rezagada emocionalmente. Así que la conversación era irreal.

—Si tú esperaste, yo puedo esperar. —Besó su mano.

—Puedes ir en paz.

—Solo una cosa más. Por si en algún momento quieres hablar conmigo, estoy viviendo acá. —Le pasó una hoja con papel—. Esta es mi dirección.

Marina miró la dirección en el papel. La tomó y la dobló, después lo miró a los ojos. —Gracias.

Pablo se levantó, le tendió la mano para levantarla y la volvió a abrazar, meciéndose con ella.

Pablo salió a un club de las afueras de la ciudad, porque necesitaba aire. Después de un mes en el festival estaba agotado. La suerte era que con lo que había ganado por su participación y patrocinadores, había añadido más a sus ahorros estaba seguro que terminaría su carrera.

Solo para ir a colgarle el título en el escritorio a su abuelo y a su papá.

Tal vez hay heridas que nunca se curan.

Andaba solo. Eva y Rey estaban juntos en alguna parte, y rechazó la invitación de Eloise, porque no tenía deseos de liarse más con ella por el momento. Más cuando ya estaba completamente seguro de que gustaba demasiado de Marina.

Cuando iba entrando vio a un par de chicas salir. Eran Marina y su mejor amiga. ¿Cómo se llamaba? Ni lo recordaba. Andaban muy risueñas. Decidió seguirles unos pasos, se dieron cuenta y se detuvieron a mirarle.

—¿Solas?

—No, andamos juntas. —Marina comentó sarcásticamente.

—Yo de hecho, ya voy a casa. Marina, bueno, ¿puedes decirle a Pablo que te lleve? Es que mi novio y yo queríamos... pues...

Marina abrió los ojos, sin creerlo. Ashley sabía que Marina le había dicho que lo de ella con Hugo se había terminado, que no había retorno. Pero aun no era un hecho. Aun no se armaba de valor de ir a decírselo. Y él tampoco la había ido a buscar desde que regresó.

—Con gusto lo haría.

—Ashley...

Ashley miró a la calle. —Oye, creo que el de aquel auto es mi novio.

Era un auto azul que venía por la calle despacio. Lo esperaban desde hacía media hora. Él había llamado hace unos minutos avisando que llegaría.

Era el novio más estable que había tenido Ashley en mucho tiempo. Era respetuoso y la dejaba salir cuando quisiera. Sola, con amigas, no le veía necesidad a ponerle impedimentos. Igual la pasaba a recoger.

—Es él.

—Hola. —El bajó el vidrió para saludar mientras Ashley subía.

—Hola. —Marina saludó, Pablo lo hizo con la quijada.

Se fueron demasiado rápido. Y parece que el alcohol no dejó que Marina reaccionara en seguida, aún no se movía.

—Tranquila, no te haré nada.

Marina rodó los ojos ante Pablo. Él le tomó el brazo suavemente.

—Tranquila, tranquila. Bailemos allá adentro.

—No quiero bailar. Iré a casa Pablo, contigo o con un taxi.

—Está bien. Vamos. —Señaló a la izquierda, unos autos parqueados a los lados de la calle. Uno de esos era el suyo—. Y hoy estás preciosa.

Usaba una falda corta pegada al cuerpo, con un pequeño top ajustado. Los zapatos no eran tan altos. El cabello suelto, alborotado.

El camino fue en silencio. Marina estaba como un poco mareada. Él inclusive la ayudó a subir las escaleras. Y esperó a que entrara e intentara torpemente quitarse los zapatos.

—A ver, siéntate en el mueble. —Le pidió. El mueble donde una vez él durmió. Le ayudó con los zapatos. Marina se levantó de inmediato, caminando a la puerta.

—Ya, vete. Van a ser las once. Gracias por todo. —Le agradeció.

Pablo sonrió. Le parecía tierna así, porque estaba roja, y el maquillaje casi se le iba. Tomó su rostro con ambas manos y le besó la frente en un arrebato, motivado por lo que ella causaba en él.

—Estoy en un mar de confusiones, y tú no ayudas. Necesito algo de espacio.

—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó.

—No me preguntes eso...

—Sé honesta. —Le decía seriamente, tanto que Marina supuso que ya no estaba jugando, así que ella también se puso seria.

—Me gustaría besarte, pero estoy borracha, no deberías hacerme caso, ¿por qué te querría besar? No tiene sentido. Creo que estas muy cerca de mí. —Negaba con la cabeza. Hablaba muy rápido.

Pablo asintió, dándose cuenta de que estaba muy nerviosa, y eso le gustaba... que ella estuviera así. —Yo también quiero besarte, no hay problema. —Se inclinó, su aliento chocaba con el de ella, casi tocaba el cielo, Marina lo detuvo.

—No... dejémoslo así. —Lo abrazó, pasando sus manos por su torso, su cabeza daba justo en su pecho, Pablo estaba preocupado de que ella sintiera como su corazón pretendía ilusamente salírsele del pecho.

—Sí, lo dejo así. —La alejó tomándola de la cintura con suavidad—. Cierra la puerta, pon seguro. Hazlo, me iré cuando sienta que lo pusiste.

—Sí, gracias. —Marina asintió, un poco descolocada, porque él interrumpió el abrazo.

Pablo caminó a la puerta, ella le seguía, antes de salir le besó la mejilla, y se la acarició, le parecía muy suave, tuvo un pensamiento un poco turbulento, y decidió terminar de salir.

Marina cerró la puerta, puso el seguro por dentro, y después el pestillo.

Se recostó de la puerta, escuchando el silencio. El corazón rápido. No podía creer que quien estaba detrás de su puerta era Pablo...

—¿Aun estás?

—¿Estás bien? —escuchó su voz ronca.

—Lo estoy. —Sonrió sola, no podía entender porque la quería ahora y no antes. Porque no la quería cuando todo estaba lleno de color y ahora sí, que su mundo estaba desteñido y no tenía un rumbo.

—Pues duerme lindo, ojalá sueñes conmigo.

—Solo en tus sueños. Duerme bonito también.

Él se marchó.

Marina se quedó mirando lahabitación vacía, se abrazó a sí misma mientras trataba de entender la razón delos sentimientos que sentía quemar en su cuerpo, en su pecho, en su garganta...    

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