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Capitulo 21: Advertencias.


Capítulo 21:Advertencias.



Marina vestía con un corto vestido rojo y suelto, junto a unos zapatos a juego. El cabello suelto y el maquillaje le traían un aire jovial. A Hugo no le molestaba que se vistiera así, le gustara que lo hiciera y que supieran que ella ya estaba con él.

Un tipo armó una fiesta junto con karaoke por su cumpleaños. Era muy amigo del Toro y fan de las carreras. No podía correr porque había tenido un accidente y sus piernas podían caminar de milagro.

En el patio de su casa tenían una barbacoa asando las chuletas y las salchichas de parilla, mucha cerveza y ron.

Hugo no había dejado que Marina bebiera aún, pero el sí tenía un vaso de ron.

En el Karaoke, un par de amigas explotaban los oídos a los presentes allí, al acabar ellas, la amiga de Marina, que estaba con Lalo, se acercó y se llevó a Marina consigo.

Hugo observó cómo se iban esas dos. Buscó con la vista a Lalo pero no lo vio en parte, sí vio a la amiga de Portorreal, Eva, con un provocativo vestido negro y botines altos, al lado de ella, estaba Pablo y Pablo miraba hacia otro sitio, le siguió la mirada y vio que observaba a Marina, quien estaba aún lado con un celular pegado en su oreja del lado de la bocina. Ashley le enseñaba una canción. Iba a poner a Marina a cantar.

Hugo bebió otro sorbo de su bebida.

Uhm, buenas noches. —Escuchó la voz de Marina mientras se acercaba a Pablo—. Yo no me sé bien está canción, pero ya le cogí el ritmo, a Ashley le gusta mucho y se la dedico. Aquí va.

Un sonido de mariachi empezó a sonar en el fondo. Hugo se detuvo frente a Pablo.

Él aun miraba hacia el karaoke.

—¿Hey, y la bonita? —preguntó Hugo.

Pablo volteó a mirarlo. —Hey —lo saludó con la quijada—. ¿Hablabas conmigo?

—Sí, pregunté por tu chica.

—No creo que eso te incumba.

Hugo tensó la mandíbula. —Tienes razón, no me incumbe.

Pablo alzó las cejas, y miró Eva, quien sentía la tensión en el aire y apartó la vista de esos dos.

—Te lo diré una sola vez. Marina está conmigo, no me interesa lo que ocurrió en el pasado. Aléjate de ella, Portorreal.

Pablo se provocó a la risa. —Esto es absurdo.

—No más absurdo que ir a molestarla a la medianoche, —Le señaló—, te juro que si no le dejas de buscar, voy a encestar mi puño en tu cara.

—Qué pena que para que una mujer se quede contigo tengas que recurrir a este tipo de cosas. —Pablo se estaba molestando—. Si sigue aún enamorada de mí, no es mi asunto.

Hugo sintió ganas de no dejar que terminara esa oración, pero se contuvo, no le podía aguar la fiesta a un tipo solo así por así.

—El que parece un poco intenso eres tú, te lo advierto de nuevo. Marina es ahora mía.

—Estás hablando de un ser humano, hombre, no de un objeto con dueño.

—Estoy hablando de mi novia. Y estás advertido. —Se marchó.

Eva miró a Pablo. —¿De qué me perdí?

—Nada importante —dijo Pablo molesto, yéndose del de lado de Eva. A unos metros de ella Marina terminaba de cantar y Hugo se le acercaba. Le besó encima de la cabeza y la abrazó.

—¿Qué no haces perfecto? —le preguntó a ella.

Marina sonrió abriendo los ojos. —Gracias Hugo. —Frunció el ceño—. ¿Estabas peleando con Pablo mientras cantaba? Te vi —afirmó, recordando ver como esos dos estaban a tres centímetros de lanzarse a pelear—, ¿esta vez por qué fue?

—Le estaba advirtiendo un par de cosas, por ejemplo que te dejara en paz.

—Pero si no me ha hecho nada. —Alzó una ceja.

—Él bien sabe que ha hecho. No quiero que te esté zarandeando. Solo quiere estar burlándose de ti.

—Lo que digas... mientras no te vayas a los puños con nadie. —Se marchaba de su lado. Hugo la agarró de la cintura y la atrajo hacia sí, moviéndose al son de la música que ahora sonaba. Le respiraba en el cuello, acción que le hacía sentir escalofríos a Marina por toda su vertebra.

—Tranquila mami, bailemos.

Marina se dejó llevar de la forma en que se mecía. Estaban en medio de esa fiesta, pero a ellos dos no les parecía importar.

A unos metros Eva observaba, intercambió su enfoque para ver donde estaba Pablo, hablaba con Reynaldo y un par de tipos más. Había algo que se le estaba escapando... no sabía que ocurría entre esos tres. Pero ella conocía a Pablo. Lo conocía demasiado. Y a Hugo, siempre lo veía en las carreras. No confiaba plenamente en él, y sabía de más que era mejor ser su amigo que su enemigo.

¿Por qué Pablo estaba molestando a Marina?

Hugo conducía despacio hasta la casa de Marina, se parqueó en frente. Eran las once de la noche y las luces ya estaban apagadas.

—Están durmiendo. —Marina afirmó. Miró la puerta de su casa cerrada y después miró a Hugo—. Nos vemos mañana. —Se acercó a Hugo y lo besó fugazmente. Hugo agarró su quijada y la volvió a besar por unos segundos. Exhaló.

—No quisiera dejarte.

—Puedes quedarte.

Hugo la observó y se quedó pensativo. —No voy a dejarte dormir tranquila.

—Y yo con gusto te atiendo. Vamos. —Le golpeó la pierna, bajándose del auto. Hugo apagó y esperó unos segundos adentro. Tomó su celular y sus llaves. Cerró bien y subió con sigilo las escaleras. La puertas estaban abiertas y el cuarto de Marina oscuro. Ella acababa de abrir las cortinas para que entrara un poco de luz, encendió el aire y se quitó los zapatos. Le gustaba el olor a vainilla que tenía su habitación. Dejó su celular encima de la mesa.

—Consígueme el cargador. El mío está en casa.

Marina se quitaba el vestido, dejándolo caer en el piso y se ponía una blusa encima, quedándose solo en sus pantis, lo miró a él observarla sin disimulo.

—Ahí Hugo, al lado de ese estante. —Señaló el estante de sus libros.

Fue allí y lo puso a cargar. Se quitó el también su ropa, quedándose en boxers. Marina había salido del baño.

Se acercó a él y lo abrazó. —Me gusta tener aquí. —Hugo correspondió el abrazo, con sus manos en su cintura.

Estaba todo en silencio de pronto, un silencio cómodo. Los dos se metieron a la cama aun con ese silencio, ella acostada de lado mirándolo a él mirar al techo.

—Portorreal dormía aquí... ¿Dónde?

—¿Te dijo eso él? —Marina se levantó, apoyándose de su codo—. ¿Qué te dijo?

—No me dijo nada. Lo descubrí.

Marina bajo la mirada. —No te dije porque te molestaría. A las tres de la mañana estaba en la calle, sus padres lo echaron de casa, ¿eso lo sabías? Le dije que podía dormir para no amanecer en la calle.

—Confías en todo el mundo y te dejas engañar tan fácil. Pero él no volverá jamás por aquí. —Le pasó a Marina la mano por la mejilla, acercándose a ella, hasta presionar sus labios juntos, cuyo beso hizo sentir a Marina unos escalofríos—. Estás conmigo y él no se te debe acercar porque si no...

Marina inhaló aire por la nariz, alejándose. —Si no nada... no vas a hacer nada.

En un movimiento Hugo puso a Marina debajo de él. —Si no va a aprender a respetar las advertencias.

Marina rodó los ojos. Hugo la besó. —Me encantas que hagas eso con los ojos —le dijo entre besos—. Estamos juntos y nadie se va a meter en lo nuestro.

Dejó de besarle los labios y ahora besaba su cuello con la misma intensidad que hace unos segundos.

—No quiero que nadie se entrometa en esto que tenemos. —Le comenzaba a fallar la respiración, levantó su rostro para besarlo—, y nadie lo hará... estoy segura...

No pudo terminar de hablar por la estimulación que estaba haciendo Hugo con sus dedos. Se mordió los labios. Tenía la loca manía y el miedo de que sus padres escucharan a su hija teniendo sexo, era imposible, pero tenía ese miedo.

Aun así, se dejó llevar, porque no se podía controlar. No sabía lo que tenía Hugo que esa noche la extralimitó por completo.

Las cortinas en el aire fue lo primero que vio al abrir los ojos, por la pequeña hendija de la ventana, el aire de la mañana levantaba las mismas y le hacía ver con claridad la casa de al lado.

Se vio así misma llegando del colegio, soltando sus trenzas. Se vio a sí misma bailando por el lugar, cantando, se vio a sí misma espiando por la ventana, se vio sentada recostada de la pared llorando. Vio a una Marina de hace años que ya no conocía, que se había quedado en blanco... un blanco desgastado... que parecía que no sabía dónde ir. Sintió el frio, se vio desnuda y miró hacia atrás un chico desnudo en su cama.

No podía creer que tan rápido cambiaban las cosas.

Se mordió el labio.

A él lo quería.

Se levantó, cubriéndose sin razón aparente, y sintiendo la cara arder, buscó su toalla y se dio un baño largo. Al salir, estaba ligeramente de un mejor humor. Se estaba abotonando la camisa del uniforme de trabajo cuando escuchó a Hugo levantarse. Se volteó a mirarlo y estaba aún sin ropa.

—Hoy entro temprano.

—¿Por qué no despertarme antes?

—La próxima vez. —Fue al armario y le lanzó una toalla limpia—. Toma, cúbrete y alístate.

Hugo se tapó su entrepierna con una mano. —Mami, tu habitación, tus reglas. —Tomó la toalla, se levantó y se la anudó en la parte baja de la cintura. Se acercó a ella y la miró a los ojos—. Si me quieres cubierto, cubierto me quedo.

—Me gustaría preservar la inocencia en esta habitación.

—¿Me hubieras dicho anoche? —replicó, como si se hubiera ofendido.

—No es como piensas... —susurró—. Son idioteces mías, no me escuches, a mí me gusta estar contigo, con o sin ropa. Pero en verdad debes apurarte, a ella no le gusta que llegue tarde al trabajo.

Hugo asintió, colocando una mano para poner el cabello de Marina detrás de su oreja, con su otra mano lo acercó a él. —Me gustaría que te vinieras a vivir conmigo. Te tendría todas las noches brillándome hasta el alba.

Marina se quedó en silencio, mientras su mejilla daba con su pecho desnudo en esa cercanía que mantenían. ¿Irse de casa? no tenía una edad para decidir eso. Aun no sabía nada, si dejar a sus padres solos... dejar su habitación. No pudo responder porque no sabía que responder.

Hugo la estaba invitando a vivir en su casa.

—Va. —Hugo se alejó—. A veces olvido que tienes veinte años, y que aún no sabes que quieres en tu vida.

Se lo dijo como si estuviera adivinando sus pensamientos.

—Hugo, yo lo que quiero es a ti —respondió en voz baja—. Y si quieres que yo...

—Marina, —la detuvo—, piénsalo. ¿De acuerdo? Sé que estás cómoda aquí, y aun no puedo darte la estabilidad que tienes ahora, pero lo haré en algún momento.

Desapareció tras la puerta del baño. Marina se quedó pensando quieta. Aun no podía respirar. Tendió su cama y se sentó en ella. Vio el celular de Hugo encendido con la luz de notificación y lo fue a tomar. Lo desbloqueó y revisó su Instagram, después de los dos mil, conseguir quinientos más había sido muy rápido. Bajó entre sus notificaciones, más me gustas que otra cosa, unos cuantos comentarios sin sentido.

Abrió la cámara y se tomó una foto, sin sonreír, ladeando la cabeza. Después de tomarla, jugó con los filtros, le llamó la atención que le cambiara la tonalidad de sus ojos.

Tal vez sí había cosas que le cambiarían su mirada gris.

La publicó sin ningún comentario. No llegó nada los primeros minutos. Y dejó caer el celular a su lado. Pensó en lo que acababa de hacer.

Con las manos apoyadas en el final de la cama pensó de nuevo en la oferta de Hugo. Escuchó el sonido de notificaciones. Tenía cinco me gustas y un comentario de una chica, «¿Quién es esa?» Puso un emoticono enojado. A Marina le desconcertó que se enojara por una foto de ella. Pincho a responder: Es mi novia, Marina Alonzo.

La puerta del baño se abrió y Marina soltó el celular. Hugo salía con el cabello mojado. Se vistió rápido con la misma ropa de la noche, tomó sus cosas y Marina tomó su celular de nuevo y el suyo propio y bajó junto con él las escaleras.

Para su suerte, la puerta de sus padres aun no abría. Dejó una nota, lo hacía siempre, cuando ellos no estaban despiertos. Lo deslizaba por la ventana.

Se marchó junto con Hugo al trabajo.

Ese viernes era el día de la cena.

Pablo lo tenía en la cabeza todo el día. Salía de la universidad temprano porque estaba en época de examen. Sabía que sería en la casa de su abuelo, y que sus padres tal vez asistirían, lo que sería una buena oportunidad para formalizar el compromiso y hacer las paces con ellos. Tenía el anillo aun, no lo había devuelto.

Su teléfono alumbró con una llamada entrante. No tenía registrado el número, solo contestó. Era Sadriel y lo invitaba a su casa. Como aún estaba temprano, decidió ir.

Al llegar, se encontró con varias personas, casi quince. Llegó y saludó. Pudo ver a Plutarco, un muchacho que estudio con él y que por tanto era de los azules.

—Hey, llegó el que se atreve.

—¿Qué es lo que hay? —preguntó ingresando al círculo. Vio a Hugo ahí y le extrañó no ver a su Marina al lado de él.

—Están apostando aquí, que hay unos terrenos con buena pista. Queremos saber si es posible que la corras.

—¿Por qué nadie se atreve?

—Son propiedad de la azucarera.

Pablo asintió. Era una empresa que se dedicaba a tratar materia prima. Eran dueños de muchas tierras por esa parte del país. Normalmente, sus tierras estaban bien cuidadas., habían pertenecido al latifundio de la zona.

—Olviden eso. —Pablo dijo, sentándose.

—Entonces, Hugo, eres el único valiente aquí.

—Miren yo iré. —Sadriel dijo—. Hay que arriesgarse en esta vida.

—¿Cuándo es?

—Diez minutos. —dijo el Toro.

Venía Judas con unas cámaras. Planeaban grabarlo todo. En el foro ya habían abierto las apuestas. Contó el Toro que pagaría diez mil pesos solo por entrar y correr menos de cien metros. La cámara diría el ganador, puesto que tenían solo quince minutos para entrar, competir, y que no llegara la guardia de los terrenos mientras salían.

—Es una locura, ¿por qué hacer esto?

—Porque la gente quiere. En la casa de Juan Mateo hay unas cuantas personas. —Hugo se alzó de hombros—. No es nada.

—Podemos ir a una carretera, o que se yo. —Pablo insistió.

—Pablo Gallina... digo, Enrique, quédate, nadie te obliga. —Comentó uno de los muchachos—, deja que vayan los verdaderos hombres.

Era estúpido dejarse provocar de esa manera por ese carajo. Pero cayó en la trampa.

Ashley y Marina estaban sentadas una al lado de la otra en el patio de la casa de Juan Mateo, la pantalla estaba apagada y la gente hablaba entre sí. Casi empezaba la transmisión. Ya la gente empezaba a apostar.

Marina aun pensaba en la propuesta de Hugo.

Ashley se volteó hacia ella sonriente. —Marina, voy a terminar con Lalo.

—¿Qué, y me lo dices tan sonriente?

—Es un hijo de puta —dijo con el mismo humor—. Le terminaré, para que vea que conmigo no se juega.

—Si es lo que te hará feliz.

—¿Estás bien?

—Sí. —Marina sonrió—. Estoy bien.

—¿Todo bien con Hugo?

Marina asintió.

—¿Ya se acostaron?

Marina sonrió vergonzosa. —Sí...

Ashley tocó el hombro de Marina con fuerza. —¡No me avisaste!

—Claro lo hice, antes de hacerlo. —Le respondió—. Mira, ya empezarán a transmitir. —Señaló la pantalla que se estaba encendiendo.

Ashley asintió, mirando la pantalla. —¿Me dirás como fue o me dejarás esperando?

—Mira Ashley, me da pena hablar esto contigo.

—Solo dime si fue bonito, si lo hace bien.

Marina abrió los ojos. —Yo no tengo como compararlo con alguien más, ¿entiendes?

—Hey, Marina. —Eva se acercaba a ellas dos.

—Hola Eva. —Marina saludó—. ¿Qué tal?

—Todo está bien... excepto... mira Marina, sé todo lo que pasó, y lamentamos mucho todo eso. Pero que quieras volver a joder a Pablo no está bien, no sé si has notado que no la está pasando muy bien en estos días, y creo que mandar a tu novio Hugo de bravucón...

Marina negó completamente indignada. —¡Que estás hablando! Yo no le he hecho nada a Pablo, y no he mandado a Hugo a ninguna parte.

—Fue a amenazarlo Marina. No está bien que estés haciendo esto. Solo piénsalo.

—No es justo que pienses así. —comentó calmándose a sí misma, dándole la espalda a Eva.

Eva se fue negando con la cabeza. No tenía sentido discutir con Marina si no iba a ser honesta, si se iba a portar así.

—Pero bueno, ¿Qué ha sido todo eso?

Marina tenía los labios en línea recta. ¿Qué había hecho Hugo esta vez?

—Parece que Hugo se está volviendo loco, juro que me va a escuchar.

—¿De qué habla Eva, que te hicieron ellos?

Marina se molestó, no quería hablar de eso, por lo que ignoró su pregunta.

—No me gusta que seas tan cerrada. Quiero que me cuentes que fue lo que pasó entre ustedes dos.

Marina se levantó del suelo. Toro tenía una cerveza en la mano cuando llegaba al patio. Marina ni siquiera había visto la transmisión, pero la cara de Toro indicaba que habían ocurrido problemas.

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