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Capitulo 4: Contra la corriente.


Capitulo 4: Contra la corriente.



Marina se levantó de la cama, al mirar a su ventana, vio que las cortinas seguían corridas. Bostezó y se descuajó, observó que eran las seis de la mañana en su reloj de pared. Se volvió a sentar en la cama, aún asueñada.

¿Había sido un sueño o lo anoche había sucedido? Al parecer Pablo había ido a la cárcel y había un fuerte altercado en la casa de los Portorreal.

Se volvió a levantar de la cama y esta vez caminó hasta su cuarto de baño. Aún sentía como si estuviera durmiendo mientras se bañaba con agua fría. Estornudó, se lavó los dientes y salió envuelta en la toalla.

Miró a la ventana, acababan de correr de nuevo las cortinas en la habitación de Pablo, ella también corrió las suyas. Se vistió con su uniforme del trabajo y salió de la casa.

Se fue sin decirle a Hugo. Caminaría al trabajo. Necesitaba hacer ejercicio y respirar el aire puro de las mañanas. No quería a Hugo tan temprano, con olor a alcohol probablemente porque era lunes, tampoco quería escuchar los planes que tenía Hugo. Había ganado en tercer lugar así que Marina estaba convencida de que Hugo estaba que ardía. Y seguro estaba el doble al saber que Pablo había pasado aunque no había completado el circuito.

En conclusión, era mejor una mañana limpia, sin dramas.

Llegó agotada al trabajo. En la recepción había un periódico; una feria artesanal llegaría a la ciudad en el fin de semana, lo que significaba que el tráfico en la ciudad iba a estar muy pesado. Pasó de tomar el periódico y entró a la oficina de la señora Perla.

Era una señora de cincuenta y siete años, periodista de oficio que escribía dos columnas en dos periódicos distintos. Necesitaba una asistente personal que le tecleara todos sus pensamientos y buscara la imagen perfecta sin derechos de autor en el mercado de imágenes a poco costo.

Ese trabajo para Coco era perfecto. Le hacía conseguir suficiente dinero para comprar cosas para ella, comprarles cositas a sus padres en forma de detalle, y ahorrar poco para cualquier cosa, lo que sea, aunque no sabía qué exactamente.

No tenía un futuro planeado. Su vida era demasiado dejada. Tenía veinte años y había terminado el colegio hace dos, aun así, no había iniciado la universidad. Y no tenía planes de hacerlo. Tal vez planeaba trabajar toda la vida con la señora Perla, aunque no creía que ella le duraría toda la vida.

No era su prioridad en esos momentos, y a nadie le parecía importar que ella no tenía ninguna prioridad ni ningún sueño, a nadie le parecía importar que ella veía gris todo a su alrededor, en su porvenir.

—¿Por qué no me llamaste?

—Lo siento Eloise. —Pablo caminaba a su aula en la universidad—. No es fácil llamarte mientras estás teniendo problemas con tus padres. —Quería decir, en realidad, que no podía escribirle o llamarle mientras su papá tenía su puño oprimiendo su estómago. Su cara estaba limpia, apenas un rasguño.

—Está bien amorcito bebé, te perdono. Te tengo regalo hoy. Mis padres saldrán y quiero...

Lalo se paró frente a Pablo y le topó con brusquedad, pero amistosamente, el hombro, tenía una sonrisa en la cara, e hizo que lo que sea que había dicho Eloise, se ahogara en el teléfono.

—Loco, ¿Qué sucedió? Eres nuestro héroe. Todos los que apostamos por ti, ganamos. Fue una locura.

—¿En serio? —dijo. Bajando el teléfono—. ¿Por qué, sino llegué a ningún lugar?

—No pero...

—Fui a la cárcel. —Completó Pablo recordando las reglas. Una persona no caía preso desde hace aproximadamente dos años. Quien era apresado durante la carrera ganaba. Era tan simple como eso, ahora él estaba en primer lugar.

—Si loco, increíble. Espero que te vaya bien en el próximo circuito.

—Yo también, gracias.

Lalo hizo las señas de los azules, una v invertida con los dedos, y el dedo pulgar por el medio, Pablo, imitó esa acción. Mario dejó a Pablo allí y este volvió a ponerse el celular en la oreja. Eloise había colgado.

—Diablos. —Musitó, rogaba que ella no se haya molestado.

Eva traía dos platos humeantes de sopa. La acaba de hacer. Dejó los platos frente a sus hambrientos amigos y pasó a sentarse en el sofá.

—Y entonces, después de que tu papá te haya utilizado como saco de boxeo, ¿planeas hacer el circuito del sábado? —preguntó subiendo los pies en el sofá.

—No es una pregunta, él lo debe hacer querida. —Reynaldo dijo esperando que la sopa enfriase un poco—. No es como si tuviera opción, los azules están poniendo sus ahorros en Pablo y él no los puede defraudar. Ahora mismo Pablo es el rey de los azules, Eva.

Pablo no quería comentar. Eva y Reynaldo sabían de los problemas en casa de él. Que su papá era airoso y que Pablo debía comportarse sino quería que su papá lo castigase.

Pero aun así, no le gustaba hablar de eso.

Estaba un poco desanimado, pero podía correr.

—Claro, mi patrocinador está de acuerdo.

—Suelta a ese mamaguevo en banda. —Reynaldo se molestó, quemándose con la sopa—. Él era quien debía haberte ido a buscar a la cárcel, podía evitar que tus padres fuesen por ti.

—Pero ya pasó. —Eva murmuró—. Pablo está bien y lo hará bien.

Marina salía del trabajo a la misma seis en punto. El sol no se había ocultado y la tarde estaba fresca. Al salir de la oficina, en la acera, vio la camioneta de Hugo. Él estaba dentro con la radio encendida. Marina tocó la ventanilla con suaves toques y espero a que él bajara la ventanilla, pero en cambio, abrió la puerta.

Marina la sostuvo para que no le cayera encima, después se subió y cerró la puerta.

—¿Por qué diablos no me llamaste?

—No quería que me fueras a buscar —respondió normalmente, buscando la hora en el celular. Aunque sabía que eran las seis, pero lo hizo casi automáticamente.

—Pero para eso tienes un celular, llámame y dime que no te vaya a buscar a tu casa, estuve media hora esperándote allí por ti.

—Tienes razón, debí avisarte. —Dejó el celular abajo—. Es que solo necesitaba aire fresco.

—Está bien, Marina. —Bajó la voz—. Me preocupo por ti. Estaba preocupado de que te fueras sola. Pero estás bien, me alegra mucho. ¿A dónde quieres ir?

—A casa.

—En seguida te llevo, cariño.

El día de la carrera estaba nublado. Marina hablaba con Toro y Hugo estaba con unos amigos apartado de ellos dos. Pablo estaba rodeado de personas haciéndole preguntas sobre su hazaña, y estaba un poco agotado, pero se le daba bien fingir.

Marina lo observó cuidadosamente. No le veía ningún daño físico. Tal vez sus padres solo le gritaron.

Hay cosas que nunca se la van olvidar; tenía catorce años y observaba desde la ventana hacia el cuarto de Pablo. Vio estupefacta como ese hombre le metía varios derechazos. Se veía tan furioso que creyó que lo iba a matar. Al otro día, Pablo salía al colegio normal, como si no ocurrió nada. Se sentaba al fondo del transporte y hablaba con sus mismos amigos. Todo lo que ella hubiese deseado en ese momento era abrazarlo y llorar junto a él. Pero ahora no sentía nada, y no tenía nada que sentir, porque el aparentaba lucir solo bien.

Ashley acababa de llegar con un amigo. Se acercó a Marina y la abrazó.

—¿Cómo estás?

Marina sonrió sin mostrar los dientes. —Solo bien, un poco nerviosa, vi en el periódico que el transito estaría pesado y Hugo y los demás intentaran correr contra la corriente.

—Ah sí había escuchado, las apuestas se doblan, dime, ¿a quién le voy?

—Ve a Hugo, él ganará.

—Gracias Marina por tu predicción. —Lo pensó un poco alzando las cejas—. Pero le iré a la Liebre, como fue el que llegó primero la semana pasada.

Marina se alzó de hombros, ella podía apostarle a quien quisiera, pidió permiso para dejar a Ashley con su amigo y caminó hacia Toro que la llamaba otra vez.

Toro estaba encima de una camioneta ahora, la invitó a subir.

—Hagan sus apuestas con Analise. La transmisión empezará en minutos a mi derecha. —Se volteó hacia Marina, bajando la voz—. ¿Viste lo nuevo? Mi amigo colocó cámaras en los postes de luz.

—¿En serio? Wow. —Marina comentaba sorprendida, mientras asentía.

—Mira, ponte esto. —Le pasó unos audífonos con micrófono integrado—. Cuando te diga, saludas a los competidores, luego te preparas para decir, en sus marcas, listos, y fuera. Ellos te escucharan, cada uno tiene un dispositivo en la oreja para escucharte. Te escucharemos aquí también, habla con la voz más sensual que te salga, como si estuvieras a punto de tener se.xo con Hugo.

Marina se provocó a su insinuación, asintió poniéndose los audífonos que todavía estaban en off. Observó a los demás hacer las apuestas. Estaban en el patio de la casa de Juan Mateo, la pantalla se veía bien.

Los competidores iban camino a ubicarse en la Avenida Libertad y todos esperaban pacientes que llegaran. Los espectadores y el equipo no podían trasladarse allí y Marina tampoco. Los competidores esperarían en un terreno baldío a esperar la indicación para arrancar en vía contraria.

Los espectadores observarían desde la casa de Juan Mateo mientras bebían y comían snacks.

En el público Marina veía a los amigos de Pablo. Eran tres, hablaban como en secreto. No entendía muy bien el lio de los verdes y de los azules. No era de ninguno de ellos, era imparcial. Trabajaba con Toro.

Toro era primo lejano de su tía, con la que se quedó durante el tiempo que estuvo lejos de casa. Él le ayudó a conseguir el trabajo con la señora Perla, él le presentó a Hugo, él le había asegurado que le iba a conseguir otras entradas de dinero además del trabajo con la señora Perla.

Por carrera, se ganaba tres mil, eso era bastante, y le caían muy bien.

Observó la pantalla que se encendía. Había nueve subdivisiones, una grande que mostraba en plano los carros corriendo, y otras ocho con apodos para los competidores, estaban oscuras pues las cámaras que llevaban en el casco miraban hacia abajo.

La transmisión había empezado y todos estaban atentos a la pantalla. En la casa de Juan Mateo, el Toro había conseguido reunir casi a cien personas, y tenía otras doscientas en sus casas en el livestream.

Era un secreto, ni los asistentes ni los competidores sabían que personas en sus casas podían ver las carreras y apostar en línea.

Debía mantenerse así, si se daban cuenta la policía podía interceptarle su negocio. Para hacerse miembro y tener acceso al livestream tenían que pasar por una seria de requisitos importantes, todo eso incluía conocer al Toro en persona.

Los corredores tenían seguidores ya, el que más tenia era Antonio, con cincuenta, Pablo tenía veintidós y Hugo treinta.

Toro le hizo una seña a Marina para que empezara a hablar.

«Competidores, confirmen que escuchan mi voz levantando un dedo.»

A unos kilómetros de la casa de Juan Mateo, la voz seductora de Marina sorprendió a los ocho competidores, y a todos los que escuchaban en casa, a los presentes en la fiesta, y al mismo Pablo.

—Diablos, mami. —Hugo levantó el dedo con ánimo.

Los demás competidores levantaron el dedo y se pudo ver por la cámara.

Toro asintió. Le encantaba el buen desenvolvimiento de Marina.

«Prepárense para empezar. Escuchen atentamente las instrucciones: si se detienen por completo, quedan descalificados, pueden frenar si es necesario, pero resta puntos. La carrera terminará cuando la Libertad se convierte en la Restauración, una cámara registrará quien llegue primero. Los esperamos en casa.»

Pablo entendió las reglas, ya su motor estaba encendido y estaba esperando la marca para salir.

Marina respiró, de una forma, tan volátil, que Pablo sintió escalofríos en su espina dorsal. Tal vez no solo él sintió eso. ¿Cómo pudo expresar tanto con una respiración? Apretó el acelerador.

«En sus marcas, listos, ya» subió la voz. Todas las cámaras salieron a la luz. Tenían audio y video de todo. Los motores se metieron en el transito yendo en sentido contrario. Se escuchaban los bocinazos y los frenos siendo presionados por los vehículos. Las motocicletas serpenteaban por los vehículos sorprendidos.

Marina miraba con el corazón en el pecho, ella y todos los presentes, los espectadores del livestream estaban eufóricos.

El competidor de la cámara siete, marcó cero su velocidad.

«Competidor siete, descalificado» dijo Marina contagiada de la emoción.

Pablo se asustó cuando volvió a escuchar su voz, casi choca con una guagua. Sintió el corazón en la garganta. Todo sea por los doscientos cincuenta. Aceleró. Tragó saliva.

Iban bien. Le quedaba poco por recorrer.

Marina se mordía el labio.

—Increíble. —Eva negaba, estaba anonadada.

—Pablo es increíble.

—Vamos a ganar.

A la verdad, se veía la destreza. En la cámara tres de Pablo se podían ver los movimientos serpenteados y la cercanía de los vehículos. Otros competidores solo iban por la orilla, por lo seguro. A Liebre le iba igual de bien, iban muy cerca uno del otro.

En la cámara seis uno frenó de golpe, salió lanzado a la calle.

«Competido seis, descalificado.»

El tipo seguía en el suelo, la motocicleta tirada a otro lado y se formaba un tapón en el tránsito por el accidente.

«Levántate seis, mueve el motor, obstaculizas el tránsito, llamaras la atención de la policía ¡rápido!»

Se detuvo el competidor uno, para esquivar otra motocicleta.

«Competidor uno, descalificado»

Eva se frotaba las manos. Con los sentimientos a flor de piel.

Los sonidos se mezclaban, la pantalla más grande general cambió a la línea de llegada. Se acercaban Pablo y Liebre.

«Gente, el ganador es...»

Emocionada, Marina narraba a todos, no sabía que les daba nervios a los competidores.

Pablo aceleró, frenó un poco para doblar y quitarse del medio de una camioneta, volvió acelerar, esta vez lo llevó hasta el fondo.

«¡Tres, primer lugar!» Marina dijo entusiasta, dos segundos después, Liebre había llegado, siguiéndole de Hugo.

«Tres, cuatro y dos, en ese orden, los tres primeros lugares. Ocho, cinco también llegaron»

Los competidores se habían detenido unos metros después unos pocos segundos.

«Gracias por competir.»

Entonces las cámaras se apagaron.

Marina pensó que pronto ellos llegarían a la casa de Juan Mateo, se quitó el auricular.

—Perfecto Marina, ¡te felicito!

Marina sonrió ante la felicitación de Toro y recibió su abrazo. Bajó de allí y se vio con Ashley.

—Eres perfecta Marina, increíble. Me daba más cosa escuchar tu voz que ver a los muchachos casi atropellarse.

—Esta carrera fue estresante. —Vio a los azules celebrar. Se chocaban de manos. Los amigos de Pablo tenían sonrisa en la boca. Tal vez él era bueno, de verdad.

Sin ellos saberlo, en el livestream, Pablo ganaba seguidores, Antonio, (Liebre), también. En las pantallas de sus celulares y ordenadores se veía las palabras:

TERCER CIRCUITO; LAS LOMAS EN LLAMAS.



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Nota: la prox. carrera es muy interesante y unirá de una forma extraña a Pablo, Eva y Rey con Marina y Hugo.

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