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66. Gloria eterna

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Se me cortó la respiración al ver la trayectoria que tomaba el arma de Júpiter, que estaba preparado para hundir su cuchillo en el pecho del jefe del clan, y percibí cómo se encogía el cuerpo de Killian al saber tan bien como yo que no tenía la fuerza necesaria para detener aquel golpe. Su rostro, sin embargo, demostraba una fortaleza sorprendente, aunque quizá no se trataba de valor, sino del honor que suponía fallecer en la batalla; la gloria eterna en la que creían los soldados de las civilizaciones antiguas al morir luchando, encontrando así la puerta directa hacia su paraíso personal.

Me levanté de un brinco y me posicioné justo detrás del jefe del clan, preparada para evitar el ataque fuera como fuera, pero no tuve la necesidad de intervenir porque, para mi sorpresa, Júpiter echó a correr hacia el lado opuesto a nosotros como si fuera un alma que llevaba el diablo.

El equilibrio del jefe del clan se debilitó al ver que nuestro enemigo había huido y me apresuré a agarrarlo antes de que se cayese al suelo. Killian gimió al sentir mis manos sobre sus heridas y yo apreté mi agarre al saber que no habría ningún lugar en el que pudiese apoyarlas sin hacerle daño.

—Lo siento —dije mientras me agachaba para depositarlo en el suelo al ser incapaz de soportar su peso.

—¡Killian!

Alis se acercó a nosotros con el rostro cubierto en lágrimas y se arrodilló a nuestro lado, queriendo abrazar a su hermano pero sin saber cómo hacerlo al ver que su cuerpo estaba repleto de heridas. La ensangrentada mano de Killian se depositó en la mejilla de la muchacha con delicadeza y el joven le dedicó una pequeña y amarga sonrisa que provocó que mi corazón se resintiese al saber perfectamente lo que significaba aquel gesto. Mi mirada se deslizó por los espantosos cortes que recorrían su abdomen y sus ojos se encontraron con los míos, brillando en ellos el conocimiento del terrible estado en el que se encontraba.

El dolor que se extendió por mi pecho al percibir su sufrimiento me cegó, y apreté los labios para evitar que temblasen al sentir que algo se rompía en mi interior. Me esforcé por mantener a raya las lágrimas que anegaban mis ojos y traté de ignorar la angustiosa sensación que se había apoderado de mi interior al ser consciente de que habíamos tocado fondo. El nudo que se había formado en mi garganta se resintió con fuerza al resumir los hechos que nos habían llevado a aquella situación y dio paso a una poderosa furia que me quemó por dentro.

¿Dónde estaba la maldita magia cuando uno la necesitaba?

Los ojos de Killian siguieron mi mirada cuando me levanté de un salto y el jefe del clan frunció el ceño al leer las intenciones que se reflejaron en mi rostro. Alis me observó con atención al percibir que me había movido y el dolor que vi en sus ojos me partió el corazón, dándome todavía más motivos para seguir luchando.

La llama de la ira ardió en mi interior al negarme a aceptar el estado moribundo de Farren y del jefe del clan. Si algo tenía claro era que no íbamos a acabar de aquella forma, no después de todo lo que había ocurrido y de los secretos que habíamos desenterrado. El fuego que se despertó en mi interior me obligó a prometer que el sufrimiento y las muertes de tantos inocentes no serían en vano, y mi corazón latió con fuerza al sentir la necesidad de hacer todo lo posible para proteger a mis seres queridos. El mundo estaba lleno de personas y cosas maravillosas, y si algo había aprendido en la vida, era que la luz jamás iba a sucumbir a la oscuridad, no mientras quedasen almas dispuestas a luchar por ella.

Sin más tiempo que perder, me di la vuelta y eché a correr hacia la única salida que había en aquel lugar, siendo recibida por los gritos de ira y dolor que inundaban los pasillos del castillo y que me congelaron la sangre al instante.

—Alis, no dejes que se duerma.

Lo último que vi antes de salir de allí fue el asentimiento de la joven al no tener la fuerza necesaria para mirar a Killian a los ojos. Armada con la daga que había recogido del suelo, me preparé para encontrar una escena horrible al salir de aquel pasadizo, pero lo que vieron mis ojos fue diez veces peor de lo que había imaginado.

El corredor estaba repleto de cadáveres que me observaban con los ojos abiertos y sin vida, personas que habían sido testigo de las atrocidades que se habían cometido aquella terrible noche. Alrededor de mí había decenas de soldados luchando entre sí, clavando las afiladas cuchillas de sus armas en los cuerpos de sus enemigos para acabar con sus vidas antes de que terminasen con la suya propia.

No sabía a dónde ir ni cómo salir de allí y me quedé clavada en el sitio, moviendo la cabeza de un lado a otro, cada vez más conmocionada por las imágenes que percibían mis ojos.

—¿Moira?

Aquella voz tan familiar provocó que el gris entorno que me rodeaba se volviese a teñir de color, y al volverme hacia el lugar del que provenía, me encontré con cuatro rostros que me observaron con atención mientras se movían en mi dirección. Mi interior colapsó con las múltiples emociones que invadieron mi pecho, siendo incapaz de contenerlas y sintiendo como las lágrimas brotaban de mis ojos al mismo tiempo que me fallaban las rodillas.

—¡Moira! —exclamó Max mientras me abrazaba y me levantaba del suelo.

—¡Cuidado!

El aviso de Quentin nos alertó de la presencia de un soldado enemigo que venía a atacarnos por la espalda, pero Mónica le clavó la espada en el abdomen antes de que tuviese tiempo de parpadear.

—¿Estás bien? —me preguntó Aidan con preocupación al ver la cantidad de sangre que cubría mi ropa.

—Sí, yo...no...

Escondí la cabeza entre las manos intentando recuperar la cordura y cerré los ojos durante un segundo mientras respiraba profundamente para calmarme.

—Necesito que vengáis conmigo, Killian se está muriendo.

Los rostros de los soldados brillaron con dolor y sorpresa y los jóvenes asintieron con la cabeza con un golpe seco que provocó que empezase a correr hacia la sala de espectáculos lo más rápido que pude. Cada movimiento enviaba un profundo latigazo de dolor por todo mi cuerpo, pero ignoré aquella molesta sensación y la sustituí por la esperanza y la alegría que había traído consigo el comprobar que mis amigos seguían vivos.

—¡Por las nueces escarchadas de Adros! —exclamó Aidan al ver el estado del jefe del clan.

—Mónica, ve a alertar al sanador. —La joven obedeció las palabras de Quentin sin dudarlo y desapareció a la velocidad del rayo.

—Vamos, amigo, tenemos que sacarte de aquí.

Aidan y Max cogieron a Killian en peso con mucha delicadeza y el jefe del clan pareció recuperar la consciencia, pero sus ojos se volvieron a cerrar segundos después de encontrarse con los míos. Las lágrimas amenazaron con deslizarse por mis mejillas cuando Alis se abalanzó sobre mí y sentí las vibraciones de su cuerpo provocadas por el llanto, pero me obligué a ser fuerte por el bien de ambas. Los soldados me hicieron una seña para que los siguiésemos y Quentin se arrodilló en el suelo para asistir a Farren con un dolor en la mirada que no auguraba nada bueno.

La presión que sentía en el pecho no hizo más que aumentar conforme avanzábamos por los pasillos repletos de cadáveres y de muestras de una violencia atroz que lo inundaba todo a nuestro paso. Max nos guio por los pisos del castillo sin dudar de la dirección que tenía que tomar, y después de toda una edad de sangre y dolor, nos encontramos con Mónica en uno de los corredores.

La joven nos llevó hasta una apartada sala en la que nos esperaba el sanador con una cara de preocupación que no hizo más que empeorar en cuanto vio el estado en el que se encontraba el jefe del clan. Doc les hizo una seña para que lo depositasen en una bañera de madera que había llenado con un intenso y mágico líquido azul que parecía provenir del mar que vivía en el interior de la gema Aquamarina, y en mi mente resonaron una y otra vez las palabras que Júpiter le había gritado a Catnia con tanto veneno.

«¿Crees que no sé por qué el sanador de tu clan no puede pronunciar palabra?»

Doc sabía cosas que la madre del clan no quería que se supiesen, pero no se había deshecho de él porque era demasiado valioso para el reino. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al tener aquel pensamiento y Alis notó la vibración de mi cuerpo y se alejó de mí con confusión.

El líquido de la bañera se fue tiñendo del color de la sangre de Killian y el sanador empezó a verter sobre el agua el contenido de diferentes frascos, flores secas y otros elementos para mí desconocidos.

Al levantar la mirada me encontré con los ojos de los soldados, que me observaban con un gran desconcierto mientras analizaban mi rostro con atención, confundiéndome con su comportamiento. Le dediqué unos segundos a revisar su aspecto en busca de daños, y me di cuenta de que a pesar de que tenían heridas y cortes superficiales, no había nada por lo que preocuparse, sintiendo como mi interior se inundaba con un alivio que no tenía fin.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? Creímos que te habían dejado atrás —dijo Max con pesar.

—Sí, pero...

Intenté encontrar una forma rápida y sencilla con la que resumir lo que había ocurrido en las últimas horas, pero me resultó una tarea imposible.

—Es una historia muy larga. Catnia ha huido y Júpiter también.

—¿A dónde? —preguntó Aidan con sorpresa.

—No lo sé, es todo muy confuso. Al parecer el verdadero nombre de Júpiter es Aaron y él es el hijo primogénito de los padres del clan, el hermano de Killian y el verdadero jefe del Clan Aquamarina.

—¿Cómo? —Las expresiones de sorpresa de los soldados rompieron con la quietud que reinaba en la sala y la confusión y el asombro transformaron sus rostros al instante.

—Tenemos que encontrarlo —dijo una ronca voz que provocó que mi corazón empezase a latir a cien por hora.

 ¿Por qué todos miran a Moira de manera extraña?

¿A dónde creéis que ha ido Catnia, por cierto?

¿Cuál es el próximo paso para nuestros protagonistas?

A ver si recuperamos la gloria de El refugio, ¡contádmelo todo en los comentarios!

¡Nos leemos pronto! ❤️¡Biquiñoooos! 😍😍 

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