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Capitulo 2

Una semana después, el día de la presentación como nuevo gobernador llegó. Taehyung se encontraba en el palacio gubernamental, vistiendo un traje que le quedaba un poco grande, pero que simbolizaba el peso del legado que llevaba. Al mirar a su alrededor, la opulencia del lugar lo abrumaba, pero también le brindaba un sentido de propósito.

La sala estaba llena de funcionarios, militares y miembros de la comunidad. Todos esperaban con expectación. Mientras subía al podio, sintió un nudo en el estómago. Extrañaba a sus padres, especialmente a su madre, que siempre había estado a su lado en momentos como este. Sin embargo, una calma interior lo envolvió. Sabía que ellos estarían orgullosos de él.

Con voz firme, comenzó su discurso. Habló sobre la importancia de la unidad, de construir un futuro mejor y de honrar el legado de su padre. Cada palabra resonaba en su corazón, y aunque la tristeza lo acompañaba, la determinación de hacer lo correcto lo mantenía en pie. En sus pensamientos, imaginaba lo que dirían sus padres, guiándolo a través de la incertidumbre.

Mientras hablaba, sus ojos se encontraron con algunos rostros familiares. Sus amigos lo miraban con apoyo, y en ese momento, se sintió menos solo. A pesar de las sombras de su pasado y del secreto que llevaba, había una luz en su vida que lo motivaba: su hijo.

Al finalizar, un aplauso estruendoso llenó la sala, y Taehyung sintió un torrente de emociones. La responsabilidad lo asustaba, pero también le daba fuerza. Sabía que debía navegar por un camino complicado, enfrentando desafíos que no podía prever, pero estaba preparado para hacerlo.

Mientras dejaba el podio, una sensación de paz lo envolvía. Estaba listo para ser el gobernador que su padre hubiera querido, y aunque la pérdida siempre estaría presente, su futuro estaba lleno de posibilidades. Con el tiempo, se prometió a sí mismo que su hijo crecería en un mundo donde el amor y la fortaleza prevalecerían, incluso en medio de la tormenta.

Jungkook por su lado, había encontrado su ritmo en la selva. Después de semanas de aislamiento, su refugio, construido con ramas y hojas, se había convertido en un hogar acogedor. La naturaleza lo rodeaba, y cada amanecer le recordaba lo que significaba estar vivo. A medida que el tiempo avanzaba, comenzó a disfrutar de las pequeñas cosas: el canto de los pájaros, el murmullo del río cercano y el suave aroma de las flores silvestres.

La selva le enseñaba a soltar el pasado. Se despertaba cada mañana con la luz del sol filtrándose entre las hojas, y pasaba horas explorando los alrededores. Aprendió a recolectar, descubriendo la abundancia que la tierra le ofrecía. Cada día se sentía más fuerte y en sintonía con su entorno.

Sin embargo, en el fondo de su corazón, había un eco persistente de añoranza. A veces, mientras contemplaba el paisaje, una sombra de Taehyung cruzaba su mente. Pero en lugar de angustiarse, Jungkook aprendió a aceptar esos pensamientos como parte de su viaje. La selva lo había abrazado, y con cada día que pasaba, se sentía más libre.

Un día, mientras pescaba en el río, sintió una conexión profunda con la vida que lo rodeaba. Observó cómo los peces saltaban, los árboles danzaban con el viento y las criaturas se movían con gracia. En ese momento, comprendió que parte de su sanación era aprender a vivir en el presente, sin los fantasmas del pasado.

Jungkook decidió que, aunque Taehyung siempre tendría un lugar en su corazón, debía enfocarse en su propio crecimiento. Aceptaría lo que fuera que el futuro le deparara, sin presionarse por encontrar respuestas inmediatas. La selva se convirtió en su maestra, mostrándole que la vida era un ciclo de constante transformación.

Con cada día que pasaba, Jungkook se sentía más completo. La Bestia que una vez había sido, ahora se transformaba en un hombre que sabía que la paz era posible, incluso en medio de la tormenta. La selva había cultivado en él una nueva esperanza, y con esa esperanza, estaba listo para enfrentar lo que viniera.

A medida que pasaban los días, Jungkook se adentraba más en la selva, explorando sus rincones más ocultos. Cada nuevo descubrimiento ,una cascada oculta, un claro iluminado por el sol, lo llenaba de una alegría renovada. La naturaleza, con su belleza salvaje, se había convertido en su refugio y su sanador.

Un atardecer, mientras se sentaba junto a una fogata que había encendido, Jungkook observó cómo el cielo se teñía de tonos naranja y violeta. En ese momento, sintió una conexión profunda con el mundo que lo rodeaba. La Bestia en él había aprendido a coexistir con su humanidad, y la lucha interna comenzaba a desvanecerse.

Mientras contemplaba las llamas danzantes, recordó momentos con Taehyung: su risa, la forma en que sus ojos brillaban de miedo de las muertes que provocaba, y cómo todo parecía posible cuando estaban juntos. Sin embargo, en lugar de desear regresar a esa vida, se sintió agradecido por lo que había aprendido de su tiempo con él. Jungkook entendía que el amor a veces implicaba dejar ir y permitir que ambos siguieran sus caminos.

Una noche, mientras dormía bajo el cielo nocturno un sonido inusual lo despertó. Era un ruido lejano, un eco que se repetía en la oscuridad. Curioso, se levantó y siguió el sonido, que lo llevó a un pequeño claro. Allí, se encontró con un grupo de animales reunidos, como si estuvieran celebrando algo. Era un recordatorio de que la vida continuaba, que había belleza incluso en los momentos inesperados.

Con el tiempo, Jungkook comenzó a sentir que su vida en la selva no era solo un escape, sino una transformación. Aprendió a cultivar plantas y a vivir con los ciclos de la naturaleza. Se convirtió en parte del paisaje, y en esa conexión encontró su propósito. La selva no lo había mantenido alejado de Taehyung, sino que le había dado la oportunidad de redescubrirse a sí mismo.

Con cada día que pasaba, su corazón se llenaba de esperanza. Jungkook sabía que, aunque el pasado siempre dejaría huellas, el futuro era un lienzo en blanco. Estaba listo para pintar su propia historia, una que, tal vez algún día, pudiera incluir de nuevo a Taehyung, pero que, sobre todo, primero lo incluyera a él mismo. La selva lo había enseñado a ser fuerte, a ser libre, y a abrazar la vida sin miedo.

Jungkook, en su mundo de paz y naturaleza, había empezado a aceptar una dura realidad: Taehyung no estaba en este mundo. La imagen de su amor, de su risa y de su luz, lo acompañaba, pero la idea de que había dejado de respirar lo pesaba como una losa en su corazón. Recordaba el momento desgarrador en el que vio a Taehyung caer, y la sensación de impotencia lo llenaba de tristeza.

Sin embargo, en medio de su dolor, Jungkook comprendió que aferrarse a su pérdida lo mantenía anclado al pasado. Era hora de dejarlo ir y honrar la vida de Taehyung de una manera nueva. La selva, con su sabiduría infinita, le enseñaba que la muerte no era el final, sino una parte del ciclo de la vida.

Decidió que, en lugar de vivir con la sombra de su pérdida, haría algo significativo. Comenzó a crear un pequeño espacio en su refugio en honor a Taehyung: un altar hecho de piedras, flores silvestres y hojas. Cada mañana, al amanecer, se sentaba allí, reflexionando sobre los momentos compartidos y agradeciendo por el tiempo que tuvieron.

Con el paso del tiempo, esa práctica le trajo consuelo. Jungkook se dio cuenta de que, aunque Taehyung ya no estaba físicamente, su esencia siempre viviría en él. Aprendió a recordar con amor y no con tristeza, a celebrar la vida que habían compartido.

Un día, mientras recolectaba frutas, sentió un viento suave que le acariciaba el rostro, como si Taehyung le hablara desde el más allá. Sintió que era un mensaje de aliento, una señal de que debía seguir adelante. La vida continuaba, y Jungkook debía encontrar su propio camino.

Con renovada determinación, se dedicó a vivir plenamente, explorando cada rincón de la selva y conectando más con su entorno. Se convirtió en un protector de la naturaleza, ayudando a mantener el equilibrio en su pequeño ecosistema. Sabía que Taehyung hubiera querido que él fuera feliz, y esa idea lo impulsó a seguir adelante.

Jungkook se dio cuenta de que su amor por Taehyung no era un peso, sino un regalo. A medida que se sumergía en la vida silvestre, también se sumergía en el amor que había dejado una huella imborrable en su corazón. Aunque el dolor de la pérdida nunca desaparecería por completo, había encontrado una forma de transformarlo en algo positivo, convirtiendo su tristeza en fuerza y su amor en luz.

Les traigo un nuevo capítulo
Espero les guste
Que lo disfruten 🥰💕

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