Capítulo 24
Empecé a escuchar un fuerte aleteo tras de mí, volteé notando que se trataba de papá... Enseguida quise recomponerme pues no quería avergonzarme más.
-Ahórratelo, hijo. Ya te vi -dijo caminando hacia mí y sentándose a mi lado.
-Papá... no quiero esto ahora -pedí tratando de que no me temblara la voz.
-Pero lo necesitas -respondió. No dije nada porque tenía razón, quizás no lo quiera pero tal vez lo necesitaba-. Dime, Jayd ¿qué pasó?
Me encogí de hombros mientras jugaba con mis manos y no sabía que decirle, pero lo intenté finalmente.
-Yo... no sé... qué hacer -hablé con pausas-. No quiero... herir a nadie, pero parece que es lo único que se me da bien.
-¿Nilsa y Zira? -asentí- ¿Hablaste con ambas?
-Lo intenté... con Zira fue un desastre pero intenta hacer que todo parezca que está bien cuando no lo está, y Nilsa... ella se guarda todo para sí misma, no sé que hacer para que hable conmigo y saber en qué le estoy fallando. Ya no quiero lastimar a ninguna.
Papá asiente comprendiendo o intentando hacerlo. Nos quedamos en silencio un segundo para que yo pueda calmarme un poco.
-¿Sabes...? A veces cuando uno se esfuerza tanto en no dañar a los demás, es cuando verdaderamente lo hace y a la vez, te haces daño a ti mismo.
-¿Cómo puedo no hacer eso?
-No se puede, en este caso alguien va a salir lastimado. No puedes evitarlo todo... lo único que queda es amortiguar el golpe y tratar de solucionar las cosas calmado y pensando en ti.
Suspiré y pasé mis manos por mi rostro con desesperación, pues no era lo que quería escuchar pero tenía razón. Odio que tenga razón en esto...
-Jayd... A veces hacemos cosas que creemos conectas y que así protegeremos a los demás, pero por cegarte a ti mismo a hacer solo una cosa... no te das cuenta de las consecuencias cuando ya está hecho -miré a papá notando cierto pesar en sus palabras-. ¿Quieres no lastimar a ninguna? Empieza por pensar en ti y resolver lo que hay dentro de tu cabeza y luego lo que hay en tu corazón. Porque uno no puede reparar algo ajeno cuando ni siquiera puede repararse a sí mismo.
Asentí al darle la razón, miré al frente mientras me calmaba. Papá apoya su brazo sobre mis hombros y me atrae con su ala.
-A Nilsa dale tiempo, no es fácil abrirse a otras personas y menos cuando no queremos avergonzarnos a nosotros mismos, ¿no? -me sonríe un poco.
-Supongo... -respondí apartando la mirada-. Papá... hay algo que debo decirte.
-¿Qué pasa?
-Ayer, Zira y yo... bueno, nos besamos... Pero, no se sintió como hubiera querido, no era...
-¿No era a ella a quien querías besar? -negué avergonzado- ¿Entonces por qué lo hiciste?
-En realidad no quise hacerlo al darme cuenta, se lo dije y fue por eso que todo empezó a ir mal. Después, ella me besó y dijo que al menos sería por esa vez y bueno yo... no sabía que más hacer. Si la rechazaba de nuevo se iba a sentir peor.
-Quizás... pero ¿tú cómo te sientes después de devolverle el beso?
-Como el mayor imbécil de la historia.
-¿Lo ves? A eso quiero llegar. Haces cosas por los demás para no herirlos pero, además de sí hacerles daño a ellos, también te lo haces a ti. Eso no está bien, hijo -suspiró-. Y sin contar que besaste a la hija de mi mejor amigo, va a querer matarnos después de esto, ¿sabes?
-Papá, me haces sentir mal -me quejé.
Él ríe un poco y me abraza para consolarme. Solté un suspiro y solo me dejé abrazar... había olvidado la última vez que mi padre me abrazó, se sentía bien. No recordaba que fuera tan reconfortante.
-Solo digo... el no pensar en ti te lleva a un ciclo donde una acción puede derrumbar muchas cosas. Un cristal roto solo corta a los demás, debes saber como unir tus piezas y solucionarlo. Y si necesitas apoyo, recuerda que tienes a tu familia para ayudarte a reunir esas piezas. Pero al final, eres tú el que sabe dónde encajan todas.
Sonreí agradecido por su consejo y charla motivacional. Agradecía mil veces tener a mi padre conmigo, aunque no lo iba a admitir en voz alta y menos frente a él. Tiene muy alto el ego gracias a mamá.
-Oye, papá... -llamé su atención- ¿Piensas perdonar al abuelo?
-A veces lo considero... -respondió-. Pero muchos años de maltrato no se olvidan fácilmente, supongo que puedo mantener la fiesta en paz y disfrutar de mi familia más cercana. Además de pasar tiempo de caridad con mi hijo.
Me abrazó más fuerte por el cuello y desmeinó mi cabello, me quejé y me aparté.
-¡Oye! -arreglé mi cabello mientras él ríe- ¿Qué tienen todos con despeinarme?
Papá no paraba de reír a carcajadas mientras yo evitaba la mía, solo dejé escapar una pequeña sonrisa mientras miraba al frente pero entonces papá se levanta y me tiende la mano.
-Bueno, es hora de regresar. Tu madre está preocupada.
-¿Ah sí? Pues no parecía cuando ella y Sarah se unieron para mirarme mal -respondí aceptando su ayuda para levantarme.
-Ambas le tienen cariño a Nilsa, sobre todo por salvarte de los cazadores -respondió-. Tu madre sabe que algo te molesta así que no te sorprendas cuando te abrace al verte.
-Quizás.
-Anda, vamos ya.
Asentí. Ambos extendemos nuestras alas y fuimos de regreso al clan. Caminamos hasta casa, sinceramente no quería entrar aún pero papá me animó a hacerlo.
-Llegamos -avisa al abrir la puerta.
Al instante sentí a mamá abrazándome con cariño. Miré a papá y él me veía con una mirada de "te lo dije". Suspiré y abracé a mi madre de vuelta.
-Lo siento, cariño. No me paré a pensar en como te sentías también -dice ella.
-Está bien, mamá... Sabes que no me gusta que me vean así -respondí apenado.
-Lo sé, eres igual a tu padre -ella se separa mientras me sonríe-. La primera vez que lo vi llorar parecía un bebé y aún así no me dejaba mirarle bien.
-Evett -papá llama su atención avergonzado-. Dijimos que no volveríamos a recordar eso.
-¿Crees que lo voy a olvidar? Te veías muy tierno, así demostrando tus sentimientos y no como una roca -ella lo abraza también y le da un beso en la mejilla-. Pero de cualquier forma me gustas.
-Bueno, bueno, demasiado amor -me quejé y fui a sentarme en el sofá junto a Sarah y Dylan.
Agarré a Sarah desprevenida y la hice acostarse sobre mis piernas para hacerle cosquillas pues ella es muy cosquilluda.
-¡Para! ¡Jayd, por favor! ¡Me hago pipí! -ríe ella mientras patalea.
-Sarah, enana de mi vida. No vuelvas a mirarme mal porque sabes que no puedo vivir tranquilo si lo haces.
-Hm. Entonces no seas un tonto -comentó sentándose de nuevo-. Pero tampoco lo seas contigo mismo.
-Lo prometo -hablé levantando la mano derecha como en un juramento. Ella salta sobre mí para abrazarme.
-Te quiero, Jayd.
-Y yo a ti, Sarah -respondí sonriendo.
Pero entonces ambos nos quejamos cuando Dylan nos abrazó lo más fuerte posible.
-¿Y yo qué?
-Tú pesas -se queja Sarah.
-¿A Jayd le dices te quiero y a mí que estoy gordo? Me ofendes, hermanita -Dylan se deja caer sobre el sofá en una pose dramática.
Sarah ahora salta sobre él haciendo que se quejara por lo repentino. Pero la abrazó igual.
-A ti también te quiero, tonto.
-¿Por qué siempre me tienes que robar la atención de Sarah? -me quejé- ¡Estaba conmigo!
-Pero ahora está conmigo.
Lo fulminé con la mirada pero entonces mamá y papá vinieron a detenernos mientras reían. Entonces a mí se me ocurrió y abracé a mamá.
-Pues yo tengo a mamá -le saqué la lengua a Dylan.
-¡No se vale!
-Sí, no se vale -papá se une a las quejas-. Ella es mi esposa, devuélvemela.
-Hombres -mamá y Sarah ruedan los ojos pero sentí como mamá dejaba un leve beso en mi cabeza.
La miré un segundo y volví a aferrarme a ella por sentirme tan reconfortado por ella. No había cariño igual como el de mi familia. Incluso Dylan.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro