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78. Temor y arrepentimiento

Esto se acaba, gente.

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La sobrecarga de información que sentí tras leer de principio a fin el diario del padre de Alis y Killian me dejó totalmente exhausta. Mis propios quebraderos de cabeza me tenían trabajando bajo mínimos, pero descubrir por lo que había pasado Adaír y su afán por proteger y cuidar de los habitantes del reino había aumentado todavía más mi tristeza y malestar. ¿Por qué era todo tan injusto?

Salté sobresaltada al escuchar que alguien llamaba a la puerta de mi cuarto y el sonido del diario al caer al suelo resonó en la tranquilidad de la estancia.

—Moira, ¿estás ahí? —preguntó Killian desde el otro lado de la puerta.

—Eh... sí —dije nerviosa mientras empujaba el libro con el pie para esconderlo debajo de la cama.

Los ojos de Killian me recibieron con alegría en cuanto abrí la puerta. Al principio me sorprendió que estuviese tan sonriente, pero luego recordé que a pesar de que yo no estuviese de ánimo para fiestas, aquellos eran tiempos para celebrar.

Los brillantes tonos azules que inundaban las prendas que vestía llamaron mi atención y me descubrí analizando su figura de arriba abajo. Todo en él gritaba que era el jefe del clan, desde su ropa hasta los colgantes y abalorios que llevaba colgados, y a pesar de que era algo que ya sabía, me sorprendió verlo con un atuendo tan formal.

—¿Puedo pasar? —preguntó con suavidad.

—Sí, claro —respondí algo descolocada por la situación.

Killian se sentó a los pies de la cama, deshaciéndose de la túnica que llevaba puesta y abandonando la postura regia que lo había caracterizado antes de entrar en el cuarto. No pude evitar sonreír al ver el cambio, cosa que a él no le pasó desapercibida.

—¿Qué tal estás?

Reprimí las ganas que me entraron de poner los ojos en blanco al escuchar su pregunta, y como me sentía incapaz de encontrar una respuesta sincera que ofrecerle, me limité a encoger los hombros.

—Creo que nos va a llevar un tiempo acostumbrarnos a todos estos cambios —dijo con lo que me pareció que era el tono propio de una indirecta.

—¿Y mi padre?

—Está reunido con el Consejo.

Asentí con la cabeza sin saber qué decir y nos quedamos en silencio, por lo que me senté en la cómoda que había a los pies de la cama, quedando frente a él. Killian me observó con intensidad antes de abrir la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla sin pronunciar palabra.

—¿Por qué no me preguntas lo que sea que has venido a preguntarme? —dije con voz suave, intentando acabar con aquella situación tan absurda. Él me dedicó una ligera sonrisa que no llegó a sus ojos y el mar que se escondía en ellos se revolvió incómodo.

—¿Ya recuerdas qué pasó cuando murió Júpiter?

—Sé lo que pasó cuando murió Júpiter, Frost, ¡no tengo maldita amnesia!

Su rostro se torció cuando escuchó la rabia que tiñó mis palabras, y al ver su reacción, me arrepentí al instante de haberlas pronunciado. Suspiré con calma y apoyé la cabeza contra la pared que había a mi espalda, intentando recuperar el control de mis emociones. Sabía que Killian no tenía intención de hacerme daño, pero su elección de palabras había llegado al fondo de mi corazón.

—Perdona —dije con sincero arrepentimiento.

Los ojos de Killian se encontraron con los míos, y al sentir la brisa del mar envolverme con su frescor y ver la preocupación en su mirada, supe que tenía que decirle la verdad.

— Vi que te estabas peleando con Júpiter y que cada vez estabas más débil, así que eché a correr hacia él para detenerlo. Llevaba el cuchillo en la mano y aquella vez estaba dispuesta a clavárselo donde fuese necesario, pero me quedé petrificada al ver que había un hombre detrás de él. Este hombre se acercó a mí e hizo que soltase el cuchillo, que cayó al suelo, y cuando Júpiter vino a atacarme, el hombre del bosque le quitó la daga y se lo clavó en el pecho. Luego se desintegró en el aire sin decir nada.

—Pero eso es imposi-

—Ya sé que es imposible, Killian, pero es lo que pasó.

El jefe del clan me observó con una intensidad que me anuló por completo y la confusión y lástima que se reflejaron en su rostro no ayudaron a que me sintiese mejor.

—Lo que le contaste a tu padre sobre la ninfa del océano... ¿también pasó?

Apreté la mandíbula con fuerza para evitar que me temblase el labio y poder contener las lágrimas que anegaban mis ojos. El nudo que se me formó en la garganta impidió que encontrase la voz para responder, así que me limité a asentir con la cabeza, pero Killian me observó con una ternura para la que no estaba preparada y el nudo de mi garganta se tensó todavía más.

—A veces nuestra mente no es capaz de lidiar con ciertas cosas, Moira, e intenta protegernos de formas que no siempre alcanzamos a comprender.

—Ya sé que piensas que estoy loca, Killian, pero-

—No pienso que estés loca —dijo interrumpiéndome.

—La espada de Júpiter estaba en la otra punta de las caballerizas, ¡tú la viste! Y te costó eones sacar el cuchillo de su pecho, ¿o vas a decirme que eso también lo imaginé? ¿De verdad crees que sería capaz de algo así?

—¿En una situación de vida o muerte? Sin duda.

La seguridad con la que respondió me desarmó y volví a apoyar la cabeza en la pared en señal de rendición. Estaba cansada de aquella conversación que ya había tenido en mi mente cientos de veces. Killian ladeó la cabeza con una ligera sonrisa de medio lado, como si me estuviese animando a comprender lo que había ocurrido.

—Moira, tienes una forma de ver el mundo muy equitativa. Tienes muy claro dónde está el bien y el mal, lo que es correcto y lo que no es aceptable. Quieres ayudar a todo el mundo y que la vida sea justa para todos, pero lo cierto es que el mundo es de todo menos justo. Acabar con la vida de una persona de esa forma, aunque haya sido con la de Júpiter, aceptar algo así, no es fácil para una moral como la tuya.

Solté un chasquido incrédulo antes de dejar que una amarga sonrisa se apoderase de mi rostro.

—Es mentira —dije negando con la cabeza.

—¿Qué es mentira?

—Todo lo que acabas de decir. Tú crees que soy una persona que es buena por naturaleza, que busco el bien para todo el mundo y que tengo una gran moral, como tú dices, pero es todo una gran mentira. No soy perfecta, Killian, mi moral no es perfecta. ¿Por qué crees que sé cómo luchar? Mi padre me enseñó a defenderme de la gente, pero con los ciclos de Helios mi ira aumentó tanto que me peleaba con todo el mundo. Lo único que quería era acabar con todos ellos, con todos.

El dolor de los recuerdos provocó que las lágrimas se deslizasen por mis mejillas, cargadas de miedo y vergüenza.

—Llegué a albergar un odio tan grande que de no estar mi padre presente, habría matado a golpes a más de uno.

—Moira... —dijo mientras se levantaba para acercarse a mí, intentando consolarme.

—No, Killian, no. Tengo una moral tan rígida porque tengo miedo de lo que pasaría de no tenerla. Tengo miedo de que si no soy así, si no me enseño a ser así, acabaré perdiendo el control otra vez. Tengo miedo de dejar que me consuma el odio y de ser como ellos, de ser...

El nudo que tenía en la garganta se apretó tanto que no pude continuar hablando y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas con más fuerza. Killian me observó con dolor en la mirada antes de acercarse a mí y rodearme con los brazos para trasmitirme con aquel simple gesto lo que había estado buscando toda mi vida: aceptación.

¡Mis sentimientos!

¿Qué pensais de todo esto?

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¡Biquiñooooos! 😍😍 

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