35. Una escena familiar II
El rostro de Quentin se aflojó tras confesar que él era el jefe del Clan Rubí, como si el peso que recaía sobre sus hombros se hubiera reducido considerablemente al compartir aquel secreto. Los rostros de los presentes reflejaban el desconcierto que yo misma sentía en aquel momento, pero hubo algo que encajó en mi mente con aquella confesión, como si hubiese encontrado la respuesta a un acertijo que nadie había pronunciado nunca.
—¿Cómo dices? —preguntó Mónica anonadada, inclinándose hacia Quentin mientras esperaba una respuesta que aclarara lo que acababa de confesar el soldado.
—Creía que Emosi era el jefe del Clan Rubí —comentó Max con confusión.
—Lo es, y es un buen líder dadas las circunstancias, pero fue elegido después de que yo abandonara el reino. Mi visión de cómo debían ser las cosas era muy diferente a la que tenían el consejo y la Autoridad del clan. Mi padre intentó enseñarme el modo de actuar que debía adoptar en Rubí y envió a mi hermana en una misión prácticamente suicida para hacerme cambiar de parecer. Lo cierto es que consiguió darme una lección, pero no la que él quería.
—¿Qué te enseñó? —pregunté con un hilo de voz al no ser capaz de mitigar los sentimientos que ebullían bajo mi piel.
—Que no te puedes fiar de nadie. —Los ojos de Quentin me observaron con la mirada repleta de las diferentes emociones que había en su interior y que luchaban por ser liberadas, y el nudo de mi garganta se trasladó a mi estómago—. Se supone que los miembros de una familia se tienen que proteger los unos a los otros, pero lo cierto es que nadie te va a traicionar nunca con tanta efectividad como alguien a quien amas.
Sus palabras me calaron tan hondo que me vi obligada a desviar la mirada a mis pies, doblando las rodillas sobre el sillón para apoyar mi barbilla en ellas y poder esconder mi rostro. Dejé de atender a la conversación que estaba teniendo lugar enfrente de mí y me sumí en una vorágine de pensamientos que me envolvieron en un huracán de emociones. Quentin tenía razón: no había nadie que tuviera un poder tan grande para traicionarte como la familia.
El nudo que se había formado en mi garganta se apretó con fuerza y la culpabilidad inundó mi estómago al pensar en lo que había tenido que vivir mi padre por mi culpa. Había pasado de la felicidad de tener una hija con la mujer a la que amaba a la tristeza de perderla para siempre, y poco después sufriría las consecuencias de que el bebé recién nacido no fuera lo suficientemente fuerte como para poder tener un poder elemental, complicando su existencia todavía más. Aunque él no lo mencionaba nunca, yo sabía que en cuestión de ciclos su vida había dado un giro tan drástico que ni siquiera me veía capaz de imaginarlo.
Mi padre siempre había luchado por mí y por mi bienestar, intentando que tuviera una vida lo más normal posible y que fuera feliz a mi manera. Se había preocupado por aprender del pasado para poder enseñarme a valerme por mí misma, había ideado artefactos que me permitieran llevar a cabo las labores del día a día sin un poder elemental, se había enfrentado a sus superiores, a la Autoridad y a los líderes de su clan intentando que me aceptaran para que no estuviera sola, y jamás me lo había echado en cara. En su rostro siempre había una mirada dulce y una cálida sonrisa con la que recibirme después de que lo hubiese metido en problemas y siempre me tendía una mano cuando creía que no iba a poder volver a levantarme. Él había arriesgado su vida y su futuro por intentar asegurar los míos, y a cambio yo había llenado su vida de sufrimiento.
—Moira. —La preocupación con la que Killian dijo mi nombre me devolvió al presente y emití un sonido en respuesta intentando tranquilizarlo, pero al hacerlo se me quebró la voz, lo que no hizo más que aumentar la confusión que se reflejaba en el rostro del jefe del clan—. ¿Qué te pasa?
—Nada —dije con debilidad en la voz al darme cuenta de que de mis ojos habían comenzado a brotar las furtivas lágrimas que me delataban.
La angustia se acumuló en mi pecho, obligándome a soltar todo el aire de golpe e impidiendo que respirara con normalidad. Me mordí el labio inferior para evitar que vibrara con el llanto en un intento por retomar el control, y al hacerlo sentí sobre mí la intensa y preocupada mirada de los cinco soldados que me observaban con confusión, intentando encontrar una explicación a mi comportamiento.
—Lo siento —dije con la voz rota—. Estaba pensando en mis padres. A mi madre también le habría encantado estar aquí.
Me tapé los ojos con una mano y luché con todas mis fuerzas contra aquella horrible sensación que llevaba ciclos oculta en lo más profundo de mi ser y que había decidido exteriorizarse en aquel preciso momento, pero no fui capaz de contener las oleadas de dolor que se extendían por mi cuerpo y me vi obligada a liberarlas.
—Lo siento, Moira —susurró Quentin apenado—. No pretendía hacerte sentir mal.
—No te lamentes —dije entre sollozos—. No es culpa tuya, son las malditas mazorcas.
¿Qué crees que pasa por la cabeza de Moira?
¿Qué te parece lo que siente con respecto a su padre?
¿Esperabas que Quentin fuera el jefe del Clan Rubí?
¡Cuéntamelo todo en los comentarios!
Meta para el siguiente cap: 100 👀, 25 🌟 y 45 ✍️ (recuerda que es doble)
¡Espero que os esté gustando!
Nos vemos pronto ❤️
¡Biquiñooooos! 😍😍
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