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Capitulo 23: Unas supuestas paces.


Capítulo23: Unas supuestas paces. 


El domingo la mañana estaba calurosa, podía ser el día más caluroso de la primavera, anunciando que el verano estaba cerca, casi a la vuelta de la esquina.

Marina estaba sentada en su sofá con su celular en la mano. No era moderno, estaba cerca de ser un vejestorio. Allí no tenia de nada, ni redes sociales ni juegos, solo lo utilizaba para hacer llamadas.

Tocaron la puerta de su habitación.

—Pase —voceó sin quererse levantar.

—Hola Marina, estás despierta muy temprano y muy bien cambiada. —Su mamá la halagó. Marina le sonrió y le hizo espacio para que se sentara—. A mí siempre me gustó verte con tus faldas. Siempre te han quedado tan bonitas.

—Me quedan bien ahora. —Marina dijo, tocando las teclas de su celular. Esperaba a Hugo, juntos irían a la exhibición de R1.

—Siempre te han quedado bonitas, repito, mi hermosa niña. —Le pinchó el cachete—. ¿Cómo te está yendo?

—¿En dónde?

—En la vida, el trabajo, todo.

—Ah, la señora Perla sigue siendo igual de extravagante, pero estamos terminando temprano. En mi vida... todo está en orden.

Su mamá asintió haciendo una mueca con los labios.

—Karina, ¿Qué es lo que me quieres decir y no te animas a decirme? —Marina sospechó. Podía contar las veces que su mamá subía a su habitación. Al menos, estando ella ahí.

Sí tenía conocimiento que de vez en cuando revisaba su habitación, cuando volvía del colegio encontraba todo ordenado y más limpio que de costumbre. Sabía por las voces de Eugenia, que sus padres siempre le tenían un ojo encima, aunque dijeran que no, que la dejaban libre. Era como una libertad a sabiendas, te vas a drogar pero que lo sepamos, vas a tener novio pero que lo sepamos, serás activa sexualmente, pero que lo sepamos. Limpiaba, pero con su segunda intención buscaba olores extraños, como marihuana, algún envoltorio de condón debajo de la cama o un whisky en el closet.

Nunca encontró nada. Marina no buscaba problemas. Su mamá aun así le tenía un ojo encima. Quería cuidarla del mundo real. Ese que, en su entender, Marina aun no conocía mucho, porque se había criado en un entorno donde la gente no hacía daño de la nada. Era un sector tranquilo y había estudiado en un colegio bueno. No había querido ir a la universidad, pero ya eso eran asuntos personales de ella.

A los catorce llegó llorando del colegio, con el corazón roto, y sus padres le permitieron mudarse donde su tía Juana, porque su Marina era libre, y sabía de más que Juana iba a asegurar que siguiera siendo así.

Tal vez eso le hacía falta a Marina, un cambio de ambiente.

Llorando le explicó que acababa de ser humillada por el amor de su vida y que dolía mucho, porque lo amaba tanto. Y ese amor de su vida era su vecino, lo veía todos los días, ¿Cómo se iba a sanar su hija si le iban a lastimar la herida todos los días? Cada vez que lo viese, se iba a recordar lo que le hizo, la humillación que le hizo pasar delante de sus compañeros.

Karina, la mamá de Marina, no se lo tomaba muy a pecho. Sabía que eran niños, cosas de adolescentes, ella tenía catorce años y el dieciséis, eran completamente polos opuestos. Aunque no se lo tomaba a pecho, si tomaba en cuenta los sentimientos de su hija, que sentía que su mundo se había acabado y que estaba triste y desanimada.

Era como si la vibrante y colorida Marina de alegre sonrisa y dulce voz había sido apagada de pronto, y ella no podía permitir que su vida jamás vuelva a ser igual.

Aceptaron que se fuera, aunque les dolía en el corazón dejarla ir, no fueron insistentes. La visitaban todas las semanas, todos los fines de semana sin falta, y ella aseguraba que nunca volvería.

Ella sabía que era porque no quería verlo a él.

Había crecido, madurado, se graduó del colegio, y nada... no quería volver.

Hasta que una semana cambió súbitamente. Llamó, que quería volver a casa. Ese mismo día. Un jueves. Lloró. Que los extrañaba tanto. Que ya no podía más. Quería volver... quería volver.

—Mami, ¿te has quedado en blanco?

Karina volvió al lugar, sus pensamientos se fueron tan rápido de pronto. —Me pareció extraña tu actitud el viernes cuando tus tíos te vinieron a visitar. No me pareció correcto que te fueras así. Nosotros estábamos pensando que tal vez Hugo tenga algo que ver con esto. Noté que estaba molesto y tú nerviosa. ¿Está todo OK en tu relación, Marina?

Marina se acomodó en el sofá. —¿De qué hablas? Yo ya te expliqué que tenía que resolver algo.

—No es normal que actúes así. Sabes que si pasa algo, debes decírnoslo. A mí y a tu padre.

—No tengo ningún problema con Juana ni con...

—Con tus tíos no. Con tu novio.

—¡Mucho menos!

Marina sintió los ojos de su mamá sobre ella.

—De todas formas, tu papá está hablando con Hugo, para ver qué es lo que sucede entre ustedes dos, ¿has escuchado de relaciones que simplemente no están bien? a mí me cae bien Hugo, solo es para asegurarnos de que todo está bien.

—¡Mamá! —Marina se levantó del sofá, bajando las escaleras internas hasta la casa. Caminó de la cocina a la sala para ver a Hugo con una media sonrisa, de frente a su papá, que como le daba la espalda ella no podía ver su rostro.

Miles de pensamientos le pasaron por la cabeza. Si Hugo había dicho algo... lo iba a matar, lo iba a... inhaló aire por sus fosas nasales y empuñó las manos.

—Marina, que hermosa estás. —Hugo le sonrió al verla.

Marina exhaló, su papá volteó a mirarla. —Hola hija. Ya tardabas en bajar.

Marina caminó hacia ellos. Hugo le tendió la mano y suavemente la haló para que se sentara a su lado en el sofá. Le besó la mejilla, muy cerca de su boca, sonoramente. Marina se sonrojó porque estaba al frente de su papá.

—¿Ya lista para irnos?

—Sí, vámonos. —Miró a su papá. Tenía el rostro muy pacifico. Estaba en calma. Él siempre estaba en calma, pero si Hugo hubiese hablado algo, por supuesto no lo estaría. Miró a Hugo y le sonrió. Poco a poco dejaba los nervios. Tal vez había mantenido su promesa.

Salieron ambos hacia la exhibición. Hugo tenía unos cuantos gafetes que decía personal autorizado. Le dio el suyo a Marina.

Marina se lo colocaba mientras lo veía conducir. Tenía unas gafas oscuras puestas y una camiseta negra a la par con unos blue jeans muy azules. Lo complementaba con unos tennis blancos. Ella también usaba unos tennis con su falda blanca y su blusa morada.

Llegaron y ya habían muchas personas aglomeradas. La exhibición la harían en el Parqueo del Polideportivo. Aunque era un área libre, los organizadores del evento habían puesto delimitadores para separar a los participantes del público en general, que solo podrían ver desde una distancia prudente.

Pasaron sin problemas por la puerta improvisada, allí ya habían varias R1 de distintos modelos y tamaños, los conductores estaban vestidos de trajes protectores para la velocidad y algunos llevaban sus cascos. Habían otras personas, y unas cámaras de las grandes preparándose para filmar. Había un musicon a unos cuantos metros, y podía ver distintas carpas en el área del público que vendían bebidas y comida rápida. Hugo le agarraba la mano a Marina mientras se hacía paso. Llegaron a un grupo de personas de no menos de siete, tenían tres R1 blancas. Algunos estaban sentados en silla, y otros observaban directamente la máquina.

—Sebastián, hey —Hugo saludó. Un muchacho de cabello castaño levantó la vista de su máquina y la fijó en Hugo.

—Hey, hermano —le dio la mano—. Qué bueno que viniste. Hoy las cosas estarán buenas.

—Esta es Marina. —Señaló a Marina quien estaba unos pasos atrás. Sebastián la miró.

—Uy... —comentó, caminando hacia ella, le tomó la mano y le besó el dorso—. Que hermosa chica te acompaña.

—Hola. —Lo saludó, retrayendo un poco su mano—. Un gusto.

—Nunca he tenido novias feas. —Hugo comentó, dejándole claro que era su novia.

—¿Y tú por qué tienes novios feos? —Le preguntó a Marina. Marina miró a Hugo, levantando una ceja—. Solo bromeo contigo, en este grupo, te puedes sentir como en casa.

—Gracias... supongo. —Marina terminó de recoger su mano. Sebastián volvió hacia donde Hugo y empezaron a hablar sobre sus máquinas y la exhibición.

El lugar se llenaba de personas, y se sentía la emoción en el aire. El viento le movía suavemente la falda, pero no lo suficiente para levantársela.

Vio a una chica con cabello castaño largo, por la cintura, sonreía mientras hablaba con uno de los del equipo técnico. La reconoció de inmediato, y su mirada insistente hizo que ella se volteara y la mirara. Marina bajó la vista asustada, pero ya era muy tarde, la chica caminaba hacia ella.

Marina se puso una mano encima de las cejas, tratando de ocultar su mirada.

—¡Marina!

Que sorpresa que la llamase Marina, recordaba su nombre de pila.

—Hola Sofía.

—¡Wow! —La abrazó fuerte—. Mira que grande estás, me siento vieja.

—Sí...

—Y bonita, muy bonita, ¿Quién lo diría?

Marina pensó que Sofía seguía siendo bonita. Era más alta que Marina, y aun más delgada, una sonrisa bonita de revista, y sin duda su nariz era lo más hermoso que tenía.

—No puede ser... —Una voz conocida se metió en la conversación.

—¡No, no puede ser! —Sofía dijo sonriente, saludando a Pablo también con un abrazo, cuando lo soltó seguía con una sonrisa—. Pablo, ¿Cuánto tiempo sin verte, cuatro años?

—Bobita, ¿Qué haces por aquí?

—Nah. Tú sabes que siempre me ha gustado esto. Vine con mi primo, trabaja en las cámaras.

—Oh, qué bien, me alegra mucho verte. No te imaginas.

Sofía siguió sonriendo. Miró a Marina que seguía al lado de Pablo. —¿Y ustedes ahora son novios? Qué bonito final, después de todo, ¿no?

—No somos novios. —Marina se apresuró a decir.

Sorprendentemente, Pablo puso su brazo encima del hombro de Marina. —Ni amigos Sofía, nada. Todo sigue igual o peor de como nos dejaste.

—Ay, ¿en serio? Marina ha cambiado mucho. ¿No lo crees? —comentó, aun sonriendo—. ¿Marina tu volviste cuándo...?

—Unos cuantos meses, no llego al año. —No quitó el brazo de Pablo. Se sentía caliente encima de ella. Y la cercanía, su olor entraba por sus fosas nasales.

—Ow. —Ella comentó.

—Sí. —Marina asintió.

—Coco volvió. No sabemos a qué, pero lo hizo. —Pablo comentó, aun sonriéndole a Sofía.

Las cosas con Sofía terminaron en buen término. Terminaron el colegio y el amor de secundaria ahí quedó. Se querían muchísimo, pero Sofía iría a estudiar a Santo Domingo y Pablo se quedaría. Una relación a distancia no iba a perdurar. Terminaron como amigos... se llamaban pero las cosas no se mantuvieron, en menos de un año se habían olvidado.

—Tú sigues siendo igual de bonita. —Pablo confesó.

Sofía le sonrió. —Ay Pablo, el amor de mi adolescencia, tú también. —Le respondió—. Pero yo supongo que no te quedaste estacando, Marina no es tu novia, ¿pero con quien me reemplazaste?

—No actúes como si no te lo dijo Eva ya.

Marina se quitó el brazo de Pablo encima, se cruzó de brazos y se alejó unos pasos de él.

—Tienes razón. —Se rio, mirando a Marina también, quien le sonrió por cortesía—. Ha sido un gusto verte Pablo. —Comentó amable—. Sabía que estarías por aquí. Igual verte a ti Marina. Y sobre todo, verlos juntos sin que Pablo huya...

—Sí. La gente cambia.

—¿Ya no te gusta Pablo? —Sofía preguntó simpática.

—No. Pero al menos ya no huye de mí. —Marina comentó sin darle importancia a lo directo de su pregunta.

—Ya le pedí excusas por mi comportamiento inmaduro. Ella lo sabe Sofía. —Pablo comentó, volviéndose a acercar a Marina—. Como dice ella, la gente cambia.

—Pues yo me alegro de que hayan limado las aperezas. Espero que yo no te haya ofendido Marina.

—No lo hiciste. Y ya olvidemos eso, y dejemos de hablar de mí. —Marina dijo, haciendo un mohín amistoso con los brazos.

—¡Ya todos somos amigos! —En un tono sarcástico, Pablo abrazó a las dos muchachas al mismo tiempo con sus brazos largos. Las soltó en seguida, ambas se arreglaron el cabello.

—Increíble. —Comentó Sofía—. Chicos, me tengo que ir. Pablo, me llamas, si tu actual novia no se pone frenética, dile que también tengo un novio para que no se ponga mal. Adiós.

Sofía caminó hacia donde su primo la llamaba insistentemente.

Quedaron Pablo y Marina uno al lado de otro.

—Pensó que éramos novios.

—Si supiera ella todo el mal que me deseas no pensara así. —Marina le contestó mirándole a los ojos.

Pablo se le quedó mirando negando con la cabeza. Le gustaba cuando ella se los delineaba así, porque sus ojos se ponían tan claros y místicos.

—No te deseo ningún mal —Le contestó.

—La última vez me pediste que me fuera de mi ciudad, porque era tu nube de tormenta.

—Sí, uhm... creo que me gusta estar en la lluvia, por eso estoy acá hablando contigo, después de que tu novio me amenazara con golpearme. —Le contestó—. Te pedí disculpas, ya, perdóname.

—No me pediste disculpas. Y no le hagas caso a Hugo, que ve cosas donde no hay absolutamente nada. Yo no haré caso a las amenazas de Eva de que estoy mandando a Hugo a molestarte.

—Tienes razón. Entonces... discúlpame.

Marina rodó los ojos y se volteó, Pablo se movió para darle el frente. —Hey, Co... digo, Marina, no la pongas difícil. Quiero hacer las paces contigo. Solo quiero que sepas que soy un cabrón por portarme así contigo cuando me ofrecías ayuda. Estaba estresado y me la desquité con la primera persona que tenía al frente.

—No me tenías al frente. —Marina negó—, es que tu condujiste a mi casa para descargarte conmigo.

—Si hablas así, te pueden malinterpretar. Y entonces las suposiciones de todos, de que yo te busco y tú me buscas, o que parecemos novios, parecerán verdad.

Marina sintió su cara ponerse caliente, y a si mismo se puso roja al entender su frase anterior. Se quedó sin palabras unos segundos y Pablo miró divertido la cara roja de Marina. Sonrió de lado y le puso la mano en el hombro. —Solo perdona a este perdedor. Todo lo que he hecho últimamente es perder. Debería ser fácil que me perdones, te importo tan poco, que lo que yo te diga no va a afectar en nada.

—Estás perdonado Portorreal. Ahora, ya, sé feliz. —Le comentó, sonriendo con cinismo.

—Gracias. Espero que sea claro que no te deseo ningún mal.

—¿Y qué esperas, que seamos amigos?

—Bueno, solo un par de conocidos que se llevan bien. No tenemos por qué estar con rencillas. —Pablo le comentó—. Así como te llevas con Sofía, y la odiabas hace unos años porque era mi novia.

Marina no la odiaba. Solo quería tener su suerte. —No la odiaba. Ella nunca me hizo nada.

Pablo tendió su mano. —Solo las paces Marina. No tiene sentido seguir así.

Marina miró sus manos. —Las paces. Pero esto no significa que puedes ir a mi habitación. Hugo se enfogonará si se entera.

—Se me olvidaba que tu novio tiene unas maneras insoportables.

—No es eso, cualquier persona con sentido común se enojaría, incluso mis padres, porque Hugo es mi novio, y no puedo estar metiendo otros hombres en mi habitación. Lo hacía por ayudarte pero supongo que llevas un buen tiempo viviendo donde sea que estés viviendo. —Se alzó de hombros—. Simplemente las paces. Aunque que quede claro que yo nunca vine aquí a tratar de herirte o hacerte daño. Volví solo a mi casa, mi ciudad.

—Siempre apareces en todo lugar donde estoy yo. No me parece no, eso que dices que solo volviste a mi ciudad.

—Eso no es mi culpa Pablo. No es algo intencional y... me voy. Hugo debe estar esperándome.

Pablo le agarró de la mano impidiendo que se vaya. Estrechó su mano, a modo de trato, Marina subió la mirada para mirar a Pablo a los ojos. —Sí, pero para que un trato sea un trato hay que darse las manos.

Marina asintió y después haló su brazo de nuevo hacia sí misma. No le gustó la sensación de su mano agarrada a la de él.

A unos metros, Eloise observaba la interacción. No le molestaba en lo absoluto la desconocida que había abrazado a Pablo, pero si le molestaba que estuvieran hablando esos dos y que él la rodeara de su brazo, y que la tocara constantemente. Si fuera una chica cualquiera, no le interesaría. Pero esa Marina... esa chica había estado, y Eloise estaba segura, de que aún seguía estando muerta de amor por Pablo. Y no iba a permitir que ella se lo quitara. No en frente de sus narices sin hacer nada para impedirlo.

¿Cómo se lo hace saber? No iba a montar una escena de celos en un lugar así, no iba a pelearle a Pablo como una psicópata celosa. No iba a hacer nada que la pusiera a ella en ridículo ni a Pablo tampoco. Mucho menos por un simple abrazo.

Pero si iba a poner en ridículo a Marina. Para que quede con la advertencia de no buscar a Pablo nunca en su vida. Sonrió para sí misma y dejó de mirar hacia allá, justo antes de que Pablo se volteara para ir donde ella. Buscó con la mirada a alguien. Vio a Reynaldo y a Eva en la primera línea del público.

Se puso una mano en la cintura. Esos dos eran los indicados. Sabían mucho de Marina y podían ayudarla con lo que ella quería. A Eva la descartó, esa tipa no la ayudaría, pero Rey, él tal vez sí.

Sintió la mano de Pablo deslizarse en su cintura, y después su cercanía al cuerpo de ella, le besó la parte de arriba de la cabeza y ella sonrió dulcemente ante la mirada de un Pablo que la miraba con ojos de cariño.

¿Sí?


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