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Capitulo 41: Último adiós.


Capítulo41: Último adiós. 


Sebastián los recibió en su casa de nuevo. Su esposa les había preparado una lasaña para cenar, cosa que los tres agradecieron, pues venían con mucha hambre en todo el camino.

Marina estaba sentada en el comedor, aun comiendo, mientras Pablo y Hugo estaban a unos pasos, en la sala, hablando con Sebastián, y su esposa que estaba a su lado muy acaramelada.

—Creo que Frederick va a ceder, pero no le mencionen nada.

—¿Va a ceder en qué sentido? —Marina escuchó que Hugo preguntó.

—En el sentido de que les dará algo para la manutención. Por si les hace falta, solo tendrían que hablar con él para acordar la cantidad, pero entonces deberán firmar un contrato inicial de seis meses, luego renovarlo sucesivamente.

Hugo miró a Pablo para verle su reacción. Con la mirada le quería reprochar su evidente miedo a pedir más cosas para estar más cómodos. Él sabía que no se equivocaba con sus exigencias.

—¿Y todo lo que ganemos se quedará con nosotros?

—Un diez por ciento de las ganancias será de ellos, además de lo que ganen con la promoción de los patrocinadores. —Sebastián se inclinó hacia delante, juntando las manos—. Este nuevo diez por ciento, es porque ellos estarán pagándoles una mensualidad, ¿entienden?

—Es lo que querías Hugo Dante, ¿acaso no? —Pablo comentó. Estaba sentado de una forma desganada en el sofá. Desde esa vista podía ver a Marina de perfil terminar de comer su cena. Estaba comiendo lento, tal vez a propósito.

Hugo estaba en silencio, analizando.

—Tengo que ver los papeles, ¿bien?

—¿Quieres que te lo revise un abogado? —Preguntó, casi en tono de broma.

—El papá de Rey es abogado, él nos puede ayudar. Nos llevamos una copia y respondemos entonces. —Pablo comentó. Marina volteó a verlo y cruzaron miradas.

Marina estaba de espaldas a la puerta, con los brazos cruzados mirando a Hugo revisando su celular muy concentrado. Tenían diez minutos dentro de la habitación.

Hugo leía las solicitudes de mensajes que tenía Marina, una por una. Ella lo miraba con una sonrisa lado. Le hacía gracia que él tuviera celos de que ella tenía tantas solicitudes de mensajes, y que hubiese alcanzado los mil seguidores en tan poco tiempo.

Solo tenía dos fotos y un video cantando.

—Son por mí. —Se acercó a ella y le dejó el celular en sus manos—. Los seguidores y la atención.

Marina tomó el celular, y lo puso en su bolsillo. Él lo decía porque tenía más de diez veces su cantidad, y como él la tenía en la descripción de su biografía, la gente se sentía curiosa por ella o por saber cómo era su vida.

—Lo que sea, ¿viste que aún no te engaño?

Le molestaba la Marina sarcástica, iba a responderle, pero vio que en la puerta Pablo se asomó. Después miró a Marina que no se había dado cuenta que él estaba ahí. Se acercó a ella y le agarró las nalgas y la besó sin cerrar los ojos, aunque ella ya los había cerrado.

Miraba a Pablo, quien desvió la mirada y se limpió la garganta. Marina detuvo el beso y quitó las manos de Hugo, dándose cuenta que alguien más estaba ahí. Se volteó y vio a Pablo.

Hugo tenía una mano en la cintura de Marina y la otra en su quijada.

—¿Qué pasa Portorreal?, ¿no puedes dejar que nosotros tengamos un poco de diversión?

—Solo quiero avisarte algo.

Hugo dejó a Marina y camino hacia Pablo.

—¿Algo que no podía esperar hasta mañana? Son pasadas las nueve.

Marina seguía de pie donde estaba, se había cruzado de brazos observándolo a los dos. Hugo le daba la espalda ahora a ella.

—Me iré a primera hora.

—¿Y a qué se debe eso? —preguntó Hugo.

—Acabo de recibir una llamada un poco delicada.

Marina no había dejado de mirarlo. Sí se veía afligido, casi adivinaba de quién se trataba.

—¿Qué es?, ¿Dime? —Hugo insistió— ¿Tienes idea de lo que estás echando a perder? Y no solo para ti, para ambos, maldición.

Pablo miró hacia donde Marina.

—Mi abuela fue ingresada de emergencia al hospital, y está muy delicada. Quiero estar con ella.

Marina se acercó a ambos, poniéndose al lado de Hugo.

—Estaba bien hace unos días.

Hugo la miró y después miró a Pablo. Negó con la cabeza, sin podérselo creer. Exhaló.

—Entiendo por lo que estás pasando, pero hazte un hombre Portorreal. Irte no significa que ella sanará por arte de magia, significa echar tu futuro a perder. No haces nada con irte.

Pablo bajó la mirada. Se sentía completamente desanimado. Realmente se quería ir.

—Claro —él comentó, bajando la mirada.

—Mañana es el gran día. —Hugo lo hamaqueó por los hombros—. Ella estará bien.

Marina seguía con los brazos cruzados. Él levantó la mirada, miró a Hugo, y después a ella.

—Ya me voy. Los dejo solos. —Se dio la vuelta y se marchó.

Hugo cerró la puerta detrás de él con un estruendo.

—¡Hijo de la gran puta! —Movió una pequeña mesita con el pie.

Marina no lo esperaba, así que se asustó, y lo volteó a mirar con el ceño fruncido.

—¿Qué sucede? —le reprochó su acción. Se había puesto la mano en el pecho.

—¡Me planea sabotear!

—¡No!, ¿no escuchaste que su abuela está grave? —Marina lo cuestionó, en voz más baja que el tono de Hugo.

Él se le acercó.

—¿Y le vas a creer?

—Le creo. ¿No lo viste?

Hugo volvió a alejarse. Exhaló pesadamente.

—¿Él no lo puede entender? Pase lo que pase, él no puede hacer nada.

Marina sintió unos escalofríos. Solo porque era verdad lo que decía Hugo. Pablo no podía hacer nada en la situación, tal vez eso era lo que más le atormentaba.

*

La mañana de la primera carrera, Frederick había llevado cámaras profesionales a grabarlo todo, desde los preparativos hasta a los concursantes individualmente.

Pablo seguía un poco desanimado, estaba a un lado con la motocicleta, ya con su traje de protección puesto.

Marina lo observaba de lejos. Ella usaba un top corto con una suela encima, su tatuaje se avistaba solo un poco. Usaba unos jeans azules y tenis negros. A unos pasos de ella, Hugo ojeaba en su celular unas fotos que ella misma le acababa de tomar.

Sebastián se acercó a Hugo y llamó a Pablo para que también se acercara.

—Veo que ya están preparados —empezó así hablar, inclinándose un poco hacia delante. Se veía emocionado.

—Claro. —Hugo anunció.

Pablo se quedó callado.

—Le harán unas entrevistas. Tengan —Les paso a ambos una botella de agua—. Ténganla en sus manos, envía un mensaje de que consuman ese producto.

—¿De qué se trata? —Pablo preguntó.

—Al final subirán la producción de los tres días a nuestro canal. Solo eso. Es algo muy sencillo.

Hugo alzó las cejas, después asintió.

Las cámaras grababan todo lo que les llamase la atención. Tomaron distintas tomas de ellos y Hugo actuaba de lo más natural. De vez en cuando levantaba el pulgar. Se le daba muy bien, Marina solo lo observaba. Estaba consciente de que ella había salido en varias tomas pero no le molestaba.

En el área donde ellos estaban había más de treinta personas también, entre competidores, mecánicos, técnicos y novias, tal vez.

Si Pablo salió, en todas las tomas tenía la cara seria. Se la había pasado así. Se notaba que estaba mal, le hablaban los mecánicos, los técnicos o Sebastián, y el no hacía caso.

Hugo estaba saludando a algunas personas que lo fueron a conocer, es que él había anunciado por Instagram que estaría en el autódromo. Marina evitó acercarse, no quería ver a esa gente encima de él.

Pablo evitó el socializar, le pidieron que lo anunciara también, pero él se mantenía escondido, cerca de la pista de salida.

Al final de la carrera, Hugo estaba con muy buen ánimo, y tal vez por eso había obtenido el primer lugar.

Pablo había llegado entre los últimos, eso pasó en las primeras dos carreras.

El domingo empezó a llover antes de iniciar. El público no se había ido, las gradas estaban techadas y simplemente esperaban pacientes. El público era de todas las edades. Y el horario, sobretodo, familiar. Pero no podían correr con la lluvia, debían esperar que pase.

Habían dicho que no suspenderían la carrera.

Los concursantes, personal y demás acompañantes, estaban debajo de un pequeño techo, cubriendo las motos y esperando que pase la lluvia.

No estaba tan nublado, parecía una nube pasajera.

Marina caminó hacia donde Pablo. Él estaba recostado de su moto mirando a la pista ser bañada por las gotas de lluvia. Había mucho murmullo. Hugo hablaba con Sebastián y les estaba dando la espalda.

Ella solo se paró frente a él.

—Me gusta tu tatuaje.

Marina sonrió sin mostrar los dientes, después exhaló.

—Se nota que estás mal —le comentó. Y no era mentira. Todo el sábado estuvo con la misma cara de pena, y como de culpabilidad. Si estaba allí, era en contra de su voluntad—. Sé que estás perdiendo adrede, lo que no entiendo es por qué lo haces. Esto te afecta a ti.

Pablo se alzó de hombros.

—Que estés allá no hará que mejore ella.

—Es cierto que mientras más te juntas con una persona, adaptas sus mismas actitudes. —Bajó la mirada, le miraba los pies. La miró a los ojos de nuevo—. Yo debo estar con ella.

—Esto no tiene nada que ver con Hugo, y lo que él te dice, en parte, tiene razón, es tu futuro, ¿no es lo que te gusta?, ¿por qué lo estás echando a perder?

Pablo no respondió de inmediato, aprovechó para mantener el contacto visual con ella, pero ella apartó la vista, mirando hacia atrás, la dirección en donde Hugo aún estaba de espaldas.

—No estoy perdiendo adrede.

—Tu eres uno de los mejores, ¿Cómo vas a decir que no es adrede? Gana, y después volverás a casa y le contarás a Ana cómo le ganaste a toda esta gente. —Señaló a su alrededor.

Pablo sonrió, estaba encantado con que ella lo animara de esa manera.

—¿Qué? —Marina le preguntó.

—Es que tú me animas mucho.

Marina evitó sonreír, se cruzó de brazos.

—Solo, sé tú mismo, y corre con ganas.

Pablo se levantó y dio unos pasos hacia donde Marina, pasos que ella retrocedió.

—Hey...

—¿Hey...?

—No te acerques así. —Le abrió los ojos—. ¿Qué pretendes?

—Solo un abrazo. —La abrazó de todas formas, Marina aún tenía los brazos cruzados.

Hugo vio la acción con el ceño fruncido. Sebastián lo llamó de nuevo.

—Ya. —Marina lo apartó, desenlazado sus brazos para apartarlo—. Ella estará bien. —Tomó su mano entre las suyas. Después se alejó.

La lluvia pasó, y ahora el sol había hecho su aparición. El calor que subió fue insoportable, aun así los competidores estaban listos para correr.

Al final, Hugo ganó en tercero y Pablo en segundo. Pese a su casi victoria, Pablo no dejaba el celular abajo. Hacia llamadas todo el tiempo. Marina lo observaba desde el asiento de atrás. Hugo estaba a su lado, pero no le había hablado aun. Parecía que estaba enojado, y Marina no sabía por qué.

Hugo lo estaba por haber visto a Pablo abrazando a Marina, parecía como si aprovechara cada momento para acercársele y tocarla, y estaba poniendo todo su esfuerzo en contener la rabia que eso le provocaba.

Al llegar a la casa, la esposa de Sebastián tenía un almuerzo preparado y servido en la mesa, un tazón grande con arroz amarillo y maíz, pollo horneado, ensalada verde y jugo natural de cereza.

La casa estaba llena de esos olores. En el lugar no solo estaban ellos cuatro, sino que Sebastián había invitado también a Frederick y a unos cuantos más del team, en celebración de la clausura de ese pequeño campeonato y del final de la grabación de su primer capítulo piloto para su canal de YouTube.

Marina estaba en el sofá sentada, esperando que Hugo volviera de la habitación para ir a la mesa, por su parte, Frederick y lo demás del team ya se iban sentando en la mesa, se habían lavado las manos, pero Hugo quería quitarse el traje protector.

Pablo entró, después de estar unos minutos afuera.

—Muévete, ¿sí? —Sebastián lo apresuró, tocándole el hombro.

Vio que hablaba por celular y vio que tenía los ojos húmedos y solo asentía a lo que le decían.

Marina miró a Sebastián, se levantó del sofá y caminó hacia ellos.

—¿Sabes que le sucede? —le preguntó Sebastián susurrando, para no interrumpir la llamada.

—Su abuela esta grave, creo que de eso se trata. —Marina respondió en el mismo tono de voz.

Hugo ya salía con un jean y una camisa abierta en los primeros botones. Les pasó por el lado, tocándole el mechón de cabello a Marina.

—Ven, ¿no tienes hambre?

Sebastián decidió ir también.

Marina se quedó mirando a Pablo, a quien ahora se le salían las lágrimas. Temió a esa reacción, él la miró a los ojos y después se le lanzó encima, apoyándose de ella, escondiendo su cara en su cuello... y se desmoronó a llorar como un bebé pero sin emitir sonido.

En la mesa todos miraron la acción con cara de preocupación.

—Parece que murió —susurró Sebastián.

Hugo dejó de mirar la escena. Miró su plato vacío.

Marina sintió mucha pena y que sus ojos se mojaban. No sabía qué hacer con sus manos hasta que reaccionó y le acariciaba la cabeza a Pablo. Él no había colgado el teléfono, podía escuchar que la voz que le hablaba del otro lado musitaba llorando igual.

Sintió tanto miedo, tuvo que cerrar los ojos.

Ella se había ido y no había vuelta atrás.

Hugo no podía molestarse con Pablo por lo que había hecho.

Aun le quedaba un poco de empatía.

Además, se sentía culpable. Por él no había regresado a visitar a su abuela. No la había visto antes de morir, y, aunque Pablo ahora estaba totalmente serio y en calma, sabía que en el fondo tenía rencor hacia él.

Marina tampoco había hablado mucho, en todo el camino estuvo en silencio.

La muerte de Ana fue como toda una funda de hielo en una sopa. Todo estaba frío. No pudieron hablar sobre nada y habían partido a casa de inmediato.

Sin importar que, Pablo no comió nada de la comida. La de Marina, Hugo se la tenía en una funda, encima de sus piernas aún.

Iban a casa directamente desde la parada de buses, aunque entendía que ella tenía el compromiso de asistir a ese funeral al otro día.

Esa noche Frederick le llamó, le estaba alentando, y pidiéndole que no se sintiera culpable por haberle pedido a Pablo que no se fuera de la competencia. Que actuó bien, ya que era algo muy importante.

Recibió la llamada, y aunque era de una persona tan importante como Frederick, no se sintió muy alagado.

Pero son cosas que pasan, y si Pablo no perdonaba a Hugo, viviría con esa herida para siempre. 

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