Capitulo 43: El cambio.
Capítulo 43: El cambio.
Karina estaba regando unas plantas que tenía en el pequeño jardín de entrada a la casa cuando el carro de Hugo se parqueó al lado de la acera y Marina bajó del asiento del copiloto. Ella cerró la manguera y se quitó los guantes que tenía puestos. Después se frotó las manos y sonrió.
—Mi hija, que raro tan temprano.
—¿Sí? Hugo fue a buscarme al trabajo. —Marina decía, señalando hacia atrás. Llevaba su uniforme aun, el mismo gris descolorido, otro día más.
—Ashley llamó, dijo que la llamaras por favor. —Le comunicó, mirando el cabello recogido a Marina. Ese día no se había puesto maquillaje, así que se veía más joven, más pequeña, como de dieciséis.
Marina asintió, se había olvidado por completo de ella. Era como si toda su vida se reducía al trabajo y a Hugo. Este último se bajaba del auto y se recostaba del capo, quedándose todavía del lado del conductor.
—Buenas tardes, mi suegra —Le guiñó el ojo, se le notaba de buen humor.
Karina le sonrió, aunque no estaba muy de buen humor con él, estaba un poco resentida, por intentar llevársela de la casa antes. Sabía que la idea había venido de él, no de ella. Esa semana de Marina estar afuera de la casa, había sido de angustia. Había vuelto, por suerte.
Es que no podía comparar el que su hija se fuese a vivir con sus tíos, y los visitara frecuentemente, al que se fuese a vivir con un hombre.
—¿Dónde está Steve?
—Tu padre está en el patio, mira a ver si despertó de su siesta de la tarde.
Marina volteó a mirar a Hugo. —Hugo, ven, vamos.
Él asintió y le siguió, dejaron a Karina sola de nuevo en el jardín delantero. Se metieron a la casa y salieron al patio. Le habían dado mantenimiento, cortando las ramas del árbol que estaban muy desaliñadas y fuera de lugar, y plantando nuevas plantas y un pequeño árbol de cereza al cual le tomaría mucho tiempo crecer.
Steve se mecía en una mecedora que Karina le había sacado para él. En su rostro se veían reflejadas la sombra de las ramas causadas por el leve sol, mientras se mecía lentamente.
—Marina. —La saludó.
—¿Cómo sabía que eras yo? —Marina se rio.
—Puedo sentirte, ¿necesitas algo? está muy temprano.
—¿Tan extraño es? —Marina miró a Hugo, después miró a su papá—. De todas formas, Hugo quiere conversar contigo. —Se cruzó de brazos y miró a Hugo. Este se quedó en silencio—. Adelante. —Le insistió.
—Marina se irá a vivir conmigo a la capital. —No se inmutó él a decirlo, y mucho menos Steve, con mucha calma miró a su hija mirar a su novio.
—Corrección, que estoy pensándolo aun. —Negaba con la cabeza—. Pero Hugo y yo queríamos ir avisando, para que no caiga de sorpresa.
—¿Cuál es el motivo? —Miró a Hugo.
—Trabajará allá por un tiempo razonable. —Marina respondió por él.
Steve asintió.
—Pues no hay mucho que pueda decir. Decide hija, tienes edad para hacerlo.
Marina suspiró, alzando los hombros. —Si mami pensara como tú.
—¿Qué sucede? —Karina entraba al patio con una bandejita con cuatro vasos con limonada fría.
Marina no quería hablar de eso con su mamá en esos instantes.
—Papi te dirá después, nos tenemos que ir. —Ella desenlazó los brazos. Estaba bien cubierta, no había mostrado el tatuaje a sus padres. Hugo ya estaba tatuado, en el hombro, pero sus padres no parecían prestar atención a ese detalle.
—¿A dónde?
—Los padres de Hugo me invitaron a cenar.
Karina asintió. —Llega temprano, y me haces saber.
—Karina... —Steve siseó.
—Pasen linda tarde. —Hugo atrajo a Marina hacia si con su mano en la cintura de ella.
Se marcharon.
Ambos esposos quedaron en silencio unos segundos, en lo que Steve probaba la limonada.
—Se la llevará a vivir a la capital.
—No puedes estar hablando en serio... —Karina se indignaba—. Eso no puede pasar... ¡tan lejos y sola!
—Karina, tiene veintiuno. —Dejó el vaso abajo—. Además, sus primos estarán cerca, más que nosotros. Hay que dejar que ella decida lo que quiere hacer con su vida.
Karina no estaba de acuerdo en eso. ¿Por qué le era tan fácil a Steve desprenderse de Marina una vez más? Ella sentía que le estaban quitando la vida de nuevo, y que esta vez, de seguro no regresaría jamás.
○
—Estaba pensando que hay que venderle a toda esta gente el asunto de los azules y los verdes.
—Oh mi Dios Rey, —Eva se levantó de la cama, mirando a Rey y después a Pablo, el ultimo quien estaba sentado en la mesa de la computadora—, ¡brillantísima idea!
—Yo no entiendo. —Pablo se alzó de hombros, le estaba dando vueltas a su celular, que lo traía en las manos.
—A la gente le gusta la rivalidad, solo digo. Esta gente quiere que ustedes sean sus figuras públicas porque tienen muchos seguidores en las redes sociales y dos videos virales, ¿pero qué tal si creamos esos dos bandos? Unos que simpaticen por ti y otros por Hugo. Una falsa rivalidad, aunque sean mejores amigos.
—Estamos lejos de ser mejores amigos, no será todo ficción. —Pablo comentó, no eran mejores amigos, y tampoco eran los peores enemigos, estaba entre las dos cosas, pero de una forma incomoda y normal a la vez
—Bueno, en eso te doy razón. —Eva se volvió a recostar de la cama—. No puedes ser mejor amigo de alguien y al mismo tiempo tratar de quitarle la novia.
—Eva, ¿sabes? Este comentario no parece de ti, creo que estás pasando mucho tiempo a solas con Rey. —Pablo negó, serio.
Rey miró a Eva con una sonrisa, después miró a Pablo. —El caso es que, debes hablar esto con Frederick. ¿Ya firmaron?
—Iremos mañana a firmar. Y también buscaremos unos apartamentos amueblados para alquilarlos. Solo tengo ahorrado para pagar dos meses así que estoy estresado. —Fue honesto, no tenía a nadie más para contarle sus problemas.
—Deberían vivir juntos y dividirse el alquiler. —Eva aconsejó—. La comida solo una, el alquiler solo uno. Y además, estamos seguros de que ganarás en cada oportunidad, y... ¿no les pagan por competir?
—A nosotros no, a los otros sí, pero intentaré ganar. —Pablo afirmó, dejando el celular aun lado.
Rey y Eva se miraron de nuevo, después miraron a Pablo, estaban seguros de que había algo que le perturbaba.
○
Antes, el tener a Eloise acurrucada junto a él, con el cabello revuelto y el rostro sin maquillaje, era un avistamiento al futuro; de que ambos despertarían así todos los días de sus vidas.
Ahora simplemente era eso, estar juntos, en el momento. Ella era, sin duda alguna, perfecta, desde los dedos de los pies hasta la coronilla de la cabeza, no se podía sacar ese pensamiento de la cabeza, tampoco el pensamiento de que demasiada perfección era abrumadora, él no le merecía, y tal vez nadie.
Pero no le dijo nada, siguió acariciándole el cabello. Ella estaba muy callada, con su mano encima del pecho de él.
El sexo siempre era bueno. Si su relación terminaba, no sería por eso.
—Pablo Enrique... —siseó Eloise—. Desde que nos conocimos, siempre supe que quería que fueras el hombre de mi vida... —Ella se acomodó, apoyó su quijada del pecho desnudo de él. Ahora ambos mantenían contacto visual fijo. Él esperaba— solías ser enfocado y teníamos un futuro planeado.
—Lo tenemos. —Pablo le acarició el cabello, su mano después se detuvo en su mejilla—. ¿Por qué en pasado?
—Estas dejando todo atrás por una aventura ridícula, en vez de luchar para volver a contentarte con tus padres, o tratar de volver a la universidad.
Pablo exhaló ruidosamente, puso los ojos en blanco y volvió a mirarla.
—Y... no solo es eso, porque yo te amo Pablo... no te imaginas todo... todo lo que lloré —Y en efecto, se le aguaron los ojos, y ver a Eloise así, le movió algo en el pecho—. Lloré cuando me di cuenta de que me miras a los ojos buscando otro color, cuando yo te quiero tanto y no sé qué nos pasó.
Pablo se puso serio, era una situación un poco incómoda. Eloise no debía estar llorando, al menos no por él, porque él no la merecía.
—No nos ha pasado nada, me voy, para buscar un mejor futuro, deberías entenderlo. Creo incluso que deberías venir conmigo.
Eloise negó, se remojó los labios y perdió su mirada en el espaldar de la cama. —No es eso. Mami me ha dicho que te deje tantas veces, todos los días, mi padre no se inmiscuye mucho, sé que piensa igual, pero no me importa mucho sus opiniones, estaba dispuesta a irme contigo, pero no fue eso lo que me puso triste, lo que me ha roto el corazón Pablo, son los comentarios de mis amigas todo el tiempo, los que nos quise escuchar y aun no quiero, eres tú, tratando de actuar como que no tenemos problemas, cuando obviamente lo tenemos.
—Podemos solucionar los problemas.
—No me puedo arriesgar así, entiéndeme. —Se levantó, cubriéndose con la sabana—. No puedo entregar mi corazón así, no puedo acostumbrarme tanto, no lo puedo dejar todo, cuando buscas otra voz, otra mirada, otra caricia Pablo, no puedes jugar con las personas así y la he estado pasando muy mal y no te das cuenta, desde que me hablaste así, desde que empezaste a tratarme así.
Él se quedó estático. Ella se limpiaba las lágrimas de los ojos. Después bajo sus manos y se quedó pensativa. Él se sentía culpable.
—No quiero que pienses que estoy jugando contigo. Eloise...
—En algún momento, sé que me llegaste a querer, descuida. —Admitió—. Esa maldita hija de perra, hizo que ya no me quieras más, ahora me rompiste el corazón Pablo, ¿te das cuenta? ¡Me siento impotente!
—Nadie ha hecho que no te quiera más.
—Ay por favor Pablo, admítelo ya. —Casi le gritó con cinismo—. No me voy arriesgar a darte todo de mi completa, cuando parte de ti está conmigo y otra parte con ella.
—¿Quién diablos es ella?
—¿Vas a hacer que la mencione? —Lo miró a los ojos—. Valgo más de lo que crees, Pablo, esto me duele mucho, pero no voy a arriesgarlo todo si tu solo arriesgas la mitad. Sé que todo el mundo piensa que soy tonta, ¡pero no soy tonta! —Puntualizó con su mano derecha, después lo señaló—. Si ya no me quieres, está bien. Te voy a olvidar.
—¿Estas terminando conmigo?
—Te dejo en libertad —dijo seria—. Cuando decidas volver a tu vida real, a tu futuro real, puede que yo te esté esperando, y te perdone, pero no puedo seguir así. Y no seguiré así, veras el grave error que cometes.
Él se levantó, ambos estaban sentados frente a frente. Ella lo miró con una media sonrisa, sus ojos seguían mojados. Él le tomó el rostro, la acercó a él y besó su frente.
Al alejarse, Eloise pudo ver en sus ojos algo, sí la quería, sí estaba confundido, pero ella no podía seguir así. No en el segundo lugar, no en segundo plano.
—Entonces, cuando logre estabilidad, y pueda volver, volveré por ti.
○
—Este apartamento que veremos ahora, es el mejor de todos los que les he mostrado hoy. —Sebastián aseguró. Hugo iba adelante con él y Pablo atrás. Llevaban unas tres horas visitando lugares en alquiler. No podían pagar mucho. Adelantaría de lo que tenían ahorrado.
Así que tenían que elegir un lugar cómodo, y no en una madriguera, de preferencia, cerca del autódromo.
—La casita en el callejón es una buena opción. —Pablo argumentó. El problema con Eloise lo había puesto muy pensativo y perturbado. Nunca creyó que ella le terminaría, y que eso lo iba a poner tan mal. Por ese momento, no planeaba nada.
Si ella no se quería casar, no la obligaría. Y justo en ese momento, no tenía otro plan, nada. Solo el correr para el Team de Frederick y ganar dinero.
Por primera vez en su vida estaba solo. Sus decisiones solo le afectarían a él. Y no podía creer que estaba eligiendo el pasar tiempo con Hugo, y que el único problema que tenía con él era que estaba con Marina, y eso último no sabía exactamente porque le molestaba. Además de que creía que Hugo debía ser bajado de las nubes donde se encontraba.
—¿Qué tal si te vas a dormir al metro y no jodes a los demás? No puedo llevar a mi novia a vivir a un sitio así. No la sacaré de su casa para meterla en cualquier lugar.
Pablo recordó que Marina también viviría con ellos. —Pues deberías pagar tú el doble que yo, y encontramos un cómodo apartamento en un lugar decente.
—No hay necesidad de pelear. Este lugar es cómodo, y podrán tener a las mujeres que quieran viviendo con ustedes. —Sebastián bromeó—. Inclusive su señorita.
—Lo que me recuerda que hay que establecer un par de reglas, Portorreal. —Hugo se volteó a mirarlo.
Pablo estaba seguro que ambos no estaban contentos con el tener que compartir vivienda, o contrato, o vidas, pero las circunstancias eran más poderosas, tenían que soportarse o perder la oportunidad.
Llegaron a unos apartamento cercados, afuera estaba el corredor que los llevaría ver el apartamento. En el último piso, el número ocho, estaba el apartamento. El edificio no tenía ascensor, por lo que al llegar estaban ya sofocados.
El corredor de bienes raíces abrió la puerta de madera y lo primero que vieron fue la sala a la derecha y la cocina a la izquierda. A unos pasos estaba la puerta para un pequeño balcón donde cabían al menos cuatro sillas para ver al parqueo, y más allá, la calle. Había otra puerta, para un pequeño cuarto de lavado.
—Si me siguen por acá, les enseño las habitaciones.
—Oh, dos habitaciones. —Sebastián les sonrió a los muchachos, estaban uno al lado del otro, Hugo le debía llevar unos escasos centímetros de altura a Pablo.
Entraron por el pasillo, dos puertas de un lado, una de una habitación con closet, y la otra de un baño más o menos decente, al frente, en la tercera puerta, una habitación un poco más pequeña, sin closet.
El apartamento, estaba semi-amueblado, con colchones, una estufa y una nevera en la cocina. En la sala había un sofá pequeño y sencillo.
—Listo para vivir.
—Oh Dios. —Pablo se pasó los dedos por la sien. Todo era más difícil aun, porque tenían que darle condiciones a ese apartamento, y comprar al menos un par de cortinas y sabanas.
Y la capa de polvo era increíble, había que limpiar todo eso.
—Calma, Portorreal, este está mejor. —Hugo le golpeó el hombro un poco rudo, siguió viendo la habitación más grande. Ya Pablo se temía que elegiría esa. Vivir con esos dos ibas a ser un infierno.
Y no por ella, ni por él, sino por sí mismo.
Y por sus confusiones, de todas las cosas en el mundo, ¿Cómo sería que terminaría viviendo en el mismo techo con Marina?
○
—Es muy probable que esta sea mi última semana aquí, Perla. —Marina le comunicó a su jefa mientras ella tomaba su bolso para salir a una reunión. A Marina le faltaba un poco más de cinco páginas para terminar.
—¿Cómo?
—Me iré a vivir a la capital.
—Vaya. —Siseó—. Tu que eres tan buena, me costará encontrar a alguien como tú. —Se quedó pensativa—. ¿Puedo preguntar algo?
—Claro. —Marina asintió amable.
—¿Por qué te vas, tu familia se va?
Marina respiró hondo.
—Mi novio, ¿lo conoce? Hugo, él... tiene un nuevo trabajo, y quiere que estemos juntos.
—¿Tú quieres ir?
—Bueno, por eso dije es probable, no es definitivo, pero iré unos días a ver cómo va todo. —Sonaba dubitativa.
Perla se devolvió para acercarse a Marina. —No me quiero entrometer, pero tremenda decisión tienes que tomar. Te deseo suerte.
—Gracias. —Marina dijo a su espalda. Ella se fue. Se quedó mirando la puerta unos segundos. No había tomado una decisión firme, pero estaba inclinada más a irse que a quedarse, lo único que la mantenía atada era su mamá.
Volvió a trabajar. Unos minutos después tocaron la puerta, y pudo ver a Ashley entrar. Ahora solo le quedaba menos de una página por digitar.
Se detuvo y se levantó para abrazar a Ashley.
—¡Hola! —Ashley expresó mientras la abrazaba, Marina la apretó fuerte—. ¿Cómo estás? Se ve que extrañabas mucho hablarme. Solo así puedo verte.
—Sí, no sabes cuánto te extrañaba.
—Cuéntamelo todo, entonces. —Se dejaron de abrazar.
—Bueno, le dije a Hugo que lo amaba, el día de mi cumpleaños.
Ashley abrió los ojos. —¡Espera, qué! ¡¿Cumpliste años y no me dijiste nada?! —Agarró a Marina por los hombros.
—Lo siento, no soy mucho de celebrar cumpleaños y esas cosas.
—¡Marina, soy tu amiga!
—¡Lo sé, lo sé! —Asintió con la cabeza— no merezco perdón.
—¿Y que le dijiste a Hugo que lo amabas?
—Sí. —Marina exhaló—. Yo no lo puedo creer, Ashley, porque, todo esto empezó tan esporádico, y casi cumpliremos el año, y él me había dicho que me amaba hace meses. —Se mordió el labio—. Ahora, no se lo digas aun a nadie, pero firmaron un contrato con un club de corredores de la capital, quiere que me vaya con él, me dijo que no podíamos estar separados tanto tiempo.
Ashley detuvo a Marina, quien parecía que se estaba ahogando con todo lo que decía.
—Pero, espérate, espérate, ¿mudarte con él?, ¡Marina, qué romántico!
—¿Sí? —Marina le sonrió.
—¡Claro! —Ashley volvió a sacudirla por sus hombros—. Ese tipo esta loquito por ti Marina, lo traes mal.
—Espero. Pero... hay algo que no te he dicho... —Marina tomó aire—. Pablo, probablemente, vivirá con nosotros.
Ashley abrió la boca sorprendida, después sonrió, y se le pegó a Marina unos centímetros. —Marina, Marina, sé que están buenos los dos, pero ni se te ocurra estar con los dos al mismo tiempo.
—¡Yo no haría eso! —Marina se sintió ofendida de que lo pensara si quiera—. Solo te lo digo, porque, me resulta un poco incómodo, además, no quiero dejar a mi mamá sola.
Ashley rodó los ojos, y echó la cabeza hacia atrás, aun no soltaba a Marina. —¡Por el amor a todos los santos, Marina!, ¡tienes ahora veintiuno, no serás la niña de papi y mami toda la vida! Debes crecer, hacerte mujer, y vivir.
Marina asintió. Se volvió a sentar, para terminar de escribir.
—No debes sentir culpable de dejarlos.
—Claro. Creo que tienes razón. Casi estoy tomando la decisión.
Ashley tomó una silla para sí misma, y se acercó a Marina.
—Sabes que es lo peor... que nos separaremos una vez más, pero te juro que haré que Erick me lleve a todas las carreras. —Ashley tomó el celular de Marina que estaba encima de su mesa de trabajo—. Wow, Marina, tremendo celular... —lo ojeó. Ni siquiera tenía claves. Solo entro y vio, de fondo de pantalla estaba ella y Hugo juntos. Era una bonita foto. Entró a su galería, tenía fotos de ella, y junto a Hugo, también con sus padres.
Marina terminaba, negaba con la cabeza. —Ya le viste el descifrado al cel y todo...
Los ojos verdes de Ashley se posaron en el rostro de Marina. —Solo miro tus fotos, ¿Por qué no la subes al Instagram? Tienes un don...
—No lo sé, será el tiempo.
—A propósito, no me sigues. —Ashley comentó riendo. Se levantó al mismo tiempo que Marina. Ella ya había terminado, apago la computadora y estaba dispuesta a irse.
—Lo haré ahora, no me di cuenta que me seguías. —Tomó el celular—. Ahora, por Hugo recibo seguidores todos los días.
Ashley se rio de eso último. —Apuesto que eso te lo dijo Hugo, a mi Erick me dice eso y le doy un zumbón con todo y cuenta.
Marina pensó que lo que decía era exagerado.
Ashley la llevó a su casa, porque Marina le contó que Hugo estaba en la capital buscando una casa. No se iba a quedar con ella, porque tenía cosas pendientes con su mamá.
Al llegar, decidió ir donde sus padres primero. Abrió con su llave, cerró la puerta detrás de sí y miro primero a la sala, que era lo primero que veías al entrar.
—Tía, la bendición. —Marina estaba sorprendida, busco con la mirada a su esposo, pero no lo veía.
—Dios te bendiga —dijo, no parecía muy animada.
—¿Dónde está Karina?
—Salio a comprar algo, vuelve en seguida. Tu papá está en su habitación, durmiendo.
Marina se acercó. —Le dices que la quiero ver. Voy a subir a mi habitación. —Se volteó, y se iba.
—Marina. —La llamó, entonces ella se devolvió.
—¿Sí?
—¿No preguntarás por tu tío?
Marina exhaló. —¿Cómo está?
—Aún se recupera, le dejaron varias costillas rotas y le rompieron el tabique en tres partes. Los gastos han sido inmensos aun con el seguro.
Marina tragó en seco. —Lo siento mucho.
Juana asintió. —Yo nunca pensé que serías así, después de todo lo que te dimos, nos hiciste esto.
—¿Qué hice?
—Él me lo dijo, me dijo que fue el muchacho que andaba contigo quien lo golpeó furiosamente. Felicidades, destruiste a mi familia.
Esas palabras le resonaron. Había sido lo que ella había dicho cuando le pidió a Hugo que jurara no decir nada.
«Vas a destruir a la familia».
—No... yo no...
—Tuvo que convencerme porque a ambos los iba a meter a la cárcel —le dijo honestamente.
Marina no podía respirar.
—Yo no quise que esto pasara. Se lo juro tía. No lo mandé a hacer eso.
—Rompiste la promesa que me hiciste Marina, le dijiste a una persona que no es nada tuyo. Tú sabes muy bien que fue un error, que
—No lo hice con esa intención. Él se dio cuenta... y traté de evitar esto. Perdón.
Juana se veía quebrantada de espíritu. Su rostro distorsionado. —Me has causado mucho dolor, a mí, a mi hijo y a tu tío. Resultaste ser una arpía, Marina.
—No me hable así. —Marina se descolocó por completo—. ¿No se imagina lo que sentí yo? No lo mandé a hacer eso, y no merezco que usted me hable así, lo siento tía, lo siento mucho.
—Cállate, ya... por favor.
—¡Claro, usted siempre quiere que me calle!, pues estoy harta, si no lo metió preso es porque no quiere que nadie se entere de que su marido y usted son dos enfermos, y están locos, y los odio, ¡Y nunca, nunca, nunca, les voy a perdonar lo que me hicieron, por hacérmelo callar y por hacerme creer que fue mi culpa! —Le gritó, dio la vuelta, vio a su mamá que entraba por la puerta de entrada mientras ella subía por las escaleras a su habitación.
Juana estaba en blanco, y ahora Karina solo miraba en dirección a las escaleras.
Ambas hermanas tenían que hablar.
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