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Capitulo 49: La foto.


Capítulo 49: La foto


El miércoles de esa misma semana, a las ocho de la mañana, Pablo tenía toda la ropa del armario encima de la cama.

Había tomado la decisión de irse del apartamento. No solo. En realidad, lo había sugerido Frederick. Que se había enterado más o menos lo que sucedía. En primer término él lo que quería era que Marina se fuera. Hugo no iba a ceder ante eso, así que el decidió irse él.

Ambos pagarían lo mismo de alquiler, Frederick logró conseguir otro apartamento, y ahora había dos tarjetas con mitad y mitad. Ya llevaban un mes, y faltaban cinco más.

Pero sucede que después de ese cambio, en las prácticas a ambos les iba mejor. Era como si vivir juntos les traía mala suerte, o solo ansiedad.

Esa tarde, Marina estaba sentada en el palco delantero mirando a Hugo recorrer la pista varias veces. Iba a una velocidad tan rápida, que hasta sus ojos a veces no le podían seguir el rastro.

Miró a la izquierda, que Pablo entraba al área de los corredores. Venía acompañado de una chica, y la reconoció al instante. Que era Eloise, y eso de alguna forma le causó un sin sabor en la boca.

A Pablo llevaba sin verlo por dos semanas. La última conversación había sido donde ella le pidió que se alejara. Detrás de ellos dos se apareció Iris, con un pantalón negro cortísimo, una gorra roja y el cabello suelto, acariciando su cintura descubierta por el crop top que llevaba. Saludó a Pablo con una sonrisa, y vio que Eloise le miró mal. Lo que le causó gracia a Marina.

Hugo bajaba de la moto en ese instante, y se quitaba el casco. Iris se acercó para abrazarlo, elevándose a su altura. Las manos de Hugo estaban en su cintura.

Por un segundo se sintió tonta, y como sobrante y excluida en esa escena. Había algo que no le terminaba de encajar con la hija de Frederick y Hugo. Aun él le haya jurado por todo que no tenía nada y que solo era amable. Pero para Marina, el solo hecho de que le haya ocultado que había movido cartas para que Pablo y él hayan sido contratados por el team, le lastimaba un poco.

Si no había nada malo... ¿por qué ocultarlo? Dejó de mirar hacia allá y miró sus tenis. Tenía una mano tocando sus pendientes y la otra apoyada en sus muslos.

No se sentía cómoda. Todo seguía careciendo de sentido, aunque se lo buscase.

Todo lo seguía viendo gris.

—¿Nueva gatita? —Eloise alzó las cejas hacia Hugo. Iris soltó a Hugo, mordiéndose el labio, miró a Eloise sin borrar la sonrisa.

—No hoy, Elo... —comentó, tomó el casco y se soltó de la mano de Iris que le agarraba el brazo. Ella hizo bembita mientras veía que se iba en dirección al palco.

Pablo miró a los lejos a Marina, con la mirada gacha. Era la única en el palco, y se veía tan sola. Decidió meterse a la pista, se puso su casco y se dirigió hasta su moto. El señor que trabajaba ahí estaba listo para revisar que las medidas de seguridad se estaban cumpliendo.

Eloise miraba a Iris.

—Soy Iris, entonces, mucho gusto. —Le dio la mano, ante la mirada insistente de Eloise.

—¿Pero y qué fue eso?, ¿estas saliendo con este muchacho? —Señaló con la quijada en dirección hacia donde Hugo.

—¿Hugo?

—Hugo... —afirmó—. ¿Dónde está Coco? —preguntó, un poco sorprendida y preocupada de eso. Si Marina estaba soltera, y Pablo también, y ambos estaban tan cerca...

Ella solo estaba de visita, sus padres visitaban a unos parientes y Pablo la fue buscar. Ni siquiera intentó besarla, pero ella estaba planeando tener sexo con él.

—Perdón, ¿Coco?

Sinceramente, a Eloise la sonrisita de Iris la sacaba de sus casillas. Rodó los ojos y la miró un poco molesta. —La novia del tipo que abrazaste. ¿Eres mensa o te haces?

—Aaah. —Exclamó, echando su sonrisa—. Lo compartimos. Aunque pronto será mío, y aun no lo sabe. Vas a ver.

Eloise negó seriamente. —Yo te digo a ti, el karma es una perra.

Iris borró la sonrisa, alzó una ceja. —¿Me estás llamando perra? Porque no hice nada malo. Hugo está enamorado de mí, y es cuestión de tiempo de que se entere. Tú no entiendes...

Eloise se topó la frente con la mano, negando suavemente. —Honestamente, ¿eres mensa? Esa novia de él es una roba novios, yo antes era novia del muchacho con quien vine, y ella me hizo la vida cuadritos. —Puso ambas manos en su cintura—. Así que digo que el karma llega, porque ahora tú se la haces a ella.

Iris volvió a sonreír, se echó el cabello hacia atrás del hombro, y después puso ambas manos en su cintura, imitando a Eloise. —¿Sabes algo? yo no sé si la tal Marina es una perra, o si es una santa, a mí solo me interesa Hugo. —Frunció los labios—. Todo lo que he podido ver es que hierve de rabia conmigo, no sé por qué, si hasta me cae bien y tiene una voz dulce. —Se alzó de hombros—. La única cosa que me pone de mil colores es cuando está cerca de Hugo... —Estaba seria—. Pero soy paciente.

Eloise decidió acercarse un poco para ver a Pablo correr.

—Señorita, vaya al palco si quiere ver, no puede estar aquí tan cerca.

Ambas se voltearon, allá a los lejos, Hugo estaba agachado a la altura de Marina, quien estaba sentada, y a quien le sujetaba la quijada y besaba con tranquilidad.

Eloise le vio el semblante, el cambio, a Iris.

Y en cierto punto, le pareció algo intrigante. Esa niña Iris no se pudo haber enamorado sola así, algún coro le estuvo haciendo ese.

Estaba bien que Marina sintiese lo que ella sintió.

Después llegó a una conclusión más justa: todos eran iguales.

El domingo de la tercera semana del segundo mes, Marina en vez de ir a la competencia, fue a casa. Comió con sus padres y se puso al día. Sintió tanta nostalgia que tuvo el pensamiento de quedarse. Le contó los planes de sus primos de estudiar una carrera. Ella les dijo que no tenía idea de que estudiar. Ellos dijeron que esa decisión no la podían hacer por ella. Y en cierto punto, el papá de Marina se sentía culpable de que Marina aun no tuviera un rumbo. De que todo para ella fuera tan igual.

Ella se había perdido y no se encontraba.

Después de esa discusión, Marina estuvo en su habitación toda la tarde. Se sentía aliviada, lejos del drama de tener que ver a Iris, de tener que ver a Pablo y de soportar a Hugo fingir que todo estaba bien.

Cuando despertó lo hizo por el timbre del celular, a los segundos, sonó la puerta. Tenía el celular en la mano, cuando todavía, con el cuajo del sueño, se levantó a abrir la puerta.

Era Ashley, con una revista regional en las manos. Pura farándula nacional.

—¡No me vas a creer!

Marina dejó el celular encima de su armario. Siguió sonando hasta caerse la llamada.

—Hola Ashley, casi dos meses sin verte. —El sueño no le dejaba articular bien las palabras.

—Sí, sí, sí... —Se tiró en la cama y abrió la revista, señaló una pareja que de lejos se veía como si se besaran.

Marina se acercó con los brazos cruzados. El titular decía: "Unos dulces dieciocho. La hija del empresario Frederick Sandoval, celebra su cumpleaños a lo grande." Debajo de la foto, en la leyenda decía: La cumpleañera, Iris Marcela Sandoval junto a su pareja en el medio de un baile"

Marina sintió la mano calentársele, el sueño huyó de sus parpados. En primer lugar, ¿por qué en la foto estaban a centímetros de besarse? No le salían las palabras. Estaba segura que todo eso esa niña lo había planeado.

—¿Quién es esa Iris?

—¿De cuándo es esa revista?

—Hace como un mes y algo. —Ashley pensó unos segundos, mirando la revista abierta—. Oye, estaba en el salón, y esa revista estaba junto a un periódico y viejo. Me puse a ojear y no me lo pude creer. Tuve que robarme la revista.

Marina desenlazó los brazos. Ahora pasaba las palmas de sus manos por la tela del jean que llevaba puesto.

—Antes de que explotes, mira acá.

Al artículo le habían dedicado una página de la revista, en la sección social, adelante estaba una boda, y el lanzamiento de una marca, después el cumpleaños de Iris, había fotos donde se veía el bizcocho y la decoración. Luego vio una foto pequeña, eran ella y Pablo juntos también, en una posición parecida pero menos comprometedora.

Marina negó.

—Esa niña está loca. Estoy segura que hizo todo esto.

—Pero porfa explícame, ¿terminaste con Hugo y ahora estas con Pablo? —Ashley tomó la revista, doblándola para señalarle bien la foto.

—Esa revista está hablando pura sandeces. ¡Nada es verdad! —Marina rabió—. Yo es que quiero... —Junto sus manos como si estuviera apretando el cuello de Iris—. ¡Me tiene harta!

—Pero calma. —Ashley abrió los ojos, dejando la revista abajo. Se levantó, para ponerse frente a su mejor amiga.

—No es que no me la fumo más, no, es que está loca, y... Dios... ¿Qué diablos quiere? —Le peleaba a Ashley como si ella tuviera respuestas.

—Mira Marina, deja decirte algo, que quien tiene la manos en la cintura de ella es Hugo, ella no parece forzarlo. —Ashley no quiso sonar tan negativa.

Marina sopesó en eso.

—¡Pero si quiere estar con ella que me diga, y que no jueguen conmigo!

—Basado en esa foto, él puede decir lo mismo de tú y Pablo. —Señaló hacia la revista que ahora estaba tirada encima de la cama.

Marina se molestó con Ashley. —¿Estás conmigo o con la desconocida esta?

—Dan sus redes sociales, y casi te alcanza en seguidores, tiene esa foto publicada, y los comentarios la felicitan por su novio y vaina. —Ashley decía sin mucha importancia—. Yo pensaba que tú sabias todo esto. De verdad. Te venía a pedir explicaciones, porque estaba enojada contigo porque no me habías dicho. Tienes casi cinco mil seguidores en Instagram y pensé que se te había subido la fama a la cabeza... como Hugo tiene la ridícula cantidad de treinta mil... —Ashley exhaló—. Problemas no te quiero traer, la gente comenta cosas y veo cosas y espero que me la cuentes y nunca vienen... a mí me causa mucha impresión esta foto de ti bailando con Pablo... en serio.

Marina se pasó la mano por la cara. Había algo de cierto en que había abandonado a Ashley mucho. Por completo.

—Ya, ya. Lo siento. Perdón. —La abrazó—. Igual, ambas fotos no son engaños, solo bailaban. Hablen en privado, tal vez no haya pecado aún.

—Yo la verdad que ya no quiero pelear más con Hugo. Estoy agotada. Estoy tratando de evitar cualquier cosa que termine en una pelea entre los dos... —aún se abrazaban, Ashley la sentía desmoronada, y que estaba siendo honesta—. Esto pasó hace tiempo, y lo pasado pisado, ya...

Ashley la soltó, agarrando su hombro. —Espero que todo ande bien.

Marina bajó la mirada. —Yo también.

Sebastián observaba a un mecánico hacerle unos arreglos a la moto de Hugo. Era una tarde soleada de otoño y se acercaba una importante carrera que realizaba una franquicia de combustible en el país. El primer lugar casi llegaba al millón de pesos, e inclusive el cuarto se llevaba cincuenta grandes.

Por esa razón había un poco más de estrés, revisaban las motos y entrenaban más.

Que después de que Pablo y Hugo dejasen de vivir juntos les iba mejor en las carreras.

Frederick confirmó que la culpable era Marina.

No se lo dijo a Hugo, sino a Sebastián, para que le dijera, pero él no se atrevía.

Marina no estaba, se había quedado en el apartamento y Hugo chateaba en celular mientras veía el trabajo.

Sebastián se le acercó.

—Mira, Iris preguntó por ti.

—¿Sí?

—Me dijo que te dijera que la visitaras.

—Sí, me lo había pedido.

Sebastián sonrió negando. —¿Pero dime que vas a hacer con todo esto? Es que la hija de tu patrocinador principal está asfixiada de ti.

—No lo sé.

—Está buena la chiquilla. No conozco a alguien del team que no le tenga ganas a ese culito que se pavonea en la casa de Frederick todas las vacaciones. —Le comentaba.

—Tiene dieciocho años. —Hugo se sintió molesto de las connotaciones que hacia Sebastián. Un poco más porque tenía entendido que Iris lo veía como amigo a él.

-—Sí, pero es legal. No me vengas con disparates.

Hugo se alzó de hombros.

—Lo que eres es un maldito suertudo, tienes a una novia que está buenísima, coño, y a otra muchacha que también está buena detrás de ti. ¿A quién elegirías?

Hugo bajó el celular. —No son cuestiones que deba responder.

—Claro. Admite que te gusta la muchachita. Si no te gusta, córtale las alas. O cógete a las dos.

—Uno se pone a pensar que son buenas ideas Sebastián. —Bromeó Hugo—. Que Iris es bonita, pero Marina me la pone dura de solo mirarla o escucharla. No quiero perderla por una bobada.

—¿Y si tuvieras la oportunidad de cogértela sin que se diera cuenta tu novia, lo harías?

Hugo lo observó unos minutos. Tal vez al que le estaban tomando el pelo era a él, y Sebastián solo era mensajero. —Pues coño, claro que sí. Iris está buenísima. Y sí me sigue provocando. —Se rio—. Pero es que, provocadoras siempre habrán... yo no sé Sebas, que estoy más confundido que cualquiera, amo a mi novia, pero no estoy ciego...

Estaba satisfecho con la respuesta. —Yo solo sé que rómpele el corazón a Iris, y Frederick te parte el culo.

La empresa de expendios de combustibles organizó una cena un par de días antes de la gran carrera para recaudar fondos.

Ellos estaban invitados, y a diferencia de los otros invitados que pagarían una suma de dinero ridículamente grande, irían gratis, como todos los participantes ya inscritos.

Era una gala formal, Marina se había peinado el cabello con un moño recogido, y llevaba un vestido sencillo color limoncillo con unos tacos de pana.

Iba asida al brazo de Hugo mientras observaba el detalle del lugar. Era en un salón de eventos que había en una mansión ubicada en un sector exclusivo de la capital. La entrada había sido una exhibición de vehículos de lujo de los invitados.

Las luces, los jarros, los cuadros, y el olor a comida deliciosa no le sacaron a Marina ni siquiera una admiración. Nada. Saludaba solo porque a Hugo le saludaban algunas personas.

Las mesas estaban puestas pero aun nadie se sentaba. Había una mesa con un batender preparando bebidas pero Marina no tenía ganas de tomarse un trago.

Ya se iban a sentar cuando Marina se detuvo.

—¿Sabes algo? Buscaré un baño.

—Marina... —Hugo se quejó—, ¿me vas a dejar solo?, ¿no te puedes aguantar?

—Bueno, me gustaría quedarme, pero a veces las mujeres necesitamos con urgencia un baño... ¿Entiendes? Yo te hablé de esto antes de venir, insististe en que viniera.

—¿Qué es esa actitud que tienes? —Frunció el ceño, que ya venía notando que ella no estaba muy de buen humor.

Marina decidió no responder. Le había dicho que no sentía muy bien. Preguntó a uno de los del servicio por el baño y la muchacha la guiaba por donde mismo habían entrado para llevarla al baño. Sintió una mano que la agarró de la muñeca al doblar para entrar a la sala de la casona.

—Tanto tiempo sin verte. —Pablo la saludaba, la sorprendió besando su mano.

Marina le sonrió sin querer. Casi llevaban cuatro meses viviendo en la capital y desde que él se había ido se veían muy poco o de lejos.

Pablo no quería cumplir su promesa de alejarse, casi había sido obligado.

La muchacha del servicio se iba. —Entras allí, sigues derecho, y en la segunda puerta hay un baño.

—Gracias.

Marina iba entrando, Pablo le siguió detrás.

—Y estás bonita hoy... creo que soñé contigo hace una noche.

—¿Soñaste conmigo? —Marina le preguntó, no pudo evitar la sonrisa otra vez.

—¿Por qué te ríes?

—Antes la que soñaba contigo era yo.

—No creo que soñaras igual que yo. Me da apuro contarte el sueño. —Le sonreía también.

Marina se cruzó de brazos. —Pero dímelo, ¿Qué puede ser tan grave?

—No es grave, solo reflejaba las cosas que quiero hacer contigo... cosas que muero por hacer contigo. Y en mis sueños, tú me das la oportunidad.

—¿La oportunidad?

—Deberías darme una oportunidad. —Le repitió, o le pedía ahora.

Marina vio como Hugo se apareció de la nada, y empujó a Pablo bruscamente por el hombro. Sintió el corazón en el pecho.

—Debería molerte a golpes aquí mismo. —Le veía de frente, pero no gritaba. Los invitados estaban en el salón, pero esa sala estaba llena de gente del servicio moviéndose de un lado a otro.

—Calma... yo me voy de aquí. Hablamos después Marina.

—Es que te juro que si te vuelvo a ver hablar con ella... —Lo señalaba en el pecho—. Yo...

—Hugo, —Marina le reprochó—, no jodas, deja tus malditas amenazas...

—No Marina, a mí no me verán la cara de estúpido...

—No tienes que hablarle así, —Pablo trató de calmar las cosas—, yo lo siento, no debí estar hablando esas cosas.

—Eres un canalla Hugo. —Marina negó, dándose la vuelta y siguiendo a donde se dirigía, al baño, dejándolos a los dos.

Entró y cerró la puerta. Vio que el baño era tan amplio como si fuera una habitación. Se recostó de la puerta y exhaló.

—No entiendo en qué privas, ¿no sabes dónde te estas metiendo, acaso? Portorreal... a mi...

Pablo no retrocedió un paso. —Esto es ridículo, quieres armar un show en un sitio como este... increíble. Qué poca clase.

—Pero tú quieres coquetear con mi novia en cada oportunidad.

Pablo estaba harto de que se refiriera así de ella. Que era de él. No era de él. . —Si le hablo es simpatía.

Hugo negó con una sonrisa en la boca. —Maldito cobarde. —Lo empujó por el hombro—. Nunca, ni en tus malditos sueños Marina estaría contigo. Vete aceptando que todo lo demás quedó en el pasado.

—No me importa. Yo no quiero nada con Marina. Sino quise antes mucho menos ahora.

Hugo alzó las manos, satisfecho por la emisión de derrota de Pablo. Él último salió de allí.

Marina salió del baño, le pasó por al lado a Hugo y este le siguió.

—Si quieres irte a casa, te llevo. Si te sientes mal... —Le comentaba—. ¿Te sientes mal?

—No quiero pelear... por favor...

—Hey... —La detuvo, agarrando su cara, en medio del pasillo hacia el salón del evento—. Sé que andas un poco incomoda porque andas con el periodo. No querías venir y te traje, pero ahora, si quieres te llevo a la casa, y te compro lo que quieras. Dios, qué hermosa estás. —La besó de sorpresa.

Ella no respondió el beso.

—No me grites Hugo, no me grites en frente de nadie, no te comportes así.

—Perdón, —Pidió comprendiéndola a ella—, es que ese Portorreal me saca de las casillas. —Le decía en voz baja... con cariño—. Quiere que me pegues los cuernos, solo para humillarte una vez más. —Le acarició el cabello, sacándole flequillos y arruinando su peinado tan elaborado—. ¿Sabes algo? que nadie te va a amar como yo, fui el primero en tu vida, y eso no lo vas a olvidar nunca. —Marina bajó la mirada. Él le susurraba al oído ahora—. Que te hice mía... y te hago mía todas las noches. —Su nariz rozaba su cuello—. Portorreal, no quiere nada serio contigo. No como yo. Una vez él te use, te va a dejar. No te confundas en esto.

Marina no decía nada. Hugo hizo que lo mirara a los ojos.

—Si me engañas con él, no respondo de mis acciones. —Su voz al hablar fue fría, mordaz. Marina sintió escalofríos en su espina dorsal.

Ella no pensaba engañarlo. No pensaba en nada de eso. Pero esa amenaza le heló la sangre. Todo lo que le había dicho. Como si él no ignorara el hecho de que ella estaba confundida, pero no le hacía perder seguridad con ella.

Que tal vez era verdad, que no había razón para estar confundida.

Pablo se lo había dicho antes, que se quería acostar con ella. Era solo un experimento para él.

Él nunca la iba a querer como la quería Hugo.

Comprobaba que él tenía el poder.



*Coro: en este caso, hablar con una persona con simpatía. 

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