Capitulo 28: Puro juego.
Capítulo 28: Puro juego.
En todo el camino, Hugo, durmió recostado de las piernas de Marina. Si no hubiese pasado toda la noche y madrugada molestándola, entonces no tuviera tanto sueño atrasado.
Marina cerraba los ojos mientras el bus ya se desplazaba dentro de la ciudad capital. El led del celular de Hugo le llamó la atención, se veía a través de sus jeans. Tomó el celular del bolsillo de él y lo desbloqueó, deslizando el dedo en la pantalla. Entró en la notificación de Instagram. La gente seguía dando me gusta a su cover y tenía cerca de dos mil reproducciones.
Era demasiado.
Entró a los comentarios, después de que ella comentara aclarando quien era, otras personas comentaban cosas que no eran de interés para ella, pero solo le llamó la atención el comentario de una chica: otoñoiris.
Le sonaba conocido el user, ella comentó una cara con la boca en línea recta. A Marina le chocó ese comentario. Entró a su perfil y vio las fotos de la chica. No sabía de donde era, subía paisajes y fotos de ella. Era rubia, de tez clara y ojos marrones. Entró a su buzón de mensajes, para preguntar por qué utilizó esa cara, pero al entrar, vio que ya había una conversación. Habían hablado antes. Lo último era que ella le daba su número, hablaban sobre que se escribirían por WhatsApp. Marina frunció el ceño, salió de Instagram y fue a WhatsApp, pero estaba protegido con contraseña.
—Aquí nos quedamos. —Pablo se había levantado de su asiento, se detuvo frente al asiento de ellos dos, el bus se había detenido por igual. Él miraba a Marina con el celular en la mano.
Marina topó a Hugo. —Aquí nos quedamos. —Le susurró.
Hugo se levantó, mirando a Marina y después a Pablo. Se descuajó de pie. Abrió bien los ojos después de un par de segundos de dejar pasar el letargo. Marina guardó el celular de Hugo en sus pantalones y le siguió afuera.
Sebastián los esperaba en la entrada de la estación. Los iba a llevar en seguida al autódromo y guardaría sus cosas en el baúl del auto.
Cuando llegaron los cuatro, ya había varias personas allí. Algunos carros corrían en la pista.
—Hoy la gente lo toma para correr, o entrenar, es común ver muchos hijos de papi y mami.
—Qué bueno que nosotros también somos hijos de papi y mami. —Hugo comentó al lado de Marina. Marina tenía el celular de Hugo todavía, y no había dejado de pensar en los mensajes. Tal vez debería buscar ayuda para poder leerlos.
Se alejó un poco de la conversación, y se pegó de las vallas que dividían el área verde y la pista a un área segura. Veía los carros desde allí pensativa.
—¡Marina! —Escuchó la voz de Hugo—. Ven. —Le dijo cuando ella volteó, ahora él estaba más alejado de ella, entrando por un pequeño gacebo hacia la entrada de la pista. Caminó hasta él y vio a Pablo a su lado.
—Demos una vuelta. —Señalaba un auto.
—¿De quién es? —Preguntó Marina.
—Un amigo de Sebastián. —Pablo le respondió cerca de ella—. Estoy llegando a creer que Sebastián tiene muchos amigos.
Hugo se había subido al auto.
—Y yo creo que estas en lo cierto. —Marina le respondió—. Y que es extraño que estés aquí solo.
Pablo se alzó de hombros. —Eva no pudo venir, y hoy es el cumpleaños de la hermana de Rey.
—Marina... —Hugo la volvió a llamar—. ¿Ya vienes? —Insistió.
Marina miró a Hugo y después a Pablo. Se despidió de Pablo y fue con Hugo hasta el vehículo. Se subió en el lado del copiloto. Hugo cerró su puerta y después le colocó el cinturón de seguridad a Marina con mucho cuidado. Cuando sonó el clic del seguro, le besó los labios por dos segundos y después le sonrió.
—Prepárate. —Ambos se miraban a los ojos.
Marina no le respondió nada... estaba sin palabras, porque solo podía pensar en los mensajes. ¿Para qué le daba su número de celular?, ¿Qué hablaban por Whatsapp? Es más, el solo hecho de que hablaran por mensaje privado en Instagram era un poco molesto.
Desearía haber leído más arriba, para ver como inició la conversación. Quería saber quién era Iris, y qué quería con Hugo, y lo que más le chocaba a ella, ¿por qué siempre comentaba esas cosas en todo lo relacionado con ella?
—¿Estás asustada? —Le preguntó Hugo, tocando su barbilla.
—No... —le susurró.
Hugo volvió a su posición y se puso el cinturón. Salió con cuidado hacia la curva que ingresaba a la pista. Fue con una velocidad medida y después fue acelerando por todo el circuito. A la verdad, la velocidad elevada no asustaba a Marina, si le asustaba terminar de leer los mensajes.
○
Sebastián llevó a los tres a su casa en un ensanche de la capital, un poco alejado de donde estaba la pista. Vivía con una joven que le llevaba un par de años a Marina.
Esa joven preparó todo un menú. ¿De dónde conseguían tanto dinero? Se preguntaba Marina sentada en un sofá personal mientras Hugo, Sebastián y Pablo estaban sentados en el sofá grande con una laptop en la pequeña mesa. Marina se quería levantar de allí y revisar el celular de Hugo.
Veían un nuevo video que alguien había editado de ellos. Estaban las carreras en Santiago, en el barranco, y unas cuantas más, con un tempo muy rítmico, el video sonaba a que era fantástico, incluso pudo escuchar su propia voz, pero no quería levantarse a ver el video.
—¿Para qué es?
—Lo van a subir al canal del team. —Sebastián le respondió.
—Qué bien.
—El anterior casi llega a las seiscientas mil reproducciones. Eso es bastante.
—Seguimos sin saber quién hizo ese. —Comentaba Pablo, sin despegar la mirada de la laptop—. O de dónde sacó los videos...
Marina se alzó de hombros levantándose. —Creo que es bueno, quizás por eso tienes tantos seguidores, Hugo, y fans. —Marina le comentó, mirándole, él no alzó la mirada de la pantalla.
—O realmente estoy muy bueno.
Marina puso los ojos en blanco.
—Yo debería crearme una cuenta de esas, por si se hace viral este video también, ¿no? —Pablo tanteó la idea. Tenía un celular moderno, pero escasamente utilizaba el FACEBOOK.
—No creo que sea buena idea, tú no toleras mucho el tener fans. —Marina respondió a su pregunta. Pablo dejó de mirar la pantalla para mirar el rostro de Marina. Su comentario estaba resentido, estaba de mal humor y sospechaba que no era su culpa, porque no lo miraba a él, sino a Hugo.
—A mí sí no me importa tener fans. —Hugo respondió por Pablo. Sin dejar de mirar todavía el video que no se había terminado. Ni siquiera notó el comentario hacia Pablo indirectamente ni tampoco lo molesta que estaba Marina.
—Claro... —Marina dijo, y desapareció hacia su habitación, la que le habían ofrecido para hospedarse. La casa era tan grande que tenía cuatro habitaciones, y dos de ellas siempre estaban organizadas esperando visitas.
Eran las tres de la tarde, y estaban planeando a donde salir. Sebastián le dijo que el team siempre se reunía los días antes en un club decente por el mismo centro de la ciudad. Que le podía conseguir entradas y seguir compaginándose con esas personas. Mañana iba a ser la competencia, el día completo, por lo que hoy se lo podían tomar simplemente para disfrutar de estar en el corazón del país.
Después de armar su itinerario, Hugo fue en busca de Marina, para darle la noticia. Ya a esa hora, Marina había intentado de miles de formas de adivinar la contraseña pero en todas fallaba. Hizo todos los intentos permitidos y la aplicación de seguridad bloqueó WHATSAPP por media hora. Tenía el celular guardado y simplemente estaba sentada en un taburete frente a un espejo gigante que había. No se había movido mucho. Y la existencia de esa persona le estaba ensombreciendo el día. No quería que fuese así, pero es que sentía que se lo había dado todo a Hugo, y que si él la engañaba le iba a romper su zona de confort, nunca lo va a perdonar.
Cuando vio que Hugo entró a la habitación el corazón le volvió a latir fuerte, pero trató de no inmutarse. Tal vez debía hablar con él y tal vez debía de dejar todo así, a ver si el mismo lo confesaría.
Estaba haciendo suposiciones sin bases, tal vez él no estaba engañándola, y solo eran las apariencias.
—Mami, pensé que estabas durmiendo.
—No tengo sueño.
—Deberías dormir un poco, planeo salir del club pasadas las tres de la mañana.
—¿Vamos a ir a un club?
—Sí. —Asintió—. Esta noche, alístate, ¿has visto mi celular?
—¿Para qué lo quieres?
—¿Para qué? —Preguntó él frunciendo el ceño—. Es mi celular, y necesito hacer unas llamadas, es algo ilógica tu pregunta, lo siento Marina.
—¿Te suena ilógica? —Marina volvió a preguntar.
Hugo, quien estaba buscando en la maleta como loco su celular, se detuvo, y la miró allí sentada. —Sí, me suena ilógica. También estoy viendo que estás un poco malhumorada, duerme Marina, eso te ayudará.
—Oye ahora, no estoy de mal humor.
Hugo cerró la maleta de nuevo. Se quedó de pie con las manos en las caderas pensando en donde puede estar su celular. —En serio necesito mi celular. ¿Me prestas el tuyo, para llamarlo? No creo haberlo dejado.
Marina se levantó y caminó hacia donde él. —¿No puedes estar un segundo sin él, Hugo?
Hugo la miró. —Llevo casi ocho horas sin él, pero necesito llamar a una persona.
—Necesitas llamar a Iris, lo entiendo. —Marina se cruzó de brazos, sin dejar de mirarle a los ojos.
—¿Iris? —Hugo frunció el ceño—, ¿Quién diablos es Iris?
Marina sonrió. —¡Claro, ahora no sabes quién es Iris!
—Pues si me refrescas la memoria tal vez, es un nombre tan común.
—Muy común, —se alzó de hombros—, por eso ella te pasa su número y bloqueas el WhatsApp para que no vea que clases de conversaciones hablan, pero esto yo no lo voy a soportar, de ti, ni de nadie. —Lo señaló, e iba a salir de la habitación, pero Hugo se lo impidió agarrándola del brazo.
—Está bloqueado mi WhatsApp porque es privado, mi celular es privado, hablo cosas que si se pierde, no quiero que caiga en manos equivocadas.
—¡O que yo me dé cuenta de tus juegos con esas tipas que te consigues!
Hugo cerró los ojos, y después los abrió, a la par con una respiración profunda, como si tratase de calmarse. —Segundo, no sé quién es la tal Iris, y no tengo ninguna conversación con ella en ninguna parte. No tengo por qué engañarte.
—Eres un caradura, Hugo, mintiéndome en la cara, vi la conversación. Te daba su número, y siempre comenta cosas extrañas cuando subes algo mío, quizá por eso no te gusta que yo esté ahí.
—¿Te estas escuchando? —Se puso la mano en la sien—. No tiene sentido lo que dices, hablo con muchas chicas por Instagram, y eso no quiere decir que te engañe.
—Si me engañas o no, eso lo decidiré yo, cuando logre verlas.
—Tú no tienes que ver nada, dame mi celular. —Le molestó el tono de voz de Marina, apretó su brazo. Marina se soltó rápidamente y lo alejó con su mano.
—Yo no te voy a dar nada, Hugo.
Hugo la miró. —¿Cómo que no me vas a dar nada? Maldición, es mi vaina, dámelo.
—¿Tanto miedo tienes de que te descubra?
—¡Me importa un bledo tus malditos celos de mierda!, ¡y que no confíes en mí y no sepas que eres todo en lo que pienso! Solo dame mi celular ahora.
Si Hugo estaba molesto, Marina lo estaba por igual, o el doble, no le creía, porque lo había leído. Ella le daba su número de teléfono y que él la negara solo le hacía sentir a Marina que sus sospechas eran reales.
Además de molesta, estaba herida, herida de creer que la engañaba.
—No te voy a dar nada, Hugo.
Hugo la tomó de ambos brazos. —¡Dámelo Marina, tú...!
La puerta se abrió y Hugo soltó a Marina, quien cayó en sus talones de inmediato. Hugo desvió la mirada. Pablo entró frunciendo el ceño.
Marina bajó la mirada. «No otra vez», pensó. Siempre tenía que estar él presente cuando ellos dos peleaban.
—¿Pueden no comportarse así aquí? Se escucha que pelean allá afuera, y Sebastián se fue a una siesta y su esposa está en la cocina, pero tal vez escuchen.
—Pagaremos un hotel entonces, si molestamos aquí. —Hugo respondió, mirando a Marina quien se había cruzado de brazos, y aun tenía la mirada gacha.
—No pelear en ninguna parte, ¿tal vez? —Pablo inquirió, mirando a Marina quien se negaba a mirarlo.
—No estamos peleando. —Hugo le aclaró a Pablo.
Pero Pablo no se lo creyó mucho. No estaba jugando con las palmas cuando entró, en realidad, él le hablaba mientras la sujetaba de los brazos sugestivamente. No le pareció ser una posición de amigos, y no le parecía lo correcto. No quería entrometerse mucho, pero su primer impulso había sido el de quitarla de su agarre.
—Solo discutíamos. —Marina murmuró, se alejó de ellos dos, y echó su cabello hacia atrás mientras caminaba a una de las ventanas.
—Solo dile a ella que me dé mi celular. Voy a salir, pero que me busque el celular —pidió de buenas maneras—. No es un maldito juego de niños... —Caminó a la puerta de salida.
—No te tengo miedo Hugo, haz lo que quieras, ¿está bien?
Hugo decidió no responderle. Ninguno de los dos iba a ceder, si ella contestaba él quería contestarle y si él contestaba ella no se iba a quedar callada. Solo salió y cerró la puerta. No le convenía hacer un espectáculo en la casa que los hospedaba. Solo tenía como salida ir a caminar y dar unas cuantas vueltas a la manzana, así se le bajaba lo que tenía.
—Hasta yo te podría tratar mejor.
La voz de Pablo asustó a Marina, por qué pensó que se había quedado sola. Volteó a mirarlo. Él notó que tenía los ojos brillosos por la humedad.
—¿Por qué me dices eso? —Marina preguntó, porque no lo entendía. No entendía con qué sentido había dicho eso.
—Que podría tratarte como mereces, yo no creo que merezcas este tipo de tratos. —Simplemente le dijo, sin dejar de mirarla. Ella tampoco lo dejaba de mirar, y estaba estupefacta.
Él tenía una novia, y esa era Eloise.
—No Pablo, tú ya tuviste una oportunidad para demostrarlo. —Se le acercó hasta estar a escasos metros frente a él, aunque sus alturas no eran iguales, podían mantener la mirada—. Te probé a ti y me di cuenta que no eras para mi... me di cuenta yo sola.
Pablo negó. —Es imposible que llegaras a esa conclusión, tú no has probado nada.
—Yo a Hugo lo amo. —le confesó—. Está siendo un imbécil justo ahora, el más grande del planeta, pero no le tengo miedo.
Pablo desvió la mirada unos segundos, pensando que era estúpido lo que le acababa de decir a Marina.
—Amar es muy fuerte.
—¿Qué es lo que dices, Pablo?
—Solo repito lo que tú me dijiste. —Pablo le dijo, tocando un mechón de su cabello, Marina le apartó su mano.
—Puedes irte Pablo Enrique, ya.
—Solo devuélvele su celular.
Marina buscó el celular, lo desbloqueó y volvió a entrar al Instagram. Revisó algunos mensajes, unas personas le escribían cosas normales, las chicas que le escribían, algunas, sonaban coquetas, o desesperadas, pero las respuestas de Hugo eran secas y lacónicas. Volvió a entrar al WhatsApp, había pasado el tiempo de espera y sin pensarlo escribió su nombre como clave, y se abrió WhatsApp.
—Sé que estás enojada, pero creo que no es correcto invadir la privacidad. Inclusive si eres su novia. Creo que lo mejor es buscar su consentimiento, y que te las muestre él, si no lo hace, tal vez esconda algo o es muy reservado.
—Pablo Enrique, no te metas, por favor. —Marina le pidió, buscando entre los mensajes y grupos de WhatsApp algo que le diera indicios de que era ella. Solo eran conversaciones entre amigos, otros contactos como: Eli Colegio, o Walas Universidad. No sabía que Hugo había ido a la universidad, no sabía mucho de su pasado. Encontró una que decía otoño. Entró a la conversación con el corazón en la boca.
Solo había un hola, como estás, y un bien de él. Al otro día ella preguntaba que hacía, y él le respondió «Recogeré a Marina en el trabajo y trataré de estar con ella toda la noche. No hay carreras hoy.» ella respondió con el usual emoticono. Después salió una llamada de ella hacia él, y no había más conversaciones.
Se sintió tonta. Bajó el celular. En conversaciones no había nada malo. Solo normal. Salió de la aplicación. Le pasó el celular a Pablo.
—Dáselo tú, toma.
Pablo lo tomó, ella salió de la habitación y él respiró hondo.
No le gustaba que ellos se trataran así. No era su relación, no tenía que meterse entre ellos dos, pero le daba cierta impotencia el que no se pudieran medir en la forma de hablarse y tratarse, tenía miedo de que se lastimaran, no solo verbalmente, sino también físicamente.
○
Fueron al club. Aun aunque estaban molestos ambos entre sí. Estaba molesto Hugo porque Marina le había escondido su celular y porque lo había acusado de engañarla, pero aun así no quería dejarla en la casa de Sebastián sola, mucho menos en un sitio donde ella nunca antes había estado.
Y Marina estaba sintiéndose no muy bien. Se sentía tonta por haber reaccionado así, por simplemente enojarse por una chica sin pruebas, solo suposiciones. No la estaban engañando. Pero de todas formas, Hugo no tenía que enojarse de esa manera con ella, solo tenía que explicarle, tenía que tratarla a sabiendas de que ella estaba en sus primeras veces, que él era su primer novio serio, y que las relaciones eran más difíciles que los noviecitos que tuvo en el bachiller. Eso era cuando ella pensaba que lo más que podía confiarle a un chico era un beso, y no ahora, cuando le había mostrado a Hugo todo de ella, sus miedos, su pasado y las cosas que le hicieron daño.
¿Cómo va a dudar de su confianza hacia él? Era totalmente transparente. ¿Qué había de ella que él no sabía ya?
Por eso le iba a doler si la engañaba.
Pero todo eso se lo había jugado su mente.
Estaba pensando, mientras entraba al club y Hugo la agarraba sus dedos para que no se perdiera en el lugar, que esa noche iba a divertirse. Iba a olvidarse de todo.
Sebastián les presentó a todos los del team de nuevo, estaban apartados en una mesita pequeña y sillas con unas botellas encima de la mesa. Bebían de sus vasitos, tenían rato allí.
Eran apenas las diez, y la noche empezaba. Hugo y Pablo se sentaron, inmediatamente entraron en ambiente. Hablaban de lo que harían el día de mañana, y se reían. Marina estaba muy apartada, en una silla solitaria mirando hacia la barra libre. Más allá, en el centro, la gente bailaba una canción de pop.
Pensó que sí era un sitio decente, no estaban los ritmos urbanos, y no estaban las mujeres casi desnudas. Vestidos apretados y cortos había por montón, pero no había ni promiscuidad ni vulgaridad.
La canción pop acabó y esta vez el dj puso un merengue.
—Yo me muero si no bailo esta. —Marina se levantó emocionada. Hugo le miró, de arriba abajo, tenía un vestido corto, marrón, unos tacones negros y el cabello recogido. La cara muy maquillada. Le encantaba como estaba vestida.
Se levantó para bailar con ella, y aunque estaban enojados, no podía resistirse a bailar con ella y tocarla.
Bailaron varias seguidas, de similar ritmo, hasta que Hugo decidió volver y Marina fue a la barra. Habían puesto una canción pop de nuevo. Pidió agua. Hugo no quería que bebiera alcohol. Le decía que se ponía imperativa y era difícil de mantenerle un ojo encima.
Para ella era una exageración, pero de verdad no quería discutir. Él no quería que bebiera estando en grupo grandes, solo si estaban entre gente cercana y conocida, que era para protegerla.
Se bebió todo el vaso de agua y volvió donde estaba Hugo.
—Yo también quiero bailar contigo Marina. —Sebastián simplemente dijo—. Si me lo permites.
—Que locura, ¿en serio? —Marina le dijo sonriendo, estaba agotada.
—Dale Marina, Diana está aquí observándolo y yo a ti. —comentó Hugo, haciendo referencia a su esposa, que no había visto con buena cara que Sebastián quiera bailar con Marina.
—Tal vez Sebastián deba bailar con Diana y yo iré a bailar con Marina. —Pablo dejó el vaso abajo. Y le tomó la mano a Marina, llevándola a la pista de baile.
Agarró sus manos y las puso en sus hombros. No hablaron solo bailaron mirándose a los ojos.
—¿Bailar conmigo, en serio?
—Sé que por dentro estás muriendo. —Él comentó sonriendo, chocando su mejilla con la de ella y después volviendo a mirarla.
Marina negó suavemente sonriendo. —Tú me tienes tan confundida, Pablo.
—Qué bueno que ambos estamos iguales. —Volvió a tocar ambas mejillas, a Marina le dio cosquillas su barba.
Volvió a mirarla.
—¿Qué es lo que quieres?
—Ahora mismo, solo bailar. —Le susurró muy cerca.
—Estás tomado, claramente, —Marina se rio, subiendo su mano que se deslizaba de su cintura—, pero Hugo puede sacarte de tu ensueño si ve que estás buscando otra cosa más que bailar.
Pablo negó. —Solo busco bailar. Dios, bailas bien. —Le dio una vuelta y la acercó más que antes, Marina puso distancia de nuevo, como de reflejo, el corazón que latía rápido desde hace minutos, ahora le daba un vuelco y se puso nerviosa.
—No podemos bailar tan cerca. —Le susurró—. Si Eloise estuviera aquí... terminaría contigo.
—Ahora no quiero preocuparme de ella. —Volvió a rozar su mejilla con la de Marina, esta vez se quedó más tiempo—. Te he observado bailar y quería probar que tienes que la gente quiere bailar contigo.
Marina lo alejó de nuevo, volviendo al espacio. —Pablo, —dijo seria—, ¿sabes a quien tienes al frente? —le preguntó. Dejaron de bailar, se quedaron estáticos en el medio de la pista.
—Me di cuenta tarde.
—¿Te diste cuenta tarde?
Él agarró la cara de Marina y volvió a rozar su mejilla con la de ella, y besó su mejilla suavemente. Después simplemente dejó de sentir su calor.
Hugo lo empujó lejos de Marina, y ambos se sorprendieron.
—¿Bailar o besarla? —Hugo comentó sarcástico mirando a Pablo, quien estaba un poco sacado de si, tal vez si había besado, pero juraba por Dios que ella tenía la mejilla tan suave, que no pudo resistir tocarla con sus labios.
—Amigo, solo bailábamos. —Alzó las manos y bailó un poco así solo, después se rio y le golpeó el hombro—. Lo demás fue puro juego, mejor amigo. —Entonces besó a Hugo en la mejilla y se acercó a Marina, y le besó la mejilla otra vez, con delicadeza. Se marchó a la mesa donde estaban los del team.
Hugo resoplaba, pero con una sonrisa porque le pareció un poco gracioso el Portorreal borracho, gracioso y molesto, podía quitarle lo gracioso con un puño en su cara, pero tenía que aguantársela, para no quedar mal con el team del quien era invitados.
Marina aún estaba quieta, Hugo entrelazó su mano con la de ella y la pegó a su cuerpo para besarla. Pero ese beso no fue igual, lo besaba sí, pero solo pensaba en lo último que había dicho Pablo.
«Fue puro juego»
¿Pero por qué quería jugar con ella?
No iba a dejar que eso ocurriera. Le correspondió el beso a Hugo, olvidándose del altercado que había tenido en la tarde. Se la llevó a uno de los baños del club porque quería besarla y tocarla, y no podía hacerlo en el medio de la pista. Lo hacían con desesperación.
—Marina... —susurró agarrando su rostro, Marina se rio porque tenía todo su pintalabios embarrado en su cara—, eres todo en lo que pienso últimamente, no peleemos, ¿sí?
—No hablemos de eso —Marina comunicó con suavidad, mirándole a los ojos mientras sus manos estaban asidas del torso de él. Él la apretó con su cuerpo a la pared y dejó pequeños besos en su boca.
—¿No sabes que te amo? —Le susurró mirando su boca—, ¿no lo sabes, Marina? Tienes el poder ahora, tú decides que harás con él.
La besó de nuevo suavemente, profundo, después con rabia, se detuvo unos segundos, y ambos respiraban rápido retomando el aire, pegó su frente a la de ella.
—Tú tienes el poder ahora sobre mí. —Le susurró de nuevo con los ojos cerrados. Marina lo escuchaba claramente, ¿el poder de qué? Le había dicho que la amaba, y ella estaba totalmente desconcertada.
«Amar es muy fuerte""» ¿De qué se es capaz por amor?
Vaina: es una cosa.
1. Vaina: es cosa pero en dominicano (y venezolano tambn).
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