49. Anclas en antiguas cimas de montañas
Caminé tras el jefe del clan en silencio, prestando atención a los detalles que se escondían en todo lo que nos rodeaba. Al dejar de pensar durante un momento sobre todo lo que estaba ocurriendo, noté como el cansancio dificultaba mis movimientos. Las emociones vividas en los últimos días me habían dejado exhausta, así como las difíciles decisiones que me había visto obligada a tomar. ¿Por qué había decidido abandonar la paz de mi hogar?
—¿Estás bien? —me preguntó Killian con suavidad al haberse detenido en el pasillo, sorprendiéndome tanto por la pregunta como por la situación en general. Sus ojos me observaron con calidez y preocupación en ellos. El mar embravecido que recogía su mirada luchaba por tomar una decisión de la que yo no era partícipe, lo que me preocupó e intrigó a partes iguales.
—Mmm... ¿sí? —respondí algo perdida sin saber muy bien qué decir.
—No vas a venir con nosotros, Stone —dijo él atropelladamente. Sus ojos brillaron con intensidad al pronunciar aquellas palabras y su mirada se enfocó en mi rostro, intentando adivinar qué era lo que estaba pasando por mi mente.
—¿Cómo que no? —pregunté después de unos segundos, intentando procesar lo que estaba ocurriendo. Él se limitó a negar con la cabeza—. ¿Y se puede saber por qué? —pregunté, cediendo a la irritación que se había apoderado de mí.
—¿Cómo que por qué, Stone? ¿Acaso no has escuchado lo que ha dicho el anciano? ¡Tu cuerpo no debería soportar el poder que fluye por la superficie!
—No entiendo —dije manteniendo la calma.
—En el centro de Neibos se está acumulando una cantidad de fuerza elemental tan grande que amenaza con destrozar el planeta entero. Es peligroso, no voy a arriesgarme. —Me quedé un poco aturdida ante aquellas palabras—. Stone, no te quedes tan callada, no es propio de ti.
—No, perdón, es que me estaba preguntando quién ninfas te crees que eres para tomar decisiones en mi nombre —respondí airada, haciendo que él suspirara intentando calmarse.
—No seas difícil.
—¡Y tú no seas patán! —exclamé molesta.
—Esto no es discutible.
—Pues claro que no lo es.
—¡Stone, es una orden!
—No me vengas con esas, Frost, no soy uno de tus soldados. —El jefe del clan me observó con intensidad y en silencio—. ¿Qué pretendes, dejarme aquí encerrada hasta que decidas venir a buscarme? —Él abrió la boca para responder, pero no le dejé—. Te recuerdo que fuiste tú quién vino a buscarme. ¿Para qué vienes a interrumpir mi vida si luego no me quieres a tu lado? —Killian frunció el ceño al escuchar mis palabras y el enfado se reflejó en su rostro.
—¿Por qué tienes que ser tan insufrible? —preguntó con dolor en la voz.
—¿Y tú por qué tienes que ser tan contradictorio? Un minuto me sonríes, y al siguiente me miras como si te molestara. Por la noche me buscas, y por la mañana me das la patada. ¿Se puede saber qué quieres de mí, Frost? —pregunté más alto de lo necesario, incapaz de controlar mis sentimientos.
—No lo sé —respondió él sin pensar.
—¡Pues decídete ya! —exclamé con irritación.
—¿Y tú crees que estás preparada para saberlo? —Su pregunta se convirtió en un grito que me golpeó con la fuerza de la incertidumbre. Una tos fingida interrumpió nuestra conversación, y al volverme pude ver cómo los soldados de la Guardia Aylerix y el anciano nos observaban con cautela y curiosidad desde la distancia.
—Bien —dijo Devo mientras caminaba en nuestra dirección, captando nuestra atención al instante—. Lo que haremos será lo siguiente: dibujaré enlaces en sus frentes para que se les permita la entrada al lugar del origen, crearé un vórtice espacial que cruzaremos para llegar allí, abriré la puerta, ustedes entrarán y yo me iré. —El anciano empezó a trazar sinuosas líneas de un vibrante color azul en la frente de Quentin, y el solemne tono de su voz ayudó a que el latido de mi corazón volviera a su velocidad normal tras la discusión con Killian—. Me encontraré con Pyro y el resto de los ancianos en el lugar que hayan escogido. Han estado investigando el paradero de Arter durante todo este tiempo, y en cuanto lo hayamos encontrado, iré a buscarlos. ¿Comprendido?
—¿Qué pasa si necesitamos ayuda? —preguntó Aidan mientras Devo dibujaba los enlaces correspondientes en su rostro.
—No se preocupe, joven, si ese es el caso lo sabré y acudiré lo antes que pueda a su rescate.
Killian fue el último de los soldados en recibir los símbolos mágicos y el anciano se acercó a mí con expresión de preocupación. Sus dedos se deslizaron con delicadeza por mi piel, y el frío contacto de lo que fuera aquello con lo que estaba dibujando los enlaces alivió mi dolor de cabeza. Cuando terminó se separó de mi rostro, pero el magno volvió a fruncir el ceño y se acercó a mí una vez más para crear más símbolos en cada una de mis mejillas.
—Será mejor reforzar la seguridad en su caso.
Devo dejó el tarro de madera que contenía la pasta azul brillante sobre una mesa y empezó a agitar sus manos con fuerza, dibujando círculos y formas en el aire hasta que apareció ante él un humo celeste que se extendió en una gran forma rectangular. Justo allí apareció una ventana a otro lugar, y Killian fue el primero en cruzar el portal, seguido por la Guardia Aylerix. Los jóvenes desaparecieron ante mis ojos y el anciano me hizo una seña que indicaba que yo era la siguiente.
—He aquí algo que nunca creí presenciar —dijo en un susurro.
—Se han encontrado anclas en antiguas cimas de montañas, anciano.
En su rostro se dibujó una sonrisa sincera a modo de respuesta y me quedé anonadada durante unos segundos al presenciar tal acontecimiento. Aquella expresión que no pensé llegar a ver nunca hacía que pareciera un hombre muchísimo más joven y accesible, más feliz, más real. Me obligué a cruzar el portal para no observarlo tan fijamente, y al hacerlo me envolvió un hormigueo muy intenso que sacudió mi interior, instándome a dormirme y a despertarme al mismo tiempo. Tenía la sensación de estar flotando en una nube, pero aquello duró poco tiempo, ya que en cuanto sentí el suelo bajo mis pies me inundó un mareo tan profundo que me desorienté y empecé a verlo todo blanco.
—Será mucho peor ahí dentro —me dijo el anciano en un susurro mientras me agarraba de un brazo para estabilizarme y evitar que me cayera al suelo—. Puedo llevarte a casa si así lo deseas.
—Estoy bien, gracias —respondí con voz débil.
Devo asintió con la cabeza y se alejó de mí para caminar en dirección al lugar en el que se encontraban los soldados. El olor a tierra pura inundó mis fosas nasales, y al echar un vistazo a mi alrededor no fui capaz de determinar a cuantos metros de la superficie nos encontrábamos. Tratándose del lugar en el que supuestamente se había originado todo, era posible que estuviéramos a kilómetros de profundidad, y por alguna extraña razón, aquel pensamiento hizo que aumentara mi dolor de cabeza. Detrás de mí había una especie de poza de aguas transparentes que permitían que apreciara las piedras multicolores que cubrían su fondo, y por poco me caí en ella al sentir las vibraciones que sacudieron todo lo que nos rodeaba.
—Es peor de lo que temía —escuché decir al anciano. Me acerqué a ellos cuando los temblores cesaron, y al hacerlo pude ver el temor de los soldados ante las palabras que acababa de pronunciar aquel hombre que estaba recorriendo con sus manos la pared de roca que tenía enfrente—. Las gemas han acumulado más poder del que pensaba, el tiempo de margen con el que contamos se ha reducido considerablemente.
Estupendo. Mi visión se volvió a llenar de una neblina blanca que me impedía distinguir con claridad lo que tenía delante y sentí unas profundas ganas de vomitar. Tuve la sensación de que se estaban clavando cientos de agujas muy finas en mis sienes y cerré los ojos en un vano intento de aliviar mi malestar. Percibí un cambio en el aire, y al escuchar los susurros de los soldados me obligué a abrir los ojos para descubrir una brillante luz azul que estaba dibujando trazos para mí desconocidos en la pared de piedra. Devo empezó a pronunciar una serie de palabras en una lengua ancestral que llegaban a mí en forma de pequeñas vibraciones en el pecho que me indicaban el gran poder que contenían. El trazo de luz se detuvo de repente, y el anciano, que hasta aquel momento había mantenido sus manos suspendidas en el aire, las movió hacia un punto concreto del dibujo con tanta fuerza que de ellas brotó un haz de luz azul con el que se abrió una brecha en la roca. El estruendo que la sucedió fue tan fuerte que me obligó a poner las manos sobre los oídos hasta que, segundos después, todo se detuvo y el silencio reinó en la cueva.
—Aquí comienza su camino, soldados. Mantengan los ojos abiertos. Recuerden que cada vez que consigan deshacer un ritual, se dificultará la liberación de la siguiente gema porque la totalidad de poder se verá concentrado en menos lugares. —El anciano movió las manos en el aire con rapidez, y de ellas brotó el humo celeste que abrió un portal ante él muy similar al que nos había llevado a aquel lugar—. Espero volver a verlos —dijo antes de desaparecer en cuanto se cerró el vórtice.
¡Espero que os haya gustado este capítulo!
¿Qué pensáis que va a pasar en la cueva?
¡Si queréis que continúe subiendo más aseguraos de darle a la estrellita y de contarme qué os ha parecido! 🌟🌟
¡Nos vemos pronto! -->210 👀, 39 🌟 y 140 ✍️! ❤️
¡Biquiñooooos! 😍😍
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