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42. Avecina tormenta

Dos días. Wow.

La suavidad del tono de Killian y la súplica que se escondía en sus ojos me habían dejado con la boca abierta. ¿De verdad quería que fuese con ellos? La calidez que se despertó en mi pecho se unió al aleteo del sinfín de mariposas que sentí en el estómago cuando escuché sus palabras. Maldije mentalmente al saber que me podría acostumbrar a las sensaciones que había provocado en mi interior sin ningún tipo de problema, lo que tan solo podía significar una cosa: avecinaba tormenta.

—Siempre es un placer decirle a Ix Realix lo mendrugo que está siendo —respondí antes de ser consciente de que había aceptado su petición. Killian sonrió de oreja a oreja, haciendo que los sentimientos que se habían despertado en mi interior se multiplicasen por tres.

—Cámbiate de ropa —ordenó con autoridad. Me costó más de un segundo procesar que el jefe del clan me estaba ordenando que me vistiera mientras esperaba sentado en una pila de libros de la tienda de magia en la que trabajaba. Todo aquello era muy extraño.

—Me encantaría hacerlo pero esto es una tienda de magia, no de ropa, pelazarzas. —Killian maldijo entre dientes y se levantó con brusquedad para acercarse al mostrador tras el que me encontraba y tuve que reprimir una carcajada al ver la frustración que se apoderó de su rostro.

—¿Tienes que insultarme cada vez que abres la boca?

—¿Y tú tienes que darme órdenes constantemente?

—No tendría que hacerlo si prestaras atención a lo que hago en vez de llevarme siempre la contraria.

—Y yo no te llevaría siempre la contraria si pensaras en el mundo de posibilidades que se extiende a tu alrededor en vez de optar por hacer lo que te dice la adoctrinada visión que tienes de la vida. —Killian entrecerró los ojos con irritación pero las comisuras de sus labios se elevaron ligeramente.

—Recuérdame por qué te llevo conmigo.

—Tendrás que explicármelo tú porque no tengo ni la más mínima idea —respondí con una sonrisa, acercándome un poco más a él conforme hablaba.

Killian me observó con intensidad, como si estuviese intentando encontrar la respuesta a aquella incógnita en su mente. Su rostro estaba demasiado cerca del mío y cuando fui consciente de nuestra proximidad sentí como reaparecía la ya familiar calidez en mi pecho. El jefe del clan deslizó su mirada por mi rostro antes de abrir la boca para decir algo pero la volvió a cerrar sin pronunciar palabra.

—Y tengo dos piernas maravillosas —dije recuperando la compostura antes de que fuese demasiado tarde—, no necesito que me lleves a ningún sitio. —Killian me dedicó una sonrisa de medio lado al escucharme y me di media vuelta para dirigirme a la parte trasera de la tienda y tratar de ordenar mis pensamientos.

Suspiré indignada conmigo misma y apoyé la cabeza en la fría pared del almacén con la esperanza de que me ayudara a disipar lo que fuese que estaba ocurriendo en mi interior. Lo que más me frustraba era que nada tenía sentido. Vale, sí, Killian estaba bien cuando dejaba de ser un metomentodo y un egocéntrico controlador, pero no podía engañarme, él era el jefe del Clan Aqua y la máxima autoridad de Neibos, el culmen de la Autoridad, y yo era el último eslabón de la cadena. Él se había criado entre grandes maestros y yo ni siquiera había ido a la escuela. Nuestras visiones del mundo eran incompatibles, ¿por qué tsunamis había decidido acompañarlo?

Tragué el nudo que se me había formado en la garganta y saqué lo que había en la bolsa que me había dado Killian momentos atrás. No pude controlar el gemido que salió de mi boca al ver el precioso conjunto azul oscuro que sostenía en la mano y me apresuré a ponérmelo tan rápido como pude. Una suave sensación acarició mi piel al sentir el tacto de aquellas prendas tan lujosas y me sorprendí al verme reflejada en el espejo. Mi aspecto daba la impresión de que tenía la vida bajo control pero la realidad no podía ser más distinta y solté un suspiro intentando calmar los pensamientos que tanto me abrumaban.

Cuando salí del almacén descubrí a Killian admirando los libros y reliquias que descansaban sobre las estanterías de la tienda con mucha atención.

—¿Ves algo que te guste? —pregunté para hacerle saber que ya estaba de vuelta.

—He leído la mayoría pero hay algunos que no conocía. ¿Cuál me recomiendas? —preguntó con sincero interés.

—Me pillas fuera de onda, Frost. La magia no es lo mío.

—No —respondió con una sonrisa—, lo tuyo es otra cosa —dijo mientras señalaba el libro de la civilización antigua que había encima de la mesa. ¿Es que no se le escapaba nada? No lo miré a la cara y me limité a hacerle la burla por lo bajo, lo que provocó que se riera tan profundo que su carcajada hizo eco en la tranquilidad de la estancia.

Me apresuré para dejarlo todo en orden antes de cerrar las puertas de la tienda y empezamos a caminar en dirección a mi casa con premura. La condición que le había puesto a Killian para acompañarlos era que me dejase hablar con mi padre antes de partir. No quería volver a irme sin avisar ni aumentar la preocupación que sentía el pobre hombre, algo que no dejaba de aumentar con cada puesta de los soles.

—¿Por qué confiamos en Devo? —pregunté mientras nos acercábamos a mi casa—. ¿No podría ser él el anciano que ha hecho esto?

—Podría, pero no lo creo —respondió Killian con seguridad—. En su día ocupó mi puesto y recibió grandes alabanzas por sus méritos. Me resultaría muy extraño que una persona como él cambiase tanto con los ciclos. Es posible pero no creo que sea el caso. Es el anciano más antiguo y prácticamente nuestro último recurso, así que espero que no haya decidido cambiarse de bando.

Asentí con la cabeza sin decir nada más, satisfecha con sus argumentos, y continué el camino en silencio, absorta en mis pensamientos y trazando nuevas teorías que me ayudasen a comprender lo que ocurría en Neibos. Killian me siguió en cuanto abrí la puerta de mi casa y al atravesar el arco de la entrada me encontré de pleno con las sonrisas de los miembros de la Guardia Aylerix.

—Mira quién ha decidido acompañarnos —dijo Quentin con sincera alegría.

—No veo a nadie más haciendo cola para salvarte el culo —respondí guiñándole un ojo.

—Es que esa vista no es soportable para todo el mundo —añadió Max con una pequeña carcajada.

—¡Bueno, bueno! —exclamó Aidan con estupor.

—¿Max ha hecho la segunda broma de su vida? —preguntó Mónica asombrada. Escuché la risa de Killian detrás de mí pero mi alegría se esfumó en cuanto vi la inquieta expresión de mi padre.

—Papá... —comencé con un suspiro, intentando encontrar la manera de explicarle algo que ni yo misma acababa de comprender.

—He preparado tus cosas para el camino —dijo levantando una mochila en el aire—. Cada minuto es oro. — Al ver su expresión sentí un agradecimiento tan grande que se me formó un nudo en la garganta cargado de buenas sensaciones, pero no pude evitar ladear la cabeza por la curiosidad—. Eres mi hija, Moira, sabía que ibas a decir que sí —explicó mi padre adivinando las preguntas que se habían formado en mi mente. Mi única respuesta fue el gran abrazo que le di y con el que esperaba haber expresado mi infinita gratitud—. Ix Realix.

—Gracias por su ayuda, señor Flame.

—Os pediría que la cuidarais pero viendo como han sido las cosas es probable que termine siendo al revés. —El comentario de mi padre hizo que los soldados bufasen con diversión y por mucho que lo intenté no pude ocultar mi sonrisa. ¡Toma esa, Guardia Aylerix!

—Vaya, Stone, ya veo de donde viene ese fuego que corre por tus venas —bromeó Killian.

—Ah, no, a mí no me eche la culpa. —Se defendió mi padre levantando las manos en señal de rendición—. Eso le viene por parte de madre —añadió mientras me guiñaba un ojo. La memoria de mi madre me llenó el corazón de cálidas sensaciones y volví a abrazar a mi padre, aquella vez a modo de despedida. 

He aquí el capítulo 42. ¿Qué os ha parecido?

¿Percibís la electricidad?

¿Qué pensáis que va a ocurrir con el anciano?

¿Echabais de menos a la Guardia?

Meta para el próximo: 195 👀, 36 🌟 y 113 ✍️

¡Nos vemos cuando queráis! ❤️

¡Biquiñooooos! 😍😍  ¡Y espero que os haya gustado!😍

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