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40. Una situación sin precedentes

Gracias por el apoyo.

Abrumada por lo ocurrido en la fortaleza, había empezado a caminar sin ser consciente de ello. Me había perdido en los pensamientos que volaban por mi mente sin rumbo fijo y mis pies habían tomado el control sin que fuera consciente de ello, llegando a la entrada de mi casa sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí.

—¿Moira? —preguntó una preocupada voz en cuanto abrí la puerta.

—Hola, papá. —La figura de mi padre se asomó al pasillo antes de venir corriendo hacia mí para abrazarme como si no me hubiese visto en varios ciclos de Asteria.

—Me tenías muy preocupado —susurró contra mi pelo—. ¿Estás bien?

Yo asentí con convicción, pero las lágrimas que habían aparecido en mis ojos se deslizaron con fuerza por mis mejillas y lloré. Lloré por las muertes que había presenciado, por los recuerdos que había revivido y por todo el dolor que había encontrado la forma de volver a la superficie. Lloré por la tensión acumulada, por la incertidumbre que me invadía y por el cansancio que me dominaba, pero, sobre todo, lloré por las palabras de la madre del clan.

Intenté convencerme de que no me habían importado, pero lo cierto era que me había dolido cada una de las sílabas que había pronunciado con tanta soberbia. Lo peor era que había sido culpa mía. ¿Quién me mandaba meterme en asuntos que no me incumbían? También lloré al pensar en la Guardia Aylerix, en Killian y en Alis. No me había despedido, y aunque sonara extraño y ridículo, me había sentido bien en su presencia, había reído y llorado en su compañía, y me había sentido en conexión con ellos. Lloré porque con la Guardia había sentido lo que era formar parte de un grupo por primera vez en mi vida, y lloré por lo mucho que dolía dejarlos ir.

Mi padre me consoló mientras sollozaba en su abrazo y me llevó a la cocina cuando pensó que me había calmado lo suficiente.

—Toma —dijo mientras posaba una taza de infusión de canela delante de mí—. Esto hará que te sientas mejor.

Nadie me conocía tan bien como él, y en cuanto le di un sorbo a la caliente bebida me invadió una reconfortante sensación que calmó mis nervios y mis sentidos. Empecé a explicarle todo lo que había ocurrido desde que él se había ido a Slusonia aquella fatídica mañana en la que nuestro mundo había colapsado, y mi padre escuchó atentamente todo lo que tenía que decir.

—Entiendo —murmuró cuando finalicé el relato—. ¿Entonces Júpiter es uno de los ancianos?

—No lo sé, es todo muy extraño —dije frunciendo el ceño.

—¿A qué te refieres?

—No le veo sentido a que un anciano actúe de esta manera. Se supone que son elegidos por su capacidad para preservar el conocimiento y guiar a las generaciones futuras con sus valores. ¿Por qué iba a hacer algo así un anciano?

—No tengo ni idea. Lo que está claro es que alguien quiere el poder que se concentra en el jefe de nuestro clan. —Fruncí el ceño al procesar lo que acababa de decir mi padre.

—¿Crees que quieren ocupar la posición de Frost? —Él esbozó una sonrisa al escuchar como me refería a Killian por su apellido pero no dijo nada.

—Tiene su lógica si lo piensas. Es la posición de mayor poder de Neibos y alguien se ha arriesgado mucho para secuestrar a su hermana y poder manipularlo.

—A eso es a lo que voy. Alguien se ha arriesgado mucho, pero ese alguien es un colectivo. Lo que sea que buscan ofrece una recompensa para todos ellos y no creo que sea fácil encontrar una causa que unifique a nei de todos los clanes de esta manera. —Mi padre suspiró preocupado.

—Nos encontramos ante una situación sin precedentes, Moira. Nunca he visto, leído u oído nada acerca de un hechizo que permitiera cesar la magia de las gemas. En la escuela nadie entiende cómo es posible que esté ocurriendo esto y encontrar algo así requiere su tiempo, al igual que conseguir que personas de índoles tan diversas trabajen juntas. No sé qué es lo que va a ocurrir, pero va a ser algo grande y, con toda probabilidad, desfavorable para nosotros. —Asentí con la cabeza meditando sobre lo que decía mi padre y desvié la vista hacia la ventana para intentar aclarar mis pensamientos. —Es tarde —añadió él con una débil sonrisa al darse cuenta de que había anochecido—, deberíamos descansar.

Al entrar en mi habitación cerré la puerta detrás de mí. Ni siquiera me molesté en encender la luz porque me dirigí directamente a la ventana para sentarme en el banco que había en ella. Era extraño para mí irme a la cama a aquella hora, ya que de tratarse de un día normal, me tendría que ir para poder llegar a tiempo al trabajo. Suspiré antes de echar un último vistazo a la que parecía una ciudad fantasma y sin vida y me deslicé sobre el mullido colchón al que tanto había echado de menos. La suavidad y el familiar frescor de las sábanas me envolvieron con su abrazo y sentí como se relajaba cada uno de mis músculos hasta que me quedé dormida segundos después.

Al día siguiente me despertó el delicioso olor del bizcocho de nata que mi padre había metido en el horno. Reconocería aquel aroma en cualquier parte, pues era uno de mis favoritos, y cuando me levanté y vi los objetos de la civilización antigua que decoraban mi cuarto, junto con los dibujos que había hecho a lo largo de los ciclos y las hierbas y plantas que inundaban el ambiente con su olor, sonreí al saber que por fin estaba en casa.

Me detuve para tocar un cristal anaranjado en forma de pirámide que descansaba sobre la mesa, y de su vértice más alto brotó un haz de luz que proyectó un bonito recuerdo en la estancia: una tarde de verano en la que Cruz, mi padre y yo recorrimos el bosque en busca de las legendarias mariposas de oro.

Se decía que aquellos animales tenían el poder de conceder el deseo más arraigado que nacía en el alma de una persona, aunque hacía edades que nadie veía una. Aquel día regresamos a casa con las manos vacías, pero no nos importó porque nuestros corazones rebosaban felicidad.

Bajé las escaleras riéndome entre dientes al recordar que aquella fue la primera vez que Cruz compartió con nosotros sus deseos de ser un maestro como mi padre, y cuando mi amigo confesó que tenía dudas porque no creía que tuviese lo necesario para ser un buen profesor, lo tiramos al agua como castigo por no confiar en sus capacidades.

Negué con la cabeza divertida y accioné el xerät para responder a su mensaje y a la grabación que había recibido del Hrath, y cuando llegué al piso de abajo, me encontré con una mesa llena de pequeños manjares.

—Buenos días —dijo mi padre mientras comía una galleta que había horneado él mismo—. Creo que necesito ayuda con una página del recetario.

Una de las reliquias que habían pasado de generación en generación en la familia de mi padre era un recetario de uno de sus antepasados. Desde que tenía memoria, las páginas de aquel libro habían servido para que desarrollásemos nuestras habilidades y aprendiésemos a alimentarnos sin utilizar la magia. Con el tiempo aquella actividad había pasado de ser una tarea para la supervivencia a convertirse en uno de nuestros pasatiempos favoritos, y nos las habíamos arreglado para encontrar nuevas recetas que incluir en el libro familiar que tanta felicidad nos había aportado.

Aquel día, como muchos otros, pasamos gran parte de la tarde intentando descifrar lo que ponía en la hoja que tanto le interesaba a mi padre, algo que había resultado ser más difícil de lo esperado. Entre risas y bromas conseguimos interpretar la información que contenía, y cuando nos dimos cuenta de que teníamos todos los ingredientes para crear algún postre para la realeza llamado Roscón de Reyes, nos pusimos manos a la obra.

Era genial estar en casa de nuevo. Para nosotros era como si nada hubiese cambiado, ya que mi padre nunca utilizaba la magia en mi presencia, y aquella era una situación habitual en nuestro hogar.

—¡Por fin! —exclamé complacida mientras metía la masa en el antiguo horno que se escondía en la cocina. Cuando cerré la puerta y vi mi reflejo en el cristal, me di cuenta de que tenía harina por todas partes y mi padre se rio entre dientes detrás de mí.

—Tardará un rato en hacerse —dijo con calidez—. ¿Por qué no descansas un poco?

Asentí con la cabeza porque sabía que las manchas púrpuras que se extendían bajo mis ojos lo tenían preocupado, y subí las escaleras para ducharme y meterme en la cama. Me distraje leyendo uno de los libros de la civilización antigua que guardaba en las estanterías, y en poco tiempo me invadió una sensación de confort y calma que recibí con los brazos abiertos.

En cuanto deslicé un pie fuera del cálido abrigo de las mantas, noté que el frío se había apoderado del cuarto. Resoplé cuando sentí que mis pensamientos se reanimaban y me di media vuelta esperando que la niebla y el dolor de cabeza apagasen mis sentidos, pero el recuerdo de lo ocurrido en los últimos días sacudió mi cuerpo con violencia.

Sabía que no iba a ser capaz de dormir más, así que abrí los ojos para descubrir que era de madrugada, justo la hora a la que me levantaba para ir a trabajar. Decidí que lo mejor sería ir a la tienda y adelantar el trabajo que había acumulado al estar fuera. Con un poco de suerte, lograría distraerme de los indeseables pensamientos que inundaban mi mente.

Tras prepararme y almorzar, me puse el delicado abrigo celeste que un día perteneció a mi madre y me deslicé por las desérticas calles de Aqua. Sonreí cuando sentí la humedad del mar en el aire fresco que me acariciaba las mejillas. Siempre me había gustado pasear de madrugada, arropada por el frío y la soledad del lugar.

Las luces ocultaban mensajes codificados con parpadeos desde la lejanía, los árboles murmuraban secretos sacudidos por el viento, y el mar se revolvía con vigor en el horizonte, generando una delicada melodía que calmaba las acuciantes voces de mis recuerdos.

Sin previo aviso y rompiendo con la línea de mis pensamientos, mi mirada se encontró con los azules y penetrantes ojos del gigante que me observaba con una quietud sorprendente en la oscuridad de la noche.  

No me puedo creer que estemos de vuelta en casa. Echo de menos a la guardia... ¿Y vosotros?

Estamos en el ecuador de la novela. ¡AAAAHHHHH!

Teníamos como objetivo llegar a los 400 seguidores en el capítulo 40 y lo hemos superado con creces, así que nuestro siguiente objetivo será llegar a los 700 en el capítulo 70. ¿Lo lograremos? 

Dicen que si tu meta parece fácil es que no estás apuntando lo suficientemente alto así que aquí estamos, apuntando a la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer. ✨

Os dejo la meta para el siguiente capítulo ✨  165 👀, 28 🌟 y 100✍️

¡Nos vemos cuando queráis! ❤️

¡Biquiñooooos! 😍😍 

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