Capitulo 24: El primer cambio de contraste.
Notita: Aprecio mucho sus comentarios, que me digan si les gusta o que piensan del cap. Sin prensión! Voten, eso sí, para saber si les gustó! Es la única forma de saberlo (ademas si lo comentan, ajá) Yo siempre digo que es mi cap fav, pero es que todos los son. Estoy muy emocionada porque ya quiero que lean los caps que siguen.
Capítulo24: El primer cambio de contraste.
La hermana de Reynaldo abrió la puerta de su casa y se encontró con una chica un poco más alta que ella, con cabello oscuro y poco maquillaje. Llevaba un bonito vestido y creía haberla visto antes, específicamente con Pablo. La chica le sonrió.
—¿Está Rey?
La niña echó atrás, como para mirar a la sala. —Rey, te busca una chica. —Voceó, volvió a mirarla—. ¿Quién eres?
—Soy Eloise.
—¿Qué quieres con mi hermano?
Eloise estuvo a punto de decirle que no eran sus asuntos, pero estaba hablando con una preadolescente. Simplemente se limitó a sonreír. —Juntos esperaremos a Pablo. Me dijo que estaba a punto de venir cuando lo llamé.
—¿Pablo viene?
—Hey Eloise. —Rey la saludó con un abrazo—. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. —Comunicó—. ¿Puedo pasar?
—Claro, ven a la sala. —Ambos le pasaron por el lado a la niña, y ella cerró la puerta, volviendo a la cocina donde inventaba hacer unos panecillos rellenos de dulce de leche y unas galletas.
—Uh, ¿sobre lo que me hablabas por teléfono?
—Claro. —Eloise se sentó en el sofá—. No le digas a Pablo nada de esto.
—¿Está bien...? —Comentó un poco inseguro—. Cuando él llegue le diré que estábamos hablando de desfiles de modas.
—Yo no creo que el pregunte de que hablábamos. —Eloise no hizo caso a su sarcasmo.
—¿Qué es lo que quieres saber de Marina? —preguntó Reynaldo divertido. Le causaba mucha gracia ver el alto grado de interés que tenía Eloise con Marina. No era sano ni normal.
—Todo lo que sea... algo que deba saber.
—¿Para qué?
—Para estar informada, ¿tú crees que a ella le siga gustando...Pablo?
Reynaldo movió las manos y se alzó los hombros. —Tiene un novio ahora, no lo sé...
—Bueno. Solo cuéntame de ella. —Hizo un mohín con la boca.
—Claro. Uhm. Estudiábamos en el mismo colegio. Ella estaba en primero creo. Acababa de ingresar al bachiller. Y nosotros íbamos a terminar.
—No te detengas, te copio y te sigo. —Eloise comunicó, mirando a Rey atenta.
—Marina llevaba creo que toda su pre adolescencia enamorada de él, eso lo supongo, pero cuando entró al bachiller, que compartíamos recreo y todo eso, fue más fácil para ella el acosarlo.
—¿Qué tan fuerte era el acoso?
—Era algo inofensivo Eloise. Observarlo, buscar estar en los lugares que él. Mandarle notas, cartas, cartulinas, llamarlo, mensajes. Já, eso fue lo último, le enviaba mensajes de textos, muchos, ¿de dónde sacaba tanto saldo? Y lo llamaba, Pablo cambió de celular y consiguió de nuevo el número. No le mandaba nada malo, solo eran buenos días y cosas cursis. Pero a Pablo le molestaba.
—Es que el nivel de intensidad que tenía esta muchacha. ¿Quién se enamora así?
—No sé qué decirte, una niña enamorada ama muy apasionado. Las cosas se estaban saliendo de las manos, después de lo de la cartulina, que todos nos enteramos, creo que todo el colegio, Pablo estaba al estallar, le molestaba que lo molestaran con ella, que eran la pareja del colegio, y más él que tenía novia. Él le tenía miedo.
»Un día solo explotó, era hora de la salida, ella venía detrás de él riéndose con una amiga, y Pablo iba caminando a la salida, con Eva, Sofía, y otro chico que le dijo: ahí viene tu Coco. Él simplemente se volteó y le dijo que lo dejara en paz, pero de una forma cruel y humillante. Su cara se quedó seria... parecía que iba a llorar.
—¿Lloró?
—Bueno, no en frente de nosotros. Su amiga se la llevó de allí. Todos nos quedamos serios. Yo siempre lo he pensado Eloise, Marina estaba un poco pasada de la línea, pero tenía solo catorce, era inmadura y estaba loca de amor por Pablo, era su vecino, desde que aprendió a caminar lo veía jugar en su patio delantero, pero nada de lo que hizo, de enviarle cartas, dulces, galletas, llamadas o mensajes de buenos días, ninguna de esas cosas fue tan mala como para lo que Pablo le hizo. Creo que todos estuvimos de acuerdo, por eso nadie se rio cuando la llamó loca acosadora y la amenazó con meterla a la cárcel.
—¿Qué van a entender ustedes? No eran a quienes acosaban, no sabes que tanto aguantó Pablo hasta explotar.
—Bueno sí, tienes razón, pero era una niña, muy mimada y sencilla.
—¿Y por qué se fue, entonces? —Le mantenía la mirada a Rey, como entrecerrando los ojos.
—Todo el mundo dice que no sabe, pero a la vez estamos seguros que se fue por eso que le dijo Pablo. Al otro día no fue al colegio, ni al otro, ni al otro. Luego nos dimos cuenta que se fue, por medio de su amiga. Pablo era su vecino pero él no iba a preguntar. Se comentó un poco y después nos graduamos.
—¿Y lo de la carta?
—¿Cuál, de que le entregaba su virginidad? Ese fue todo un coro.
—Ni tan inocente era entonces. —Eloise alzó las cejas.
—Creo que Marina ni siquiera sabía de qué estaba hablando.
—Es una locura, que desesperada, Rey. —Eloise se echó el cabello hacia atrás con una mano—. Yo no creo lo de la carta, ¿Pablo la tendrá?
—Pablo no leyó la carta. Nunca las leía, las dejaba tiradas. Era muy bruto este niño.
—¿Y cómo saben que le dijo eso entonces?
—Alguien la leyó, le tomó una foto y la subió a nuestro grupo del curso.
—¿La foto?
—Sí. Fue una locura. Las notificaciones volaban. Pablo se salió del grupo.
—¿Y ese grupo existe?
Rey pensó un momento. —Pasó mucho tiempo, pero no creo que FACEBOOK borre las publicaciones. —Sacó su celular, y buscó en el grupo de FACEBOOK de su curso. En el buscador del grupo escribió la palabra "Coco" y salieron todas las publicaciones en la que esa palabra era mencionada.
Le pasó el teléfono a Eloise. —Mira, algunos de los posts. Esta es la carta.
Eloise tomó el celular y la leyó. Vio los comentarios, algunos ponían «ja ja ja», y otros emoticonos. La publicación era de hace seis años.
—Que oso esta carta, Dios mío. —Eloise se rio.
—Sí. Dio mucho de qué hablar. Pablo estaba hasta el hastío. Su novia de aquel entonces no le molestaba en lo absoluto, era como si no le temía a Coco, sabía que era un juego y que no le iba a quitar a su novio.
Eloise sintió la indirecta. —¿Qué quieres decir?
—Eloise, no me engañas. Piensas que Marina te puede quitar a Pablo, eso es loco.
Eloise siguió fingiendo que leía. La hermana de Rey lo llamó y él se levantó a atenderla. Eloise aprovechó que se fue, reenvió la foto a su Facebook y después borró el mensaje. Siguió mirando en el grupo, una chica había hecho un listín defendiendo a Marina.
Entró a su Facebook, era una tal Elena. En sus fotos etiquetadas vio una con Marina. Pero una Marina muy diferente a la que estaba ahora presente. Elena Walter. Se grabó el nombre en la mente justo cuando Rey llegó con galletas olorosas que había hecho su hermana.
—Buena hora para comer. Pablo está al llegar.
—Rey, me tengo que ir. Dile a Pablo que me cansé de esperarlo.
○
«Pablo. ¿Cómo estás mi amor? Espero que bien, vi que ganaste el partido. Quiero felicitarte, ¡estoy orgullosa de ti! También quiero darte un regalo, solo para ti... es que puedes dormir conmigo. Así verás lo mucho que te quiero, Pablo. Respóndeme en secreto por favor. No quiero que se lo digas a nadie, porque nunca he hecho esto con nadie.»
Marina llegó del colegio a su casa, cargaba con su mochila y su mamá le arreglaba la comida para que comiera antes de subir.
—Hoy no tengo hambre —comentó en voz baja. No venia sonriendo, como siempre lo hacía. Estaba como apagada.
—¿Qué te sucedió Marina? —Le miró mejor el rostro, sus ojos aguados.
—Mami me duele aquí, me rompieron el corazón. Pablo no me quiere y no me va a querer nunca. —Se tocó en el pecho, en un tono melodramático, en esa época, aún tenía esa voz aguda y dulce de cuando era una niña—. Mami, no te imaginas lo que me duele, no lo puedo explicar. —Se tocaba el pecho, y le salían lágrimas.
—¿Qué fue lo que sucedió? Pablo te quiere, son vecinitos. ¿Recuerdan cuando jugaban juntos?
—Mami no me quiere. No lo entiendes, me lo dijo delante de todos mami... se siente feo, que no te quieran con la intensidad que tú quieres. —Caminaba a las escaleras que dirigían a su habitación.
Marina no entendía porque Pablo actuaba así. ¿Por qué le sonreía al cruzar miradas? ¿Por qué ahora decía que era una acosadora?
¿Cómo podía ser tan cruel de decirle todas esas cosas?
—Marina, tienes que comer.
—Mami, déjame sola unos segundos, por favor. —Subió las escaleras.
Pasaron tres horas y volvió con una maleta. —Me voy. Y no volveré, mami. Nunca más.
○
—Uy, uy, pero vas a hacer que se me pare el corazón. —Hugo le piropeó a Marina—. U otra cosa.
—Estás exagerando, Hugo. —Marina le comentó, cruzándose de brazos tímidamente. Hugo la agarró de la cintura y la atrajo hacia él.
—Me doy cuenta que a veces ignoras lo buena que estás mami. Tienes suerte de no tener a un celopata de novio, que no te obliga a cubrirte.
—Y si lo fueras, no te haría caso. —Marina le contestó, estaban muy cerca, cara a cara—. Soy libre, Hugo.
—Y a mí me encanta tu libertad. —Le dio la vuelta—. Vámonos. —Le volvió a tomar la mano, Marina tomó su bolso y le siguió. Se subieron al auto.
Marina llevaba unos pantalones cortísimos, una blusa por encima del ombligo y debajo un traje de baño que se le notaba. El cabello en el tope de la cabeza y un poco de pintalabios rosa. Conducían hacia Uvero Alto, una región del país con bonitas playas y bahías.
Allí se iban a reunir el equipo de Racing de Santo Domingo. Hugo, por medio a Sebastián, estaba estableciendo conexiones con ellos. Esta vez, lo invitaron a un pasadía para conocerse, pasarla bien, beber y bañarse en la playa. No iba a dejar a Marina. Y no importaba si ella quería usar esos trajes de baño de infarto. Realmente estaba seguro que ella no se daba cuenta de lo bonita que era.
Se estaba volviendo loco por ella y no lo podía controlar.
Perdió en su propio juego, que un pasatiempo se volvió parte de su vida.
Llegaron al lugar. Un rancho muy grande de mil hectáreas. Sebastián los recibió y los guio hasta la casita de playa que tenían, apartada de la mansión de la entrada. Estaban podridos en dinero esa gente.
Al bajarse, Sebastián saludó a Marina, y después a Hugo, los invitó al grupo. Allí estaba casi todo el equipo del Racing. Hombres desde los veinte hasta los cuarenta, la mayoría con barba y con el perfil de corredores profesionales, Hugo se sentía como un niño novato. Quería pertenecer a ese grupo.
En una esquina, una persona a desacorde. Pablo, y junto a él, su novia Eloise con un vestido largo hasta los tobillos. ¿Qué hacía Pablo en el pasadía? Tal vez le había caído bien al equipo el día de la exhibición.
Todo bien con que le cayera nice a ellos. Solo le molestaba que no se lo dijera. Es que si Pablo iba a pertenecer, también tenía que pertenecer él, pero le podía avisar, después de todo, él le había presentado a Sebastián y al equipo.
Pero estaba bien. Ambos estaban allí.
Esa gente era muy chévere. Se la pasaba hablando de motocicletas, autos, carreras, adrenalina, expediciones en el monte en motocross, acrobacias, incluso hablaron de jet skis en el mar, y Hugo estaba emocionado ante lo último. Frederick, un entusiasta de la navegación que estaba ahí sentado, era un hombre adinerado que tenía varios yates, y lanchas en su propiedad cerca de la marina, una de las más importantes del Caribe. Sin duda alguna, ser amigo de esa gente valía mucho.
Las únicas dos mujeres eran Marina y Eloise. Ambas de la misma edad, ambas las más pequeñas del grupo, y las más... fuera de lugar.
Ellos hablaban y bebían de su cerveza, y comían su picadera que una señora muy servicial traía cuando se acababan. Hacían chistes verdes y hablaban de las mujeres que se lanzaban a ellos al terminar una carrera.
Corrían en un autódromo en Santo Domingo y ganaban demasiado por una carrera. Cantidad absurda para Hugo, demasiado dinero.
Los que ellos ganaban comparado a lo de ellos era una chilata.
Pablo entendió en esa reunión porque Hugo estaba tan desilusionado con Toro y la forma en que organizaba las carreras. Todo ilegal y ganaban una chilata, este grupo de hombres ganaban tanto dinero por lo mismo, y hasta más seguro era, y sin cárceles.
Eloise no soltaba el celular.
Pablo miró a Marina, parecía querer mezclarse en el grupo, miraba a quien hablaba y sonreía a veces, solo si daba risa lo que decía la persona que hablaba. Le miró la vestimenta y se preguntó cómo Hugo no se volvía loco con tantos hombres allí que miraban a Marina sin cuidado.
Solo bonita.
Ella lo atrapó mirándola. No apartó la mirada y ella tampoco.
Ella perdió, la apartó.
○
A las cuatro de la tarde, los muchachos del team se quitaron las camisetas e invitaron a sus cuatros invitados a un lugar de baño.
Caminaron hasta el borde, y, al mirar abajo, un pequeño balneario donde había entrado el mar, pero no las olas. Estaba a unos veinte metros de altura. El agua abajo se veía tan azul.
—Madre mía. —Eloise comentó agarrándose de Pablo mientras miraba—. ¿Ustedes saltan?
—Sí pequeña. —Comentó Mateo, un tipo de veintisiete años que era ingeniero, y que en su tiempo libre corría con los del team.
—No es tan hondo como piensas. —Comentó otro, llamado Isaías.
Jake se lanzó. Era uno de los más viejos. El chapoteo de agua se escuchó desde donde estaban todos, seguido por un grito de júbilo del mencionado que se escuchaba muy a lo lejos.
—¡¡Está rica el agua!! —voceó.
—No me voy a lanzar. —Eloise le dijo a Pablo. A unos metros, Marina se quitaba la pequeña blusa, había decidido quedarse con el pantalón. Así solo se quedaba con la parte de arriba de su bikini y los shorts. Ella estaba justo al lado de Hugo, quien ya no llevaba la camiseta.
—No tienes que hacerlo si no quieres mi amor. —Pablo se quitó la camiseta—. Baja con Sebastián, él no se lanzará.
—¿Tú si lo harás? —Ella le preguntó.
Pablo miró a Marina asomarse, como con miedo, Hugo estaba distraído, comentando algo con un tipo al lado de él.
—Claro que sí. —Le besó la frente, entonces corrió como que se iba a lanzar, pero se llevó a Marina consigo, agarrándola de la cintura, corrió unos pasos y se lanzó con ella, tan rápido, que ni siquiera Hugo pudo darse cuenta, hasta que ya estaban en el aire.
Marina ni siquiera lo sintió, solo cuando cayó al agua y estuvo en lo profundo, que se dijo a sí misma que no debía entrar en pánico ni tragar agua. No había suelo que pisar ni nada a lo que sostenerse, hasta que vio unos pies nadando y se sostuvo para salir y tomar aire.
Se agarró de Pablo y pudo respirar.
Todo el proceso fue como una explosión, pero que no llegaba a colorearla del todo. Solo pequeños contrastes, algo estaba pasando en ella.
—¡Pablo, te has vuelto loco! —Le reprochó.
—No pude resistir la tentación. —Le dijo, igual con la respiración acelerada—. Lo siento. Míralo como un sello a nuestro trato de las paces.
Marina lo agarraba con firmeza. —¡Tonto!, ¡yo no sé nadar!
—¡Te ibas a lanzar!
—¡Con mi novio! —Marina miró hacia arriba, y Pablo también, allí Hugo miraba hacia ellos y Eloise miraba casi roja de la ira.
—Portorreal —voceó Hugo—. ¿Qué diablos haces?
—Disfruto del baño. —Le voceó de vuelta.
Hugo se lanzó, cayendo y emergiendo de inmediato. Marina lo alcanzó y se subió en su espalda, agarrándolo de la misma forma en que agarraba a Pablo.
Después de Hugo se lanzaron casi todos. A excepción de Eloise y Sebastián, que bajarían a recogerlos.
A Marina todavía le latía el corazón fuerte. Y no podía entender porque la mano de Pablo agarrándola de la cintura para que no se hundiera hace unos segundos, le afectó tanto en la respiración. Se aferró a Hugo que nadaba a una de las rocas que los ayudaría a salir del balneario. Nadaba hacia ella porque ella le pidió que la llevase a la orilla. Ya no tenía deseos de bañarse como hace unos segundos atrás.
Estaba confundida. Y aunque no quería, el susto todavía lo tenía.
No entendía a que se debía el cambio de contraste dentro de ella.
¿A qué jugaba Pablo?
**
*Chilata: poco dinero.
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