71. La cabeza de la serpiente
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Lo primero que vi al salir de la conmoción en la que me encontraba fue el cuerpo de Júpiter, que yacía en el suelo con el cuchillo todavía clavado en el pecho, rodeado por un charco de sangre que se hacía cada vez más grande. Parpadeé con confusión al no tener claro cómo habíamos llegado a aquella situación. ¿Qué era lo que había ocurrido exactamente?
Mis sentidos se reanimaron poco a poco y mi mente luchó por no colapsar ante la cantidad de estímulos que estaba sintiendo y percibiendo. Escuché el eco de una voz en mi pensamiento y la sensación de la brisa del mar me golpeó de repente. El ensangrentado rostro de Killian apareció en mi campo de visión y el malestar que se había extendido por mi cuerpo se suavizó cuando sentí sus manos sobre mis hombros.
—Moira, ¿estás bien? —Sus ojos me observaron con atención, y a pesar de que quería hablarle, fui incapaz de reaccionar—. ¿Moira? Moira, háblame. ¿Moira?
El frescor del aire de la madrugada se coló entre mis dedos cuando moví la mano en un gesto inconsciente. La bofetada que le di resonó en la estancia y la cabeza del jefe del clan se movió por la fuerza del inesperado golpe. Los ojos de Killian me observaron con una sorpresa que fue sustituida por dolor segundos después y el joven frunció el ceño al no comprender lo que estaba ocurriendo.
—¿Pero qué te pasa? —preguntó con sincera confusión—. ¡Ya está bien! —exclamó al detener mi mano con la suya, evitando que lo abofetease de nuevo.
—¿Qué me pasa a mí? ¿Se puede saber qué te pasa a ti, estúpido ogro ignorante? ¿Pretendías dejarnos solos con todo esto? ¡Te rendiste! ¡Lo vi en tus ojos! —Golpeé su pecho mientras le gritaba sin ser capaz de detener la vorágine de sentimientos que brotaban de mi interior y que tenía que liberar de alguna forma.
Los gritos se ahogaron en mi garganta al ver la expresión de dolor en sus ojos y Killian me agarró para intentar detenerme. Las emociones que me consumían por dentro habían formado un nudo tan arraigado en mi pecho que impedía que respirase con normalidad, pero entonces sentí cómo me envolvía la sensación de humedad que quedaba en la tierra después de que hubiera llovido durante horas, y noté que los brazos de Killian se deslizaban a mi alrededor para envolverme en un abrazo.
—Ya pasó todo, ya está —susurró contra mi cabello.
El volumen de su voz fue descendiendo hasta que desapareció por completo y sus profundos ojos del color del mar me miraron con intensidad, consiguiendo que se me erizase la piel al ser consciente de su cercanía. Mi corazón empezó a latir con fuerza y las emociones que se habían acumulado en mi pecho desaparecieron para dar paso al cálido hormigueo que se extendió por todo mi cuerpo.
Sentí su fresco aliento rozar mi rostro cuando se acercó a mí y me perdí en su mirada, dejando que me calmasen las olas que bañaban sus iris. Bajé la cabeza al sentir como deslizaba su mano por mi cabello para luego acariciar mi mejilla, y un destello de color captó mi atención por el rabillo del ojo. Al concentrar mi atención en la mano de Killian pude ver que había atrapado uno de mis mechones entre sus dedos y que lo agarraba con mucho cuidado, como si fuese un tesoro.
Fruncí el ceño al ver que aquella parte de mi pelo marrón se había teñido de un intenso color turquesa que se degradaba hasta convertirse en el precioso verde que brillaba en la zona inferior, y busqué en la mirada de Killian las respuestas que tanto ansiaba. Mis ojos se encontraron con los suyos, que me observaron con estupor, y su frente se arrugó tanto como la mía.
—¿Y esto? —preguntó con confusión.
Me encogí de hombros al no tener una respuesta que ofrecerle y sentí que me invadían los nervios al pensar en lo que podría significar.
—No te preocupes —dijo leyéndome a la perfección—. Sea lo que sea, parece algo bastante único y especial —añadió con una pizca de orgullo en la voz.
Su gesto cambió, al igual que su mirada y su tono, y de repente recordé lo que ocurría a nuestro alrededor. El cuerpo de Júpiter yacía si vida en el suelo, a escasos metros de nosotros, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal al pensar en lo sucedido.
—¿Qué ha pasado? —preguntó agachándose al lado del cuerpo de su hermano.
—No lo sé —dije con sinceridad, intentando recordar los acontecimientos—. Os estabais peleando y tú llevabas las de perder, así que intenté hacer algo, pero no fui capaz, y entonces el hombre cubierto de musgo apareció de la nada y desapareció y volvió a aparecer y...
—¿Quién apareció? —preguntó con preocupación al no entender lo que estaba diciendo.
—Un hombre, no sé quién era, no habló en ningún momento. Hizo que la espada de Júpiter saliese volando por los aires y le clavó el cuchillo antes de que me lo clavase él a mí. Estaba cubierto por hojas y musgo y sus pantalones estaban hechos con ramas. Luego desapareció y no volvió.
Killian abrió los ojos al escuchar mis palabras y la incredulidad transformó su rostro. El joven se agachó y tiró del cuchillo que descansaba en el pecho de Júpiter, pero el arma no abandonó su cuerpo. Agarrándolo con las dos manos, volvió a tirar de él, aquella vez con más fuerza, y logró sacarlo del cadáver de su hermano antes de que su ceño se arrugase con recelo.
—Este cuchillo era de Júpiter, Moira —dijo con voz muy suave, como si tuviese miedo de algo.
—Sí, el hombre se lo arrebató de las manos cuando venía a atacarme —dije para confirmar sus palabras.
Su gesto cambió y su mirada se llenó de dudas mientras se levantaba y agarraba uno de mis brazos con delicadeza. Ya sabía lo que venía a continuación, había visto mi rostro reflejado en la lástima de muchas personas a lo largo de mi vida.
—El Hrath ha venido a ayudarnos —añadí para desviar su atención antes de que dijese nada más sobre el tema.
—¿Cómo? —Killian se quedó boquiabierto y su expresión de absoluta sorpresa logró que las comisuras de mis labios formasen una pequeña sonrisa.
—Están aquí, luchando con nosotros. Creo que el anciano les ha abierto un portal. —Sentí las cosquillas que acariciaron mi rostro cuando Killian soltó todo el aire que había en sus pulmones y su débil carcajada consiguió que desapareciesen las arrugas que se habían formado en su frente.
—Esto es increíble —dijo más para sí mismo que para mí.
La mirada de orgullo que me dedicó hizo que me sintiese muy extraña, con ganas de sonreír a pesar de las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos al no entender qué había pasado en aquellas caballerizas, pero decidí ignorar todo lo que estaba sintiendo hasta más tarde; en aquel momento teníamos cosas más importantes de las que preocuparnos.
Echamos a correr con sigilo entre los muros de piedra, ansiosos por llegar al lugar de la batalla y ver qué estaba ocurriendo con nuestra gente. El líder enemigo había caído, pero no creía que su derrota fuese a tener ningún efecto en los miles de soldados que asolaban la fortaleza del clan con aquella cegadora sed de venganza, con el odio y la rabia motivando cada golpe que daban.
A veces no bastaba con cortar la cabeza de la serpiente, pero aunque su número fuese mayor que el nuestro, nuestra motivación por proteger a nuestros seres queridos y a los habitantes del reino era insuperable.
No sabía con qué nos íbamos a encontrar cuando llegásemos a la entrada de la fortaleza ni cómo íbamos a superar las pérdidas y consecuencias de las acciones que habían tenido lugar en los últimos días. En aquel momento, sin embargo, los rayos de los soles bañaron nuestros rostros, recargándonos con su energía. No importaba lo que había ocurrido ni lo que estaba por ocurrir, el amanecer siempre traía una nueva esperanza para los hombres.
¿Qué os parece lo que ha pasado con Júpiter? ¿Y esa escena entre Killian y Moira?
¿Habéis reconocido la última frase del capítulo?
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