73. Estatuas de piedra
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Killian se acercó más a mí para protegerme cuando el rayo de luz se debilitó hasta desaparecer por completo, y al buscar con la mirada el lugar en el que se había originado, me quedé boquiabierta. Al final de las escaleras en las que nos encontrábamos, en la entrada, había dos figuras que rezumaban poder con su mera presencia, y cuando una de ellas se me quedó mirando fijamente para luego asentir con la cabeza en nuestra dirección, sentí que mi corazón empezaba a latir de nuevo.
Mi cabeza se volvió hacia el último lugar en el que se habían centrado mis ojos, y al ver que Musa estaba débil, pero viva, me apreté contra el pecho de Killian y escondí la cabeza en su abrazo, respirando aliviada mientras intentaba comprender qué acababa de suceder.
—Aquellos individuos que todavía no hayan escuchado las no tan beneficiosas nuevas, sepan que su líder, Júpiter, yace en una de las salas de esta fortaleza, rodeado por un charco escarlata formado con la sangre que ha abandonado su cuerpo, despojándolo de toda esperanza de vida.
Al ver aquel rayo de luz todo el mundo se había quedado muy quieto, pero al escuchar la solemne voz de Devo, las personas que había a mi alrededor se convirtieron en estatuas de piedra.
Mis ojos se encontraron con las miradas de la Guardia durante unos milisegundos; cada uno de nosotros intentando contener la expectación por lo que iba a ocurrir a continuación.
Al lado del anciano había una mujer de rostro serio y firme que me transmitía una calidez que no supe explicar. Supuse que sería la anciana Pyro, y después de analizar su aspecto, no me quedó ninguna duda.
A pesar de que parecía tener la edad de alguno de nuestros padres, la dorada mirada de aquella mujer la delataba por completo, probando que había visto el paso de varias de las distintas edades de Neibos.
Sus brillantes iris parecían reflejar un fuego constante y todo en ella evocaba al Clan Ámbar, desde las doradas trenzas que descendían por sus hombros, adornadas con diferentes ornamentos rojos y anaranjados, hasta el tostado tono de su piel.
Vestía guantes y botas que estaban hechos con una especie de metal dorado que semejaba ser de la dureza propia del diamante, y su unüil, de un claro color crema, brillaba con runas y enlaces mágicos del color del fuego más intenso.
El báculo en el que descansaba su peso era de mayor altura que ella y en la punta brillaba una llama en constante movimiento, descendiendo desde la base en la que había nacido una serie de gemas y runas que se entrelazaban hasta detenerse en la empuñadura de una espada, en cuya afilada hoja dorada se podía encontrar el trazo de palabras escritas en la antigua lengua de los magos.
—Su plan ha fracasado, insignificantes beocios —continuó Devo—. La magia ha sido restaurada, su líder ha fallecido y la mayor parte de su ejército ha caído.
El silencio que nos envolvía se convirtió en un cúmulo de sensaciones que no se llegaron a pronunciar y se me congeló la sangre al ver los rostros de los soldados enemigos, en cuyas expresiones reinaban la rabia, el odio y la inquina.
Contra todo pronóstico, escuché el sonido más maravilloso que había escuchado en mucho tiempo, y tuve que reprimir las lágrimas de emoción al sentir que la estancia se inundaba con el repiqueteo de las armas de los enemigos al chocar contra el suelo en señal de rendición.
Killian se volvió en mi dirección, incapaz de contener su sorpresa, y buscamos a nuestros amigos con la mirada para comprobar que lo que estábamos viendo estaba ocurriendo de verdad. Los gestos de estupefacción con los que nos recibieron confirmaron nuestras sospechas y los ancianos se movieron en nuestra dirección, dando órdenes a todo aquel con el que se cruzaron por el camino.
¿Ya estaba? ¿Se había acabado por fin aquella pesadilla? Sentí el frío metal de la daga que sostenía en la mano sobre mi piel, y al desviar la vista hacia ella me di cuenta de que tenía los nudillos blancos por la fuerza que estaba haciendo al apretar su empuñadura.
No me podía creer lo que estaban viendo mis ojos. No quería arriesgarme a confiar en que todo aquello se hubiese terminado por miedo a que no fuese verdad, por el temor a que estuviese divagando y a que me fuese a despertar de un momento a otro para encontrarme en medio de una encarnizada batalla.
Por mi mente se sucedieron las horribles imágenes que había percibido pero ignorado durante la batalla y sentí como se bloqueaban mis sentidos. El dolor que se había apoderado de la totalidad de mi cuerpo se multiplicó exponencialmente y solté un gemido que envió agudos pinchazos a mi cabeza, impidiendo que pensase con claridad.
Mis brazos se volvieron muy pesados, y lo mismo ocurrió con mis piernas, cediendo ante la debilidad de mis rodillas. Lo último que percibí fue el aire abandonando mis pulmones al mismo tiempo que me envolvía la oscuridad.
—No pudimos regresar antes porque había más tropas de Júpiter de camino a las galerías Rubí y necesitamos más tiempo para liberar el poder de las gemas. Confié en que captaran ustedes el mensaje una vez viesen a los guerreros del Hrath.
La voz del anciano me despertó con suavidad, liberándome de la neblina que se había posicionado sobre mi mente y que me impedía pensar con claridad. El dolor de cabeza que sentía se disipó en cuanto noté una cálida mano sobre mi frente, y la chispa de energía con la que ya estaba familiarizada recorrió mis venas con rapidez, eliminando cualquier rastro de la incomodidad que antes sentía y consiguiendo que pudiese respirar sin tener que contener mis movimientos.
Mis pulmones se llenaron de un aire que me supo a libertad, a seguridad y a calma, y abrí los ojos con lentitud, adaptándome a la gran cantidad de luz que había en aquella sala.
La conversación que mantenían los allí presentes se detuvo en cuanto vieron que me había despertado y sus rostros me recibieron con cálidas y sinceras sonrisas. Las heridas que brillaban en su piel la última vez que los había visto habían desaparecido por completo, y tanto la Guardia como los tres líderes del Hrath tenían un aspecto radiante.
Estaba claro que no había nada más revitalizador que la magia. Podía sentir el poder de las gemas fluyendo de nuevo a mi alrededor, y a pesar de que no podía acceder a él, percibirlo en el ambiente me hacía sentir como en casa.
—¿Se encuentra usted mejor, señorita?
Asentí con la cabeza y me senté en la especie de camilla en la que me habían tumbado. El anciano me dedicó una sonrisa que se mantuvo en su rostro durante varios segundos, permitiendo que apreciase cómo rejuvenecía con su presencia.
—¿Demasiadas emociones por un día?
—Demasiadas emociones por un ciclo de Helios, diría yo. —Los suspiros divertidos de mis acompañantes inundaron la sala e hicieron que se liberase parte de la tensión que había en el ambiente.
—Estaré siempre en deuda con vosotros por haber arriesgado vuestra vida para salvar la nuestra —dijo Killian con sinceridad mientras se sentaba a mi lado, recordándome todos los cambios que se habían producido en mi mundo.
—Siempre se debe luchar por las causas que uno considera justas.
No pude evitar sonreír al ver que Ixeia hacía referencia a una de nuestras muchas conversaciones, y cuando la mujer me guiñó un ojo, supe que la cálida sensación que se había despertado en mi pecho no me iba a abandonar en mucho tiempo.
—Pyro se encuentra sanando a los heridos y nuestros hombres y los del Clan Aquamarina se están ocupando de los traidores —explicó Marco al percibir las preguntas en mis ojos.
Nuestras expresiones se ensombrecieron en cuanto pensamos en la cantidad de vidas inocentes que se habían perdido por una vendetta personal que nada tenía que ver con ellas. Todavía no era consciente de todo lo que había ocurrido y la existencia de Júpiter no dejaba de dar vueltas en mi mente.
Sentía un profundo odio hacia él, pero al mismo tiempo no podía evitar comprender los motivos que lo habían llevado a la locura y me apenaba no haber sido capaz de solucionar aquello antes o de otra manera.
—No se aflijan, valientes soldados. Hemos logrado que el desenlace de esta serie de desafortunados eventos concluyera de una de las formas más deseables. Cuando hagan un balance de todo lo que ha ocurrido se darán cuenta de ello, no me cabe la menor duda.
Las palabras de Devo lograron calmar nuestros pensamientos y nos miramos los unos a los otros con preguntas para las que todavía no teníamos respuestas.
—Siento que te hayas tenido que enterar de esta forma de la existencia de tu hermano, chico. —El rostro de Elyon expresaba el dolor que sentía por todo lo ocurrido y Killian agradeció con un gesto sus palabras—. Aaron era un niño como otro cualquiera, muy risueño y educado, siempre sonriendo... pensé que se encontraba con vosotros...
—Ninguno de nosotros lo sabía, era un secreto muy bien guardado —respondió Aidan con tristeza.
—Acabar con su atormentada vida fue el mejor regalo que le pudo haber hecho, Ix Realix. Su mente y su cuerpo estaban demasiado corrompidos por el dolor y la rabia como para recuperarse —dijo el anciano.
—No fui yo quien consiguió que encontrase la paz que tanto ansiaba.
Las palabras del jefe del clan desconcertaron a todo el mundo, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, sentí como se concentraban en mi rostro las intensas miradas de los presentes.
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