Capitulo [15]
(...)
La asamblea se sumergió en un alboroto indescriptible, un torbellino de sorpresa y confusión. El auditorio vibraba con un escalofrío de incredulidad, mientras los padres miraban a los jóvenes que se mantenían firmes en el escenario. Habían conocido a sus hijos toda su vida, habían visto sus rostros cada mañana durante años, pero ahora eran lugares desconocidos. Los rostros juveniles de la edad que tenían se habían desvanecido, reemplazados por facciones más fuertes, más marcadas, más maduras. Reconocían los ojos, pero los cuerpos eran de extraños.
Por supuesto, dicho sentimiento era ajeno para los padres o seres queridos que ya habían visto la verdad de antemano no hace muchas horas atrás.
Los hijos que habían estado tan familiarizados con ellos, que habían visto crecer y desarrollarse, ahora eran adultos en sus 20s. Ya no eran los adolescentes de 17 años a los que habían conversado o visto en persona en días recientes. Parecía un truco de luz y sombra, una ilusión óptica, pero el cambio era real y notable. Sus cuerpos eran más altos, más robustos. Sus miradas, antes llenas de la inocencia de la juventud, ahora reflejaban la experiencia y la posible madurez que adquirieron.
La confusión reinaba en el anfiteatro. Algunos padres se retorcían las manos, nerviosos, mientras otros murmuraban entre dientes. El desconcierto era palpable, pero lo que predominaba era la incredulidad. Los padres no podían aceptar lo que veían, se resistían a creer que aquellos adultos eran sus hijos.
Entre ellos, Hayato Ashido se destacaba. Su rostro estaba tenso, sus ojos oscuros fijos en la mujer que se encontraba en el centro del escenario. No podía creer que la mujer que veía fuera su hija. Todavía recordaba la risa de su hija adolescente, el brillo en sus ojos cuando abrió sus regalos de cumpleaños hace apenas un mes. Esta mujer, con su cara madura y su postura confiada, no podía ser su pequeña niña.
—¿¡Esto es una maldita broma?! —exclamó, su voz resonando en el anfiteatro silencioso—. Director Nezu, esta mujer no es mi hija. Mi hija apenas cumplió los 17 hace un mes. ¡Esto es imposible!
Su protesta pareció romper el hechizo que mantenía el orden de la asamblea, y el lugar estalló una vez más en un caos de preguntas y acusaciones. La incredulidad se había convertido en ira y miedo, mientras los padres luchaban por entender lo que sus ojos les decían. Pero sin importar cuánto lo negaran, los hijos que habían conocido ya no estaban allí. En su lugar, había adultos, desconocidos y, sin embargo, extrañamente familiares.
El caos amenazaba con apoderarse de la asamblea. El aire estaba cargado de ira y pánico, como una tormenta eléctrica lista para estallar. Los padres estaban al borde de la histeria, sus rostros pálidos, sus ojos llenos de miedo y confusión. Los ruidos del anfiteatro se elevaban hasta un crescendo ensordecedor, y parecía que todo podría desmoronarse en cualquier momento.
En el escenario, los jóvenes permanecían inmóviles, como estatuas en medio de una tempestad. A pesar de la tumultuosa atmósfera, mantenían la compostura, sus rostros serios y decididos. Pero detrás de esa fachada, había una tristeza palpable. A pesar de su poder y la confianza que mostraban, la experiencia de no ser reconocidos por sus seres queridos era un golpe doloroso. Aún si algunos tuvieron la oportunidad de demostrar a sus seres queridos la verdad de sus afirmaciones, no quitaba el sentimiento que se vivía.
Neito Monoma parecía ser el único que experimentaba una sensación diferente en comparación con los demás. En lugar de tristeza, sus ojos se clavaron en su padre con una mirada que reflejaba un profundo rencor, provocando una reacción física al cerrar los puños con fuerza.
A un lado del escenario, Nezu observaba el caos con preocupación. Sabía que si no intervenía pronto, la situación podría salirse de control. Con un respingo, se aproximó más a los padres dentro del escenario, su rostro serio y su voz llena de autoridad.
—¡Cálmense! ¡Orden por favor! —exclamó, su voz resonando por encima del tumulto—. Primero dejen que estos jóvenes, que son sus hijos se expliquen.
Sin embargo, su intento de calmar la situación sólo provocó más ira. Vito Scaletta, uno de los padres más exaltados, se puso de pie, su rostro rojo de ira.
—¡No juegues con nosotros, director! —exclamó, señalando al director con un dedo tembloroso—. ¿Quiénes son estas personas? Mi hijo se supone que debe tener uvas redondas en su cabeza no el cabello que tiene este adulto que está en el escenario.
Las palabras de Scaletta resonaron en el lugar, y otros padres se unieron a su protesta, sus voces se mezclaban en un coro de indignación y miedo. Querían respuestas, exigían saber la verdad.
—¡Quiero ver a mi hija! ¡No sé quién es esta desconocida en el escenario! ¡Ella no es mi bebé!—exclamó Mayu Hatsume, estando al borde del llanto.
—¡Esto es una estupidez!—exclamó Kyoko.
En medio de todo esto, Izuku miraba la escena con una expresión de angustia. Al igual que Nezu, anhelaba que la situación se calmara, que las cosas volvieran a la normalidad. Pero en la cara de la ira y el pánico de los padres, parecía una posibilidad cada vez más lejana.
Mientras la turbulencia en la asamblea crecía, un grupo de individuos que ya habían sido informados de la verdad y visto de antemano lo que ellos se han convertido, observaban la escena con un dilema inesperado. David, Ryuko, Aizawa, Enji Todoroki (conocido como el héroe Endeavor), Araki, Shoto Todoroki y el héroe Sr. Nighteye enfrentaban el mismo dilema internamente. En ellos se gestaba un debate silencioso, una batalla interna sobre si debían intervenir y calmar a la creciente turba furiosa que se formaba entre los padres.
Por un lado, sentían la urgencia de proteger a los jóvenes en el escenario, amigos en el caso de Shoto, de aliviar el peso de la incredulidad y la ira que pesaba sobre ellos. Sabían que sus propias palabras podrían ser la única fuerza capaz de disipar la tormenta que estaba sucediendo. Sin embargo, dudaban si era su responsabilidad intervenir de esa manera. ¿Debían ser ellos quienes persuadieran a los padres para que creyeran en las palabras de sus propios hijos? ¿O deberían permitir que los padres descubrieran la verdad por sí mismos, aunque eso significara que los jóvenes enfrentarán a la tormenta de emociones desatadas que estaba sobre ellos?
La incertidumbre se reflejaba en sus gestos, en las líneas tensas de sus rostros. Podían sentir el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, un peso que se volvía más abrumador con cada segundo que pasaba. Sus ojos se desviaban constantemente hacia el escenario, donde los jóvenes permanecían en silencio, soportando la embestida de la incredulidad y la furia.
En la anfiteatro, la tensión alcanzaba su punto máximo. A pesar de que había todo tipos de reacciones, por increíble que parezca, había algunos que la incredulidad era la emoción más dominante y el reclamo al director era más por otras cuestiones ajenas a los hijos. Entre ellos, Tadashi Neito, el hombre rubio con traje, exigía respuestas con voz estridente, exigiendo saber por qué le habían hecho perder el tiempo.
Finalmente, en un momento de decisión total, Shoto Todoroki se adelantó, con su rostro marcado por una determinación de auxiliar a sus amigos iba a finalmente a tratar de dar orden a la asamblea, cosa que ni el director supo lograr.
—¡Escuchen, yo…….
—¡Es suficiente! ¡Ya no aguanto más!.....
En medio del caos y la confusión reinante, una voz inesperada resonó en el escenario, interrumpiendo a Shoto y atrayendo la atención de todos los presentes. La multitud se aquietó gradualmente al ver la figura que emergía del grupo que estaba en el escenario al dar un paso enfrente, revelando una vestimenta Steampunk que no pasó desapercibida. Mei Hatsume, con su característico sombrero que cubría parte de su cabello rosado, se mantenía en el centro del escenario, radiante en su atuendo singular. Su vestimenta estaba adornada con engranajes, tubos de cobre y detalles metálicos, una manifestación vívida del estilo extravagante y vanguardista que la caracterizaba.
—¡Mamás! ¡Soy yo! —exclamó Mei al borde de las lágrimas, sus ojos brillando con emoción al dirigirse a sus propias madres—. Cuando era niña, tenía 6 o 7 años en ese entonces, desarmé el microondas del apartamento que teníamos en Inglaterra cuando ustedes tenían ese proyecto del aquel hotel en Birmingham. Mama Mayu, recuerdo que casi te desmayaste cuando entraste a mi habitación preguntando acerca del microondas que había desaparecido de la cocina y me viste jugando con herramientas peligrosas. Luego te recuerdo a tí, Mama Kyoko, cuando entraste furiosa para auxiliar a mi otra madre y después de eso me diste un sermón de tres horas hasta que me quedé dormida porque ya era de noche. Incluso decidiste que era suficiente y me llevaste a la cama. A pesar de que en serio les arruiné un costoso microondas, al día siguiente me llevaron a un curso de electrónica en una academia especializada en vez de castigarme como otros padres harían. Ese recuerdo siempre lo atesoré desde el fondo de mi corazón... ¡Les juro que soy yo!
Mientras Mei pronunciaba estas palabras, una mezcla de nostalgia y esperanza llenaba a sus madres. Su voz resonaba con tanta convicción que era imposible no sentir la sinceridad de sus palabras. Sus madres, entre lágrimas y sollozos, miraban a Mei con asombro.
—¿Mei-chan, eres tú?—exclamó Mayu en estado de shock al reconocer finalmente a su hija, quien ante sus ojos se había convertido en toda una señorita.—¿Qué te ha pasado?
—¡Eres toda una señorita!—expresó Kyoko, totalmente sorprendida.—Apenas parecías una linda adolescente desastrosa la última vez que hablamos por Heroskype. Entonces no era mentira que te hayas vuelto viral en la U.A y no era otra inventora. Jamás pensé verte así.
Mei al ver que sus madres finalmente la reconocían, ella limpió un poco las lágrimas que casi recorrían su rostro y esbozó una sonrisa cálida.
—Si, la niña que ustedes criaron creció y ahora tiene 27 años y esa es la verdad.
Lentamente, la incredulidad y el escepticismo se desvanecían poco a poco en el lugar, reemplazados por un silencio expectante. Ya que una familia finalmente había reconocido que está mujer era su propia hija.
El hecho de que ella hubiera comenzado a ejecutar su propia estrategia para ser reconocida por sus propios familiares trajo un gran alivio al grupo de invocados, algo que en cualquier otra circunstancia habría parecido obvio, pero que en medio de la tensión y el caos se presentaba como un faro en medio de la tormenta.
Todos se miraron entre sí con gratitud resplandeciendo en sus ojos, asintiendo en dirección a Mei, incluso aquellos miembros que no necesitaban ser reconocidos por sus familiares.
—Veo que esta es la única manera en que finalmente nos reconocerán—dijo Izuku, rascándose la nuca en señal de nerviosismo.
Uno a uno, siguieron su ejemplo, sin importar cuán vergonzosa fuera la anécdota que tuvieron que compartir ante un público que aún procesaba lo que presenciaba.
El primero en tomar la palabra después de Mei fue precisamente Iida Tenya. Quien justamente le avergonzaba admitir que alguna vez fue joven.
—Mi hermano y yo fuimos castigados una vez, recuerdo que nos prohibieron ver televisión ni usar el celular durante 6 meses, todo esto por gastarnos 12500 yenes sin permiso en una edición especial de un videojuego que estaba por salir.
Por su parte, Mineta tenía la anécdota perfecta para convencer a sus padres de que era quien decía ser. Sin embargo, eso no evitaría que su madre se enfureciera.
—Una vez, cuando estaba en la secundaria, una chica muy guapa me rechazó. Al verme tan triste, papá me convenció de ir a un conocido club de caballeros. Desafortunadamente, mi madre llegó temprano a nuestra mansión y tuvimos que esconder el boleto para evitar que supiera que íbamos a ir.
La ira de Minoru Hana se hizo sentir en los asientos más cercanos, lo que asustó incluso a Araki, quien reconocía que Hana era alguien a temer. Vito, por su parte, estaba exaltado por el miedo que le tenía a su esposa y por lo que ella haría al enterarse de que intentaron llevar a su "bebé" a un club de caballeros, aunque aliviado de que ese hombre enano, efectivamente, fuera su hijo.
Izuku en su turno, tenía su propia verdad para que su madre le reconociera.
—Madre, tengo una figura de colección de All Might que me regaló tu cita para que le cayera bien. Fue con ese idiota abogado que saliste hace algunos años—explicó Izuku.
Inko simplemente se resignó a no desmayarse por la sorpresa.
El giro inesperado se produjo cuando llegó el turno de Neito Monoma. Habló con los ojos fijos en su padre, con una mirada arrogante, típica de la familia Neito.
—Cuenta de las Islas Caimán, 123-44K4567. Aún recuerdo ese número porque me llevabas a los bancos durante mucho tiempo en mi infancia. Espero que te quede claro que soy tu hijo— explicó.
Lo único que Tadashi dijo, antes de aplacar su furia dirigida al director y al tiempo que ya no consideraba perdido, fue esto:
—¡Maldito mocoso! En serio que eres tú, y vaya que tienes agallas para mencionar esa cuenta—dijo Tadashi con los brazos cruzados, con una mirada igual de arrogante.
—Las tengo, y mucho más—contestó Monoma con seriedad.
Para el propio Araki, esa cuenta representaba una bandera roja de posible lavado de dinero o malversación. No obstante, al final, esa área corresponde a otra rama financiera del gobierno. Por esta vez, mantendría oídos sordos en esto.
Así, siguieron y siguieron contando las pruebas que demostraban quienes decían ser. Otra excepción muy curiosa fue Tamaki, quien tuvo que convencer a su tía que era el, aún si era alguien del sexo opuesto. Por supuesto, la incomodidad de la mujer se hizo notar al tener que procesar el hecho de que ahora su sobrino es mujer.
Itsuka tuvo que compartir con sus padres sus gustos y pasiones antes del incidente, mientras que Kodai simplemente les mencionó que pasó la mayor parte de su infancia en Alemania. Setsuna, por su parte, convenció rápidamente a su madre al decirle que le apasionan de sobremanera los dinosaurios y que su habitación de su casa en la prefectura vecina está repleta de juguetes coleccionables de estos animales prehistóricos.
Ankoku Mayoi, fue la penúltima en hablar.
—Sé dónde está mi padre y no lo niegues madre—dijo ella, con su mirada fija en la avergonzada madre.
Finalmente, fue el turno de Denki. Se adelantó, los nervios vibrando en su voz mientras sus ojos se fijaban en la mujer que le dio la vida.
—Mamá—comenzó, su voz quebrándose un poco.— Cuando era pequeño, tenía una adicción a las frituras con queso y me las tenías que ocultar para que no me las comiera seguido.
La sala se mantuvo en silencio mientras Denki continuaba.
—Además, está la vez que obligaste a mis hermanos y a mí a acampar en el bosque municipal. Recuerdo que las hormigas invadieron nuestras tiendas de campaña. Masaru-san y yo tuvimos que ir al médico por las picaduras.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. Dejando a la mayoría de los padres procesar lo que acaban de saber. Hasta que Aizawa mismo se levantó de su asiento e hizo la pregunta que todos en el anfiteatro quisieron decir a los que estaban en el escenario.
—¿Qué fue lo que les pasó?—preguntó Aizawa en un tono firme.
Ya habiéndose preparado para esto, fue Izuku en representación de todos el que inició la explicación que todos ansiaban escuchar.
—Veran……Fuimos invocados a otro mundo….
(...)
Mientras la asamblea se desenvolvía en la Academia U.A., el ambiente en Heights Alliance, el conjunto de dormitorios donde residían los estudiantes, estaba teñido por un ambiente de pesimismo. Los acontecimientos recientes habían dejado una marca indeleble en la clase A, y el vacío dejado por aquellos compañeros que habían experimentado un cambio radical se hacía sentir con fuerza.
En la sala común, Bakugo Katsuki, con gesto antipático, jugueteaba con su cena apenas tocada, su frustración era palpable en cada movimiento. Las noticias sobre sus supuestos compañeros cambiados resonaban en el aire, alimentando su creciente irritación. Momo Yaoyorozu, Jirou Kyoka, Asui Tsuyu y Toru Hagakure observaban con atención la transmisión, donde los reporteros no dejaban de mencionar la caída de la Liga de Villanos a manos de nuevos héroes misteriosos y el resurgimiento de All Might. Aunque no hacía falta expresarlo en voz alta, todos compartían la misma sospecha sobre la identidad de aquellos que habían intervenido de forma tan drástica. Para cuándo los vídeos virales de la entrega de prisioneros en la Comisión llegaron, confirmaron sus sospechas.
En una habitación apartada, Kirishima Eijiro se mantenía reacio a cualquier invitación para unirse al grupo en la sala. Sus pensamientos y emociones, normalmente tan transparentes, estaban ahora ocultos tras una muralla impenetrable, sumido en una introspección que lo mantenía ajeno al mundo que lo rodeaba.
En otro rincón, Fumikage Tokoyami, Hanta Sero, Koji Koda y Rikido Sato sostenían una acalorada discusión, sus voces entrecortadas por la preocupación que se reflejaba en sus rostros.
—Esto es un maldito desastre—comentó Fumikage, su tono cargado de frustración, mientras el resto asentía en silencio, compartiendo su sentimiento de incertidumbre.
—¿Que va a pasar a partir de ahora?—preguntó Koda.
—No sé. Ya nada tiene sentido—respondió Hanta— El maldito de Izuku cambió y el haber aparecido enfrente de la Comisión con la liga a sus pies dan a entender que es muy poderoso. ¿Cómo es posible?
—¿Por cierto dónde está Todoroki?—preguntó Rikko Sato. Provocando que todos los demás también se preguntarán lo mismo.
Al mismo tiempo, Momo seguía sentada frente a la televisión, su mirada perdida en las noticias que se sucedían en la pantalla. Aunque las imágenes y los informes fluían a su alrededor, su mente no podía apartarse de la ausencia de Uraraka y de la añoranza que sentía por su amiga Mina Ashido. El vacío dejado en especial por parte de Mina se hacía más evidente con cada minuto que pasaba, erosionando la serenidad de la joven y llenando su corazón de inquietud.
Mientras tanto, Kyoka, Toru y Asui compartían una preocupación similar. La tardanza de Uraraka se alargaba, y la inquietud se reflejaba en sus gestos y sus palabras. El reloj marcaba las horas, y la sensación de que algo no iba bien cada vez era mayor.
—¿Por qué no la llamas de nuevo, Yaoyorozu-san?—sugirió Kyoka, su voz teñida de preocupación—Uraraka probablemente te va a contestar.
Siguiendo el consejo de su amiga, Momo marcó el número de Uraraka con su teléfono y esperó con el corazón en un puño hasta que finalmente la llamada fue respondida.
—¿¡Dónde demonios has estado?!—exclamó Momo, la preocupación evidente en su tono.
La seriedad en la voz de Uraraka era palpable, desprovista de su habitual tono amigable que la caracteriza.
—Estoy en la academia, pero no en los dormitorios. Llegaré más tarde. No me esperen.
Antes de que Momo pudiera articular una respuesta, la línea se cortó bruscamente, dejando un eco de inquietud en el aire.
Mientras tanto, en otro lugar, Uraraka se encontraba en la entrada de la Asamblea, sorteando sin dificultad los filtros de seguridad impuestos por la mafia y el gobierno. Con una determinación inesperada, expresó que era familiar de la reunión de padres, deseando acceder al interior de la asamblea.
Una vez que lo hizo, lo hizo lo más discreto posible. Llegando justo en el momento donde se supone que Izuku iba a contar la historia de la estadía de todos los invocados en el otro mundo.
Continuará…..
Hola, espero que les este gustando. ¿Qué opinan? ¿Cómo ven a los personajes y en especial a Uraraka y sus acciones?, ¿Que opinan sobre las familias de los invocados?
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