
No me Gustan las Sorpresas
Sentía que los días pasaban con rapidez y que Franceska se había vuelto una pieza constante en mi vida nuevamente. Había tomado esta rutina donde pasaba por mí todos los días a la oficina, y uno que otro día se quedaba en mi casa. La editorial, por otro lado, se había convertido en un sumidero de habladurías y rumores, y aunque no éramos afectuosas la una con la otra en público, sabía que solo era cuestión de tiempo para que la bomba explotara.
—Emma, William está aquí —anunció Becca a través del intercomunicador.
—Hazlo pasar. —Ordené quitándome los lentes.
Will entró a la oficina con una gran sonrisa en su rostro. Su mirada pícara me decía que estaba tramando algo y yo ya tenía una leve idea de lo que era.
—Ese brillo en tus ojos solo puede significar algo —dije mientras le indicaba que tomara asiento.
—Esta noche vamos a salir.
—Will, no tengo ganas de salir a ningún lado. Sabes que no soy nada sociable.
—No estoy preguntando si quieres ir. Está decidido. Esta noche iremos a cenar y luego iremos a mover el cuerpo.
—¿Fran está de acuerdo con ese plan?
—Fran hará lo que sea para verte salir de la burbuja en la que estás metida. —Él se levantó de su asiento y se acercó para darme un beso en la mejilla para volver a sentarse y luego decirme—: Deberías dejarte los lentes. Sé que es un cliché, pero te hace ver sexy.
Reí ante su declaración. Nunca me lo habría imaginado.
—Por cierto, ¿tus empleados siempre son así de chismoso? —Enarqué una ceja.
—Parece que soy el tema del momento.
—Ya lo veo. La jefa se vuelve lesbiana —dijo haciendo un arco con las manos.
—¿Crees que debería decirlo?
—No les debes ninguna explicación, pero sí deberías hacer algo al respecto. —Se volvió a levantar—. En fin, paso por ti esta noche. Ya tengo que irme a mi cita.
—¿Cita?
—Ya sabes. Algo casual. —Me guiñó un ojo y me dedicó una sonrisa coqueta.
Entonces, William se marchó tan rápido como había llegado. Fran y yo no salíamos a lugares públicos. Siendo honesta, aún lo veía muy pronto. No quería que se supiera todavía y tener que cargar con las miradas llenas de prejuicios de mis empleados.
Seguí trabajando un poco más, pero la verdad era que necesitaba mantener la cabeza ocupada, porque la salida con Will y Fran me tenía un poco nerviosa.
Fran no había ido por mí a la oficina, lo cual me entristeció un poco porque ya me había acostumbrado a verla venir a buscarme a la oficina. "Deberías polarizar estas ventanas," recordé mientras salía del edificio. Sabía que detrás de esa oración se ocultaba una gran insinuación. Si me ponía a pensarlo, hasta podría ser divertido.
Llegué a casa y lo primero que hice fue ponerla a llenar la tina. Tenía que liberar un poco de la tensión que tenía en mi cuerpo, y que mejor forma de hacerlo si no era tomando un baño de espuma y agua tibia.
Me despojé de mi ropa de forma instantánea y recogí mi cabello en un moño alto. Meterme en la tina fue fácil, lo difícil era que después de tanta relajación, ya no quería salir de allí. Sentía que mis niveles de estrés disminuían, y mi pensamiento solo se iba en los ojos verdes de Franceska. Solo ella ocupaba mi mente, y como una boba sonreí ante la ilusión de verla sonreír a mi lado.
De repente, mi teléfono comenzó a sonar, sacándome de la ilusión de Fran. Salí de la tina con rapidez y me envolví en una toalla. Cogí el teléfono y era un mensaje de William.
"Espero que estés lista. Iremos por ti en media hora."
¿Media hora? Aún me faltaba mucho para arreglarme. Me sequé con ímpetu y busqué dentro de los cajones algo que no había usado en mucho tiempo; lencería. Tomé un conjunto rojo; era de un suave y delicado encaje con formas de rosas. Era perfecto.
Luego me fui al closet y rebusqué entre el mar de ropa que se hallaban en ganchos. Un lindo vestido negro se asomó a mi vista y supe que era el indicado; mangas cortas y una falda que me permitiría moverme con plenitud en la pista de baile, si es que tomaba el valor de bailar. No era un vestido sugerente o extremadamente sexy, pero era casual y tenía estilo.
Me calcé un par de tacones aterciopelados de color rojo y me maquillé de forma sutil; un poco de base, delineado fino, y mascara. Me pinté los labios de rojo mate y por último solté mi cabello en suaves ondas que caían sobre mis hombros.
Estaba por ponerme algo de perfume, pero el sonido del timbre hizo que me sobresaltara. Ya estaban aquí.
Me apresuré a abrir la puerta, pero la persona frente a mí no era la chica de ojos verdes.
—Entonces es cierto —dijo Theo entrando a la casa sin ser invitado—. ¿Tan rápido encontraste un reemplazo para mí?
—¿Qué? —Esto no era bueno—. ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté aún sorprendida.
—Solo estoy confirmando lo que dijeron mis amigos.
—No sé de qué hablas. —Esto no podía estar ocurriendo justo ahora.
—De que tú y tu amiguito han estado viéndome la cara de idiota.
—¡¿Qué?! —Ahora sí que estaba confundida—. ¿William? ¡Por Dios! William es gay. Es absurdo lo que dices.
—Todavía recuerdo a la chica con la que estaba...
—¿Eso qué tiene que ver?
—¡Esto tiene que ser una broma! —escuché detrás de mí. William y Franceska acababan de llegar. Ella, como siempre, lucía como una diosa, pero me era difícil poder contemplarla dada la situación en la que nos encontrábamos—. ¿Qué hace este idiota aquí?
—¡El idiota aquí eres tú! —gritó Theo acercándose peligrosamente a William—. ¡Te robaste a mi chica! —Ante las palabras que salían de su boca, Franceska no pudo evitar soltar una carcajada.
Theo la miró frunciendo el ceño y claramente estaba confundido y muy molesto.
—Simplemente, no lo puedo creer —respondió Will de la manera más calmada que pudo. Fran seguía riéndose, y yo solo sentía que iba a explotar en cualquier momento—. Amigo, si no lo has notado, no me van las chicas, al menos no para el sexo. —¡Oh, Dios mío! No podía creer lo que estaba sucediendo, y para colmo, Franceska no paraba de reír—. Creo que si hubieras prestado un poquito más de atención a los detalles de la vida de Emma, te darías cuenta de que la tercera rueda aquí soy yo. —Ante la declaración clara de Will, Theo me miró, y luego posó su mirada en Franceska. Noté como de inmediato todo en su cerebro hizo clic y lo comprendía todo.
—¿Ustedes dos? —Nos miró nuevamente. Francesca esta vez se acercó a mí y entrelazó nuestras manos—. ¿No eras la chica del restaurante? —Desvió su mirada a mí—. Dijiste que no la conocías. ¿Desde cuándo me estabas engañando?
—Yo...
—Ella te dijo quién era desde el principio. No debería ser una sorpresa para ti —repuso Will y esta vez dio un paso frente a Theo—. Será mejor que te vayas. No quiero tener que sacarte a la fuerza.
Entonces Theo dio un paso atrás mientras sus ojos seguían mirando nuestras manos entrelazadas. Luego miro a Franceska a los ojos y dijo:
—Ella te romperá el corazón. —Aunque había veneno en sus palabras, lo que ella respondió me hizo sentir peor.
—Se lo debo.
Theo se marchó dejándonos a los tres con una tensión tangible en la sala de estar. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba apretando muy fuerte la mano de Francesca hasta que ella cogió mi rostro haciéndome que la mirara.
—¿Estás bien? —No respondí.
—Cancelaré la reservación. Podemos salir después que te sientas mejor —dijo Will dándome una palmadita en el hombro.
Caminé de forma automática hasta la cocina y me serví un vaso de agua. Sentí la presencia de Franceska en la cocina, y cuando me di cuenta, Will también estaba ahí. Ellos sabían que no estaba bien, que necesitaba tiempo para recuperarme. No era fan de los confrontamientos.
—Ya está cancelada la reservación —anunció mi amigo con tranquilidad—. Voy a dejarlas solas para que hablen. Las veo luego. —Él se acercó y me dio un fuerte abrazo y luego se marchó.
Fran me miraba con preocupación. La escenita me había afectado más de lo que creía.
—Em, ¿estás bien?
—¿Qué quisiste decir con "se lo debo"?
—¿Qué?
—Lo que le dijiste a Theo. —Podía sentir el nudo en la garganta.
—Solo fue algo del momento. No significa nada. —Pero yo sabía que sí lo hacía.
—¿Crees que voy a romperte el corazón? —Esta vez mi voz se quebró.
—Por supuesto que no —declaró mientras se acercaba a mí y me tomaba por la cintura—. Pero si lo hicieras, no tendría que reprochártelo. Yo te rompí el corazón primero, a eso me refería. —Me abrazó muy fuerte y yo no pude contener las lágrimas por más tiempo.
—No quiero que pienses de esa manera —dije entre sollozos—. No puedo pensar siquiera en odiarte, mucho menos hacerte daño.
—Ya lo sé, hermosa. Siento haber dicho eso. Mira, ya hice que arruinaras tu maquillaje. —Sonreí un poco—. Aun así no dejas de verte como una diosa.
—Lamento que nuestra cita se arruinara.
—Nada de eso. —Ella arropó mis mejillas con sus manos y me miró a los ojos—. ¿Quieres ver una película?
Asentí. Necesitaba la distracción porque sabía que mi mente iba a estar divagando toda la noche entre los acontecimientos sucedidos. Entramos a la habitación y Franceska me ayudó con el vestido.
—¿Lencería? —inquirió ella enarcando una ceja.
—Pensé que te gustaría.
Entre toda la escena desagradable, no había tenido la oportunidad de describir lo hermosa que estaba Franceska. Ella había arreglado su cabello en un moño alto, y algunos mechones sueltos en su rostro. Llevaba puesto un vestido azul marino, sin mangas y con un leve escote en el pecho. Se había puesto un par de tacones cerrados que la hacían lucir más alta de lo que ya era. Había aplicado un maquillaje sencillo, igual que yo, y aun así se veía muy sofisticada.
—Me gusta mucho —sentí sus labios posarse en mi hombro—, pero tenemos una película por ver.
Ella se dirigió a las gavetas y sacó dos mudas de ropa; una para mí y una para ella. Luego se dirigió al baño para cambiarse dejándome sola por unos minutos. Aproveché para quitarme el brasier y ponerme el pijama de algodón. Luego cogí mi laptop y empecé a buscar algo que ver en Netflix. Franceska salió del baño luciendo mi pijama y la verdad era que la encontraba muy tierna.
—Espera un momento —dijo mientras me mostraba un paquete de toallitas desmaquillantes—. Acércate. —Pidió dando palmaditas en la cama al lado de ella.
Me senté junto a ella mientras la chica de ojos verdes sacaba una toallita del paquete. Suavemente, empezó a deslizarla sobre mi rostro; pasándola de manera delicada sobre mis ojos, retirando el maquillaje. Luego pasó otra por mis pómulos, realizando todo el proceso en un cómodo silencio. Cuando terminó con su labor, me miró con sus hermosas gemas y sonrió. No pude evitar que mi mano atrevida la acariciara. Mi pulgar se dirigió a sus suaves labios, acariciando el inferior. Me incliné y pegué nuestras frentes sin todavía quitar mi pulgar de su labio.
—No puedo creer que te rieras —susurré— Quería morirme.
—Es que su cara, su expresión y todo lo que decía me parecía hilarante —respondió Fran riendo y dándome un beso en los labios—. ¿Ya sabes qué película vamos a ver?
—No. Creo que mejor eliges tú esta vez.
—Vale, ya sé. Vamos a ver Shrek. No hay nada que pueda poner de mejor humor a alguien que Shrek.
Solté una carcajada.
—La parte dos es la mejor.
—Eso ya lo sé, tontita.
Franceska se acomodó en la cama y yo me coloqué junto a ella. Nuestra cercanía era tanta que nuestros cuerpos quedaban pegados el uno del otro. Su calidez era cómoda y relajante. Con la laptop en sus piernas, Franceska puso la mejor película del mundo y yo no pude sentirme mejor.
*****
—... te dije que lo nuestro no podía continuar... No, nunca te engañé, Nina... ¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso?... estuviste de acuerdo. Dijiste que entendías.
La voz de Franceska me despertó. Ella estaba al teléfono hablando con alguien, con una chica. ¿Estaba celosa? Quisiera responderles en negativa, pero estaría mintiendo. Yo sabía que no tenía nada de que preocuparme, pero también me conocía muy bien para saber que necesitaba respuestas.
Me levanté de inmediato y me dirigí hacia donde se encontraba; la sala de estar. Ella me miró sorprendida.
—Me tengo que ir —dijo ella hablando con rapidez, y sin esperar respuesta alguna, colgó la llamada—. Perdón por haberte despertado, Em.
—¿Quién es Nina? —no eran celos, era solo pura curiosidad.
—Nadie importante.
—¿Ahora empezamos de vuelta con las mentiras? —Levanté una ceja y me crucé de brazos—. Está bien. No me digas.
Caminé nuevamente a la habitación. ¿Cómo podía decirme que no era nadie importante? Claramente, había una historia detrás de ese nombre y yo quería saberlo. ¿Acaso yo también había ido ese "nadie importante" en su vida?
—Emma, espera. —Seguí caminando sin hacerle caso—. Em, por favor. — Me tomó de la mano y me detuvo.
—¿Por qué me mientes? —pregunté claramente con fastidio.
—No quería molestarte con ese tema.
—Lo que me molesta es que no quieras ser honesta conmigo. Dime quién es Nina y por qué te llamó.
—De acuerdo. —Fran soltó un suspiro—. ¿Recuerdas que me preguntaste si había estado con alguien más luego de haberme ido? —Asentí—. Conocí a Nina en la ciudad. Yo trabajaba como recepcionista en una agencia de modelos y ella apareció para hacer casting.
—Continúa.
—Salimos un par de veces y luego de un tiempo... por favor, Em. Ya no importa. Es parte del pasado y yo solo quiero estar contigo.
—¿Por qué te llamó? —pregunté
—Pensé que las cosas entre nosotras habían quedado claras cuando dejé la capital. Le conté de ti y que no podía seguir con ella mientras aún te amara. Fue algo mutuo. Ella lo entendió.
—No creo que lo haya entendido de un todo. —Me solté de su agarre y me encerré en el baño. No me podía creer que estaba armando un berrinche. Estaba actuando como una niña malcriada.
—Em, abre la puerta.
Estaba reaccionando mal. Estaba siendo una estúpida. Me sentí como una adolescente cuando claramente era una mujer adulta. Aun así, no paraba de imaginarme a Franceska con la tal Nancy.
—Lo siento, pero me obligas a hacer esto.
De repente la puerta se abrió. Fran tenía un cuchillo de mesa en la mano con el que había forzado la cerradura.
—Estas cerraduras son muy fáciles de abrir —dijo mientras ponía el cuchillo en el lavabo—. ¿Podrías decirme por qué te pones así, Em? —Ella se agachó, y se sentó frente a mí con las piernas cruzadas—. Yo te amo. ¿Cuántas veces debo repetírtelo?
—Lo siento. Estoy actuando de manera inmadura —respondí intentando recomponerme—. No debo preocuparme.
—Claro que no. —Ella tomó mis manos y sonrió—. No tienes que preocuparte o sentir celos de Nina.
—No estoy celosa. —Franceska levantó una ceja—. Bueno, quizás solo un poco.
Ella empezó a reírse y yo solo podía admirar lo bonita que era. Tomé su rostro con mis manos y me incliné para darle un beso. Necesitaba sentir sus labios en los míos. Cuando estábamos juntas, éramos una sola persona. Nos entregábamos completamente la una a la otra porque nos pertenecíamos en cuerpo y alma. Aun así, algo me decía que la espina de Nina volvería a hincar en cualquier momento.
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Happy New Year...
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