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Capitulo 1: Volvió.


Capitulo 1: Volvió.


—Mira como cambió la cara de Pablo cuando se enteró que Coco volvió. —El chico dijo en burla.

—Ya dejen de decirle Coco a Marina, ella ya está grande y su fase de llamarla Coco ya está pasada de moda —dijo la chica de cortos cabellos. La mejor amiga de los dos chicos que estaban ahí.

—Le va a dar algo cuando se entere de que tienes novia. —Volvió a hablar el primer chico a su mejor amigo—. Y que planeas proponerle matrimonio... aunque no deberías de sentirse asustado de que vuelva, incluso antes de irse, la loquita había dejado su malsana obsesión.

—¿A qué volvió?

—¿Por qué se fue? —Complementó la muchacha la pregunta de su amigo—. Pablo, esta ciudad no es tuya, sus padres viven aquí.

—No quiero verla.

—Lo sabemos —dijeron los dos al mismo tiempo.

—Seguro que ella tampoco quiere verte. —Confesó la muchacha.

—¿Por qué dices eso, Eva? —Pablo preguntó.

—Porque, o sea, le rompiste el corazón a los catorce. Solías ser cruel hace seis años Pablo, ahora has madurado un poco, y tu cara de susto es porque sabes lo que le hiciste.

Ante esas palabras, Pablo meditó unos segundos, luego se levantó.

—Voy a dar una vuelta.

—Nos vemos mañana Pablo. —Lo despidió su amigo.

Pablo salió de la casa de Eva y dejó a su amigo allí. Se subió en su auto y condujo por el parque. ¿Por qué su llegada tiene que afectarle en lo más mínimo?

Hace seis años no sabe nada de ella, y no le interesa. La última vez que escuchó hablar de ella era que se iba a vivir con unos parientes. Eso fue después de que él la rechazara delante de todos.

"Eres una loca acosadora y estás mal de la cabeza. Coco, no me gustas. Borra mi teléfono celular o te voy a meter a la cárcel."

La gente dice que exageró. Es que a ellos ninguna niña de catorce años lo llenaba con cientos de mensajes semanales. Él no era un artista, era un chico común de su casa, en el colegio, y con una novia, que no era su novia actual, pero que estaba bien por el momento de aquel entonces.

Si ella volvió, es claro que no lo quiere volver a ver.

Se tranquilizó con ese pensamiento. Condujo a su casa y se parqueó allí. Se bajó, y buscó las llaves de su casa, abrió las puertas y subió a su habitación.

Abrió las ventanas. Allí estaba el patio de la casa de Coco, abandonado desde que ella, para su suerte, se fue. Ahora los arboles tapaban toda la vista y el azul de la casa parecía gris.

No podía creer que ella estuviera de vuelta.

Hizo cuentas, ¿unos veinte años tenía ahora? Tal vez. Seguro estaba muy cambiada, seguro seguía siendo irritante.

¿Por qué se sentía culpable de esa forma?

Era una maldita acosadora.

Su casa ahora era gris.

Cerró la ventana. Su mamá entró a la habitación en ese instante.

—Querido, que temprano llegaste.

—¿Sí? Pensé que estaba tarde.

La mamá de Pablo dio pasos a la habitación. —Supiste que volvió la vecina, ¿verdad? Ella está muy cambiada Pablo, te sorprenderás.

Pablo se rió. —¿Qué? ¿Ahora se hace cinco moños?

—No, claro que no. —Se rio de la ocurrencia de Pablo.

—Mientras no pregunte por mí —dijo alzando las cejas.

—Casi no se siente. Llegó hace unos días. La vi esta mañana recientemente. Sale con una amiga o un amigo todas las mañanas. Está trabajando en una oficina de mujeres.

—¿Te sabes ya toda su vida? —Pablo se puso las manos en los bolsillos.

—Me contó esta mañana. Hablamos largo y tendido. ¿Cuándo la irás a ver?

—¿Preguntó por mí?

—No. ¿La irás a ver? —Volvió a preguntar.

Pablo buscó en su closet una sudadera. Se la puso e iba a salir de su cuarto. Su mamá le siguió.

—Mamá, no lo vuelvas a preguntar. —Le dijo—. No la iré a ver porque no tengo nada con ella para irla a ver.

Sin más, cerró la puerta, se subió en su auto y se dirigió a casa de su novia.

La noche estaba fría, como si fuera a llover. Pablo acababa de parquear su auto en el terreno y ya había personas allí. Eva se apresuró a saludar a la novia de Pablo, Eloise, y al mismo Pablo. Él estaba con adrenalina, Pablo se alejó de ella y se acercó al Toro.

—¿Cuánto?

—Primer lugar, cinco grandes, segundo lugar, uno, tercer lugar una patada en el culo. ¿Aceptas?

—Sí, viejo. —Estrecharon manos. El polvo se levantaba por las personas allí y el ronroneo de las motocicletas. Pablo volteó hacia el otro grupo de personas, eran de otra comunidad, no los conocía bien, se fue donde estaba Eva y sus amigos.

—¿Listo, Pablo? —Preguntó Rey, tocándole el hombro—. Esta conducirás hoy, son cinco. Es una carrera fácil, circuito simple. Si ganas pasas a la siguiente ronda.

—Sí, Rey. Listo. —Se acomodó en la motocicleta—. Solo me falta la suerte. —Sonrió mirando su novia, ella le sonrió y fue a darle un beso corto. Pablo se encaminó a la línea de salida, donde el otro equipo ya estaba posicionado.

—Cascos, competidores —decía Toro, a los cinco corredores—. Ellos se colocaron sus cascos—. La posición. —A esa señal, debían acostarse en el motor, con un pie abajo para mantener el equilibrio.

—Y ahora, señores, mi cuñada contara hasta tres. Cuando ella baje los brazos ustedes salen. El primero en tocarle la mano a mi cuñada gana la carrera. En caso de empate, ella levantará la mano de quién toque su mano primero.

¿Qué? Se preguntó Pablo, ¿desde cuándo ellos tenían ese método? Observó la chica que se acercaba. El Toro le puso las manos en los hombros y la posicionó en el mismo centro de la calle.

La chica no era baja ni alta, la vio de arriba abajo, con bonitas piernas y bonitas caderas, siguió escaneando su cuerpo hasta que se topó con el rostro maquillado, juvenil y etéreo de una Coco diferente. Una que ya no tenía cara de niña. ¿Dónde estaban las colas, el peso de más, y la cara desagradable? Si no fuera por esos ojos color nube de tormenta, no la reconocería. Ella no podía verlo, por el casco, ¿cambiaría eso algo?

Enfócate. Se dijo, justo antes de hacer rugir su motocicleta.

—Adelante, Marina.

Marina sonrió mirando a Toro. Miró al frente y tomó aire. —Uno, dos, —Tenía sus dos brazos abiertos—, ¡tres! —Los bajó de golpe.

Los motores arrancaron levantando todo el polvo del lugar. Marina sonrió y miró a Ashley que le sonreía.

—Que bien lo hiciste. —Su amiga, una chica de su estatura con cabello negro le sonreía mostrando sus dientes separados. Eran amigas, se conocían desde hace poco más de dos años.

—¿Sí? Yo estaba nerviosa, no lo quería echar a perder.

—¿Coco? —Eva se acercó a Marina—. Te juro que nunca imaginé verte aquí. —dijo ella, sonriéndole.

Marina la miró, quitando la sonrisa. —¿Por qué me llamas así? Mi nombre es Marina.

—Sí, pero te decíamos Coco, ¿no lo recuerdas? —Miró hacia donde un grupo de chicos—. ¡Rey, mira a Coco!

Reynaldo le hizo una seña de que venía ahora a las personas con las que hablaba y se acercó a Eva, Marina y Ashley. Venía todavía con la sonrisa, le tomó la mano a Marina y le dio una vuelta para mirarle de arriba abajo. —Pero mira qué buena estas Coco, vaya susto nos has pegado.

Marina se zafó de la mano de Reynaldo.

—¿Y si me llaman Ma-ri-na? Tengo veinte años, ya no tengo catorce.

—¿Te llamaban Coco? —Ashley preguntó, provocada a la risa.

—Es una larga historia y yo te lo contaré después Ashley. —Le comentó susurrándole.

—Ay, que antipática te has puesto. —Eva se lamentó—. Después de todas nuestras aventuras.

Marina, honestamente, no recordaba esas aventuras de las que hablaba Eva. Pero de recordar su rostro, claro que lo hacía.

—Deja que vea a Pablo, se va a volver loca.

—¿Él está aquí? —Marina preguntó, con un poco de incredulidad en el rostro.

—Toda la juventud está aquí, tonta. Casco rojo, motor azul.

—¡Marina, a tu posición! —gritó Toro un poco desesperado al ver que venían los motores y ella aun no estaba allí.

Marina se alejó de ellos y se puso de nuevo a su posición con las manos extendidas. Venían a gran velocidad y por un segundo sintió miedo. Cerró los ojos.

—¡Abre los ojos! —Gritó Toro—. ¿Cómo esperas ver quien te toque primero?

Marina abrió los ojos y dos motocicletas venían a toda prisa para encima de ella. Las esperó. Vio el casco rojo y se estremeció. Sonrió y esperó. Dos manos la tocaron casi al mismo tiempo. Los motores que venían atrás se detuvieron, pues ya sabían que no habían ganado. Los otros dos, se detuvieron a unos metros más adelante. Cuando lo hicieron, se devolvieron, hasta llegar a la marca donde estaba Marina.

El equipo de Pablo celebraba.

Marina tomó las manos de los dos muchachos, e hizo desesperar al público que lucía expectante por saber su veredicto.

—El ganador, es... —Voceó, y después alzó la mano del otro muchacho.

El equipo de Pablo se quedó en silencio. Atónitos. Mientras el equipo del que tenía el casco azul celebraba y empezaban a vitorear.

Marina soltó la mano de Pablo y del otro muchacho, dándose cuenta de lo que acababa de hacer.

—¡Estás bromeando! —Le empujó por el hombro, sin quitarse el casco.

Toro se interpuso. —Hey, calma, te llevas uno grande. Déjala.

Se llevó a Marina de la mano. Pablo se quedó mirando cómo se iba al otro lado a hablar con alguien más en medio de la algarabía por la victoria del otro.

—Pablo, lo hiciste genial. —Su novia se acercó a quitarle el casco y besarlo en la mejilla.

—¿Acaso vieron? Llegué primero. —dijo, sin dejar de mirar a Marina.

—No es nada en comparación con lo que le hiciste —Eva dijo—. Eso es pura venganza.

Pablo ignoró sus palabras. Las demás personas del equipo fueron a darle la mano a Pablo por haber ganado en segundo lugar. Pero él todavía estaba enfocado en lo que Eva había dicho.

—¿Venganza?, ¿Quién dijo?

—Yo puedo deducirlo. Tú también, solo que no lo quieres aceptar.

Pablo resopló y tomó la mano de su novia. —Vámonos de aquí Eloise.


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