Capitulo 20: No me destruyas.
Capítulo20: No me destruyas.
Hugo daba vueltas en la sala y comedor su departamento con una mano en la cabeza. Estaba perturbado.
Marina, por el otro lado, estaba en silencio, sentada en el sofá sin hacer nada, tal vez alternando miradas entre él y el piso.
Él pensó entonces, que acababa de darse cuenta de algo que pasaba por alto, y era que: podía llevar meses con esa chica, pero solo conocía poco de ella, lo que ella decidió mostrar.
A sus veinticinco descubrió que desnudarse frente a una persona no era quitarse la ropa y tener sexo, era contar ese tipo de secretos, ese tipo de traumas, ese tipo de pasados que cada quien guarda con recelo y no cuenta a nadie.
Estaba comenzando a conocer a Marina, y se estaba dando cuenta de que ella le gustaba más que lo físico, más que una simple atracción.
Ya la atracción no era solo física. Sino que también le interesaba que ella estuviera bien.
Porque antes quería a alguien para pasar el rato, ahora, algo que le atormentara a ella, le atormentaba a él, y eso solo pasaba si te importaba mucho una persona, pues entonces parece que él estaba empezando a quererla demasiado, y de verdad.
Estaba preocupado y perturbado.
—Voy a desfigurarle el rostro. No tienes que estar presente.
La voz de él de pronto la espantó. En todo el camino, no habían hablado nada.
—Hugo, no te doy el permiso para que te metas en mi familia —dijo seriamente.
—¿Por qué ella hizo que guardaras el secreto? Ese tipo no es tu familia, no es nada tuyo. Es un enfermo que debería estar tras las rejas —Su tono de voz se fue subiendo.
—Ella sí es mi familia. ¿No lo entiendes?
—No, no lo entiendo... no lo entiendo, ¡no entiendo por qué no me dejaste partirle la cara! —Movió una silla con rabia—. Maldita sea, ¿Cuánto tiempo lo callaste?
—No callé nada. Lo dije en seguida. Se lo dije a tía al otro día.
—Y ella te hizo jurar que no dijeras nada, ¿es que te amenazó de muerte o algo?, ¿a qué es lo que le temes?, ¿Por qué lo callas? —Le cuestionó.
—No me gusta hablar de esto. —Negó simplemente—. Llévame a mi casa Hugo, por favor.
El siguió caminando por la sala, ignorando su pedimento. Por Dios, no la quería dejar ir solo así.
—Hazlo ahora.
—Está bien, te llevo y voy yo a investigar por mi cuenta —respondió ante su insistencia.
—Ay Hugo —Marina se quejó—. ¿No puedes mantener una promesa? Detente un segundo y deja de pensar en ti.
—Estoy pensando en ti. —Alzó las manos.
—No lo haces. Tía es la única hermana con la que cuenta mi mamá, si mami se entera de que eso sucedió, y que lo encubrimos, nunca más se lo perdonará. No fue culpa de tía, mi puerta no tenía cerrojo.
—¡Por Dios!, ¡culpa tuya sino fue! ¡Que maldito cerrojo de mierda! —Se puso los dedos índice y pulgar en el puente de la nariz, para respirar profundo—. No puedo creer que tu tía te haya hecho creer que tenías la culpa por no tener cerrojo tu puerta.
—Tía puso cerrojo en mi habitación la tarde del otro día, hablo con él, y le cuestionó sobre eso. Él le pidió perdón a ella. Pero yo no lo perdoné. Eso es todo. Mi tía me dijo que él estaba arrepentido, y me pidió que no lo contara, que le daba vergüenza pedirme perdón a la cara.
—Discúlpame pero tu tía es una imbécil —Fue sincero. Tratando de entender la situación. El juego psicológico que tenía su tía con ella no era sano, era cruel y absurdo.
—Él no me tocó Hugo. Pudo ser peor.
—¿No te escuchas? Ella te hizo esto, hizo que pensaras así. —Se acercó a Marina y le susurró—. No está bien que pienses así.
—Hugo, si él se va a la cárcel... va a ver un escándalo, mi mamá no puede aguantar ese tipo de escándalo, mi papá lo mataría, ¿no puedes entender que no quiero romper a mi familia? Guarda el secreto —le susurró agarrando su rostro.
Hugo exhaló, mirándola a los ojos. —Eso que me pides es tan difícil. Te quiero y no quiero que te hagan daño.
Marina sonrió. Hugo le estaba diciendo que la quería.
—Yo también te quiero. —Lo abrazó.
Esa herida, ¿estaba curada por completo?
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