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CAPÍTULO 3

Al paso de dos semanas, la comunidad había avanzado hacia el paso de Caradhras. Gandalf lo consideró un camino seguro al no haber otra cosa que nieve y vientos helados. La mayor parte del tiempo, Melian permanecía callada y siempre buscaba la compañía de Legolas o Aragorn, prefería no molestar a Gandalf para que él se hiciera cargo de Frodo, pues sabía que el hobbit le tenía una gran confianza.

A la mitad del camino de la montaña, el clima empeoró haciendo casi imposible ver a quien tenían enfrente. Melian se adelantó con Legolas al poder caminar sobre la nieve, intentaba ignorar al frío pero algunas veces lograba traspasar las resistentes ropas élficas. No recordaba haber sentido nunca el frío y Legolas parecía completamente inmune a él.

Quienes parecían completamente entumidos de frío eran los hobbits, el clima extremo estaba afectándolos demasiado. Frodo resbaló en una de las pendientes y la cadena con el anillo se le desprendió del cuello.

-¡Frodo! – le gritó Aragorn al correr a ayudarlo, Melian se aproximó a él también. Frodo no dijo nada, pero al buscar frenéticamente el anillo se dio cuenta que se había caído.

-Boromir... – le llamó Melian al verlo recoger la cadena de la nieve.

-Es una pena que todos estemos condenados por algo tan pequeño... – dijo él visiblemente atraído por la joya de Mordor.

-¡Boromir! Dale el anillo a Frodo... – se acercó Aragorn con su mano en la empuñadura de su espada.

-No dejes que te traicione, Boromir... – Melian sabía que era uno de los engaños del anillo.

-Claro que no, no me importa... – contestó el hijo de Gondor fingiendo no darle importancia al asunto.

El avance por la montaña continuó hasta que Legolas advirtió de una voz escondida en el viento. La voz de Saruman embrujaba la montaña para acabar con la vida de todos. Después de resistirse un tiempo, Frodo solicitó cambiar de tumbo y cruzar las Minas de Moria. Al bajar la montaña comenzaba a anochecer, por lo que Aragorn sugirió pasar la noche adentrándose en un bosque cercano para descansar.

Se habían instalado todos, Legolas había solicitado la primera guardia y se había subido a uno de los árboles para vigilar. Los cuatro hobbits y Gimli ya dormían, Gandalf fingía descansar, pero todos sabían que le era inútil. Boromir dormía junto a Gandalf y Aragorn estaba sentado en una roca fumando de su pipa. Melian se acercó a él al no poder dormir.

-¿Por qué sigues despierta? ¿Te sientes bien? – le preguntó Aragorn preocupado, al ser muy cercana a Arwen, Melian también era muy cercana a Aragorn, casi hermanos.

-Sí, sólo que no puedo dormir – le contestó sentándose a su lado y recargando su cabeza en el hombro de él.

-Anda, dilo... te conozco bastante bien...o vas a preguntarme algo o es algo que tienes que decir – le dijo Aragorn sonriendo y buscando la mirada de la elfa, teniendo que agachar su cabeza.

-¿Por qué te despediste así de Arwen? ¿Tan poca es tu fe en lo que estamos haciendo?

-No es poca fe, tal vez es lo contrario...fe en que ella encuentre paz y vaya con su gente a Valinor – le contestó en un susurro, la tristeza le llenaba los ojos.

-Aragorn, no la presiones...su naturaleza está contigo, su amor está contigo, toda la fe de su corazón está puesta en ti. Perderte a ti, es como para mi haber perdido Lórien. Es perderlo todo sin importar lo que suceda – la luz de la luna bañaba a Melian y su piel parecía resplandecer, Aragorn la miró y la abrazó, consolándola y consolándose él mismo.

-No se les puede engañar a los Señores de Lórien por tanto tiempo, las cosas tienen que mejorar para ti, pequeña.

-¿Y qué más da? ¿Cómo borrar lo sucedido? Para todos es la tragedia de Lórien, pero para mí significó todo...Es de lo mismo que te hablo cuando me refiero a Arwen... no la dejes ir – Melian besó la mejilla de Aragorn y se levantó de ahí, dejándolo con sus pensamientos.

En lo alto de las ramas de un árbol, Legolas había escuchado la conversación entre Melian y Aragorn. Vio como ella se retiró a un punto cercano a la fogata y se recostó a descansar, tal vez intentando dormir. La miró largo tiempo, memorizando las tiernas facciones de su rostro y las formas perfectas de su cuerpo. Se dio cuenta de que sentía frío, ningún elfo sentía frio así. La escuchó llorar un rato hasta quedarse dormida, lo que le partió el corazón.

Al amanecer, Gandalf y Aragorn comenzaron a levantarlos a todos, Melian se encontraba alimentando al pony que llevaba Sam. No le gustaba hablar mucho para evitar preguntas incómodas, aunque con Boromir no siempre era posible.

-¿Dormiste bien? – le preguntó Boromir acercándose a ella y tocando su espalda, ella de inmediato evitó el contacto de su mano.

-Sí, gracias... – contestó sin más.

-¿Aún te duele? ¿Quedaron cicatrices? – preguntó el con curiosidad, aunque era notable que Melian no era muy de su agrado por las fricciones en Rivendel.

Los ojos de Melian se llenaron de lágrimas y comenzó a temblar, pero no desvió la mirada de los ojos de Boromir. Cuando el pony terminó de comer de su mano, ella comenzó a dar pasos hacia el resto de la comunidad, Boromir la miró con desprecio.

-¿Qué pasó? – preguntó Aragorn al verla pasar limpiándose las mejillas, ella no respondió y pasó de largo para recoger sus armas.

-¿Qué le dijiste? – preguntó Legolas acercándose amenazantemente hacia Boromir, pero el báculo de Gandalf lo detuvo.

-Legolas, ése no es el camino... – le dijo el mago gris.

Al principio, el elfo se le quedó mirando confundido, pero después entendió que tal vez lo que él quería decir era que debía acompañar a Melian. Sin más, se dio la media vuelta y fue a alcanzarla.

-¿Melian? – le llamó encontrándola recargada sobre un árbol y con los ojos cerrados. Ella al escucharlo abrió los ojos sin poder ocultar sus lágrimas.

-Estoy bien... – le contestó ella tratando de aminorar lo sucedido. Se limpió de nuevo con las manos, pero Legolas las detuvo tomándolas con las suyas.

-No, no lo estás...ven aquí – no dijo nada más, simplemente la abrazó y ella soltó su arco para abrazarse a él.

-No pasó nada...sólo Boromir y sus curiosidades – le dijo Melian, sabía que no tenía caso darle importancia.

-Pues evitemos sus curiosidades, ¿de acuerdo? Quédate conmigo y ya Aragorn y Gandalf sabrán manejarlo a él – Melian asintió y más tranquila recogió su arco para comenzar de nuevo el camino.

Fue un camino tranquilo hasta llegar a las puertas de Moria, Gandalf dijo que las puertas se dejaban ver sólo con la luz de la luna. Gimli parecía especialmente ansioso y contento por estar ahí, pero al parecer nadie más compartía su emoción. Los alrededores de la montaña se veían desolados, tal vez por la amenaza de Mordor, tal vez por algo más. Después de un par de horas para resolver el acertijo y abrir las puertas, la comunidad logró entrar a Moria, siendo atacados al momento por un enorme molusco salido del lago frente a la montaña.

De inmediato se fue sobre Frodo, Melian sacó su espada y comenzó a cortar los enormes tentáculos, pero cada vez que cortaba el que sostenía a Frodo, se lo pasaba a otro enorme tentáculo. Boromir y Aragorn hacían lo mismo, pero en un movimiento el monstruo conseguía quitarse a los tres de encima empujándolos hacia las enormes rocas de la orilla.

Finalmente, con la ayuda de las flechas de Legolas consiguieron rescatar a Frodo, y obligados a correr hacia dentro de Moria, quedaron encerrados al derribarles la puerta a sus espaldas. Gandalf encendió una luz color celeste en su báculo, iluminando todos los cadáveres de enanos y goblins dentro del lugar. No parecía haber vida allí, Gimli consternado lloraba y buscaba alguna señal de esperanza sin tener suerte.

El camino por Moria sería largo, por lo que Gandalf aconsejó cruzar con el mayor silencio posible para evitar algún enfrentamiento con lo desconocido. Todo iba bien, hasta que Gimli encontró la tumba de su primo Balin; allí la curiosidad de Pipin despertó la maldad que ahora habitaba en Moria. Cientos de orcos comenzaron a atacarlos, por los que no les quedó más que correr.

Legolas corría al lado de Melian sin jamás despegarse de ella; sabía que ella podía defenderse bien por sí misma, pero sentía que debía cuidarla. Al llegar a los salones de Moria y creerse perdidos al estar rodeados por orcos, hubo algo más que los aterrorizó.

-¿Gandalf? ¿Qué es esto? – preguntó Boromir.

-Es Sombra y Fuego a la vez, es un Balrog de Morgoth... – Melian se pegó a Legolas, quien también mostraba el miedo en sus ojos - ¡Corran! ¡Hacia el puente de Khazad-Dum!

Y así corrieron tratando de evitar la maldad de Morgoth, el Balrog derrumbaba todo a su alrededor mientras avanzaba hacia ellos. Al llegar al puente, Gandalf pidió a Aragorn que los guiara, quedando el mago a la mitad de Khazad-dum. Invocando el fuego de Udún luchó contra el Balrog ante la mirada pánico de todos, Melian y Legolas conseguían derribar orcos con sus arcos pero aún así no podían ayudar a Gandalf.

Con una última invocación de Gandalf, el puente se partió en dos haciendo caer al Balrog hacia los abismos. Cuando el mago se daba la vuelta para unirse al resto de la comunidad, el Balrog lo tomó del pie con su látigo arrastrándolo con él hacia la oscuridad de Moria.

-¡No! ¡Gandalf! – Comenzaron a gritar los hobbits, Frodo se negaba a partir sin su gran amigo Gandalf.

-¡Melian! ¡Vámonos! – Melian intentó acercarse al borde, pero Legolas la tomó de la cintura y la arrastró hacia la salida, una de las flechas de los orcos la rozó en la mejilla, provocándole un pequeño corte.

Gimli iba al frente guiándolos hacia fuera de la montaña, Boromir arrastraba a los hobbits y Aragorn corría detrás de ellos. Cuando finalmente vieron la luz del sol, se dieron cuenta todos de lo cerca que estaban ya de salir, Gandalf pudiera haber tenido una oportunidad de haber corrido con ellos; o tal vez si ellos hubieran atacado al Balrog. ¿Y si tal vez...? Ya no había vuelta atrás. Gandalf se había ido.

-Déjame curarte... – le decía Legolas con la voz quebrada a Melian, quien visiblemente afectada, lloraba y gritaba el nombre de Gandalf; cada vez que Legolas acercaba su mano a la herida ella se retiraba, era el borde de la histeria.

-Gandalf, debemos regresar por Gandalf...no podemos ir sin él...Legolas diles...Gandalf nos está esperando, no se puede ir...Legolas...Legolas... – la elfa no atinaba a decir nada, al verla al borde de un ataque de nervios, Legolas la abrazó muy fuerte.

Mientras la escuchaba llorar amargamente, él sintió sus propias lágrimas por sus mejillas, Gandalf era muy querido para todos. Vio a su alrededor cómo todos lloraban al mago gris, el único que parecía siempre tener fe.

-Legolas, Boromir...debemos irnos – dijo Aragorn buscando guiar a la ya quebrada comunidad.

-Dales tiempo, por piedad – le contestó Boromir consolando a Gimli.

-Al anochecer estas tierras estarán infestadas de orcos, debemos salir de aquí. Hay que llegar a los Bosques de Lorien lo antes posible – Aragorn sintió la mirada de Melian, la observó y se acercó a ella.

-Prometo que nada va a sucederte, Melian... – le dijo el heredero de Isildur, tocando su mejilla sin lastimar su herida.

-No tengo miedo, ya conozco las celdas de ahí...ya conozco los castigos también, debemos proteger a Frodo – le contestó ella volviendo a comenzar a temblar. Aragorn la besó en la frente y se fue a levantar a los demás y a alcanzar a Frodo que ya se había adelantado.

-Melian, no voy a permitir que entres a ninguna celda, ¿entendiste? En donde estés tú, estaré yo... – le dijo Legolas a Melian, quien había aferrado sus manos a los brazos del elfo, sintiéndola temblar.

-Frodo es primero... – contestó ella sin mirarlo a los ojos, la tristeza por Gandalf la invadía.

-No habrá más celdas para ti... – le dijo tomando el rostro de la elfa entre sus manos, sintiendo su temblar su pequeño cuerpo. Ella asintió y comenzó a caminar con él, sentía miedo por ella, miedo por sus compañeros y miedo de entrar a Lorien.

Sin más espera, se adentraron en los bosques de Lorien, Melian aferrada a la mano de Legolas mientras caminaban detrás de sus compañeros, poco a poco comenzó a sentir el misticismo de los bosques y el poder de Galadriel.

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Rapidito les dejo un nuevo capítulo.

Besos!

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