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36. Una criatura bastante peculiar


Las agudas muecas de preocupación de mis acompañantes ante mi descontrolado llanto hicieron que fuera consciente de la situación en la que me encontraba, y no pude reprimir una sonrisa que se convirtió en una profunda carcajada al ver sus expresiones. Mis dispares reacciones no hicieron más que aumentar la preocupación de los soldados, que me observaban atónitos desde sus sillones.

Por si fuera poco, cometí el error de imaginar la escena desde su perspectiva, lo que provocó que me riera todavía más a pesar de que las lágrimas continuaban deslizándose por mis mejillas. Nunca antes había experimentado tantas cosas a la vez ni de manera tan intensa, y una cálida sensación se extendió en mi interior al presenciar la preocupación que estaban sintiendo los soldados, lo que ayudó a que el dolor que me inundaba comenzara a desvanecerse.

—Estoy bien —dije levantando una mano en señal de rendición y secando las lágrimas que rodaban por mis mejillas con la otra—. No he perdido la cabeza, no os preocupéis. —El gesto de los soldados se suavizó ligeramente, pero podía ver que no estaban para nada convencidos de que estuviera siendo sincera con ellos—. La comida favorita de mi madre eran las mazorcas de maíz —expliqué con voz débil—. Ella está muerta por mi culpa.

—¿Qué significa eso? —preguntó Aidan con voz grave.

—Murió dando a luz.

—Stone... —comenzó Killian.

—No me sueltes un sermón —dije mientras lo interrumpía con una sonrisa tímida—. Sé que no es realmente mi culpa, que son cosas que pasan y que es el equivalente a un accidente, pero eso no hace que duela menos.

—Sé a lo que te refieres —confesó Mónica—. Tener que asumir que algo es de una forma determinada no implica que sea más fácil aceptarlo.

Tanto ella como yo sabíamos de qué estaba hablando y asentí ligeramente con la cabeza para que la Obsidiana supiera que la había comprendido perfectamente. Ella me dedicó una breve sonrisa y se concentró en evitar que las lágrimas que se habían formado en sus ojos escaparan a su control. Un sonido seco que apareció de la nada nos sobresaltó a todos y sirvió como excusa para que los soldados se levantaran de un salto y se armaran en cuestión de milisegundos.

Yo, sin embargo, me quedé sentada en el sofá y empecé a reírme tanto que me llevé una mano al pecho al tener dificultades para respirar. Podía sentir en la piel la humedad de las últimas lágrimas que habían bañado mis mejillas, pero aquello no fue suficiente para hacer que me detuviera y continué riéndome mientras la Guardia se volvía hacia a mí sin entender qué era lo que estaba ocurriendo.

Incapaz de articular palabra, me limité a señalar las mazorcas de maíz con lágrimas en los ojos, pero en aquella ocasión no había tristeza alguna en ellas. Mis carcajadas se volvieron más profundas cuando detuve la mirada en los soldados, que se encontraban de pie, blandiendo sus armas y analizando su entorno, intentando encontrar al terrible enemigo que acechaba en la oscuridad contra el que lucharían en una encarnizada batalla.

—O sea —dije intentando recuperar la compostura—. Sois el equipo de soldados más temido de Neibos, ¿y os asustáis cuando una palomita hace pop?

Los ojos de Killian se posaron en la bandeja que había sobre las brasas y en su rostro se dibujó una sonrisa de medio lado al comprender lo que había ocurrido, pero las expresiones de los soldados seguían siendo de puro desconcierto. No dejaba de sorprenderme el poco conocimiento que tenían sobre las cosas más banales de la vida, y en algún rincón de mi pecho sentí una ligera tristeza al pensar en todo lo que se estaban perdiendo. El jefe del clan acarició su barba con una mano mientras negaba con la cabeza algo avergonzado, y la dulce risa de Mónica inundó el lugar. Max se rascó la nuca mientras hacía una mueca y guardó su espada antes de volver a sentarse en el sillón, siendo imitado por sus amigos poco después.

El tiempo pasó volando mientras contábamos historias a la luz del fuego. La conversación nos había llevado a un terreno más personal y profundo y habíamos empezado a compartir anécdotas que, a pesar de no ser para nada importantes, eran desde luego más privadas. Sin saber cómo, me encontré riendo y bromeando con personas que no formaban parte de mi círculo íntimo, algo que era completamente nuevo para mí.

El cansancio acumulado por los últimos acontecimientos comenzó a acusarse en nuestros rostros, y nuestro entusiasmo se fue apagando poco a poco para ser sustituido por una gran necesidad de descanso. Max y Mónica fueron los primeros en retirarse a descansar, y Quentin y Aidan se habían ido poco después, dejándonos a Killian y a mí sumidos en un profundo silencio.

—¿En qué piensas? —preguntó él después de un buen rato. Mis ojos dejaron de admirar el baile de las llamas anaranjadas que se extendían ante nosotros para encontrarse con su clara mirada.

—En mi madre —respondí con una sonrisa—. En que me habría gustado conocerla.

—Estoy seguro de que a ella también le habría encantado conocerte. Eres una criatura bastante peculiar —añadió con un brillo travieso en los ojos.

—Me voy a tomar eso como un cumplido.

—Lo es.

Dos palabras. Exactamente dos palabras eran lo único que necesitaba para lograr que se extendiera aquella cálida e incómoda sensación por mi pecho.

—Tenías razón —dijo con voz grave.

—¿Otra vez?

—No empieces. —Sonreí al escuchar su respuesta, y a pesar de que tenía un comentario muy ingenioso y apropiado para aquel momento, decidí hacerle caso y mantener el pico cerrado—. Quise decírtelo antes, pero ahora, después de haberlo vivido, soy más consciente de lo equivocado que estaba.

—¿Y estamos hablando de...?

—De que la Guardia se haya quedado con nosotros. —No pude evitar suspirar con resignación al descubrir a qué se refería.

—Pensé que hablábamos de algo importante.

—Esto es importante para mí. —La seriedad de su voz me dejó claro que aquel no era momento para bromear. Sus ojos me observaron con un brillo especial y no me quedó más remedio que callarme al no ser capaz de encontrar mi propia voz—. Para ti es muy sencillo porque tienes las ideas muy claras, pero yo he vivido toda mi vida bajo unas directrices que ni siquiera imaginaba ser capaz de romper. Desde que tengo memoria se me ha preparado para ser el jefe de Aqua, para hacer los sacrificios necesarios para que reine el orden y para que todo funcione a la perfección.

—Las cosas pueden funcionar igual aunque se utilice una metodología diferente en la que los intereses de la Autoridad no sean los únicos que se tengan en cuenta —dije atropelladamente. Killian esbozó una sonrisa al escucharme y recordé que me había pedido que me mantuviera callada durante unos minutos. Definitivamente era una bocazas.

—Estoy empezando a darme cuenta de cómo funcionan las cosas en realidad. —Su rostro se tornó serio de repente.

—Algo es algo —respondí encogiéndome de hombros.

—Tú siempre dices lo que piensas, te da igual con quién estés hablando. Yo no sé hacer eso.

—¡Sí hombre! —exclamé indignada—. Pero si lo único que haces es ir dando órdenes a diestro y siniestro, ¿a quién quieres engañar?

—Diestro y siniestro —repitió él—. Otra expresión de la civilización antigua. Me sorprende que sepas tanto sobre ellos siendo la información tan poco accesible.

—O sea que lo reconoces —dije con tono incisivo.

—No me cambies de tema, ¿dónde has aprendido todo lo que sabes?

—Que te lo voy a decir a ti —respondí sin pensar. El jefe del clan soltó una carcajada tan musical que me dejó maravillada y que hizo que me preguntara si había comido algo en mal estado que lo estaba haciendo actuar de aquella manera tan extraña.

—Lo que intento decir, Stone, es que me des tiempo. Me pides que cambie y que vea que las cosas no son como yo creía, pero necesito tiempo. Si tiras demasiado de una goma terminará por romperse, mira lo que ha ocurrido en el Clan Rubí. No puedo permitir que pase lo mismo en Aqua. —Asentí con seriedad al percibir la responsabilidad que se ocultaba en su voz—. No te he visto sorprendida al saber que Quentin es el jefe legítimo de su clan.

—Tiene los ojos violetas.

—¿Cómo? —preguntó con confusión.

—Sus ojos tienen un brillo violeta, algo que solo muestran las personas que albergan un gran poder Rubí. —Killian me observó con curiosidad—. Vosotros sabéis a qué clan pertenece cada nei porque podéis sentir su poder elemental. Yo no puedo hacerlo así que tengo que prestar más atención a los pequeños detalles —añadí a modo de explicación—. Quentin es capaz de sentir las emociones de la gente aun cuando no hay magia, es obvio que es muy poderoso.

—Obvio para ti. Quentin lleva con nosotros casi seis ciclos de Helios y nunca he visto el colgante al que tú te has referido hoy, y eso que conozco su historia con detalle. Tampoco había hablado nunca de cosas tan personales con nosotros, ninguno de ellos lo había hecho.

El silencio inundó la terraza en la que nos encontrábamos y al darme cuenta de que el jefe del clan no iba a continuar hablando, me giré para ver qué ocurría. Al hacerlo lo encontré analizando mi rostro minuciosamente y esperando una respuesta que no sabía que tenía que darle.

—¿Qué quieres que te diga? Le presto atención a la gente cuando me habla —dije sin más. Killian se rio entre dientes antes de levantarse y empezar a caminar hacia las escaleras, dando por terminada la conversación—. Oye, Frost —dije antes de que desapareciera, provocando que se girara en mi dirección—. Dices que te pido que cambies, pero yo no te he pedido nada. —El jefe del clan esbozó una sonrisa de medio lado.

—No tienes que hacerlo.

A ver perdón qué está pasando.

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Hoy he estado hablando con Evelyn de la dificultad de pronunciar algunas de las palabras del universo de la novela. ¿Os gustaría que os dijera cómo se dicen?

Siguiente actualización en los 280 👀, 40 🌟 y 95 ✍️

¡Nos vemos pronto! ❤️

¡Y muchas gracias por el apoyo!

Espero que os haya gustado el capítulo.

¡Biquiñooooos! 😍😍 

P.D. Hemos llegado a las 30K!! 🙉🙉 Tengo una meta de visitas para la que haré una celebración especial que os incluirá a vosotros y a una escena que ocurrirá en la segunda parte de El refugio. ¡Estad ojo avizor que cada vez va quedando menos!

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