Capitulo 13 - Desafiando lo seguro.
Capitulo 13 - Desafiando lo seguro.
Era jueves en la tarde. El sol había salido y la temperatura, aun así, estaba agradable. Pablo regresaba de la casa de Eloise, y traía en sus manos unos papeles de la universidad.
—Buenas tardes.
El papá de Pablo, también acababa de llegar del trabajo, vio a Pablo, y le sonrió.
—Pablo Enrique, ¿Cómo estás? Teníamos tiempo sin coincidir. ¿Cómo te está yendo en la universidad?
—Bien. Lo mismo. —Dejó los papeles encima del desayunador—. ¿Y mamá?
—Ella se fue a comprar la cena. Deberías invitar a tu novia.
—No será posible, está ocupada, vengo de visitarla.
—¿Cómo va lo del compromiso? ¿Le pediste la mano y no nos dimos cuenta? —preguntó casual.
Pablo se rascó la cabeza. —Todavía ahorro para lo del anillo, espero el momento indicado.
El papá de Pablo sacó un café que calentaba en el microondas, bebió de él despacio pues estaba muy caliente.
—Tu abuelo habló conmigo la semana pasada. Le conté tus planes y él ha puesto a su disposición la casa del centro de la ciudad. Ese será su regalo para cuando se acerque el compromiso.
—Wow. —A Pablo le agradó esa noticia—. Eso es... genial... papá, ¿hasta ahora me lo dices?
—Sí, ahora es que coincidimos. —Se refería a que el salía muy temprano para el trabajo y cuando llegaba a casa Pablo nunca estaba allí. Cuando él regresaba, hacía tiempo ya él estaba acostado.
—Así van a seguir llegando los regalos una vez decidas casarte. Pero es para que no te detenga el pensar que no tienes un lugar para mudar a esa señorita.
Pablo asintió. Esa noticia le había traído cierta emoción. Que lo apoyaran de esa forma. Tal vez no tenía que esperar terminar la universidad, tan solo le proponía matrimonio y su abuelo ya les iba a dar una casa. Tenía muebles y todo. Ambos estarían casados y terminarían la universidad casi al mismo tiempo. Tenían veintidós y veinte, estaban más que preparados.
—Por cierto, te quería contar, que el viernes no me esperen, dormiré fuera.
El papá de Pablo frunció el ceño. —¿A qué te refieres?
—Tengo cosas que hacer.
—¿Qué tipo de cosas, hijo? —preguntó—. Si es que planeas dormir en un motel con esa muchacha, tu novia, no lo hagas, arruina las cosas.
—No es eso, voy fuera de la ciudad, a Santiago.
—¿Conoces a las personas? ¿a qué vas?
Pablo no le podía decir que a las carreras. No encontraba nada que inventarse.
—Yo no estoy de acuerdo con que salgas tan lejos. —respondió entonces—. Como siempre he dicho, tú has lo que quieras. Pero no me pidas aprobación y atente a las consecuencias.
—¿Qué consecuencias?
—Si te vas, asegura que la descubrirás. —Salió de la cocina con la taza de café—. Las drogas te pudren el cerebro. La marihuana te hace inservible. Tienes que decidir, ¿las cosas que te dan placer momentáneo, o estar quieto y terminar de forjar tu futuro? ¿Cómo ves que hablamos de una boda, y sales con ese tipo de cosas de delincuentes? y tienes un misterio, que ni siquiera dices a donde te diriges. —Su voz se iba alejando a según se iba a la sala de estar donde estaba un televisor familiar.
¿Qué tipo de consecuencias? Subió las escaleras. Sentía una sensación rara en su pecho. Abrió las ventanas para respirar aire fresco. Buscó una pequeña maleta y sacó un par de ropa, unos tennis, una toalla, cosas esenciales que necesitaría, y las metió allí, cerró la maleta.
Estaba harto de su padre, y de sus extrañas suposiciones. Por primera vez, no tenía miedo de consecuencias. ¿El qué? ¿Golpearle? No le temía a eso.
Caminó por el cuarto con la uña del dedo meñique en la boca. Miró por la ventana, en la habitación de Coco las ventanas estaban abiertas, había poca luz, pero salía música de allí, podía ver a alguien bailando por todo el lugar, con un palo de madera con el que, al parecer, utilizaba de micrófono. Se quedó mirando, llevaba un pantalón corto de tela y una blusa de mangas largas, el cabello amarrado en lo alto de su cabeza. ¿Qué locura habrá allí?
Se apartó de la ventana. No era como si le importara. Su teléfono celular sonó. Lo tomó en seguida.
—Hola Pablo. —Reynaldo saludaba.
—Rey, ¿Qué me cuentas?
—¿Qué me cuentas tú? Estoy en una cena fuera con la familia y recordé que no me has dicho si aceptaste o no la invitación del Toro. —Pablo también recordó algo, el ver al papá de Rey siendo infiel con otra, pero no eran sus asuntos—. Eva y yo hemos conseguido dinero para nuestro alojamiento. Solo nos falta saber si irás.
Pablo lo pensó.
—Bueno, tal vez sí.
—¿Vas a ir? Es mañana, decide, hazte un hombre.
Pablo miró el celular, le llamó la atención el cese de la música en la casa de los vecinos y el sonido de la ventana siendo cerrada. —Iré.
○
Hugo y Marina llegaron hacia aproximadamente quince minutos a la parada de autobuses que los llevaría a Santiago. Si hubiese sido por Hugo, se hubiesen ido primero solos, pero Toro estaba allí sentado y se negaba a darle los boletos sin que llegaran todos.
Unos diez minutos después, Eva, Rey y Pablo se aparecieron en la terminal con tres mochilas cada uno. Y eso que Marina y Hugo habían decidido llevar una mochila por los dos. Marina apoyaba su mentón del hombro de Hugo mientras los veía acercársele. Pablo la miró un segundo, y apartó la vista en seguida.
—Llegaron más que tarde. Pero me alegra que estén aquí. —Comentó Toro—. Sadriel está en la cafetería por un café pero volverá en seguida.
Eran las seis de la mañana. Hacia frio en el ambiente y todos allí tenían abrigos. Eva le había conseguido la excusa médica a Pablo y Eloise se iba a encargar de entregarlo en la universidad de Pablo. Los padres de Eloise no le permitieron acompañarlo, cosa que lo traía de un mal humor radiante. Eva y Reynaldo traían su propio pasaje y tenían un plan para el alojamiento. Sadriel andaría solo.
Toro estaba acompañado de un chico de casi treinta años que lo representaría, se encargaría de cuidar a los muchachos y defender sus intereses.
Cuando volvió Sadriel, Toro estableció las reglas. Aunque era su primera vez visitando esa ciudad, no podían salir de excursionistas, era, hacer la carrera, si querían, estar unos minutos en un bar que este chico, Raúl, les llevaría, y volver al hotel para dormir y regresar a la ciudad en seguida. Sentía una responsabilidad de que no les pasara nada malos a esos jóvenes. Ellos asintieron. Sería una carrera para recordar.
Abordaron el bus, Raúl andaba con el efectivo para pagar los tickets de todos, menos el de Rey, Eva, y Marina.
Hugo y Marina se sentaron en el medio del autobús, juntos, Eva y Reynaldo juntos, y Sadriel con un desconocido con gorra. Pablo siguió y decidió sentarse con Raúl. Se puso unas gafas oscuras y cerró los ojos. Dormiría todo el viaje hasta llegar al destino. Cuando volvió a abrir los ojos el autobús estaba detenido, una persona estaba de pie hablando.
—... Bajen a comprar cualquier cosa, o a usar el baño. Estamos en parada Amarilla.
El autobús se detuvo en un parador, pues llevaban más de tres horas de viaje. Pablo se levantó pues necesitaba ir al baño. Observó que Eva y Reynaldo no estaban allí. Caminó más y vio a Coco recostada de Hugo, con su mano encima de su pecho, estaba durmiendo con calma, él tenía su mano encima de su muslo. De alguna forma, esa acción le hizo recordar a Eloise. Y algo de envidia brotó en él, pensó que no era justo que ella estuviera aquí, y que él tuviera que soportarla, y que Eloise no pudiera estar.
Siguió caminado hasta afuera, bajó y Eva y Reynaldo venían con tres botellas de agua en las manos y unas chucherías.
—Observa que te trajimos.
—Voy al baño. —comentó tosco. Y Eva se sintió extraña por su humor.
—Que tendrán las tierras del norte que lo descolocan tanto.
—No seas malo, se pasó todo el viaje durmiendo. —Eva rio, mientras subía al bus.
Llegaron a la hora del almuerzo. Raúl les compró comida a todos, incluyendo los que no estaban en su presupuesto. Mientras comía, un hombre con un candado de barba, ojos claros, y cabellera oscura les venía sonriendo. Le saludó a Raúl con la mano y después miró al grupo.
—Bienvenidos a Santiago, chicos.
—Hola. —Saludaron algunos, otros como Hugo, se le quedaron mirando.
—Soy Elías. Manager de Racing Royals. Soy quien los invitó a participar. Quería conocerlos en persona y felicitarlos por su video, escuché que había alcanzado medio millón de reproducciones. Nosotros somos corredores de todo tipo de máquinas. Siempre nos gusta competir. Nuestros miembros querían competir con ustedes y ver que tal.
—Suena perfecto.
—Dejaré que terminen de comer y nos vemos en la arena en unas horas. Después de que se alojen y todo. Queremos que conozcan al equipo después de la carrera. No queremos emborracharlos antes de correr.
—Es una decisión sabia —dijo Reynaldo—. Igual escuché que las mujeres de aquí son hermosas.
—Sin duda son hermosas Rey, todas lo somos.
—Uy, cuidado con lo que hablas. —Elías comentó—. No cabe duda que son hermosas, pero estas niñas que estoy viendo ahora lo son por igual. Me gustaría visitar el Este también —aseguró él entonces, mirando a Eva y después a Marina, quien estaba al lado de Hugo bebiendo de una soda.
—Gracias. —Eva respondió.
—Supongo que tendremos tiempo para presentarnos mejor.
—Soy Pablo Portorreal. —Pablo alzó la mano—. Ese, es Sadriel Medina, —señaló a Sadriel—, este de aquí es Rey —siguió el orden de filas —, la bonita, es Eva, el tipo aquel, es Hugo.
Elías asintió.
—¿Falto una? —Raúl reconoció—. La de los ojos claros es la novia de Hugo, decidió acompañarnos.
—Marina, me dicen. —Marina contestó, sonriéndole a Elías.
—Oye, me suenas familiar. ¿Eres la que habla en el video, verdad? Los muchachos se volverán locos al descubrir que la persona detrás de esa voz es aún más asombrosa físicamente.
—Arderán en locura cuando se enteren de que tiene novio —afirmó Hugo entonces.
Elías se rio. —Sí. Ninguna noticia puede ser tan buena nunca. —Junto las manos—. Los dejo comer muchachos. Es un gusto conocerlos a todos.
Elías se marchó. Siguieron comiendo en silencio. Marina pensó, mirando la comida de su plato, que era una pieza de pollo frito con papas fritas, en la acción de Pablo de no mencionar su nombre. ¿Tenía algún problema con ella? Era como si se encontrara molesto, y esa molestia, no la sentía desde hace años. Continuó comiendo, él no merecía que ella lo pensara.
○
Los siete fueron conducidos primero al terreno donde se produciría la competencia. Le habían dado la opción de ir al hotel o conocer la arena en la que corrían pero ellos eligieron conocer primero la arena.
Llegaron y fueron recibidos por unas personas. Eran chicos de sus edades más o menos, y otros cuantos que estaban en sus treinta. Se dieron las manos.
Pablo les sonrió. —¿Y cómo será todo?
—¿No les han dicho todavía? —preguntó uno de ellos, un clarito con el cabello recortado muy bajo.
—No la verdad. —Hugo miró a la persona mandada por Toro.
Este caminó al centro y miró a Pablo y a Hugo. —Por participar, les darán cinco a cada uno, los lugares son, en primer lugar treinta, segundo diez, y tercero ocho.
—¿Nos dan sin haber ganado? —preguntó Pablo, gustándole la idea.
—Sí —respondió un muchacho que competía, se le notaba por el perfil—. Es lo justo, ¿no? Todos aportamos. Por cierto, nos encantó el video que vimos de ustedes.
—Gracias. —Hugo se atribuyó la gloria.
—Toro debería copiar este tipo de cosas. —Eva comentó con Reynaldo. Ellos dos junto con Marina estaban un poco apartados de la conversación de Sadriel, Hugo y Pablo.
Después de que se conocieron y rieron un poco. Raúl los llevó en un taxi al hotel en que se hospedarían. No era algo muy lujoso, la habitación para los tres competidores era una doble, con una pequeña sala de estar dentro y una neverita.
Raúl le preguntó a Eva y Reynaldo que donde estaba la habitación de ellos dos y ellos respondieron con que después de la carrera se registrarían en una, ya que como eran las tres de la tarde ya debían arreglarse para llegar a la arena y conocer que vehículos conducirían.
Dejaron las mochilas y los bultos encima de una de las camas personales pulcramente tendidas e hicieron filas para usar el baño. Algunos se iban a bañar para ir a la carrera y otros habían decidido hacerlo después de que acabasen, aun así, todos se cambiaron de ropa. Eva y Marina fueron las primeras, porque eran las dos únicas féminas del lugar. Ambas optaron por unos jeans azules y unas blusas bonitas pero sencillas. Eva tenía zapatos ballerina y Marina unos tennis. Salieron de la habitación al lobby a esperar que los hombres estuvieran listos. Iba a ver demasiada desnudez varonil que no le interesaba ver a Eva y se llevó a Marina para no estar sola.
Casi una hora después, a las cuatro y quince minutos, bajaron los cuatro, también con pantalones jeans.
Hugo se sentó al lado de Marina y los demás no se sentaron. Raúl había llamado a un taxi que estaba al llegar.
La arena estaba ubicado en un área rural de Santiago. Había unas gradas improvisadas con madera y con el logo de los Racing Royals en ella. Parecía ser un sitio que utilizaban mucho. La arena en que correrían era un gran terreno con depresiones y elevaciones, el suelo era de una tierra roja fina y suave. Había llantas delimitando espacios, desde el límite más final hasta los lugares por donde doblar.
Si había un sistema de apuestas, era muy sutil. Porque por más que Eva buscara con la mirada no pudo encontrar a donde podía apostar los mil pesos que guardaba con recelo en el bolsillo de su pantalón.
Rendida, y con el pensamiento de que tal vez esa gente de ahí no apostaba como en las carreras del Toro, se fue a sentar en las gradas junto con Marina, quien había estado muy tranquila y callada después del almuerzo.
Marina observaba a los tres corredores, Sadriel, Hugo y Pablo se ponían unas chaquetas de cuero con el logo de los Royals Racing mientras hablaban con otros cinco muchachos que también parecían con el perfil de competir.
Raúl estaba con Elías, señalando a un muchacho que portaba una cámara profesional en el cuello. Había un drone justo en el piso, lo utilizarían para grabar desde arriba y proyectar el video en una pantalla gigante que habían montado para los que estaban en las gradas apreciaran más la carrera.
—¿Cuánto se gastaría en algo así? —Marina comentó en voz baja. Aun las gradas no se habían llenado, estaba muy temprano. Si es que se llegaban a llenar, podría abarcar casi mil personas.
—Mucho, le van a pagar aun así por competir.
—No creo que organicen esto tan a menudo. —Marina le comentó a Eva—. Que suerte tienen los muchachos de que los invitaran.
—Qué suerte tienen que el video se haya virilizado querrás decir. Están cobrando 200 y 300 por entrada, guisaran aquí.
—Es ella. —Elías, el muchacho que los recibió, señalaba a Marina ante dos muchachos con auriculares en el cuello—. Marina, ¿verdad? Te presento a nuestros directores de multimedia y redes sociales, le decimos Pinky y Cerebro.
—Interesante. —Marina sonrió.
—Hola, mucho gusto —dijo uno de ellos, que era rubio, con los ojos claros.
—El gusto es mío —respondió, y le sonrió al otro que también le tendió la mano y ella tomó.
—Como te dije, a nosotros no solo nos impresionó la participación de los muchachos en el remix.
—De hecho, creemos que se volvió viral por el principio, cuando dices «en sus marcas, listos, fuera». Es un placer ponerle rostro a tu voz. —Comentó el otro moreno de forma coqueta.
—Si te hubiesen puesto en el video, pum, un éxito, tuviera más del medio millón de visitas que tiene. Hay que buscar a quien lo subió y caerle a palos. —El rubio volvió a hablar.
Marina se sintió... muy... alagada. Su voz se podía escuchar unos segundos en el video y le causaba impresión que ellos lo notasen tanto.
—Tal vez tengan razón, chicos, pero casi no ando publicando cosas mías y nadie puede verme mientras hablo.
—Modestia aparte, Marina, —Elías habló—, los muchachos quieren que nos concedas el honor de empezar estas carreras. Ya que esta semana invitamos a competidores, Pinky está decidido a también ceder su posición.
—¿En serio? No, está bien, estoy bien aquí. —Sonrió un poco apenada. Estaba en límite máximo de sentirse alagada.
No estaba muy acostumbrada a eso. Hace mucho tiempo que se empezó a esconder, volver a salir a la luz... es chocante. Ella siempre había sido alagada, durante toda su adolescencia, por sus increíbles ojos, por su personalidad vibrante, pero incluso antes de irse, eso se había apagado, se había escondido, y ahora, seis años después, volver a salir y tener los halagos que antes tenía le causaba mucha vergüenza, pero vergüenza de la buena. Estaba sonriendo sin poder evitarlo.
—Ve Marina. Oh mi Dios, no desaproveches oportunidades. —Eva le tocó con el codo entusiasmada también por ella.
—Lo olvidaba, ella es Eva, acompaña a nuestros invitados.
Reynaldo llegaba con unos refrescos entre sus manos. Los depositó en las manos de Eva y Marina.
—Hey, hola. —Saludó a los muchachos. Ellos le saludaron. Se sentó.
—Él es Rey. También anda con los invitados.
—Wow. Esta gente se trae a todo el mundo. —Pinky comento sin ánimos de ofender.
—¿Aceptas? —El moreno insistió.
—Cuidado si le tienes que preguntar a tu novio. —Elías comentó divertido.
Marina se levantó, con una sonrisa. —No es así. Vamos.
Ellos la llevaron al control de sonido, donde le explicaron como lo haría.
Pronto se llenó el lugar de personas. No las mil personas, pero estaban cerca de serlos. Marina tenía un micrófono en la mano. Esperando el momento para dar inicio, los muchachos se alineaban en la línea de salida y cada uno recibía su casco.
Cuando le avisaron a Marina, Marina caminó frente a la línea que habían creado los ocho competidores, y después de llegar les sonrió.
—Bueno chicos. Este día seré... ¿su réferi? —dijo sin el micrófono—. Soy Marina, un gusto conocerlos.
—Hola Marina. —dijo uno de ellos—. ¿Al final de la carrera también puedes ser mi cita?.
Marina se rio. —Gracias, tendré en cuenta tu invitación.
Hugo le sonrió a Marina. —Te pegas rápido, ¿eh?
—Ya lo ves. —Marina dejó de mirarlos y a continuación miró al público—. ¡Bienvenidos a todos!
Pablo se molestó de tener que cargar con Marina, no solo en casa, sino también en ese lugar tan lejos. Dejó de mirarla y miró a otro lugar. Tenía su casco puesto.
—En este día, tendremos a ocho competidores, y tres de ellos son invitados. Ya conocen los premios, —señaló la pantalla—, así que estamos listos. —Les sonrió al público que aplaudía y ovacionaban. La voz de Marina traía viveza a la situación. Lo hacía tan emocionante.
—Sabes que, creo que es la misma del video, Pinky y Cerebro la encontraron. —dijo uno.
—No sabía que buscaban a mi novia con tanto ahínco. —Hugo comentó a los muchachos.
Uno de ellos alzó los brazos. —Loco, es agradable saber que su voz está acordé con ella. Sin bronca, tranquilo.
—¡Uno, dos, tres! —gritó, y los ocho competidores arrancaron. Los fourwheels salieron a rápida velocidad. Arrancó uno de los natales en primer lugar y Hugo y Pablo le seguían muy de cerca. No hacía falta narrar nada, todos veían claro lo que pasaba. La primera, la segunda y la tercera vuelta se fueron como si nada, ya en la final, Marina observaba atenta junto a Pinky y Cerebro.
Hugo estaba muy cerca de quien le había invitado a salir, pero en el último instante, le pasó Hugo por delante, así que él ganó.
Marina se levantó y fue a la línea, abrazó a Hugo quien también estaba eufórico. Después, le alzó la mano y levantó el micrófono.
—¡Tenemos un ganador! —Las personas aplaudieron, aunque no le conocían.
Eva y Reynaldo caminaron hacia donde Pablo que había llegado en tercer lugar, no estaba muy emocionado, pero se dejó abrazar de Eva y Reynaldo. Sadriel estuvo en último lugar, no se le daba bien correr en esos tipos de vehículos.
—Lo han hecho fantástico. —Elías se acercó a la algarabía—. ¿Si nos permiten una foto?
A Hugo le dieron una medalla. Sencilla. Las hacían de cobre. Posaron para la foto todos, incluyeron a Marina.
Llegaron al hotel que les habían registrado. Eva y Reynaldo halaron a Pablo para hablar con él sin que los demás oyesen. Sadriel, Hugo y Marina seguían adelante.
—Hey Pablo, que bien lo hiciste.
—Ajá.
—Mira Pablo —Los detuvo a los dos—. Reynaldo y yo vamos a buscar la forma de escabullirnos en su cuarto de hotel. No pensamos que serían tan caros, y no tenemos opción.
—Debimos haber buscado en Trivago. —Reynaldo dijo, rascándose la cabeza.
—Está bien. Nadie se quejará. —Pablo dijo. No lo decía. Pero estaba un poco desanimado.
Al subir, vio que Sadriel ya se había cambiado. Era un muchacho un poco callado. Casi no hablaba. Era el único que se había ido sin acompañantes. Seguro se sentía solo. Vio como Hugo lo estaba molestando mientras no veía a Coco por ningún lado.
—Y tú Pablo, ¿vas? —Hugo le preguntó, dejando de molestar a Sadriel unos segundos.
—¿A dónde? —se tiró en la cama donde estaba encima su mochila, aun cuando su ropa estaba sucia de polvo.
—Nos invitaron a un club, tomarse un par de frías y bailar. Para conocernos con los chicos.
—Paso. Estoy cansado.
Reynaldo y Eva entraron.
—Hola a todos. —Reynaldo se sentó en el sofá—. ¿Llegamos tarde?
Eva buscaba una ropa en su mochila, sacó un vestido y lo tenía en la mano. —Están a punto de presenciar la moda más genial, con zapatos ballerinas.
En ese momento, Marina salió del cuarto de baño, se había cambiado el jean con una falda plisada que se abría al final y le llegaba a mitad de muslos, tenía los mismos tennis blancos y una blusa blanca de hombros abiertos. Pablo se quedó mirándo como se acercaba a Hugo y le decía algo en voz baja. ¿Quién iba a pensar que su fanatismo por las faldas en algún momento le iba a favorecer con sus piernas bonitas?, le quedaba bien. Miró entonces a Reynaldo que se le acercaba.
—¿En serio no vas?
—No. Váyanse. —Le dio la espalda a todos en la habitación, y cerró los ojos. Todos se prepararon y salieron de allí.
Cuando se fueron, Pablo llamó a Eloise. Eran las ocho de la noche. Ella llegaba de casa de sus abuelos, le dijo que comería algo y se iría a descansar. Le dijo que la extrañaba y ella le respondió con un te amo, que en ese momento Pablo no supo responder. Era la primera vez que se lo decía. Tampoco no le dio mucho tiempo para responder, dijo adiós y colgó la llamada.
Pablo se quedó pensando mientras miraba el techo con las manos detrás de la cabeza. Dormitó un poco, al despertar, un argumento tomaba lugar. Abrió los ojos y bostezó.
Eva estaba de pie de brazos cruzados, Hugo y Marina estaban sentados abrazados en uno de los sofás. Sadriel estaba acostado en la otra cama y Reynaldo lucia lanzado al otro sofá que era mucho más pequeño que el que tenía los otros dos. Se lo supuso, tendrían problemas por el espacio, ¿Dónde iban a dormir? La habitación era solo para dos y llevarían uno de ñapa, agregando a Marina, Eva y Reynaldo... era un caos.
Más le valía que el gerente del hotel no se diera cuenta.
—¿Dónde dormiré?
—Puedes dormir con Pablo. —Reynaldo le sugirió a Eva, hablando mal por el alcohol.
—No quiero problemas con Eloise. —Eva respondió.
—No tendrás problemas con Eloise. —Reynaldo aseguró.
—Cállate —le dijo Pablo—. Me gustaría, pero estas borracha Eva.
—Tal vez deberías ir a la cama de Sadriel, y yo me acuesto en el sofá, no pienso dormir con ningún hombre. —Eva le contestó a Reynaldo.
—Ay Eva. Los puedes usar de almohada. —Marina comentó, le agarraba el brazo a Hugo.
—Pobrecita Marina. —Eva dijo sonriendo—. Se emborracha de lo más adorable.
—No estoy borracha. —Marina dijo levantándose—. Yo solo estoy cansada, bailé como con cinco tipos.
A Pablo le vino curiosidad eso, ¿Marina bailando con cinco tipos y Hugo estando allí?, se lo había perdido el espectáculo.
—La suerte es que no te celo. —Hugo le comentaba, mirándola. No le gustaba que se hubiese emborrachado, pero era una de esas situaciones que no podía controlar.
—Yo no sabía que bailabas tan bien. —Comentó Reynaldo—. Coco, eres una caja de sorpresa.
—Me pregunto por dónde entenderás... —Hugo amenazó al escuchar a Reynaldo llamarle así.
—Mira, mi primo Carlos le gusta mucho y me enseñó. —Marina respondió con naturalidad.
—¿Tu primo?, uhm. —comentó Sadriel con cierto morbo.
—Cinco años menor que yo, pero puede pasar como de mi edad. Es experto, salsa, merengue, bachata, soy una dura en todo eso. —Le sonrió a Reynaldo—. ¿Quién iba a pensar que estaríamos de acuerdo en algo?
—No es como si hubiésemos hablado mucho en el pasado, lo tuyo era más Pablo. —Reynaldo le respondió. La sonrisa a Marina se le enfrió, bajó la mirada. Pablo la miró, y solo por una fracción de un segundo, empezó a ver el daño que causó en ella.
Volvió a alzar la mirada, y siguió con la sonrisa, ahora mirando a Hugo, quien no le hizo mucho caso al comentario, o tal vez no estaba enfocado en eso, sino que lucía con sueño, y además estaba eufórico todavía por haber ganado.
Las sonrisas del ambiente se enfriaron también. Estaban cansados. Reynaldo se tiró en una orilla de la cama de Sadriel y Eva tomó el sofá.
Pronto la habitación estuvo en silencio, solo había un sueño armonioso.
Solo uno no dormía: Pablo, seguía pensando lejos, navegando en los rincones de su mente.
Moría por proponerle matrimonio a Eloise.
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