CAPÍTULO 2
Cápitulo 2
Pasados los 15 días, Melian estaba casi recuperada de sus heridas, pero su tristeza había crecido al no tener noticias de Haldir. Las historias sobre la creciente tristeza de los elfos no eran en vano. Una tarde, estaba sentada sobre una piedra cercana a las cascadas de Imladris, llorando, cuando escuchó el galope de un caballo que se acercaba. Se levantó rápidamente y corrió hasta la puerta; vio entrar a Arwen sobre Asfaloth, el caballo de la Guardia, con un pequeño bulto en los brazos.
-¿Arwen? ¿Qué pasó? – le preguntó ayudándole a bajarse del caballo.
-Está herido por una daga de Mórgul, debemos llevarlo con mi padre, rápido quítale el anillo, lo trae en el bolsillo – le pidió Arwen apresuradamente, sin dar tiempo a preguntas o explicaciones.
Cuando Melian tocó el anillo, la visión natural que tenía frente a ella se nubló para dar paso a las violentas imágenes de su castigo en Lórien y escuchar una voz siniestra que susurraba su nombre. Cayó de rodillas al suelo con los ojos mirando al vacío, pero alcanzó a reponerse como pudo para ayudar a Arwen.
-¿Qué viste? – la reacción de Melian no había sido una novedad para Arwen, por lo que repetidamente le preguntó mientras corrían hacia Elrond, sin obtener respuesta de Melian.
-Nada, anda corre... – le contestó finalmente Melian con el anillo en su mano izquierda cerrada fuertemente, intentaba ignorarlo pero la presión en su pecho le revelaba una poderosa maldad.
-¡Ada! (padre), se está muriendo... – le gritó Arwen mientras le entregaba al hobbit.
-Quédense aquí, esperen a Aragorn... – les contestó Lord Elrond llevándose al herido en brazos.
Un par de días tuvieron que pasar para poder restablecer la salud de Frodo, como se llamaba el hobbit. Lord Elrond les ofreció a sus amigos y a él una enorme cena y todas las comodidades para que pudieran descansar. Merry, Pipin y Sam, los fieles amigos de Frodo, estaban encantados conociendo a los elfos de Rivendel. Melian conservaba el anillo, ahora colgado a su cuello, sus sospechas eran ciertas sobre la traición de Minas Mórgul, pues el arma que hirió a Frodo provenía de ahí. Sentada a su lado estaba Arwen, quien no era su prima de sangre, pero jamás tuvieron esa distinción.
-Melian, mañana llegarán enviados de la Ciudad Blanca y elfos del Bosque Negro, vienen al Concilio de mi padre...¿Melian? ¿Estás bien? – Arwen interrumpió su propia plática al ver ensombrecidos los ojos de la elfa.
-Sí, ¿por qué lo preguntas? – Melian no se sentía bien portando el anillo, era simplemente demasiado.
-Tus ojos son más oscuros – el tono natural de los ojos de Melian era un miel ambarino, y para ese entonces ya se acercaban al negro.
-Arwen, este anillo es demasiado para Frodo, tenerlo cerca provoca una angustia creciente en mi pecho.
-Yo creo que es más fuerte de lo que pensamos, aunque creo que deberás llevarlo un tiempo más. Frodo aún no está listo para llevarlo de nuevo... – le pidió Arwen tocando su brazo en un intento por reconfortarla.
-Sé que aún no es tiempo, no te preocupes. Cada vez siento que Lórien está más lejos, y todo por este anillo. – Melian miró a Arwen preocupada y después volvió a mirar a los hobbits que se divertían.
Al día siguiente, el Concilio comenzaría muy temprano, para lo que Melian ya estaba lista; llevaba puesto un vestido color verde olivo y llevaba dos pequeños broches de oro en su largo y ondulado cabello color castaño. Sus labios recuperaron su tono rojo natural, pero seguían sin volver a sonreír.
El sonido suave de un cuerno anunció el inicio del Concilio, por lo que todos debían reunirse en el enorme salón. Las sillas se habían acomodado en círculo con un pequeño pedestal al centro. Lord Elrond ya estaba allí dando la bienvenida a todos los que llegaban.
Arwen se encontró con Melian en los escalones hacia el Salón, por lo que caminaron juntas hacia la puerta. Lord Elrond las presentó a quienes se encontraban ahí. Arwen Undómiel (La Estrella de la Tarde) y Melian Silmariel (La Luz del Silmaril), no hizo distinciones, las presentó a ambas como princesas. Arwen se sentó al lado de su padre y Melian encontró su lugar junto a los elfos del Bosque Negro. Melian se dio cuenta que nadie estaba enterado de lo que había sucedido en Lórien, salvo Aragorn y Gandalf, quienes habían hablado con Lord Elrond. Legolas, el príncipe del Bosque Negro, quedó a un lado de Melian, la miró largo tiempo admirando cada facción y cada línea de su rostro, pero también esa sombra que entristecía sus ojos.
-¿Melian? Entrégale el anillo a Frodo – pidió Lord Elrond a la elfa.
-Be iest lin (Como desees) – se levantó de su silla y caminó hacia el hobbit, se quitó el anillo del cuello y se lo puso a Frodo arrodillándose frente a él – Frodo, que los Valar te llenen de fuerza para llevar esta carga.
-Gracias, Melian – contestó el hobbit tímidamente y después ambos volvieron a sentarse, pero cuando Melian estaba a punto de alcanzar su silla, volvió a escuchar esa oscura voz llamando su nombre y se mareó.
Cuando sentía que iba a caer, sintió que la rodeaban y la sostenían con fuerza y firmeza. Recargó sus manos en unos brazos fuertes y miró hacia el frente, ahí estaban los ojos azules más serenos de la Tierra Media. Legolas vio, mientras sostenía a Melian, como sus ojos volvían a ser de ese tierno color miel, lo que lo dejó maravillado.
-¿Te encuentras bien, princesa Melian? – le preguntó preocupado. Devolviéndola a su lugar, Lord Elrond estuvo a su lado en un instante y tocó su frente.
-Sí, estoy bien...de verdad – dijo esto último mirando a su tío, evitando que la enviara a su recámara a descansar.
-Voy a pedir que te lleven a descansar... – dijo Lord Elrond con voz severa.
-¡No! No, tío...ellos necesitan saberlo – contestó Melian tomando la mano de Elrond, refiriéndose a lo sucedido en Lorien.
Elrond asintió sin estar muy convencido, pero sabiendo que ella tenía razón. Se alejó para volver a tomar su lugar en el Concilio. Cuando Frodo mostró a todos el Anillo Único de Sauron, hubo todo tipo de comentarios; sobresalían los del enviado de Gondor, Boromir, sus deseos de tomar en sus manos el arma de Sauron simplemente eran demasiados.
Se había desatado una acalorada discusión, Melian perdía la paciencia y la fe en que pronto se llegara a un acuerdo, por lo que decidió levantarse de su silla y caminar lentamente hacia Boromir.
-No puedes usar ese anillo, hijo de Gondor, pues tiene un solo amo y sólo a él servirá... – su voz suave y dulce tenía un velo de tristeza que resonaba con el viento.
-¿Te conozco, elfa? – el tono despectivo de Boromir molestó a Aragorn, quien le devolvió una respuesta aún más áspera.
-No necesitas conocerla para respetarla, Boromir...
-Todo aquél que se cruce entre Sauron y el Anillo será traicionado, créeme, hijo de Gondor, te lo dice alguien que sabe de lo que habla... – quienes aún no se enteraban de la tragedia de Lorien, incluido Legolas, miraron a Melian con extrañeza.
-¿De qué hablas, princesa? – preguntó Legolas, mientras volvían a escucharse otros murmullos que provenían del Anillo, Melian dio unos pasos más, alejándose del pedestal donde la malévola joya reposaba.
-Hablo de que ya no soy la Princesa de Lóthlórien, príncipe Legolas...la maldad de Sauron consiguió filtrarse hasta el reino de Caras Galadhon. Fui forzada a unirme en matrimonio con Lord Ossiël del Valle de Mórgul, pero al final lo rechacé y recibí el castigo del exilio – el recordar lo sucedido lastimó de nuevo el corazón de Melian, y al platicar su historia gruesas lágrimas caían por sus mejillas.
Legolas conocía sobre el castigo del exilio y miró horrorizado a Lord Elrond cuando lo escuchó, después volvió su mirada a Lady Arwen, quien había bajado la mirada para esconder sus lágrimas. Al pensar que Aragorn podría darle la respuesta movió su vista hacia él, pero sólo encontró una mirada de furia y sus manos cerradas en puño casi rompiendo el brazo de la silla. Entonces miró de nuevo a Melian, ella ya esperaba su mirada y le sonrió tristemente.
-La amenaza del poder oscuro está sobre todos nosotros...no podemos sentarnos a esperar – Melian caminó de nuevo hacia su silla, se sentó y recargó su frente entre sus manos, se sentía cansada y vacía.
-El anillo debe ser destruido... – dijo finalmente Lord Elrond, volviendo a desatar otra discusión entre elfos, hombres y enanos, de nuevo basándose en argumentos sin importancia.
-Yo destruiré el anillo, yo lo llevaré a Mordor... – gritó finalmente Frodo, cansado también de las insignificancias en las que piensan los hombres.
Melian vio como poco a poco se formaba una comunidad que acompañaría a Frodo hasta los fuegos de Mordor, ella se levantó y le ofreció su vida a Frodo para protegerlo; Arwen se levantó e intentó detenerla, la tomó del brazo y Melian le respondió con un abrazo.
-Mi adorada Arwen, debo ir... todo lo que tenía se ha ido y si algún día he de poder recuperarlo, debo contribuir a ello – la hija de Elrond entendió la misión de Melian en esa comunidad, sanarse y sanar la tragedia de Lorien.
El Concilio terminó ya entrada la tarde, Lord Elrond acordó que la Comunidad del Anillo debía partir al día siguiente por la mañana. Ofreció una vez más exquisita comida para todos los que se encontraban de visita en Rivendel. La Comunidad del Anillo la conformaban 10 integrantes: Gandalf, Aragorn, Boromir, Gimli, Legolas, Melian, Merry, Pipin, Sam y Frodo.
Las actividades en Rivendel terminaron temprano ese día, probablemente sería la última noche en mucho tiempo que los diez integrantes de la comunidad dormirían tranquilos y cómodos.
Muy temprano a la mañana siguiente, la guardia de Rivendel había preparado las provisiones para quienes partirían buscando salvar a la Tierra Media. Todos se estaban reuniendo en el jardín principal de Imladris, Lord Elrond ya los esperaba ahí. Cuando Melian llegó, no llevaba el habitual vestido élfico, había preferido algo más cómodo para viajar. Un entallado vestido de terciopelo gris que se abría desde el tobillo hasta el muslo a ambos lados para permitir montar y moverse más fácilmente. La nívea piel élfica de las piernas era cubierta hasta las rodillas por unas botas de un color gris más oscuro; llevaba una capa élfica color púrpura que hacía juego con las vistas del vestido y llevaba su cabello en una trenza floja. Las mangas largas y medio acampanadas del vestido cubrían sus brazos y manos del frío. Sus armas eran el carcaj de flechas que llevaba a su espalda, una elegante espada con detalles de Lórien y diversas dagas escondidas entre su ropa y botas. El hermoso arco que llevaba en las manos, regalo de su hermano Haldir, era de madera gris, tan grande y tan ligero a la vez.
-Eres la viva imagen de tu madre... – dijo Lord Elrond para llamar su atención y volteara a verlo.
-Tío Elrond – susurró ella dándole un abrazo muy largo.
-Siempre puedes elegir quedarte, lo que pasó en Lorien no fue tu culpa.
-Debo ir – fue lo único que atinó a decir ella cuando rompió con el cálido abrazo.
Cuando los diez integrantes estuvieron reunidos, Lord Elrond les dio la bendición de los Valar. Melian se despidió de Arwen, notando su tristeza por Aragorn y adivinando que muy seguramente el heredero de Elendil le haya desairado de alguna manera. Melian conocía muy bien a Aragorn, muy seguramente lo había hecho en un intento por que a Arwen le doliera menos la separación. Legolas se quedó muy cerca de ella, Melian sentía que tenía un alma serena y le tranquilizaba que estuviera ahí. Sin más retrasos, salieron los diez de Rivendel sin saber lo que podría suceder al final.
__________________________________________
Gracias por tomarse el tiempo de leer esta historia. La escribí hace un tiempo y ya está terminada. Espero que sea de su agrado.
Saluditos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro