46. La crueldad del destino
Estos son algunos de mis capítulos favoritos de la novela, espero que disfrutéis del maratón ❤
La mirada del anciano se centró en mí con una seriedad tan grande que sentí como el miedo se extendía por mi cuerpo sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Sus ojos estaban cargados de emociones muy diversas, golpeándome con una intensidad que me abrumó. Su rostro se había deformado por la sorpresa al escuchar mis palabras, pero en él se ocultaba otra emoción que no acababa de comprender y que hacía que mi corazón se encogiese al sentirme insignificante ante su presencia. ¿Por qué no podía mantener la boca cerrada?
—¿Cómo dice? —preguntó el anciano con serenidad fingida, liberándome de la prisión de sus ojos al fin.
—Digo que está mintiendo —respondí sin poder controlarme. ¡Moira, por los dioses del Olimpo!
—Stone —dijo Killian con severidad, advirtiéndome de que cerrase el pico de una vez.
—¿Stone? —repitió el anciano con confusión, como si supiera que aquel no era mi apellido original—. Ah... ya sé quién es usted, señorita, ¿cómo no me he dado cuenta antes? Después de todo es usted única en el mundo... —Ya estábamos otra vez con aquellas tonterías.
—Volviendo al tema —respondí con desgana—, ¿quién ha creado el manuscrito?
—Quien lo haya hecho ha encontrado la manera de bloquear el poder de las gemas al completo. Ahora entiendo la naturaleza de los temblores que sacuden el planeta desde hace dos puestas de sol —dijo más para sí mismo que para nosotros.
—¿También han sido ellos? —La voz de Killian se elevó una octava.
—No sé quiénes son ellos, Ix Realix, pero lo que sí le puedo decir es que la magia no ha desaparecido de Neibos. El poder de las gemas sigue aquí, esperando a ser utilizado por cualquiera que lo desee.
—No entiendo...
—El hechizo que se esconde en este manuscrito no es uno que pueda acabar con la magia del planeta. Tan solo hay una forma de lograr que eso ocurra y está al alcance de muy pocos... Lo que se recoge en estas páginas es un conjuro que impide que todos aquellos que tengan acceso a la magia elemental puedan usar el poder de las gemas desde el momento en el que se pronuncien las palabras que lo activan.
—¿Y por qué usted puede utilizarla? —Devo me observó con curiosidad e irritación en la mirada.
—Hay muy pocos conjuros que nos afecten a nosotros los magnos, señorita. Que los habitantes de Neibos no tengan acceso a la magia no significa que esta haya desaparecido. En el interior del planeta, más allá de las fronteras a las que tiene acceso el hombre, donde yacen las gemas que transmiten su fuerza a la tierra y nutren nuestro ecosistema, se está acumulando un gran poder que se volverá incontrolable en cuestión de días.
—¿Qué significa eso? —preguntó el jefe del clan con voz de alarma.
—Los terremotos que ya han ocurrido son solo una pequeña muestra de lo que terminará sucediendo en todos los reinos. La magia acumulada en el corazón de Neibos buscará una forma de liberarse sin importarle lo que encuentre a su paso. La tierra explotará de dentro hacia fuera, haciendo que todo lo que se encuentre en la superficie salga volando por los aires, el mar azotará la costa con una fuerza desbocada e inundará regiones que nunca antes habían visto agua salada, y el viento cobrará tal fuerza que arrastrará consigo hasta los objetos más pesados para enviarlos a territorios muy lejanos.
Los gemidos de sorpresa que salieron de nuestras bocas hicieron que el anciano nos mirase con sorpresa, como si se hubiese olvidado de que estábamos allí con él. Una cosa eran un grupo de personas enajenadas por sus ansias de poder que se habían unido para reclamar lo que creían que merecían de una manera muy violenta, y otra muy distinta era la destrucción inminente del planeta y de todos los que vivíamos en él.
La situación se había descontrolado en cuestión de segundos y sentí como aparecía un nudo en mi garganta provocado por la conmoción que me había invadido al ser consciente de lo que aquello significaba. La ira que sentía contra el maldito Júpiter que lideraba aquel suicidio colectivo se avivó con fuerza, sacudiéndome con un fuego que casi me quemaba por dentro, y el miedo que me había invadido al descubrir que la muerte había pasado de ser algo posible a algo muy probable se apoderó de hasta el último rincón de mi mente.
—Sea quien sea la persona que ha originado esta situación tan disparatada, estoy seguro de que desconoce el precio que debe pagar para que se repare el desequilibrio que está causando en la magia.
Las palabras del magno hicieron que algo se removiese en mi interior y sentí como mi mente comenzaba a trabajar a toda velocidad para procesar mis pensamientos. No tenía sentido que la intención de Júpiter fuese acabar con el planeta, porque de ser así no habrían intentado secuestrar a Alis, atacado la Fortaleza Aquamarina ni nada de lo que habían hecho hasta el momento.
—¿Y no se puede liberar ese poder acumulado antes de que estalle? —pregunté al ver que nadie decía nada.
—Habría que acudir al origen de todo, al lugar en el que moran las gemas, y deshacer los rituales que se han creado para cesar su poder.
—¿Y cómo hacemos eso? —pregunté con una convicción que hizo que el anciano soltase una amarga carcajada—. No veo dónde está la gracia.
—¿Lo dice en serio? Pensaba que la crueldad del destino era evidente, señorita. —Mi expresión de confusión sirvió para que Devo continuase hablando—. ¿No le parece irónico que quien esté luchando por devolverle la magia al planeta sea usted? ¿la única persona a la que las edades de Neibos han condenado con la ausencia de poder y la simpleza eterna?
—Me parto —respondí con una seriedad impropia en mí.
—No sea sarcástica conmigo, señorita. Por mucho que lo intente no va a lograr superar a la ironía del hado. ¿Sabe qué nombre recibían en la antigüedad aquellas que se encargaban de tejer las hebras de la vida de las personas, de decidir qué ocurría con cada uno de nosotros, desde que nacíamos hasta que cerrábamos los ojos por última vez? Moiras. Ellas eran las encargadas de determinar cuál sería nuestro destino. Y aquí está usted, luchando por una meta que no es alcanzable, por restaurar algo que la ha maldecido con la exclusión, que le ha negado la oportunidad de ser partícipe de una cosa tan maravillosa como es la magia, y haciéndose llamar Moira. ¡Oh, si no es cruel el destino!
Necesité de todo mi autocontrol para luchar contra la ira que se había despertado en mi interior al ver la actitud del anciano y respiré hondo intentando calmar la rabia que habían provocado en mí aquellas palabras. Lo peor era la forma en la que las había pronunciado, como si todo aquello fuese culpa mía, como si fuese yo misma quien había colocado el maldito hilo de mi vida en el peor de los lugares, como si todo lo que había ocurrido hubiese sido decisión mía.
La ira se abrió paso en mi interior como una llama que arrasaba con todo a su paso y sentí como se acumulaba en mis puños el hormigueo que me animaba a golpear cualquier cosa que estuviese a mi alcance. Aquel hombre tan venerado, que sabía y había vivido tantas cosas y que era considerado prácticamente una deidad, se estaba riendo de mi existencia en lugar de intentar brindarnos la ayuda que habíamos ido a pedirle. En aquel momento había gente sufriendo porque sabía que su vida estaba a punto de cambiar o incluso de extinguirse, y aquel pedazo de cacho de trozo de heces de trol se estaba divirtiendo a costa de insultarme.
—¿Ha terminado? —pregunté con una calma que me sorprendió más a mí que a ellos.
—¿Cómo dices?
—Pregunto si has terminado de actuar como un niño descerebrado y podemos buscar soluciones para la situación apremiante que nos ocupa.
—¡Stone! —bramó Killian en la quietud de la estancia, haciendo que los soldados abriesen los ojos por la sorpresa al comprobar el giro que habían tomado los acontecimientos.
—¡Le convendría mostrarme más respeto, señorita!
—Me encantaría poder hacerlo, pero mi respeto se gana, no viene de serie como el de los demás, y por el momento no hay nada en usted que sea digno de cualquier forma de tolerancia por mi parte. —El anciano se levantó de un salto y acercó su báculo a mi rostro.
—¿Sabe usted con quién está hablando? —preguntó el magno a punto de perder la paciencia. Lo que él no sabía, sin embargo, era que la mía ya se había acabado.
—Sí, con un ser tan egoísta que ni siquiera se ha molestado en analizar la cuestión que amenaza a los habitantes de todos los reinos para ofrecer una alternativa que pueda salvarlos.
—¿Por qué iba a hacer nada por ayudar a esa panda de ignorantes perezosos que residen ahí abajo? —El anciano soltó una amarga carcajada—. He vivido más edades de las que podrías imaginar, insignificante criatura. ¿Piensas que no sé en qué se han convertido los seres humanos? He sido testigo de la transformación de estos individuos que no son más que el fantasma de una civilización que era merecedora de respeto. Lo que camina ahora por la superficie del planeta son baratas excusas de personas que están demasiado ocupadas admirando su neënd como para darse cuenta de que están rodeados de cosas espectaculares. Estoy cansado de escuchar estupideces de tagarotes que no tienen ni la menor idea de lo que es importante en la vida.
»Cuando me siento ahí, lo único que veo son trampas y engaños para llegar a la posición más alta, personas que juegan con fuerzas que escapan a su comprensión y que no se molestan en entender, gobernantes que acumulan poder sin tener en cuenta el sufrimiento de sus súbditos... Nuestra raza se ha visto supeditada a la violencia y a la discriminación, a la falsedad y a la hipocresía, a la envidia, a la codicia, al orgullo y al egoísmo... ¿Por qué iba a mover un dedo para ayudar a los seres que desprecio con tanta intensidad?
—¿Estás de broma? —pregunté atónita al escuchar todo aquello.
—¿Te parece que estoy bromeando, estúpido ser ignorante? —La solemne voz del anciano hizo eco a nuestro alrededor, multiplicándose con potencia y golpeando mi rostro con su fuerza.
—¿No eres tú, acaso, el encargado de transmitirle a la población el conocimiento y los valores del ser humano? ¿No eres tú el mismo que se ha sentado en esa silla, observando impasible lo que ocurría sin hacer nada por evitarlo? No te atrevas a quejarte porque el resultado no es el que esperabas si no moviste un dedo para alcanzar tu propósito.
—¡No se te ha concedido el derecho a hablarme así! —gritó el anciano con ira en los ojos.
Una gran corriente me sacudió con energía, haciendo que mi pelo volase hacia atrás y que necesitase una gran cantidad de fuerza para no ceder y caerme. El ambiente en la sala cambió y las sensaciones que percibí mientras el anciano empezaba a flotar en el aire me erizaron la piel. Su báculo se inclinó en mi dirección y me pareció que la luz disminuía a mi alrededor para que pudiese observar con mayor detalle los cientos de líneas y dibujos que se habían iluminado en su piel. Aquellas formas mágicas brillaban con un color aguamarina que me dejó sin palabras y su rostro se inundó de oscuridad, haciendo que las marcas destacasen todavía más. Los dibujos que había en su unüil también se iluminaron, y lo mismo ocurrió con la gran gema que decoraba su bastón, que proyectó rayos de luz del mismo color en todas las direcciones.
—¡Basta! —gritó el jefe del clan desde más abajo.
—Si tu intención es acabar con mi vida te sugiero que lo hagas rápido. De lo contrario, convendría que invirtiésemos el tiempo en hacer algo más productivo.
¡Boom!
¿Qué te ha parecido lo que ha dicho el anciano? ¿Y la «crueldad del destino»?
No olvidéis votar y comentar porfis🌟
Siguiente capítulo del maratón ya disponible 😍😍
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