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Miedo a Perderte


—Yo... —No tenía una respuesta sensata.

—Pensé que confiabas en mí.

—Sí confío en ti —dije en mi defensa.

—¡Entonces explícame qué demonios paso ayer, porque honestamente no veo lógica a los acontecimientos, Emma!

Fran se quedó mirándome fijamente esperando a que yo respondiera, pero no sabía ni que decir. Cualquier cosa que saliera de mi boca no justificaría mis actos del día anterior.

Al ver que no pronunciaba palabra, se levantó de la mesa y se dirigió a la habitación.

Sentí las lágrimas agolparse en mis ojos. No sabía con exactitud que estaba pasando; primero dejé que Theo me besara, causando un problema que se suponía ya estaba solucionado, y ahora hacía berrinches por cosas que no habían sucedido.

¿Cómo le explicaba que me sentía amenazada? ¿Cómo le decía que tenía miedo de lo que estábamos viviendo fuera solo una ilusión?

Cuando Fran salió de la habitación, estaba vestida con otra ropa, lo que me alarmó.

—¿A dónde vas?

—No creo que te importe —espetó mientras tomaba las llaves.

—Espera, Fran. No te vayas así. —Me coloqué detrás de ella y envolví mis brazos en su cintura.

El cuerpo de Franceska se tensó por completo. No estaba dispuesta a ceder ante mí. Y yo, por otro lado, no podía dejarla ir de esa manera.

—Suéltame, Emma —dijo midiendo el tono de sus palabras.

—No quiero perderte —respondí soltando las lágrimas.

Sentí que su cuerpo se relajaba solo un poco y luego la escuché dejar salir un pesado suspiro.

—Tienes miedo a perderme, pero no hablas conmigo. Tienes miedo a perderme, pero te emborrachas y me evitas. Tienes miedo a perderme, pero no confías en mí. —Todas era verdades, y no podía objetar al respecto. Ella se giró para mirarme y pude ver que le dolían sus propias palabras—. Necesito tiempo para pensar.

—Por favor, no te vayas —rogué mientras las lágrimas se deslizaban por mi rostro—. Sé que no estuve bien. Estoy arrepentida de mi comportamiento, Fran. Conversemos sobre esto.

Sus manos tomaron mis muñecas y las separó de su agarre. Sentí un vacío dentro de mi pecho que empezaba a doler aún más.

—Iré a caminar. Puedes quedarte o irte. Puedes hacer lo que quieras. —Franceska hablaba en un tono seco.

Luego se dio la vuelta y salió de la casa.

Podía hacer dos cosas; podía irme a mi casa, desvanecerme en un mar de lágrimas, hundiéndome en mi propia miseria, o podía quedarme, esperar a que las cosas se calmaran y luego tener la conversación más seria de mi vida con la persona que más amaba en el mundo.

Había estado fatal y ahora debía pagar las consecuencias de mis actos. De nada me servía llorar, así que me limpié las lágrimas y volví de nuevo a la mesa donde yacían nuestros desayunos y los recogí para guardarlos en la nevera.

¿Cuánto se demoraría en volver?

Regresé a la habitación y me tumbé en la cama. Las sabanas tenían su olor, y eran tan suaves como lo era ella. Me acurruqué como si fuera una niña pequeña y me aferré a la tela como si se tratara de Fran. Ni siquiera me había parado a pensar en lo desagradable que tuvo que ser para ella cargar con una borracha, y eso contando que no era la primera vez que me traía a su casa en ese miserable estado.

Me sentía como una auténtica idiota.

****

Sin darme cuenta, me había dormido nuevamente, y cuando reparé en la hora, noté que ya pasaba de mediodía y Franceska aún no había vuelto. Me alarmé.

Revisé mi teléfono y no tenía ningún mensaje de ella en la bandeja de entrada. Sin embargo, había una llamada perdida de una persona en particular que me debía muchas explicaciones.

Devolví la llamada sin siquiera pensarlo dos veces y a los dos tonos, él respondió.

—¿Estás bien, hija? Llamé a tu trabajo y me dijeron que estabas enferma.

—¿Qué quieres?

Después de recordar las bajezas que hizo para mantener alejada a Fran de mi vida, hablar con mi padre era ponerme de mal humor al instante.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué me hablas de esa manera, Emma? —Se oía confundido.

—¿Creíste que nunca me iba a enterar? ¿Pensaste, que porque tuviera una relación con Theo iban a dejar de gustarme las mujeres? Pues lamento romper tu fantasía, papá, pero todavía me siguen gustando.

—¿No sé de qué tonterías hablas? A mí no me importa...

—¡Alejaste a Franceska de mi vida con amenazas! ¡Tus prejuicios me arrebataron la felicidad! ¿Sabes cuánto me dolió que ella se fuera sin decirme nada? ¡Tú sabías todo y decidiste qué era lo mejor para mí sin siquiera hablar conmigo!

—¿Puedes dejar de gritarme? No sé quién te dijo esas cosas, pero no es así.

—Ahora mismo me encuentro en casa de Franceska.

Silencio.

—¿Estás seguro de que su versión difiere de la tuya? Porque, papá, dado tu aversión por mi estilo de vida, dudo que ella mienta. Es tu culpa que tenga problemas de confianza, ¿sabes? Todo porque verme al lado de un hombre se asemeja más a tu ilusión de una pareja normal.

—Emma, yo solo quería lo mejor para ti.

—¡Y una mierda! Ni siquiera sabías lo que era mejor para mamá. No sabes lo que me alegra que se hayan divorciado.

Me abstuve de escuchar una palabra más y le colgué.

Se sentía de maravilla sacar todo de mi sistema. Papá y yo no nos llevábamos muy bien, y aunque nuestra relación era distante, siempre había cierto respeto entre ambos. No obstante, dado los acontecimientos, le había perdido el respeto que le tenía. Era su culpa que me sintiera amenazada por el pasado de Fran, y lo peor es que ella no tenía la culpa de nada.

—Hablemos.

Me llevé un susto al escuchar la voz de Franceska. Dirigí la mirada a la puerta y la encontré apoyada del marco. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí?

—Te espero en la sala —dijo sin mirarme muy bien y luego se fue.

No me gustaba por donde iba esto. No me tenía un buen presentimiento. Quizás estaba paranoica, pero Fran se veía demasiado calmada.

Me levanté rápidamente de la cama y la seguí.

Ella tomó asiento en uno de los sillones y cruzó las piernas.

Estaba aterrada.

Me senté en el sofá y tomé una respiración profunda.

—Quiero pedir...

—Voy a ser totalmente transparente contigo, Emma. —Me interrumpió—. No quiero más disculpas o excusas, no quiero que me pidas perdón, ni que me digas lo mal que te sientes, porque eso ya lo sé.

—Entonces, ¿qué quieres que diga?

—Solo quiero que me escuches atentamente esta vez. —Asentí—. Cuando me fui, lo hice por razones que creí más importantes que yo. Eso lo sabes, ¿verdad? —Volví a asentir—. Cuando lo hice, no esperé que te quedaras sola, o que no conocieras a nadie y fueses célibe. Sabía que pensar de esa manera era egoísta, y por eso, durante todo este tiempo que estuvimos separadas, no me molestaba la idea de que estuvieras con alguien.

—Tienes razón —dije con un nudo en la garganta.

—Quizás mi error fue ser egoísta y volver a buscarte —negué con la cabeza—. Quizás no debí regresar y debí dejar que vivieras tu vida.

—No digas eso. —Limpié una lágrima que bajaba por mi mejilla.

—Yo te amo, Emma, nunca dejé de hacerlo, pero siento que me castigas por haber seguido con mi vida, por haber estado con alguien más aparte de ti, y no es justo. —Sus lágrimas también hicieron presencia—. Meterme entre Theo y tú no estuvo bien, y jamás sentí que debiese castigarte por estar con un hombre.

—Lo siento mucho.

—Creo que ambas necesitamos un tiempo —dijo tras un largo suspiro.

—¿Qué? —Me levanté del sofá y me acerqué a ella—. No. No quiero eso, Franceska. No quiero que tomemos más tiempo lejos la una de la otra. —Me puse entré sus piernas y tomé sus manos—. Entiendo que he sido una inmadura, pero no quiero perderte. No quiero que estés lejos de mí.

Solté sus manos y me aferré a ella, rodeándola con mis brazos, mientras escondía mi rostro en su cuello.

—Te prometo que todo será diferente —dije en hilo de voz—, pero por favor no hagas esto.

La oí sollozar. Sus brazos me envolvieron, pero ella seguía sin decir nada. No podía creer que estaba perdiéndola de nuevo, no podía creer que había sido lo suficientemente estúpida para provocar esto. Ella tenía razón, aunque me costara admitirlo.

No podía borrar estos últimos años, así como tampoco podía borrar que ambas tuviéramos otras parejas en ese entonces. Mi constante desconfianza no tenía nada que ver con ella, sino conmigo misma.  

—Em, necesito que confíes en mí. De nada servirá que sigamos juntas si siempre vas a cuestionar mis acciones, si siempre vas a mirar en mi pasado. Es por eso que necesitamos un tiempo. No digo que no quiera estar contigo, pero tampoco podemos seguir con esta forma de llevar las cosas.

—Lo sé. —Me separé de ella y la miré a los ojos—. Te daré el tiempo que necesites. Iré por mis cosas.

Me levanté para cambiarme de ropa e irme, cuando su mano sujetó la mía.

—Espera. —Tiró de mi mano hacia ella y caí sentada en sus piernas. Mi respiración se agitó.

Su otra mano acarició mi rostro y yo sentí que volvíamos a estar bien. Sus labios se fundieron con los míos de una manera tan salvaje, que pensé que estaba soñando. Era un beso profundo, un beso que me quitaba el aliento. Su lengua se abrió paso en mi boca, y recordé que habían pasado muchas horas desde que nos habíamos besado por última vez.

Quise aprovechar cada segundo, quise dejarle saber que era completamente suya y de nadie más. Que el pasado no importaba porque siempre le pertenecí a ella. Mis brazos rodearon su cuello, acercándonos aún más, mientras nuestros labios se acariciaban, mientras nuestras lenguas se encontraban, mientras nuestras almas se fusionaban en un solo acto.

Temía perder a Franceska nuevamente, pero ahora no sería culpa de nadie más sino mía. Tenía que aprender a confiar, y por eso tenía que ceder a su petición. Me iría, pero solo cuando ella tuviera suficiente de mí.

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